LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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miércoles, 18 de mayo de 2016

CREDO VENEZOLANO

Creo en Venezuela, mi Patria hermosa, donde fui concebida en libertad
y donde por primera vez vi el cielo y la tierra.

Creo en el Pueblo venezolano, sus verdaderos hijos, mis hermanos.  
José Leonardo Chirino, el primer insurgente
que hizo brecha para la gesta de Gual y España  
y allanó la senda del Precursor, Francisco de Miranda.
El Bravo Pueblo despertó el 19 de abril;
próceres anónimos que con Bolívar y Páez
liberaron esta Tierra Llena de Gracia
para vivir en paz, sin someterse a tirano alguno.
Usando su ingenio, sudando sangre y con la mirada limpia
nos regalaron nuestra Patria
para respetarla y cuidarla del vil egoísmo
que no debe volver a triunfar.
Son los hijos de Venezuela los únicos que han de juzgar
a los vivos y a los muertos.

Creo en la unidad del Pueblo  
la fraternidad de los venezolanos  
la vida con libertad y justicia
el desarrollo que lleva al progreso
y el futuro de paz para todos.


© 2016 PSR
 
 

 
 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

T I R A N Í A


Tienen el mando
del gobierno y la nación
para su interés.

Intriga y terror
algunos elementos
para el control.

Resentimiento
infundido entre hermanos
por el tirano.

Armas mortales
odio y rencor en tantos
...mezquino sentir.

No hay respeto
comida o medicina
solo escasez.

¿Indefensos? ¡No!
Tenemos el coraje
para la lucha.

Atrás quedará
otra tiranía más
y venceremos.


©2015 PSR

miércoles, 17 de diciembre de 2014

5 MICRORRELATOS (X)


SERENIDAD

Mientras la liebre dormía la siesta, la tortuga avanzaba segura, disfrutando el paisaje.



FACHADA

Buscando ser feliz, el viejo amargado decidió deshacerse de las arrugas y teñirse las canas. Ahora es un joven amargado.



GRATITUD  

En una esquina tranquila, el tecato del semáforo en la avenida principal agradeció en silencio a cada uno de los conductores que le regalaron limosna ese día y se dio el último viaje, esta vez sin boleto de regreso.



DICTADURA (III)

En medio de la hecatombe y con el síndrome de Estocolmo, el pueblo era feliz.



EMANCIPACIÓN

Al fin, la sombra y el reflejo lograron escapar juntos. Ahora son felices viviendo su amor virtual.



©2014 PSR


viernes, 21 de noviembre de 2014

5 MICRORRELATOS (IX)


SECRETO

El ángel más bello de todos ocultaba una pata de cabra bajo la túnica.



SEGUNDA OPORTUNIDAD

Sintiéndose culpable, él quiso terminar la relación enviando un texto. Sin embargo, el programa automático se encargó de corregir el error.



INTERÉS

Al descubrir en el castillo aquella enorme biblioteca llena de libros maravillosos que la Bestia nunca había leído, la intelectual Bella se “enamoró” perdidamente de él.



DICTADURA (II)

El tirano local se creía invencible hasta el día que un pequeño virus se lo comió desde adentro.



PAZ

El hipocondríaco al fin se tranquilizó cuando le encontraron una enfermedad incurable.



©2014 PSR


miércoles, 18 de diciembre de 2013

5 MICRORRELATOS (III)

 
DICTADURA

El tirano desesperado decidió usar el recurso del autoatentado para ganar simpatizantes. Ahora lo velan en una funeraria vacía.



CODICIA

Encontró a alguien que quería compartir su vida, y se la quitó.



PERPETUACIÓN

Cuando apagó la luz, sintió en el cuello los gélidos colmillos.



TRANSICIÓN

Después de muchas luchas, el viejo se fue a dormir en paz con Dios y el mundo. A la mañana siguiente, ya no había nada de qué percatarse.



TALLER DE ESCRITURA

“Menos es más”, le dijeron. Y emocionado, escribió un punto.



©2013 PSR


miércoles, 22 de mayo de 2013

SELECCIÓN NATURAL


Nacieron a la orilla de un pozo turbio del pantano, junto a tantos otros de la misma camada. El lugar era ideal; la gente del campo no pasaba por allí porque tenía mucho miedo. Entre el verde profundo de la maleza, madre y padre velaron el nido alto de palitos y hojas para garantizar que la mayoría de los huevos nacieran. Después, transportaban a las crías sobre la cabeza o en la boca, protegiéndolas de cuanto peligro posible hubiera, dejándolas crecer suficientemente robustas para sobrevivir solas. Pasaba el tiempo y los pequeños hocicos se hacían más alargados, llenándose de dientes grandes y afilados. Cada día se volvían más astutos, más feroces, más sanguinarios. Un día de invierno, en un recodo del oscuro caño, los jóvenes les tendieron una trampa mortal a los viejos. El plan salió perfecto; no durarían mucho. Y mientras la vida se encargaba de llevárselos, los traidores aprovecharon para alimentarse de sus despojos. Engulleron vísceras, ojos y músculos con el apetito más voraz. Luego se acostaron, panza arriba, en la playa que hicieron suya. Al fin se sabían los dueños de toda la cañada. Era una cuestión de simple selección natural. Teniendo el control absoluto, los demás quedarían sometidos por ellos, recibiendo las sobras de lo que fuera cayendo desde las partes más altas de aquella pirámide de poder. El poder. Cada uno creía que lo tenía, cada quien pensaba que lo merecía, cada cual lo ansiaba para sí, pero… ¿quién lo poseía en realidad? Todos ellos eran iguales; nacidos y criados en el mismo pozo. No había uno solo que tuviera indicios de crecimiento de cachos. Eran agresivos, sí, pero mediocres. Cuando se dieron cuenta de que ninguno era un macho alfa, se desató la locura en el fangal. Sin líder, de pronto sintieron que la charca era demasiado pequeña para tantos. Reinaba la paranoia; no confiaban ni en sus propias escamas. Entonces, presas del odio y el pánico, comenzaron a aniquilarse entre sí. La furia flotaba pesada sobre la superficie de la cañada. Los asaltos venían de todas partes; desde la orilla y desde lo hondo, con sol y en la penumbra. Fue un tiempo de terror e incertidumbre, donde lo único que quedaba era atacar primero. Agredir sin piedad. Así, uno a uno acabaron muriendo, víctimas de potentes mordidas y latigazos de cola. Entre bufidos y resoplidos, el caño adquirió un tono escarlata intenso. Por suerte, aquel infierno rojo no duró mucho. El último de ellos pereció víctima de una herida profunda y desgarrada que le había hecho su propio hermano de nidada en el potente cuello. Agonizando, miró alrededor contando sus congéneres descuartizados por la codicia. Dejó de respirar sin entender lo que había pasado. La era oscura de la cañada había acabado. Por fin se impuso la calma. Una tarde soleada, poco después de la matanza, un campesino que tomaba el atajo por el pantano, los encontró. El escenario hablaba por sí solo. Él sí comprendió lo que pasó. Feliz, llamó a sus compadres para que le ayudaran. No podían usar la carne porque se estaba descomponiendo, pero el campesino tuvo una idea mejor: con sus pieles fabricó zapatos para que la gente, ya sin miedo, los pisara desde adentro.


©2013 PSR


miércoles, 17 de octubre de 2012

REVELACIÓN



Era su derecho, pero también su deber. Así se lo habían dicho, desde que tenía memoria. Creció sabiéndose parte de un sistema un tanto curioso, pero que parecía funcionar. Cada cierto tiempo, un carnaval frenético protagonizado por figuras circenses destruía su tranquilidad, invadiendo todos los aspectos de su vida y la de los demás, empujándolos inexorablemente a protagonizar aquel rito que tanto conocían. Una y otra vez se repetía la misma historia; el espectáculo se desarrollaba con mayor o menor júbilo para terminar invariablemente igual. No había sorpresas, de antemano se sabía cómo sería el desenlace. Y sin embargo, la inercia le empujaba a participar una vez más. Como siempre, se levantó temprano. Se alistó, desayunó bien y salió a cumplir con su deber. Con su derecho. Llegando al lugar —que, como de costumbre, estaba fuertemente custodiado— encontró a otros que habían llegado un tanto antes y tomó su lugar en la fila. Manteniendo silencio, escuchaba a los demás charlar un poco en voz baja por la intimidación que se respiraba en el ambiente. Eso tampoco cambiaba. Verificó sus datos, buscó su nombre en la lista, dejó su impresión dactilar y firmó, como le tocaba hacerlo cada vez. Le dieron una tarjeta grande y multicolor, junto con un marcador indeleble “para que se expresara con seguridad y confianza”. Ejercería su derecho a través de su deber. Así, llegado el momento, pasó detrás de unos cartones verticales colocados sobre una mesita y como tantas otras veces, hizo la marca que ya conocía de memoria. Todo era igual que siempre. Absolutamente. Dobló la tarjeta por la mitad, luego de nuevo y una vez más, como lo había hecho tantas veces antes. Ahora le tocaba llevarla a su destino final, una caja cuadrada de cartón en el centro de la sala. Algunos miraban, otros no. Entonces lo vio todo claro. Después de tantos años, al fin comprendió. Su deber era serle fiel a su derecho. Respiró profundamente, dio unos pasos y, sin titubear, introdujo el papel doblado en el contenedor preciso que siempre lo había esperado: la papelera.


©2012 PSR


miércoles, 2 de noviembre de 2011

O D I O


Otra vez muere
un trozo más del alma
aniquilada.

Durante años
maceran mil rencores
perversamente.

Ideales… no
el amor al prójimo
desapareció.

Olas de odio
corazones podridos
no quieren sanar.


©2011 PSR