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miércoles, 2 de julio de 2014

EL DUEÑO


Hace mucho tiempo, vivía un niño en un poblado lejano. Como tantos otros, pasaba todo el día afuera, al sol. Pero este chico poseía algo maravilloso; era el dueño de la pelota. No tenía amigos, pero la tenía a ella y eso le bastaba. Los demás niños jugaban a la guerra y a colgarse de los árboles, pero a él no le gustaban las confrontaciones y tampoco era muy ágil para treparse por palos y saltar. Era feliz con la bola; aprendió a manejarla con las manos, pies, piernas, pecho e incluso con la cabeza. La correteaba por el parque, pateándola con todas sus fuerzas contra el muro del fondo, como si quisiera perforarlo. Durante mucho tiempo jugó con la pelota sin necesitar nada ni de nadie más, siempre solo.

Poco a poco, con el pasar de los años, comenzó a interesarse por los demás niños que siempre jugaban juntos. Quiso acercarse a ellos, pero por su infundada fama de asocial y arrogante, nadie le prestaba atención. Se sentía incomprendido y triste; no entendía por qué lo rechazaban sin siquiera conocerlo. Sin embargo, y a pesar de su timidez, intentaba en vano hacer amigos. Se lo había propuesto y deseaba lograrlo; al fin quería ser como los demás chicos.

Un día, se le ocurrió invitarlos a todos a jugar con la pelota. Estaba dispuesto a compartir su más preciada posesión con ellos, esperando secretamente que lo aceptaran. Con mucha alegría, los niños accedieron jugar y comenzaron a lanzarse la bola entre ellos. Él les explicó las reglas que había inventado para jugar en dos grupos y ellos asintieron. Cuando decidieron quién estaría en cada conjunto, el único que quedó fuera fue él. Para no llevarles la contraria y evitar que se molestaran, decidió que participaría por su cuenta, como un tercer equipo. Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a jugar.

Las instrucciones eran muy fáciles: no podían usar las manos, tenían que patear la pelota por el patio y dispararla contra el muro del fondo; ganando aquel grupo que lo lograra más veces. Así, se pasaban la pelota, intentando bloquear a los del otro equipo. Contentos, marcaban sus tantos, saltando de emoción y abrazándose cada vez que concretaban un punto. Él, experto veterano en su propio juego, quería mostrarles lo bien que dominaba el manejo del balón, pero siendo del tercer grupo y sin tener compañeros, nadie le pasaba la bola. Con su vistosa camiseta, corría y corría detrás de los demás, llamándolos, haciéndoles señas, recordándoles las reglas y pidiendo que lo dejaran jugar, pero ellos lo relegaban, pateándose la pelota entre sí, trabando al contrincante y buscando el muro para anotar un tanto más. Se le ocurrió usar el silbato que siempre traía en el bolsillo. “Tal vez con él pueda llamar la atención y me pasen el balón” pensó. Pero no fue así. Sucedió que los chicos se aburrieron de él, de su silbato, sus reglas, sus señas, su elegancia, sus regaños y su insistencia en que le pasaran la bola para demostrarles lo bueno que era, siempre recordándoles que él era el dueño de la pelota. Lo ignoraron cada vez más, pero a pesar de eso no pudieron hacer mella en su perseverancia. Desde entonces, siempre intentando participar, corretea a los demás niños por el parque, pitando y buscando el balón inútilmente.

 
©2014 PSR


24 comentarios:

  1. Yo tengo un problema parecido con la diferencia de que nunca tuve un Balon y nunca supe cual es mi experticia en realidad. A mis 63 años estoy trabajando para descubrirlo y he contratado los servicios de un coach especial que esta dispuesto a servirme a cambio de que yo cumpla solo dos reglas: 1)Reconocerle como mi unico y suficiente Coach orientador y 2)Considerarme un hombre nuevo experto en el juego de la FE.

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  2. Mi adorada Patricia Schaefer Roder... Eres una vaina seria! Este cuento debe ser dedicado a los fanáticos del fútbol!

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  3. Me encantó. Muy buena explicación del pobre árbitro. Gracias por compartir.

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  4. No podías haberlo narrado y explicado mejor. Gracias, como siempre, Patricia. Aguardo con sosegada y reprimida impaciencia cada publicación.

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  5. Triste...pero verdad..solo queda perseverar!

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  6. Genial. Soy un pelotudo, me re enganche.... Hasta me hice los personajes en la cabeza...

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  7. Sensacional mensaje...gracias Patricia. un placer leerte.

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  8. Para pensar mucho da este cuento, se me semeja a los árbitros de fútbol. Muy bueno.

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