LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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miércoles, 9 de diciembre de 2015

UNIÓN


Un país vivo
quiere volver a latir
sin sentir miedo.

No permitamos
sabotaje, corrupción
buitres malignos.

Insistamos en
borrar las diferencias
con el trabajo.

Orden en casa
saldremos adelante
siempre hermanos.

No hay otra ruta:
dignidad y respeto
son nuestras claves.


©2015 PSR


miércoles, 25 de noviembre de 2015

TOLERANCIA


Todos hermanos
cachorros de la vida
sentimos igual.

Odios impuestos
por otros desde niños
matan el mundo.

Libertad y paz
son colores innatos
del espíritu.

Enfermos están
aniquilan nuestro aire
en un suspiro.

Razas, colores  
flotan en la cubierta
engañándonos.

Artes de vida
cultura y tradiciones
son pisoteadas.

Nacimos puros
corazón escarlata
los huesos blancos.

Credos, doctrinas
enfrentan a los dioses
luchan a muerte.

Ideologías
que esclavizan la mente
pariendo robots.

Abierta el alma
el espacio es eterno
todos cabemos.


©2015 PSR


miércoles, 16 de marzo de 2011

VIDA

La vida es un suspiro divino que nos deja sin habla. Es lo más importante que tenemos; inusitadamente frágil y enormemente compleja. El instante de tiempo en que transcurre nuestra vida es tan breve pero tan intenso que bien vale la pena defenderla hasta las últimas consecuencias.

Es la propia vida lo que nos define en este mundo. Somos porque vivimos, y al mismo tiempo, la vida es un regalo que recibimos. El más importante, porque es lo que nos constituye; aquello de lo que estamos hechos. La vida es eso absolutamente invaluable que generalmente consideramos obvio, quizá tan solo porque no podemos imaginamos el mundo sin nosotros. Pero la vida nos fue dada, no la adquirimos. Alguien más nos engendró; no fue nuestra idea y mucho menos consecuencia de algo en lo que pudiéramos influir, ni de nada que hayamos hecho; no es nuestra por mérito propio. Nadie pide venir al mundo, mas una vez aquí, luchamos por mantenernos bien y ser dichosos. Así, deberíamos estar agradecidos por tal precioso don y concentrarnos en buscar la felicidad, el estado anímico que mejor le va a ese estado físico que llamamos “vida”. Somos los únicos responsables de nuestra felicidad y, al mismo tiempo, debemos aprovechar todas las oportunidades que tenemos para hacer felices a quienes nos rodean.

Sin lugar a dudas, la vida es bella. Es maravilloso estar conscientes de que podemos ir en pos de la justicia, de la paz y la dicha, de nuestra salud, prosperidad, tranquilidad, de aquello que necesitamos, que deseamos, que soñamos. Sabemos que aunque la situación se vuelva difícil, cuando pareciera que se acaban el camino o las opciones, siempre podremos luchar más y más por las cosas que nos mueven, por lo que es realmente importante. Somos vencedores en cuanto nos enfrentamos a nuestros miedos y decidimos dar la batalla, cuando damos el primer paso que nos llevará al desenlace. La vida seguirá siendo bella, a pesar de que siempre aparezcan quienes quieran arruinárnosla. De nosotros depende que no lo logren; debemos ser más inteligentes y más perseverantes que ellos. El odio, la intolerancia, la envidia, el rencor y la codicia son fuerzas humanas capaces de destruir pueblos completos, naciones enteras, y si no les hacemos frente, a la larga sufrimos las consecuencias a menor o mayor escala. Esos sentimientos negativos nos hacen más salvajes que cualquier animal de rapiña, cuando se supone que la especie humana posee raciocinio y conciencia de sí misma, que deberían ayudarla a vivir en armonía con sus congéneres en el ambiente que la rodea. Pero no es así. Lamentablemente, las características humanas como la espiritualidad, el amor, el perdón, la misericordia, el respeto, la solidaridad y la caridad no se han desarrollado al mismo ritmo que la ciencia y la técnica, quedando rezagadas al principio del camino. La tecnología avanza veloz en todas direcciones, pero los resultados no siempre son seguros ni positivos; en demasiadas ocasiones son extremadamente perjudiciales. El mundo está llegando al límite de su capacidad de carga y aún no se nos ocurre siquiera buscar la palanca del freno. A veces parecemos olvidar que nuestro planeta está vivo y debemos cuidarlo porque, al igual que nuestra vida, es uno solo y no tiene repuesto…

En los últimos años, la Tierra pareciera estar incómoda. Es como si quisiera encontrar una posición más confortable al estirarse en todas direcciones. Cuando lo hace, nos muestra la enorme fuerza que duerme en su interior, haciendo que recordemos lo infinitamente minúsculos que somos. Ciertamente, no podemos hacer nada por impedir las catástrofes naturales, pero sí podemos comportarnos de manera más consciente y respetuosa con el mundo y nuestros semejantes. Podemos dejar actuar a nuestro lado humano, que aún necesita ejercitarse y crecer. Cada quien sabe cómo ayudar, o al menos, a quién preguntarle de qué forma puede ser útil a la hora de mostrar solidaridad y caridad a sus semejantes.

Peores aún son los desastres humanos ocasionados por la implacable intolerancia de las ideologías extremistas y fundamentalistas, que solo traen consigo dolor y pesar. El ser humano es egoísta y nunca falta quien se aproveche de los momentos de debilidad espiritual de los demás para beneficiarse o imponer sus ideas. Debemos combatir y hacer todo por erradicar aquellos sentimientos de maldad, avaricia y violencia que llevan a la desmoralización y la destrucción de los pueblos. Como sociedad que quiere llamarse “civilizada”, se hace necesario ser abiertos y aceptar que existen miles de opiniones y más de una manera de hacer las cosas. Todos tenemos el mismo derecho a ser felices; nadie nos lo puede quitar porque sí. No hay quien pueda encadenarnos el espíritu sin nuestro consentimiento; nosotros somos los responsables de nuestra libertad y los autores de nuestra dicha.

Así como la vida es hermosa, el mundo también lo es. Saber que podemos disfrutar de ambos a lo largo de nuestro tiempo es algo maravilloso y por eso los protegemos instintivamente, para mantenernos felices. Al fin y al cabo, vinimos al mundo con la única misión de encontrar la felicidad y vivir en ella.

Sentirnos vivos y plenos es algo inmensamente hermoso, y sucede cuando somos dichosos. Las emociones fuertes de cualquier naturaleza nos hacen recordar que estamos aquí ahora. No sabemos cuándo cambiaremos de dimensión, pero mientras estemos en este mundo, con todas sus imperfecciones, sus bondades, sus defectos y virtudes, estamos en la obligación de buscar aquello que nos llene de satisfacción y sosiego, que nos siembre una sonrisa en el rostro que sea imposible de borrar. Ese nirvana sólo lo podemos encontrar en nosotros mismos, cuando nuestro espíritu nos eleva por encima de los problemas, los objetos y las situaciones terrenales.

En medio de cualquier circunstancia plácida o extrema, comprobamos que cada mañana sigue saliendo el sol, iluminando a todos por igual. De noche, la luna y las estrellas están en el firmamento para quien desee admirarlas, tomándose un respiro nocturno. Lo mismo sucede con la lluvia, el viento y los demás elementos; no son propiedad de nadie, y al mismo tiempo, son de todos los seres que habitamos este planeta. Cuánta perfección hay en las alas de una mariposa, en los pétalos de una flor silvestre, en las miles de hojas de aquel árbol que nos brinda su sombra al mediodía, en el perro sin dueño que va cojeando sin darse por vencido y agradece los huesos que sobran de una parrilla en el parque. Cuánta paz hay cuando encontramos un momento para adueñarnos del tiempo y sentarnos junto al mar, escuchando tan solo el arrullo de las olas y dejando que el viento acaricie nuestro rostro, despeinándonos. Cuánta belleza hay en las piedras pulidas que encontramos a la orilla de un río, en las conchas marinas, en las piñas de las secuoyas, en el diseño de una ballena, en las sombras que vamos haciendo al caer la tarde. Cuánta energía hay en el fuego, en un tornado, en un terremoto… A veces la Tierra nos llama la atención para recordarnos que sigue siendo inmensamente más fuerte y poderosa que nosotros, para que no dejemos de ser humildes.

Nadie sabe con certeza cuánto tiempo tiene, pero durante el mío, seguiré amando la vida y el mundo de la única manera que conozco: con todas mis fuerzas. Siento la vida presente en cada célula de mi cuerpo, haciéndome quien soy y permitiéndome disfrutar de la dicha que habita dentro de mí. Me deleito ante los animales fantásticos que se esconden en las nubes del cielo azul intenso mientras saboreo el mango más delicioso y rozagante en una tarde fresca de mayo. Cuando lo deseo, encuentro el momento de tranquilidad para sentarme a escuchar el rumor del riachuelo que está cerca de mi casa. Me dejo envolver por el olor de la tierra después de la lluvia, del café recién colado, de las palabras ancladas en el papel de un libro nuevo. Soy feliz cada vez que tengo la oportunidad de pintar una sonrisa en el rostro de alguien, aunque sea por unos instantes. Me llena el alma recibir el abrazo perfecto en el instante justo, cuando más lo necesito. Poder compartir mis inquietudes y escuchar las de otros es algo muy especial que me mueve por dentro. Llenar mis pulmones ante un paisaje majestuoso, asombrarme una y otra vez al descubrir la perfección del cuerpo humano, de los animales y las plantas, y maravillarme frente a la energía y belleza de un rayo en una tormenta son cosas que nadie puede hacer por mí. Me encanta lo que siento cuando suspiro; respiro hondo para dejar entrar en mí todo lo hermoso que me rodea, lo guardo adentro un instante para llenarme de ello y luego lo dejo salir de golpe, haciendo que regrese donde estaba para que me siga envolviendo. Así mismo es la vida, un suspiro…



©2011 PSR

miércoles, 30 de septiembre de 2009

ESTUDIANTES

ejército de sueños
armado de flores
se acerca sin tregua
aniquilando al paso
desesperaciones
posiciones grises
extremos absurdos
inalcanzables

cardumen de sonrisas
aparece repentino
suavizando la tormenta
que el destino impuso
groseramente en la vereda

sumatoria del ímpetu invencible
sumatoria al infinito
sumatoria lógica
sumatoria desafiante
del odio
la resignación
la injusticia
siempre sumar y multiplicar
paz
libertad
siempre, por siempre
y nunca, nunca
dividir o restar
¡jamás!

miles de ojos gritan
haciendo añicos las estructuras
del pensamiento opresor
miles de bocas callan
dejando un espacio abierto
para expresar otra opinión
nueva
fresca
genuina
limpia
miles de manos caminan
manos creadoras
pulgares enganchados
como aves libres
manos que vuelan
vuelan lejos
en loca bandada
desbandada natural
del ser inquieto

caravana de ideales
que exige respeto
y tolerancia
sembrando esperanza
multicolor
multiforma
multipensamiento
multirealidad
multiplicando la felicidad
contagiando aquellos
que se veían perdidos
¡pero ya no más!


©2007 PSR

miércoles, 3 de junio de 2009

CREDO DE PLENITUD

Creo en la vida, creo en la felicidad, creo en la realización, creo en la confianza, creo en el amor, creo en la música, creo en el arte, creo en las letras, creo en la amistad, creo en los sentimientos, creo en la razón, creo en la creatividad, creo en la fantasía, creo en la pasión, creo en la naturaleza, creo en la familia, creo en los nexos, creo en los caminos, creo en el aprendizaje, creo en las buenas intenciones, creo en la inteligencia, creo en el lenguaje, creo en el entendimiento, creo en los estudiantes, creo en la belleza, creo en los demás, creo en el universo, creo en la luz, creo en la energía, creo en el espíritu, creo en el alma, creo en el ser humano, creo en la materia, creo en las ondas, creo en las semejanzas, creo en las diferencias, creo en la unidad, creo en la individualidad, creo en el asombro, creo en las maravillas, creo en el más allá, creo en la lógica, creo en lo incomprensible, creo en los hechos, creo en las palabras, creo en la verdad, creo en lo que veo, creo en lo que no puedo ver, creo en las raíces, creo en el futuro, creo en el presente, creo en el momento, creo en un punto, creo en el todo, creo en las partes, creo en el agua, creo en el viento, creo en el fuego, creo en la tierra, creo en el cielo, creo en las nubes, creo en la lluvia, creo en el sol, creo en la luna, creo en las estrellas, creo en las moléculas, creo en los átomos, creo en la eternidad, creo en los árboles, creo en las demás plantas, creo en los animales, creo en los microbios, creo en la selva, creo en la montaña, creo en el desierto, creo en los glaciares, creo en los mares, creo en la salud, creo en el impulso, creo en lo que nos mueve, creo en la transformación, creo en el crecimiento, creo en la maduración, creo en la paciencia, creo en la aceptación, creo en la tolerancia, creo en lo grande, creo en lo pequeño, creo en la sanación, creo en la bondad, creo en la misericordia, creo en el perdón, creo en la ayuda, creo en la paz, creo en la tranquilidad, creo en la alegría, creo en la plenitud, creo en el infinito, creo en ti y, finalmente, creo en mí.


© 2008 PSR

sábado, 25 de abril de 2009

TODOS SOMOS EXTRANJEROS... CASI EN TODAS PARTES

Toda la vida he sido extranjera; en el país de mis hijos, en el de mis padres y en todos los demás. Incluso en mi propio país. De alguna manera mi nombre siempre va acompañado del adjetivo de algún país. En Venezuela soy “Patricia la alemana”, y en Alemania soy “Patricia la venezolana”. Aquí en Puerto Rico he sido ambas, igual que en Nueva York. Soy de varias partes y no soy de ninguna. Pero lo importante es que, como quiera que sea, soy. Soy una mezcla de culturas, de pasiones y de historia. Valga esta reflexión personal para explicar lo que pueden sentir tantas personas como yo, que no llegan nunca a ser consideradas de algún lugar en particular.

La humanidad está comenzando el siglo XXI de la era común. A lo largo de la historia hemos ido desarrollando la cultura humana: las ciencias naturales, la tecnología, la medicina, la filosofía, la religión y las artes. Pero, ¿qué hay del desarrollo social de la humanidad? Algunos hablarían sobre la evolución de las sociedades como grupos aislados, desde el momento en que se pronunció la primera palabra en la estepa africana, hasta el instante en que escribo estas líneas en la computadora. Yo, en cambio, me refiero al desarrollo social del género humano como un todo formado por cada una de las personas que habitan nuestro planeta. En este aspecto, difícilmente podría decirse que hemos superado nuestros instintos más básicos de primates territoriales.

Curiosamente, el concepto de “humanidad” incluye, entre otras acepciones, la naturaleza y el género humanos, así como también la sensibilidad ante las desgracias de nuestros semejantes. Sin embargo, vemos que quienes defienden el supuesto desarrollo social y cultural de la humanidad no pueden explicar lo que pasa con las relaciones humanas y la tolerancia. Se supone que el progreso debería conllevar a un mayor respeto por el prójimo. Lamentablemente, esto no sucede. ¿Por qué? Simplemente porque el ser humano sigue siendo un animal territorial.

Al igual que en las demás especies de animales, está en la naturaleza del ser humano buscar su bienestar. Es un asunto de supervivencia. Nómada o sedentario, el ser humano lucha por perdurar. Cada quien hace lo que puede para echar adelante. Las personas migran por diversas razones: una vida mejor, libertad, amor y mejores oportunidades de conseguir empleo. El movimiento de los diversos pueblos ha tenido lugar a lo largo de la historia. El clima, la guerra, las enfermedades y la escasez de alimento están entre los factores principales que influyen en dichas migraciones. Existen grupos étnicos que migran con mayor frecuencia que otros, adaptándose con mayor facilidad a su nuevo ambiente. En general, los grupos del Mediterráneo muestran una mejor adaptación a lugares nuevos, asimilándose con mayor rapidez a la cultura, las costumbres y las ideas, mientras que los ingleses y asiáticos son más conservadores y por lo tanto no se adaptan con tanta facilidad.

Debido al flujo en la población, las ciudades tienden a crecer, mientras que en el campo la cantidad de habitantes disminuye. Este movimiento de gente puede ocurrir en el mismo país, así como también entre diferentes países. Las grandes ciudades siempre han sido destinos migratorios importantes para muchos. Así, encontramos personas quienes a pesar de tener la misma nacionalidad y hablar el mismo idioma, también son “extraños” en estas ciudades grandes. Sin embargo, es evidente que la gente que viene de afuera casi siempre es más conspicua que aquellos que migran dentro del mismo país. Los extranjeros no hablan como las personas originarias de ese país; tienen una cultura, valores y maneras de pensar diferentes, y a veces incluso son físicamente distintos de la población a la que llegan.

La primera generación de inmigrantes –aquellos que dejan su tierra natal– tiene que enfrentarse a muchos obstáculos para adaptarse y ser aceptados por el resto de la población. A veces, la cultura a la que llegan no es muy abierta a las costumbres de los inmigrantes; así que, en general, la primera generación hará todo lo posible por hacer el camino para ellos y sus hijos, incluso a costa de dejar de lado su propia cultura e idioma. (No es este el caso en los guetos, donde las personas de un mismo origen, raza o religión viven marginadas del resto de la sociedad y no hacen ningún esfuerzo por asimilarse).

Normalmente, la segunda generación se adaptará mejor como consecuencia de crecer en el nuevo ambiente, el cual le resulta natural. Ellos compartirán la herencia cultural de sus ancestros –incluso el idioma– así como también las nuevas costumbres que aprendan. Así, hablarán ambas lenguas con naturalidad, sin ningún acento que los pueda hacer distintos del resto de la población. Usualmente la segunda generación se verá a sí misma como oriunda del lugar, pero tendrá sentimientos mezclados cuando se le pregunte “¿de dónde vienes?” o “¿de dónde es originalmente tu familia?” ya que aún está en la fase de transición que comenzó con sus padres. No ayuda para nada que los lugareños los sigan considerando “extranjeros”, sin terminar de aceptarlos sólo por el hecho de que llevan un apellido raro, o que sus abuelos no sembraron esa tierra. La tierra. El territorio y su dominio son más fuertes que la tolerancia; siempre aparecen en algún momento. Lo he podido comprobar una y otra vez a lo largo de mi vida como hija de inmigrantes, y como inmigrante de primera generación. Nunca se termina de admitir una crítica que venga por parte de un “llegado”, aunque tenga muchísimos años de haberlo hecho. Igual pasa con sus hijos; todo está bien mientras mantengan la boca cerrada y sus opiniones silentes. A muchos se les olvida que aquellos que van a otro lugar, generalmente resuelven hacer de ese sitio su nuevo hogar. Se convierten en “lugareños por decisión”, no porque les tocó nacer allí. Le toman cariño, lo viven y se alegran o sufren por las cosas que allí suceden. Allí echan raíces, allí tienen a sus hijos. Todo muy bien, todo bello; pero si se les ocurre decir algo que no esté totalmente de acuerdo con lo que los demás quieren escuchar, rápidamente salta alguien con la trillada frase: “Si no te gusta, vete”. No es tan fácil. “¿Por qué me voy a ir, si yo también soy de aquí? A mí también me afecta lo que pasa, igual que a ti. Si tú hubieras hecho el comentario, todo estaría bien. Pero lo hice yo. Entonces, ¿cuál es la razón por la que me echas de mi tierra?”. De nuevo la tierra. No podemos escapar de nuestra naturaleza territorial.

Una vez que la segunda generación se casa con alguien autóctono, los hijos no tendrán ningún problema con su identidad. Al fin y al cabo, aunque llevan la carga cultural de sus ancestros, ellos son de ese lugar, igual que sus padres, pero resultan aceptados con mayor facilidad por el resto de la población. Dependiendo de cada persona, le darán más o menos importancia a la herencia foránea en su vida diaria, y criarán a sus hijos principalmente de la manera autóctona. En este sentido, la mezcla de las culturas ya ha comenzado, resultando a largo plazo en una civilización más rica en ingredientes universales que serán asimilados de forma natural por todos.

Por otro lado, a nivel social, aunque el resultado de las migraciones puede ser muy positivo, eventualmente pueden ocurrir choques como consecuencia indirecta de diversos problemas que enfrentan los países destino y que resultan, entre otros, en una mayor carga que lleva al aumento de los impuestos para la población. Normalmente el acercamiento entre las culturas propicia la tolerancia hacia las distintas razas y religiones, pero cuando se pasa por dificultades como el desempleo y la falta de dinero para los programas de seguridad social, comienzan los resentimientos. Nuevamente aflora el instinto de territorialidad. La escasez de recursos ocasiona conflictos entre la población oriunda del lugar y los inmigrantes, aumentando la tensión a la vez que se reduce la tolerancia, tan importante para mantener la paz en el mundo de ahora y en el de nuestros hijos. Los problemas culturales –el rechazo al posible aporte foráneo– pueden llevar a la xenofobia y al racismo, expresiones más exacerbadas de la territorialidad primitiva y la ignorancia, que no aportan nada al desarrollo social de la humanidad, sino que más bien producen en la población una sensación de angustia y desasosiego, además de un malestar generalizado que puede crear fisuras insalvables.

Es preciso ver las migraciones como una oportunidad para el enriquecimiento de las culturas, la ocasión de crecer de ambas partes, en lugar de tener temor a que se nos despoje de algo. La tolerancia es crucial en las buenas relaciones entre los individuos y entre los pueblos. La intolerancia conduce al odio y la violencia, y estos a su vez llevan a problemas más graves que incluso pueden terminar en guerras. Es hora de pensar en el ser humano como un “ciudadano del mundo”, olvidando las diferencias en el origen de cada quien. Por el bien de la humanidad, debemos ser tolerantes, abiertos, sencillos y suficientemente humildes para aceptar que los demás no necesariamente tienen que ser iguales a nosotros. De esto dependerá que podamos vivir en armonía.


©2005 PSR

** "Todos somos extranjeros...casi en todas partes" mereció el Segundo Premio en el 1er. Certamen Nacional de Poesía, Cuento y Ensayo de la American University of Puerto Rico en Manatí, Puerto Rico 2009.