LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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miércoles, 31 de marzo de 2010

AMISTAD...

esta amistad
es rica, sana
y buena para mi mente
mi alma
mi cuerpo
y mi espíritu

te quiero mucho, amig@ mí@
es siempre un placer estar contigo
quiero verte siempre que se pueda
quiero hablarte siempre que quieras
quiero reír contigo, cantar
escucharte y animarnos
recíprocamente
…y más que nada
quiero que sigamos siendo amig@s
por siempre.

:D


©2010 PSR

miércoles, 24 de marzo de 2010

ARREBATO

Apenas amanecía aurora adentro; amorosa, acelerada, Adelaida Amparo Ambrosio adelantaba apresuradamente ambas actividades, alternándolas: ambientación—arreglo—ambientación—arreglo—ambientación… Ayer, acostumbrada, alicaída, anulada, amargada, Adelaida ató al animal arisco al árbol antiguo adyacente al acantilado, aprovechando alguna ausencia aparente, animándose a acabar al amanecer. Activa, abrió antes allí afanosamente arca, alforja. Aunque ansiosa, azuzó, acosó, acorraló, arrastró al área al aterrado adversario animal, atacándolo agresiva, abominable, aborreciéndolo agudamente. Atroz, amenazante, avivada, apasionada, asestó azotes atolondrados, aguijoneaba, arrancole abundantes apéndices acentuados, asquerosos, atribuidos al apestoso arruinado absceso, ajusticiolo ahorcándolo, alzolo arriba arrebatada, arrojando alto al abismo áureo arca, alforja, añadiendo adentro al animal anteriormente alborotado. Así, acostumbradamente abreviada, accesible, Adelaida afirmó amplia advertencia al aglomerado auditorio amigo asociado. Acabando, aliviada, aplomada, atractiva, Adelaida Amparo Ambrosio adelantó alegre ambas actividades, ambientando—arreglando—ambientando—arreglando…


©2009 PSR

miércoles, 17 de marzo de 2010

SONRISA

Hace mucho tiempo, no recuerdo exactamente dónde, leí una de esas frases de moda de la filosofía popular que me dejó marcada profundamente: “Una sonrisa no cuesta nada y vale mucho”. Sospechándome hoy en día casi la última representante de la corriente del “paz y amor” y del nacimiento de la era de acuario, recuerdo haber sentido en ese instante cómo todo el mundo a mi alrededor de pronto se iluminaba y me permitía comprenderlo mejor. Mi corazón se quedó quieto un instante y desde adentro algo golpeó mi pecho y mi garganta, y en mi piel había un cosquilleo tibio y delicioso. Totalmente identificada con la frase, la hice mía y la pongo a prueba todos los días de mi vida.

La sonrisa es una de esas cosas maravillosas que tenemos los seres humanos. Me encanta ver a la gente sonreír y reír; es una experiencia profunda y placentera que me da mucho más que un largo discurso sobre la paz o la alegría. Disfruto una sonrisa como quien aprecia una obra de arte; me maravillo ante ella, la detallo, interactúo con ella y me dejo invadir por lo que me transmita: felicidad, placer, sosiego, alegría, aceptación, seguridad, paz, afirmación, complicidad, incluso nerviosismo, incomodidad o algo de vergüenza. Mi ser reacciona ante una bella sonrisa desde adentro hacia afuera; el pulso se acelera levemente y siento la sangre tibia fluyendo por todo el cuerpo, desde los dedos hacia el tronco, concentrándose alrededor del corazón, subiendo por el pecho y cuello a la cabeza y quedándose allí, llenando cada resquicio. Entonces, a ambos lados de mi rostro tibio, la reacción es inminente y me dejo llevar por toda esa delicia, sonriendo yo también.

Siempre me he fijado mucho en la sonrisa de la gente. Como todos, en mi vida me he topado con infinidad de sonrisas distintas. Las sonrisas son como nuestras huellas digitales, características y únicas; vienen determinadas por la genética y la imitación de los gestos de quienes nos rodean cuando niños. Pero a pesar de que fisonómica y anatómicamente el estilo de sonrisa de cada uno se mantenga a grandes rasgos, nunca hay dos sonrisas iguales, simplemente porque cada quien tiene un repertorio de sonrisas según lo que sienta o quiera comunicar en cada instante. A veces una mirada se convierte en sonrisa y luego en abrazo; en otras oportunidades cambia por completo el orden de conversión, y hay casos en los que podemos sonreír con los ojos o los brazos, abrazar con una sonrisa o con los ojos, o mirar con los brazos. De hecho, existen sonrisas que primero son abrazos y luego miradas…

Hay quienes tienen la sonrisa como carisma o don divino en beneficio de los demás, aun sin saberlo. Puede que estén conscientes de que tienen una bella sonrisa, pero no todos conocen sus propiedades. La sonrisa puede ser terapéutica tanto para el que la da como para quien la recibe. Cuando sonreímos, iluminamos todo a nuestro alrededor y eso nos complace, elevando nuestro espíritu. Y cuando alguien nos sonríe, esa misma luz llega a nosotros y nos envuelve en su calor sublime, regalándonos amor. Es como participar en un acto de magia pero sin el truco, porque todo es absolutamente real.

Al sonreír —y al reír— nos llenamos de emoción e incluso nos permitimos escapar de nosotros mismos por un instante. En una sonrisa sincera y espontánea, nuestros ojos, piel, sangre y brazos se contagian de ese sentimiento y participan en un concierto maravilloso dirigido por el corazón de quien sonríe hacia el corazón del que recibe la sonrisa. La sonrisa es el preludio delicioso de la risa, el primer paso en la liberación del espíritu.

Por supuesto, a mí me encanta sonreír y reír; disfruto al máximo la rara oportunidad en que alguien quiera sacarme una buena risa, ya que pareciera que nadie tiene tiempo para esas faenas en estos días (todos estamos ocupados intentando ganarle la carrera al tiempo, sin saber que la perdimos inexorablemente desde el mismo instante en que accedimos a competir), cuando en realidad esas son las mejores cosas de la vida, los momentos en que damos y recibimos alegría. Con respecto a mi sencilla sonrisa de labios cerrados, sé que no es precisamente de las arrebatadoras, y aunque tal vez sea plácida para algunos, ciertamente no es una gran sonrisa, pero es la que tengo y la que puedo compartir. Y pensando en ese dar y recibir, me percato que desde siempre me ha gustado hacer reír a la gente. De alguna manera siento que tengo la facultad de darle algo de alegría a quienes me rodean, y eso para mí es invaluable. Como la inmensa mayoría, no soporto ver sufrir a nadie; tal vez por eso busque constantemente darle la vuelta a las cosas, a veces de la forma común, y otras veces de alguna otra manera inesperada que sorprende a los demás. En todo caso, no es algo premeditado ni ensayado; quienes me conocen saben que sencillamente soy así por naturaleza. Por suerte, a la gente le parecen cómicas algunas cosas que hago o digo, y así los hago sonreír y reír; eso me tranquiliza y me hace feliz.

Hay sonrisas que relajan, otras que apasionan; unas deslumbran y otras abrigan. Las sonrisas pueden consolar, liberar, elevar, alegrar, apaciguar, solazar, alentar, emocionar, perdonar, disipar la oscuridad, vencer el miedo y dar paz. La paz… algo tan importante que llevamos dentro y sin embargo a veces se nos hace tan difícil de encontrar. Últimamente ando buscando paz como quien busca un trocito de pan. Mi alma vaga íngrima, huérfana de tranquilidad, andando y desandando mil caminos cada día en busca de paz, pero todo lo que encuentra son fragmentos desiguales esparcidos por doquier, que no parecen pertenecer a ninguna figura conocida. De vez en cuando he tenido suerte, ya que a lo largo de la ruta he encontrado algunas personas que tienen el maravilloso efecto de darme algo de paz, de tranquilizarme, de calmarme, y me he dado cuenta de que todas ellas son dueñas de una gran sonrisa. Supongo que ambas vienen juntas en el mismo paquete: la cualidad calmante y la sonrisa. Esa sonrisa sanadora me ilumina, me da sosiego, me tranquiliza, me arropa y me abraza, dándome calor y protegiéndome de todo, a veces incluso de mí misma; me hincha de emoción y me da alas para volar muy alto. Es una sonrisa curativa que me regala parte de la paz que tanto anhelo. Y aunque no todo el mundo posee una sonrisa así, que tenga ese efecto medicinal sobre mí, he tenido la enorme suerte de disfrutarla y estoy infinitamente agradecida por ello. Es el mejor regalo que puedo recibir en cualquier momento; no se gasta ni estorba, no se llena de polvo, no envejece y siempre me hace feliz. Si no tengo cuidado, me volveré adicta a esa sonrisa y tendré que hacer algo por verla todos los días de mi vida, sea cual sea el precio. Pero por fortuna, una sonrisa no cuesta nada y vale mucho…


CARISMA

Voy buscando sosiego
concentrada
con los párpados apretados.
A veces
muy rara vez
creo sentirlo cerca
abro los ojos para descubrirlo
pero no…
es inútil
vuelve a evaporarse
se me esconde
mis pasos perdieron su pista
hace mil años
en la oscuridad.

Voy camino a la locura
inevitablemente.
Voy buscando un remedio
para mi alma golpeada
mi ser deshidratado
seco, árido, salado
disecado en jirones fríos
alrededor
de aquel corazón sangrante
que no logra cicatrizar
por la ausencia
de aire y luz.

Pasa el tiempo
avanzan mis pasos
a ciegas
a tropezones
a rastras
a saltos
a duras penas…

Sigo el sendero
de mi destino
en piloto automático.
De pronto
sin aviso ni señal
en medio de tu rostro
atento
dos líneas horizontales
ajustadas entre sí
ligeramente sinuosas
intersectan mi ruta cansada
prolongándose raudas
siempre juntas
a cada lado
enviándome prestas
en direcciones opuestas
simultáneamente
sin final.
Comienzo a divisar
tenue, ligero
un primer intento
destello inocente
deseando ingenuo
convertirse en rayo.

Poco a poco
justo sobre la barbilla
aquellos dos trazos llenos
paralelos perfectos
suaves
amables
serpentean leves
tímidos
breves
infinitamente hermosos
dulces
abriéndose lentamente
o quizá más rápido.
Dos bordes delicados
sutiles
espontáneos
se separan curvos
cóncavos
dando paso
ineludible
infalible
al reflejo de mil soles
y una luna ardiente.

Entonces
al fin
me invade plena
la calma…



©2009 PSR

miércoles, 10 de marzo de 2010

SAGA

Samuel Sánchez se secaba seguro, satisfecho. Sentía su sudor salado salpicado sobre sienes, surcos, sotabarba. Sereno, Samuel sabía ser soez si su semblante se sofocaba sufriendo. Súbitamente se soltaba su sueño, solo, sosegándolo suavemente. Samuel soñaba solamente si sucumbía selectivamente Sandra, su sabia sierva sordomuda. Sentada solemne sobre su sábana, Sandra seleccionaba su secreta serie sensual sin saber sumarla siquiera; sólo se sabía señora sacerdotisa sacrificando su sacramento sacrílego saciado sádicamente. Seguido, Samuel, Sandra, saldrían saltando solos, sacudidos, subiendo sus salarios sumamente someros sin ser sobrinos, socios, simpáticos satélites. Sus seguidores, sarnosas sabandijas sabatinas, serían seleccionados sufridores sabihondos, saboteadores, secuestrados secretamente. Siempre saludable, saboreando salitre, sangre, saliva, Sergio, sublime sabandija suprema, sorbía sus secreciones silenciosamente sin sajar salero, salteando salmuera salubre sobre sus señores seniles. Sergio saludó. Samuel, Sandra se sorprendieron saqueados, salvajemente salvados sin ser santos. Secretamente separados sintieron sarcasmo sin sátira, sartén sin satinar, sauna sin savia, sol sin sequedad. “Sólo son sectas secretas, sin seguidores seculares” sospecharon, siguiendo siempre serios, sencillos: Sandra sirviendo, Samuel sembrando sorgo, setas, semillas; sincronizando sublimes sonetos sencillos. Señalados, sentenciados, seducidos, sentían sobremanera severidad sesgada sañosa, siamesa, sicópata. Sidra, siesta, sidra, sidra, sidra, siesta, sidra… Sergio signaba su suerte simbólicamente subiendo sillas, sillones, sofás. Sigiloso, simpático, seguía sonriendo solo, sin saber sopesar sicológicamente siquiera su setentona sequedad servil. Simultáneamente, Sandra, Samuel, Sergio silbaban serenatas sin sílabas, sin sonidos, silentes; signos simples, simpares, simétricos, simulando sigilosos secretos sofocantes. Seguido, sobresaltados, soportaron solícitos, sonrientes, sin sonrojarse, su solitaria solución, surgida súbitamente sin sospechar sordidez subconsciente. Subdesarrollo sublevado, sustentado, subyugado, subvencionado; solamente Sergio seguía siendo subordinado, sumiso, suplicante, sólo sin saberlo. Súbitamente, Samuel suplantó solidario su sollozante soplón sin someterlo, simulando simpatía simultáneamente. Sergio, sugestionado, suicidose suplicante, supersticioso, sobreviviendo sin suplicio. Suspiró, susurró sutilezas surtidas supurando suspicacias; Sergio se sumió sucio, sin su sotana sobre Samuel, sepultándolo seguro sin sol, sin sufrimiento, soportando su somier sobre su sesera sangrante, suave, supina, soterrada, señalando salidas selladas. Superada, Sandra sabía ser suficientemente sentimental sin Samuel, su sesudo señor. Secretamente siguió sazonando sañuda su suculenta sopa sedante, sulfúrica, sublimada, séptica, sin saberlo Sergio. Sirvió serena semejante sustancia sintética, sinérgica, sobreentendiendo segura su sentencia súbita si Sergio se salvaba seguido. Seis soles surgieron sobre Sergio, segmentando su sistema, seccionándolo, segándolo saturninamente. Sandra, silenciosa, simbolizó soberbio sinsabor social: sucio, soñoliento, solapado, sordo. Siete siglos subsiguientes, seguidos, Sandra, setentona, sigue siendo suave sirvienta sosa, supersticiosa, sospechosa…



©2009 PSR

miércoles, 3 de marzo de 2010

QUERIDA AMIGA

Querida Amiga:

Te deseo lo mejor en tu cumpleaños...
un sol radiante
un día esplendoroso y una noche estrellada
mucha suerte y felicidad
salud y serenidad
el amor que te mereces
aire limpio y la atmósfera tranquila
sonrisas alegres de los que te quieren
vivos colores de flores
suave canto de aves
y mucha paz.

Piensa en lo mucho que vale un día,
y en especial, éste.
Y mira el atardecer,
...ése te lo regalo yo.



©1987 PSR Caracas—Venezuela, 6 de marzo 1987