LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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jueves, 30 de diciembre de 2010

A QUIEN CORRESPONDA

Yo, Patricia Schaefer Röder, habitante del Universo residenciada en este Mundo, por medio de la presente hago constar que estoy profundamente agradecida a la vida por todo lo que me ha ofrecido, aunque no siempre lo haya sabido aprovechar. Estando consciente de que nadie puede asignar un día determinado en el que todos debamos dar gracias por lo que tenemos y lo que seguimos recibiendo a cada instante, he escogido el día de hoy miércoles 29 de diciembre de 2010, para tal fin.

A lo largo de la vida, el destino nos va llevando a diferentes lugares y nos coloca en diversas situaciones que definen cada uno de los retos que toman forma delante de nosotros. Momento a momento debemos decidir si queremos o no afrontar cada uno de esos retos, los pequeños y los grandes. Entendemos que si optamos por retirarnos, puede que continuemos en la situación cómoda y segura en la que veníamos, pero nunca sabremos qué hubiese sucedido si lo hubiéramos intentado. Si decidimos hacerles frente, seremos enteramente responsables del enfoque que le demos, de cómo lo hagamos, y de cuáles herramientas –o armas– usemos. Con el paso del tiempo, el resultado de cada una de estas situaciones va moldeando nuestro carácter y abriendo nuestro camino.

El camino de cada quien es único e interminable. Nadie puede hacerlo por nosotros. Durante ciertos trayectos coincidimos con otras personas que cubren el mismo tramo en su viaje, aunque no necesariamente se encuentren en el mismo momento de vida nuestro; entonces los caminos se cruzan o marchan sobre una línea durante un cierto tiempo, pero nunca existen dos personas con itinerarios exactamente iguales.

El camino es noble. No hay callejones sin salida ni obstáculos insalvables; siempre existe la manera de continuar, a pesar de que debamos cambiar la ruta para bordear el estorbo, o reducir la marcha para poder bajar seguros por la ladera de la montaña, o construir el puente –o el barco– para cruzar el agua. El camino lo hacemos nosotros mismos y, de cierta manera, el camino somos nosotros. Debemos recordar que el camino no necesariamente es una línea recta; generalmente es sinuosa y puede cambiar de dirección y sentido en cualquier momento, así que realmente se trata de una línea con vida propia que define un espacio tridimensional. Hay ciertos momentos en los que pareciera que la línea se acabara frente a nuestros pies, y es justamente en esos momentos cuando debemos recordar que hay otras dimensiones hacia donde podemos mirar, buscando la forma de trazar nuestra ruta. Podemos ver hacia los lados y también podemos ver hacia abajo y hacia arriba; en algún lugar descubriremos que el espacio se presta para allanarlo y seguir adelante.

En el camino he encontrado ya a muchas personas que han dejado alguna huella en mí, y les agradezco porque he aprendido de ellas, unas veces por medio del dolor y otras por medio de la dicha. Mis padres me pusieron en el camino y me dieron las facultades para crear mi propia ruta; me enseñaron a caminar, me dejaron correr, me entrenaron para nadar y conducir vehículos y sobre todo, me dieron alas para volar. Mi familia, aquella de la cual provengo, me da el sostén espiritual, moral y de valores humanos sobre los cuales descansa mi carácter. Tuve la suerte de tener padres con fuertes principios éticos, morales y de justicia que me inculcaron la honestidad, el respeto, la aceptación y la misericordia predicando con el ejemplo cada día. Eso es algo invaluable y me faltan palabras para expresar mi eterna gratitud al respecto. Doy gracias a mis defectos, porque me recuerdan que todavía debo crecer y aprender mucho, porque hacen mi camino interesante y me llevan a recorrerlo con humildad y emoción. A mis hermanos les agradezco el haberme dado la oportunidad de foguearme con ellos en distintas lides antes de salir al ruedo de la “vida real”. Lo mejor de todo es que, padres y hermanos, todos ellos me conocen mejor que nadie y a pesar de eso, me quieren como soy. Y ellos saben que yo los amo profundamente.

Agradezco a la vida por la familia que he tenido la fortuna de formar; nuestras almas están enlazadas con las fibras del amor más puro que existe. Somos un equipo en el que cada miembro es imprescindible e insustituible, tenemos diversas funciones y engranamos como las piezas de una máquina perfecta. Doy gracias a todos y cada uno por la paciencia y el amor que me demuestran, y porque me otorgan el privilegio de amarlos de vuelta y de velar por ellos.

A mis amigos, la familia que yo misma escojo, les agradezco muchísimo el honor de compartir ese lazo tan especial de cariño y amistad verdadera que es más grande que cualquier dimensión conocida y que no conoce medición de tiempo; por eso ni la distancia ni los años pueden acabar con ella. Siempre han sido y seguirán siendo extremadamente importantes en mi vida, ocupando cada uno un lugar único en mi corazón.

A esta isla bella en la que vivo y a la gente linda que habita en ella, les agradezco su hospitalidad, su alegría y su tranquilidad; sin esas cualidades nunca hubiese encontrado solaz para sentarme a escribir. Aquí me siento cómoda y en paz; aquí puedo vivir feliz con mi familia, cada uno realizándose en el área que más desea.

Agradezco enormemente la oportunidad que tuve de recibir una buena educación y optar por un trabajo interesante. Doy gracias por tener acceso a una vivienda cómoda junto con vestido, alimento, diversión, pasatiempos, gustos complacidos, regalos, y poder seguir saciando la sed de conocimientos que llenen mi mente y mi alma.

Estoy agradecida por la capacidad que aún desarrollamos para comunicarnos con nuestros semejantes a través del lenguaje y me encanta recordar que existan tantos idiomas en el mundo. Agradezco la posibilidad que tengo para expresarme utilizando lápiz y papel –o computadora– para escribir y desahogarme, creando o recreando palabras, frases, historias…

Doy gracias a la gran variedad de culturas que todavía existen y que aportan su sabiduría y colorido al mundo que compartimos. Estoy agradecida a todos aquellos que desarrollan las artes clásicas y las más recientes, por enriquecer estéticamente el ambiente que les rodea y permitir que el resto de la humanidad pueda disfrutar de sus obras y sentirse inspirado por ellas. Sin música, bellas artes, diseño arquitectónico, literatura, artes gráficas, fotografía o cine, la vida sería estéril y fría. Doy gracias a los espectáculos de fuegos artificiales en una noche despejada, porque me hacen sentir mariposas en el estómago. Y no podría olvidar las artes de la ciencia y la tecnología, que requieren de una pasión creativa y creadora de igual magnitud como cualquier otra expresión artística, desarrollándose en las áreas de las ciencias naturales, la medicina, la ingeniería, las comunicaciones y el transporte. Estoy muy agradecida al teléfono, a la Internet y al Skype, porque me ayudan a mantenerme en contacto con las personas importantes para mí.

Agradezco infinitamente a la energía positiva y creadora del Universo por ponerlo todo a andar, y a la Madre Naturaleza por tantos dones que reparte a manos llenas y sin pedir nada a cambio, a pesar del mal trato que recibe de parte de nosotros. Doy gracias por los productos preciosos que nos pone a la disposición como si fuesen los más comunes: maderas, cristales, metales, flores, semillas, conchas, paisajes, aire, luz y diversidad, sobre todo la humana. Doy gracias por el día, con el sol que inunda los espacios llenándolo todo de color; por la noche con la luna y las estrellas en medio de aquella oscuridad que siempre nos invita a descubrir algo nuevo, incluso dentro de nosotros mismos; a las aguas, siempre en movimiento en forma de nubes, lluvia y corrientes; al viento, que mueve las hojas en los árboles y sacude nuestra alma; a la tierra, que se entrega generosa a nosotros para el cultivo; al fuego, que lo purifica todo; a las plantas, que nos dan oxígeno y mucho más; a los animales, que hacen lo mejor por adaptarse al mundo que continuamente les quitamos; y a los microbios –sobre todo a los virus– por recordarme lo vulnerable y lo frágil que soy.

Estoy agradecida por poder usar mi cuerpo; por los genes que heredé de mis padres, que en gran parte me hacen ser quien soy; por la salud, que hasta ahora me ha acompañado de buena gana; por todos los sentidos que poseo, que me permiten disfrutar de lo que me rodea: colores, formas, aromas, música, voces, texturas, sabores, placer, comicidad, amor, nostalgia… Doy gracias a mi organismo, que es insuperablemente noble porque sigue funcionando de la manera más perfecta a pesar de lo mal que suelo tratarlo. Y doy gracias porque sus sistemas están tan maravillosamente conectados con mi alma y mi espíritu, que me permiten recordar y soñar, percibir y vivir con la mayor de las intensidades, emociones tan complejas como la pasión, que me estremece divinamente, invadiéndome con una suave taquicardia y un escalofrío delicioso que me llena por dentro.

Agradezco que aún exista gente bondadosa que ayude a los demás demostrando misericordia y verdadero amor al prójimo; gente comprensiva y tolerante; gente amable que sonría a los extraños; gente creativa, activa, independiente; gente justa que sepa perdonar, que respete los derechos de los demás, que acepte la individualidad y que no tema vivir su propia verdad; gente sincera que apoye e infunda confianza en otros; gente que ayude a sanar usando sus manos, su energía, su sonrisa, su mirada, su abrazo; gente cuya compañía disfrutemos a través de una caricia o del silencio, o en forma de llamadas, charlas, cartas, mensajes, fotos, intercambiando opiniones, compartiendo; gente que nos traiga felicidad.

Doy gracias al amor en todas sus formas porque me llena el alma de flores. Cuando amamos, la dicha es plena y la emoción nos hincha el pecho; volamos alto, somos totalmente libres. Amar es desear lo mejor para el ser amado y velar por su bienestar; agradezco inmensamente las oportunidades que he tenido de dar y recibir amor a lo largo de mi vida, entre ellas los momentos en que he podido deshacerme del caparazón y mostrarle a otro mis debilidades y fortalezas.

Estoy agradecida a mi alma por ser mi esencia, y a mi espíritu, por seguir dándome el impulso vital, la libertad para creer y sentir, y la confianza y alegría para seguir mi camino. Doy gracias porque aún no he perdido la capacidad de asombrarme y maravillarme ante cosas que pudieran parecer cotidianas, como un árbol, un insecto o las olas del mar.

Finalmente, agradezco al tiempo que ha fluido generoso, envolviéndome y acompañándome a lo largo del camino.

Patricia Schaefer Röder
29 de diciembre de 2010


© 2010 PSR

jueves, 23 de diciembre de 2010

TRAZOS

Trazo líneas sobre el papel
más largas, más cortas
gruesas, finas
en pequeños grupos
…o más grandes
las organizo de muchas formas
particulares
precisas.

Las reúno
las separo
las combino
de tantas maneras distintas
las creo y las destruyo
dándoles o quitándoles
aliento
vida
diferentes siluetas
infinitos sentidos
con mil significados
eternidad de rumbos
en todos los horizontes.

Trazo a trazo
dibujo con mi pluma encantada
contornos mágicos de sueños
deseos no pronunciados
conceptos, hechos
realidades
verdades contundentes
ideas que fluyen libres
por los ríos de la mente
desde aquel manantial del alma
cayendo sin prisa
gota a gota
en este folio nevado.

Tal vez un día
alguien sepa darle uso
a esos trazos espontáneos
líneas curvas naturales
rectas
sinuosas
que emergen de mi mano
en un halo de polvo de estrellas.

Pinto tiempos en mi tiempo
unos que no conozco
sitios desconocidos
momentos que aparecen de pronto
...y desaparecen en el vacío.

Formo nuevos universos
lentamente
poco a poco
mundos que están conmigo
otros a los que yo emigro
buscando tal vez
un punto
geográfico
ortográfico
biográfico
cronográfico
…siempre gráfico
en el que sienta
que la vida puede ser
lo que mi pluma quiera.

Tantas rayas
marcas
rasgos
tantos signos
se dibujan
con vida propia
a través de mi mano
sorprendida
escurriéndose luego
entre las líneas
como un sueño en la alborada
una lágrima en la mejilla.

En un instante cualquiera
sin aviso previo
los trazos
las formas
vuelven a convertirse en línea pura
todo regresa a su esencia
recobrando de nuevo
color
carácter
silueta.

Las palabras se desdibujan
en mi memoria
delicadas
frágiles
el papel las guarda con celo
para que no escapen
no se pierdan
ni se escondan
para mostrártelas
en sueños compartidos
y juntos
de paseo por su senda
volar al infinito...


©1993 PSR

miércoles, 15 de diciembre de 2010

des-ESPERANZA


No es fácil plasmar en unas líneas la ansiedad y la angustia que a veces llevamos dentro. No es fácil, porque los sentimientos se encuentran muy en el fondo y no siempre logran salir a flote.
No es fácil luchar contra la corriente cuando esta nos arrastra sin piedad.
No es fácil amar a alguien cuando no sabemos si somos correspondidos.
No es fácil correr a ti si tus brazos no están abiertos, esperando estrecharme en ellos.
No es fácil decir lo que se piensa y se siente, ni gritar a viva voz lo que se oculta en las profundidades de nuestro ser y se ahoga en el mar de nuestra alma.
No es fácil escuchar los silencios de otro cuando existen tantos ruidos de fondo.
No es fácil oír lo que otros hablan y entender lo que realmente quieren decir.
No es fácil creer en los demás si reiteradamente somos engañados.
No es fácil pensar que todo anda bien y que al fin habrá paz, si a nuestro alrededor el egoísmo y el odio son más fuertes que el amor.
No es fácil celebrar algo bello y alegrarnos con esa idea, mientras vemos que en el mundo pasean tranquilos el hambre, la miseria, la guerra y la indiferencia.
No es fácil sonreír, y mucho menos hacer sonreír a otro, cuando sentimos que nos hacen daño.
No es fácil hacer buenas obras si nuestra llama interna se apaga.
No es fácil amar sin condiciones y ser amado de igual manera por la misma persona.
No es fácil ser transparente cuando se vive en un mundo desprovisto de tolerancia.
No es fácil hablar con franqueza y esperar de los demás la misma sinceridad que nosotros regalamos.
No es fácil sentirnos realizados y plenos cuando sabemos que no somos aceptados.
No es fácil caminar por esta vida dura y complicada que nos somete a tantas subidas y bajadas.
No es fácil soñar con el futuro cuando tenemos dificultad en sobrevivir el presente.
No es fácil liberar nuestro espíritu cuando nos hemos ocupado de encadenarlo irremediablemente a la rutina.
No es fácil extasiarse ante un paisaje contaminado y corroído, destruido por la avaricia y la desidia.
No es fácil palpar algo que no existe sino en nuestra imaginación; saborear el delicioso néctar de flores mágicas que crecen en los campos tranquilos y apacibles del alma.
No es fácil respirar el aire que tú respiras sin acercarme demasiado para que no te des cuenta, para que no adviertas mi corazón desbocado al sentir tu cercanía.
No es fácil cubrir la tierra de amor y llenar de alegría el mundo, si no tenemos ni un segundo de paz interior.
No es fácil esperar algo de los demás cuando sabemos que son pocos a quienes les gusta dar.
No es fácil cantarle al viento las verdades grandes y hermosas, los sueños y las fantasías que llevo en mi alma.
No es fácil construir sobre escombros, edificar sobre suelo blando, sanar algo podrido o arreglar un cristal hecho añicos.
No es fácil buscar lo que se nos esconde, encontrar algo perdido, visitar lugares prohibidos, si no estás a mi lado para alcanzar esos sitios donde sólo dos personas, juntas, pueden alguna vez llegar.
No es fácil abrir nuestras alas al viento y volar sin que una turbulencia amenace con llevarnos adonde no queremos.
No es fácil ver la luz en los ojos de quien ha muerto, percibir el aliento de un ser que no respira, sentir el calor de un cuerpo helado y latir junto a un corazón que no palpita.
No es fácil llamarte entre la multitud y hacerme oír por ti cuando lo que está a tu alrededor te quita la atención y te distrae.
No es fácil apoyarme en tu hombro ni llorar en tu pecho si no estás aquí.
No es fácil entregarte mi vida, abrir mi ser a ti, volar en tu alma si no me dejas, si no te importo.
No es fácil esperar en mi ventana por alguien que ni sé si existe o si va a llegar algún día.
No es fácil andar entre las sombras, deslizarse por la niebla ni correr sobre brasas para alcanzarte.
No es fácil volar por encima de las nubes, llegar al pico más alto y abandonarlo todo para llegar a ti.
No es fácil. No, no lo es.
No es fácil, y sé que debo intentarlo.
No es fácil, pero venceré.


©1993 PSR

miércoles, 8 de diciembre de 2010

ARTEMISA


Con una sonrisa en los labios
y mil estrellas en la mirada
te vas
amiga querida
bálsamo de mi alma.

Partes…
al fin estás preparada.
Maduró la vida
llegó el instante
de cambiar de aire
en medio de otra luz
y, dejándote envolver
por aromas desconocidos
sentir un nuevo calor.

Eres, Artemisa
bella por dentro y por fuera
perfectamente natural
naturalmente tranquila
dueña de una risa fácil, fresca
genuinamente sencilla.
Noble como la tierra
amazona valiente
capaz de guerrear
ganando todas las batallas
en cualquier frente.

Tu casa es la selva
con sus duras leyes.
Donde sea la lucha
en cualquier lugar
en medio del caos
la claridad de tu alma
transmite sosiego y paz
a quienes tienen
la gran dicha
de conocerte.

Siempre ahí
dondequiera que estés
vas vinculada a tu entorno
formando lazos irrompibles
con los tuyos
con todos nosotros
familia de sangre y carne
afecto y espíritu
puro corazón
sentimiento
siempre paciente
siempre pendiente…
Cobijando a los demás
proteges el equilibrio natural
humano de mil defectos
delicado, primordial
en armonía perfecta
infinita.

Llegó el buen momento
la campana del reloj
anunció la hora precisa
de terminar este capítulo
desamarrando delicadamente
cualquier resto de atadura
soltando, deshilvanando
rompiendo remaches
cortándolo todo por lo sano
…siempre por lo sano
liberándote plenamente
para al fin respirar en paz.

Te vas sin alejarte
mirando siempre al frente.
Aunque ya no te abrace
amiga mía
tu presencia continúa aquí
eternamente plácida
infinitamente serena.

Es tiempo de darte un tiempo
tu alma lo sabe
tu mente también
te dejas llevar por ese espíritu
que te mueve con firmeza
indomable pero dulce 
empujándote suavemente
hacia tu nuevo lugar.

Partes, Artemisa
acompañada de mil luceros
partes, eterna cazadora
alma errante
pero no demasiado
siempre partes…
Partes el dolor por la mitad
llegando precisa
con cada una de tus flechas
certeras
exactas
al blanco deseado.

Creces
te renuevas sin parar
por mérito propio
alcanzas
tu triunfo personal.
Querida Artemisa
abre la ruta de tu destino
quitando malezas
allanando el camino
con aplomo y cuidado
rodeada de quienes te merecen.
Sigue hacia adelante
sonrisa al sol
y recuerda que
en medio de este espacio inmenso
siempre estaré a tu lado.


©2010 PSR


miércoles, 1 de diciembre de 2010

ROMANCE MARINO

Ese tono azul
que vemos sin mirar
entre cielo y mar
separa aves de peces
que volando nadan
nadando vuelan
en una única danza
coreografía perfecta
sin saberlo.

Deja que el canto marino
te alcance desde aquel infinito lejano
cercano…
arrullándote quedo
en su regazo
turquesa nacarado.

Recibe sedienta tu piel
la brisa húmeda
saluda tu pecho
el soplo tibio
siente en tu boca
el alma salada
del océano
envolviéndote
abrazándote
besándote
hasta el fondo.
Extasiada
te dejas seducir
irremediablemente…


©2010 PSR

miércoles, 24 de noviembre de 2010

ECOS DEL MAR

Mira la tenue línea
que separa al cielo del agua.
Escucha el rumor marino
que llega del horizonte.
Siente el suave viento
deslizarse cálido
sobre tu piel.
Todo está allí
porque tú lo has deseado.
Es tuyo.


©1993 PSR

miércoles, 17 de noviembre de 2010

DEFINICIONES

La verdad
esa, la nuestra
la total
contundente
de cada quien.
Cuánto necesitamos
vivirla
sentirla
saberla real.
Deseamos
con cada impulso del espíritu
expresarla
compartirla
desbordando los poros
moviéndose como huracán
en cada soplo de aliento
estrella que se refleja
en mil puntos de nuestra mirada.
¡Cómo quisiéramos decirlo todo
y que el alma
al fin tenga paz!
Son muchas cosas...
tantas, que no caben
en ningún espacio físico.
No es fácil
encontrar las palabras adecuadas
para definirla...
Sucede a menudo
y nos quedamos
sin poder explicar
...pero está allí
flotando en el aire.


©2010 PSR

viernes, 12 de noviembre de 2010

THE TRICKED TAMER

Three teamed teacher thieves that tugged two threads tore the thing terribly, turning the tides twenty times. Then, Tom the teen thug talked timidly, though thoroughly, telling them to tame themselves. Tardy target Tim tapped tasteless through the tidy tearoom, tripping theatrically, thinking the three thieves tried to throw the threads to tickle the tiger tilting tediously toward Tom. Trying to trespass the triangular terrace, Tim tragically trampled the trapped tiger that transpired traumatically through the tiny, trembling, tasteless tongue that trickled, thawing ten thousand titillating tears, tingling the tiger’s twitching tail that twisted Tom’s throat twice.


©2010 PSR 
 
 

ANTILLES MIDDLE SCHOOL, NOV. 2010

good morning everyone, my name is patricia schaefer röder and i am a writer.

recently, i published a book (in spanish) with short stories about the problems and conflicts that city people suffer, and the need for them to return to nature in order to feel good again.

those are my stories, the stories that i want to tell.

everybody has something to tell, and in fact, we are constantly telling things to the people around us. since we don’t live isolated from the rest of the world, we have to interact with those who are next to us. we become tellers and listeners, emitters and receivers. we have many possibilities to express ourselves; we can dance, make music (or noise), paint, design something, make a sculpture, build, make a video, take photos, talk, write…

the only thing that we actually need in order to tell something is an audience. and nowadays, with the internet, the whole world can be our audience! we can upload anything on the web: videos, music, photos and writings, and put it into the public domain. we stay connected with everyone through cell phones, twitter, youtube, facebook, myspace, and obviously regular telephones, mail and e-mail. every time we use one of those resources, we tell someone something, either about ourselves or about someone else. we can tell what we want, what we dislike, what we are doing, what we will do, what we did and what we didn’t do and why.

when we write, we tell things that move us in some way, and we tell them in our own way. sometimes we write only for ourselves, acting as the teller and the listener at the same time, like when we keep a diary. in doing this, we can even explore and figure out our problems, because we will have to understand the issue in order to write about it. usually, when we finish those writings, we feel much better and know that we are closer to a solution.

when we do creative writing, we can deal with different conflicts and points of view. it’s very interesting because we can actually place ourselves in other realities, feeling and understanding new emotions and situations.

to begin writing, the only things we need are a pen or pencil, and a piece of paper… or just a computer. as soon as we sit in front of it, we can start taking five minutes to write everything that crosses our mind, just the way it comes to us. write each and every thought, even if you would think it’s silly or corny, that doesn’t matter! the important thing is, that at the end, you will be able to identify the themes that really move you. later on, you can start thinking of those themes or issues and write about them in more detail.

to write, you can get inspiration from endless sources like feelings, people, music, photos, videos, literature, movies… anything! when we write we can convey our own ideas and test them by others. doing it is cool and it’s actually good for us, because it lets us express ourselves in our own way. the only thing we have to do is start!


©2010 PSR
Patricia Schaefer Röder

miércoles, 10 de noviembre de 2010

SAN MARCOS

Una casa sencilla
alberga eternas sonrisas
que flotan perfectas
junto a tantos ojos brillantes
felices
iluminando el encuentro.

Palabras no dichas
miradas serenas
buenos deseos
salen sin descanso
por infinitas bocas
consolando
animando
alentándose entre sí
de mil maneras distintas.

Brazos abiertos
extendidos
abrigando a todos
como uno solo
siempre
los domingos
y otros días también.

Corazones prestos
empeño dispuesto
a ayudar sin esperar
a agradar porque sí
siguiendo el impulso que nace
inundando de bondades
el lugar.

Puerto Seguro para la gente
que se acerca
en busca de refugio
calor humano
solidaridad
fuente inacabable de amor puro
por los demás.


©2010 PSR

miércoles, 3 de noviembre de 2010

CLAROSCUROS

En la lejanía estás
eternamente lejos
allá donde los sueños
se convierten en realidad.

El resplandor me quema la vista
no encuentro nitidez.
Mis pupilas están lisiadas
tanta luz me confunde
todo brillante, luminoso
intrincadamente confuso...

No distingo tu silueta
en medio del destello
el sol me oculta tu faz
todo refulge
demasiado
estoy ciega de albor
es el día de noche
un eclipse al revés
porque a pesar de todo
no te puedo ver.

Mis ojos son dos manantiales
rotundamente inundados
no logran definirte
es imposible
ninguna línea
ni forma
color
veo todo y no veo nada
la luz baña el vacío
y no puedo divisarte.
Son demasiados los reflejos
en la claridad total
no alcanzo a ver tu rostro.

Es imposible, no puedo mirarte
será tal vez
porque aún no llegas
porque estás allá
donde el cielo y el mar
se funden con el viento...


©1993 PSR

miércoles, 27 de octubre de 2010

DUDAS

Despertamos del último desengaño
con los ojos hinchados
el espíritu desinflado
…volvimos a equivocarnos.

Tonos grises
indefinidos
protagonizan cada objeto
sombras borrosas
en la noche
de la calle desierta
luces demasiado brillantes
en medio del cielo
del mediodía
distorsionan
cuanto nos rodea
confundiéndonos.

Tanto tememos sentir de nuevo
vivir a plenitud
intensamente
mostrándonos como somos
en realidad
alma desnuda
corazón abierto
piel expuesta
frente a los demás.

Miedo a los otros
siempre
aunque sean extraños
y no sepan
no olvidemos:
pueden herirnos
lo harán
sin piedad
destruirnos en cien trozos
con nuestras propias armas
contundentes, explosivas
afiladas
si dejamos
que nos conozcan
a fondo.

Mil angustias nos matan
a cada instante
lenta, seguramente.
Deseamos amar
con cada nervio
cada músculo
cada respiro
algo nos detiene
cercenando el sentimiento
frenando cualquier impulso
cortándonos el aire
de nuevo.

Por la espalda
baja raudo
un corrientazo helado
pánico a ser utilizados
por alguien
que saque provecho
abusando con malicia
de lo que es nuestro:
cuerpo
vida
sueños
rasgando luego
impunemente
aquella piel que temblaba
desgarrando sin remordimiento
el corazón que antes
por esa misma persona
latía.

¡Fuera la inocencia
bienvenido el cinismo!
La candidez
encontró sus maletas
frente a la puerta
cuando quiso intentar volver…
Ya no más.
Recelamos de todos
de cada uno
damos cualquier cosa
por conservar nuestra libertad
en cuarentena
preciada individualidad
imperativamente excluyente
tan importante hoy día
vital
infinitamente peligrosa
necesaria
para desvivir
poco a poco
esta acelerada vida.

Desconfianza del mundo entero
de lo que no conocemos
terror a la crueldad
tortura medieval
tan actual…
sanguinaria
implacable
impune
con nuestro ser
indefenso
vulnerable
castigo a los sentimientos
tormento del alma.

Con cuidado
nos ponemos a resguardo
tras quinientas llaves y cerrojos
muros que llegan al cielo
ventanas blindadas
que nos permiten ver
y ser vistos
sin permitir
bajo ningún concepto
que alguien se acerque
demasiado
creyéndose con derecho
de intervenirnos la vida.

Aprensión por nuestro vivir
sentir
tantas dudas
eternamente…
No podemos
no queremos
nunca más
apasionarnos por nada
¡no! ¡cien veces no!
No nos daremos ya el lujo
de involucrarnos
enamorarnos
engancharnos como anzuelo
en la boca del pez
sin escapatoria
no
ninguna red nos arrastrará ya
nadie, nunca.
Tendremos paz al fin
inmensamente solos
dejando de lado
tal vez
aquello que nuestro corazón
tanto necesita
para más fuerte latir.


©2010 PSR

miércoles, 20 de octubre de 2010

ALUHE


Aluhe… Aluhe… ¿Qué eres para mí realmente? ¿Una necesidad? ¿Obsesión? ¿Adicción? ¿Vicio tal vez? No lo sé; créeme que no lo sé… Puede que en el fondo sí lo sepa pero insista en negarlo. Puede ser, no sé. Últimamente no creo saber nada, ya ni sé qué es lo que pienso. No entiendo. No sé qué hago, qué debo hacer y qué no voy a dejar de hacer nunca. Estoy temblando. Siento cien escalofríos en el pecho que se van extendiendo hacia los lados y hacia arriba, directo a la garganta y la boca. Mi corazón ya no sabe si debe latir o no; lo hace como quiere, como mejor le place. Mi mente está inundada de tu recuerdo a pesar de que no sea sano para mí. Más escalofríos. Algo se mueve debajo de mi piel y comienza a perforar mis entrañas, tragándolo todo a su paso. Tengo miedo de percatarme de que el vacío que dejaste en mí me haya dejado completamente hueca, como una cáscara abandonada que no encuentra la manera de volver a llenarse. Temo que te des cuenta de que esto no puede ser, de que es una locura sin destino, de que es una gran equivocación y de que ya no más. Ya no más. Ya no más… Sí, tal vez eso sea lo mejor a la larga, no saber más nada de ti nunca. De sólo pensarlo se me quema el corazón y decide dejar de latir por completo. Nada pasa. De pronto estoy en una cueva oscura y fría donde el corazón se va entumeciendo. Algo me sacude intempestivamente y tiemblo más, tengo un nudo en la garganta. No sé qué pasará en los próximos días en tu vida, en la mía. Tan distintas nuestras vidas y sin embargo, tan estrechamente unidas. No soporto más todo esto. Siento el pecho encogido, lacerado. Corroído por la acidez que lo carcome un poco más cada vez que me percato de que lo nuestro es sólo un imposible. No me atrevo a pensar siquiera en el hecho de que decidas sacarme de tu vida completamente o que cambies mi titularidad en ella. Aunque sé que puedo fingir estar de acuerdo con cualquier decisión que tomes, sé también que el alma se me desgarraría en mil jirones si tuviera que conformarme con ser tu amiga y nada más, así como lo soy ahora frente a todos. Después de lo que hemos vivido, siento que no podríamos hacer un teatro tan artificial. Esta situación sólo soy capaz de sobrellevarla si sé que todo seguirá igual que siempre; yo para ti y tú para mí, ahora, después, en cualquier momento, por siempre. Tú y yo para siempre, deshaciéndonos de cualquier control. ¿Pero qué has hecho conmigo? Ni yo misma me reconozco, y sin embargo, disfruto plenamente cada instante de esta locura, cada segundo de insomnio pensando en ti, recordándonos, cada vello erizado, cada latido que quiere salir salvaje por mi boca que tanto extraña tu piel, cada caricia, cada escalofrío y cada corrientazo viajando raudo por mis nervios, mis músculos, mis poros convertidos en manantiales salados, por mi piel… No puedo imaginar un sentimiento más intenso que este, que me llena y se rebosa violentamente. No he dejado de temblar, tiemblo cada vez que pienso en ti, cuando me doy cuenta de que en cualquier momento me dirás que es mejor dejarlo así. Que es mejor terminar. Que no puede ser. Que regresemos al tiempo aquel en el que compartíamos sólo una gran amistad. No puedo hacer eso. No. No puedo, no quiero y no lo lamento siquiera. No; así de simple. No. Has trastocado irremediablemente mi vida. Divinamente. Profundamente. Contundentemente. Necesito estar contigo, sentirte cerca, saber que nos tenemos. Sí, estoy obsesionada con tus manos, tu olor, tu sonrisa, tu mirada y tus párpados unidos de pronto en medio de aquellos suspiros que dan voz al estremecimiento más puro y profundo de tu ser. Me he vuelto adicta a ti; cuando siento que me faltas mi cuerpo deja de funcionar como debe y todas sus partes comienzan a fallar, me pongo ansiosa y no me hallo. Sí, estoy enviciada de ti hasta la médula, y para ser honesta, me encanta estarlo. En este momento de mi vida saciar esta necesidad visceral de tenerte es algo imperativo e impostergable. Te recuerdo y sigo temblando. El alma se mueve de un lado a otro sabiendo que habrá de llenar el gran espacio que ocupas y que temo dejarás vacante, ocasionando un terremoto inconmensurable dentro de mi cuerpo que aún es tuyo. El corazón quiere romperlo todo a su paso, reventando desde adentro la piel completamente erizada. Es inútil, no puedo dejarte. No deseo olvidarte. No quiero perderte. Al fin lo entiendo. Al fin. 


©2010 PSR 
fragmento tomado de un trabajo en proceso 

miércoles, 13 de octubre de 2010

CONTRICIÓN


Amaneció lloviendo
llueve en mi alma
una fuerte borrasca 
inconmensurable
cruel
lluvia que lo empapa todo
inundando aquellos sentimientos
los más profundos
los secretos
los oscuros.

Despierto una vez más.

Siento la lluvia
en las entrañas
arreciando severa
destrozando hilo a hilo
el tejido que arropaba
impermeable y cálida
esta larga espera.

Me percibo viva.
Herida irremediablemente
profundamente
pero viva.
Llegó el momento
al fin…
Es impostergable
francamente ineludible.
Debo sanar.

Crecer
aunque inevitable
no es un paseo dominguero
relajado
entretenido  
nunca lo ha sido
no lo es
para nadie
...lo sé.
Vivir tampoco es fácil.
A veces nos conformamos
tan sólo con existir
presenciando el desfile
desde la barrera
en tercera persona
sin atrevernos
a participar en él.

Disfrutamos nuestra niñez
jugando a ser grandes
no podemos esperar
¡queremos crecer rápido!
así
como esponjas
absorbemos cuanto nos rodea
coleccionando una por una
las piezas necesarias
para construir el carácter
y formar el rompecabezas
aún desordenado
de lo que será la vida.

Entonces
más temprano
o más tarde
sucede.
Atravesamos la adolescencia
sin comprender
sin entendernos
luchando contra todo
con nosotros mismos
preceptos
cánones
verdades aprendidas
artificiales
impuestas
obligadas
ideas
sentimientos
hormonas desatadas
a veces desquiciadas
sufriendo por la escasez de juicio
y de tantas otras cosas…
sobreviviendo más bien
aprendiendo a golpes, a tropiezos
a bofetadas de humildad
y traiciones a la buena conciencia.

Y si logramos pasarla
con moderado éxito tal vez
sacándole algún provecho
al menos eso es lo que se espera
más bien lo que se necesita
lo justo nomás
eso…
lo prioritario
crecer
vivir
aprender a sentir…
con cada neurona
cada fibra cardíaca
y cada suspiro del alma.

Si nos sobreponemos a ella
la tirana adolescencia
madurando en el camino
poco a mucho
mucho a poco
tropiezo a traspié
carcajada a grito
podemos salir airosos
pisando firme
en ruta a la vida
que nos espera
siempre frente a nosotros
puertas abiertas
brazos extendidos
vía franca
hacia el porvenir.

Salió el sol al fin.
El amanecer descubrió mi alma
llorando  
gota a gota
un océano profundo
por mil milenios.
Su llanto silente
perenne
desbordado
saló mis heridas
sangrantes
empantanadas
momificadas
resecas…

Cuánto me pesan
ahora
retroactivamente
implacables
aplastantes
los malos ratos
retroalimentados
maltratos esporádicos
por adolescentes
que adolecen
de resabio visceral.
Reverbera inconfundible
el eco de gritos
insultos circunstanciales
burlas tontas
que sólo nos reflejaban enteros
a nosotros mismos.
Desplantes
plantadas ocasionales
tanto me apena
la falta de tolerancia
poca paciencia
también la arrogancia
indiferencia
de aquellos niños tontos
que se saben dueños
del mundo.
Coraje repentino
desdén explosivo
cambios de humor
incomprensibles…
histeria
ubicua inmadurez
que comerciamos ilegalmente
sin permiso mercantil
ni liquidez.
Defectos germinados
abonados meticulosamente
crecientes
en franco desarrollo
exacerbados
flagrantes
inflados.

Llovía en la noche del pasado
y por fin amaneció.
A pesar de tanta lluvia
salió el sol
destrozando la oscuridad
apartando las nubes
secando los charcos rebeldes
llenándolo todo
de vida y color.
Crecer no es fácil, lo sé
no, no lo es, no…  
…nunca lo fue.
Pero ahora
triunfalmente
seguiremos creciendo
mientras vivamos
en medio de la brisa fresca
bañados de luz y calor  
desde este instante  
y para siempre.


© 2010 PSR       


miércoles, 6 de octubre de 2010

ENSUEÑOS NOCTURNOS

La tarde se recuesta
entre las montañas.
Mil tonos dorados
se escurren por el cielo
llegan a mí
entibiando mi piel.

El cielo se torna naranja.
Rayos ocres salen de los montes
hasta el azul profundo
del cielo sembrado de nubes.

Lentamente la oscuridad
se apodera del ambiente.
Totalmente.
Poco a poco desaparece el sol
abriéndose paso otra luz
esa que se hace más oscura
y nos permite ver todo
de diferente manera.

La claridad de la noche
está en los ojos que la ven.
Hay quienes no saben verla.
Pero está allí
tranquila, quieta, solemne
como las palabras nunca dichas
los gestos furtivos
las miradas...

La noche me pertenece.
En ella sueño tranquila
dejándome llevar donde sea.
La imaginación no tiene límites
sólo los que nosotros definimos.

Plácida y oscura
brillante y luminosa
a su manera.
Puedo adueñarme de su luz
y de su silencio a gritos
puedo andar por senderos
intrincados o desiertos
y encontrarme contigo
cuando lo deseo.

No temas.
La noche es buena compañía
para el alma.
Reflexiono.
De nuevo me percato
de la felicidad
que me brinda generosa
su paz
lealtad.
Siempre vuelve a acompañarme
regalándome nuevamente
todos los secretos.
Yo los voy descubriendo
poco a poco
con calma
fascinada
maravillada.

La luz proyecta sombras
de distinta intensidad.
En mi alma
se cobijan claroscuros
de tristezas y alegrías
por igual.
Pero aquí en la oscuridad
los colores se parecen
y todo puede ser gris.

En lo profundo de la noche
soy dueña de mi vida...
Señora del tiempo
situaciones
seres materiales
etéreos
y de muchas otras cosas.

El mundo me pertenece
por entero
suave y dulcemente
en la oscuridad infinita
de la noche
en el negro de tus ojos
profundo, inalcanzable
amable...

Poco a poco
muy despacio
con cuidado
comienzan a mostrarse
cada vez más grises
que, delicados
se transforman
de nuevo
en mil tonos
índigos y naranjas.

Sonriente, decidido
el sol empuja
todos los amarillos del mundo
hacia el infinito
y de regreso
inundando el vacío
con una tierna claridad.

Atrás quedan
las sombras nocturnas.
En su lugar llegan
con una cierta timidez
las sombras del nuevo día
que está naciendo...


©1992 PSR

miércoles, 29 de septiembre de 2010

RITUAL DEL BAÑO

Hay un lugar en la casa donde se pierden las dimensiones y los parámetros. Cada vez que entro en mi baño me sucede algo muy raro. Es como si el mundo cambiara súbitamente; las paredes giran entre el piso y el techo, distorsionando el espacio y torciendo el mobiliario. Me siento insegura y a veces hasta pierdo el equilibrio.

Parece un universo paralelo. Apenas cierro la puerta tras de mí, las rectas comienzan a doblarse, lentas pero seguras, derritiéndose cual obra de Dalí. Los vértices del techo pierden la continuidad, haciendo que su rígida plataforma se suavice; moviéndose como una gran bandeja invertida que oscila inclinada sobre un eje invisible. En las paredes, las baldosas vibran a un ritmo y la bañera a otro. Las plantas se estiran y encogen como si fuesen de goma. La luz encubre algunos objetos a la vez que descubre formas geométricas nuevas para mí. Hay en el espacio una calma atrapada en el aire de recambio, como un fluido en suspensión dentro de otro más pesado; alumbrado por la mezcla de neón y luz natural que se cuela por la ventana.

El tiempo va y viene en muchos sentidos. Se pierde la estructura horaria, descosiéndose en un haz infinito de instantes que se mueven al ritmo de mis párpados hacia adentro y hacia afuera, de un lado a otro, de arriba hacia abajo, al futuro y al pasado. A veces se vuelve circular, otras veces se transforma en una espiral, pero no fluye; más bien lo invade todo instantáneamente; suave e implacable.

En ese espacio y ese tiempo trastocados, las ideas entran y salen de mi cabeza, siguiendo el pulso de los objetos inmersos en el ambiente intratemporal. Mi mente se deja llevar por el tráfico desordenado de pensamientos que se agolpan en cada resquicio de materia gris para intentar ver la luz a través de mis ojos. Ni me tomo la molestia de intentar organizarlos, prefiero dejarme llevar por ellos y participar en esa suerte de malabarismo caótico que me empujará a descubrir algo inimaginado hasta ese mismo momento.

Mucho más que un refugio del pensamiento, el baño se ha convertido en mi celestina espiritual y física. Es allí donde me encuentro con mi amante. Me visita cada noche, escondido en algún lugar de la casa, donde nadie lo puede encontrar. Paciente, espera el instante en que entro al baño, siguiéndome de cerca pero sin que lo perciba. Dejo la puerta entreabierta en una invitación perenne, segura de que no me defraudará.

Mi ritual del baño es lo más importante del día. Es la oportunidad de olvidar por un rato la rutina del diario vivir; de deshacerme y volverme a hacer a mí misma. La bañera se convierte en mi pedacito de mar particular; el inverso perfecto de una isla privada, bordeada por velas que regalan la luz precisa para el descanso del espíritu. La taza de té caliente exhala su aroma a vainilla desde el saliente izquierdo, y sobre el derecho descansan dos trufas de chocolate amargo. Todo está listo. Abandono las ropas que me atrapan inclementes y, solemne, entro a la bañera, donde aguarda el elemento sanador.

El agua salada y tibia relaja mis sentidos, limpiándolos de cualquier resto de sensación que haya quedado atrapada en mi cuerpo por error. La luz tenue y el divino maná tranquilizan mi alma, desahogándose entera en un hondo suspiro.

Es entonces cuando mi amante viene a mí. La única intromisión permitida en mi nirvana. Sutil, se desviste y entra a hacerme compañía en mi paraíso acuático. Se me acerca por la espalda, despacio, recorriéndola de abajo hacia arriba con las manos abiertas en abanico. Me abraza luego por los hombros y, ceñido a mí, besa suavemente mi cuello una y otra vez. Con cada beso, la piel de todo mi cuerpo se va erizando más y más, imitando una tunera brava en flor. El placer es tal, que por un momento nos convertimos en tortugas marinas y danzamos al compás de los tímidos cirios de la noche.

Mi amante no me da tregua; me ataca y me cuida, besándome, acariciándome, abrazándome con todas sus fuerzas para después soltarme, gentil y delicado, seguro de que regresaré inmediatamente a buscar refugio en su pecho. Jugamos, reímos, sentimos, amamos. Compartimos la relación más profunda y honesta, sin condición ni préstamo de emociones. Nos volvemos energía pura en la intimidad del baño, mientras que en el resto de la casa la rutina continúa su camino, inclemente, definiendo las vidas de quienes se dejan llevar por ella. Me alivia saber que eso no me sucederá a mí. En ese rato existimos sólo dos, y nos deja sin cuidado cualquier otra cosa que pueda suceder.

Al final, extasiados y llenos de vida, mi amante secreto se despide en silencio, los ojos prometiéndome que volverá mañana. Luego se desvanece, dejando en la alfombra sólo sus huellas mojadas junto a las mías. Una vez más, he recobrado mi alma.



©2005 PSR
fragmento tomado de un trabajo en proceso

miércoles, 22 de septiembre de 2010

FRENTE AL FUTURO

Sentada en el malecón mirando el mar me tranquilizo. Ver su inmensidad, sentir su fuerza imbatible conteniendo tanta vida, saber que nos proporciona mucho del oxígeno que respiramos y del alimento que nos nutre, y ver las olas que nunca dejan de moverse me hace comprobar que el tiempo no se detiene, el camino siempre continúa y que al final todo estará bien.

Todos nacemos con el mismo potencial para ser dichosos, aunque las circunstancias en que nos desarrollemos sean infinitamente variadas. Sea cual fuere la nuestra, siempre queremos y buscamos que todo esté bien, porque así es como debería ser, ¿no? Lamentablemente, de tanto en tanto comprobamos que no es así. A pesar de que pongamos mucho de nuestra parte para ser felices, a veces suceden cosas que, como enormes barricadas, se van amontonando dentro y fuera de nosotros, impidiendo que alcancemos la tan anhelada dicha. Es entonces que debemos reaccionar y actuar con más ánimo y energía para deshacernos de las cosas negativas que se interponen en nuestro camino.

Concibo la felicidad como un estado espiritual; todos la llevamos dentro, tan sólo debemos activarla para que se muestre en su máximo esplendor. Somos felices cuando nos sentimos satisfechos por algún logro, cuando nos complace poseer o disfrutar alguna cosa o situación. La tranquilidad es uno de los elementos que más contribuye a nuestra felicidad. La salud es otro, igual que el amor. Si nos sentimos sanos, en paz y contentos, muy probablemente no nos haga falta mucho más para percatarnos de que somos felices. Entonces, pasamos el interruptor y dejamos que la felicidad nos inunde y se desborde por nuestros ojos, boca, piel, cabello, músculos, voz y alma.

Cuando somos felices de pronto nos damos cuenta de la existencia de tantas cosas bellas que nos rodean e instintivamente suspiramos. Comenzamos a respirar muy hondo para incorporar en nosotros todo aquello que disfrutamos y nos hace bien, lo dejamos dentro por unos momentos para que nos llene e impregne nuestra alma y luego lo dejamos salir de golpe para que regrese donde estaba y nos siga envolviendo y abrigando. Al recordar un sueño bonito también suspiramos y muchas veces sonreímos. En todo caso, cuando somos felices se nos nota, y eso es bueno porque podemos contagiar a los demás, aunque sea por un rato.

Me siento feliz cuando hago sonreír a alguien; más aún si logro hacerlo reír. Y si ese alguien es un desconocido, mi felicidad se multiplica. Aquí en Puerto Rico es fácil hacer reír a la gente, tal vez porque los boricuas son más tranquilos y tienen buen humor. En las calles se siente la buena disposición y la alegría de la gran mayoría, cosa que en otros países lamentablemente se ha perdido. Los puertorriqueños son educados y tienen esa paciencia isleña que tanto bien les hace para sobrellevar la rutina del diario vivir con sus altos y bajos.

Me encanta comprobar que la gente se respeta entre sí a pesar de cualquier diferencia que pueda existir, dirigiéndose al otro sin odios ni rencores infundados. Poder hablar con alguien y que no me respondan de mala manera es algo muy agradable; y que las conversaciones sean a un volumen bajo es extremadamente cómodo, lo admito. Todo es apacible aquí, incluso el tono de voz del boricua. Definitivamente, es fácil acostumbrarse a las cosas buenas que no encontramos en otras partes.

Muy cerca de Venezuela, en pleno Mar Caribe, Puerto Rico tiene una naturaleza, unos paisajes y una raza muy parecidos a los de mi país. Me he enamorado de esta bella isla y de su gente; lo encuentro todo tan similar a lo que solía ser Venezuela antes de irme, hace no muchos años atrás, cuando éramos felices y no lo sabíamos. El puertorriqueño es tolerante y no discrimina; vive y deja vivir a los otros. Es amistoso y buen anfitrión, quiere que los demás se sientan bien en su tierra. No concibe la injusticia y se compadece de los demás. Tiene esa picardía que hace que sus ojos brillen cuando sonríe, porque afortunadamente, aún tiene motivos para sonreír. Y una de las cosas más importantes: aquí todavía se puede disfrutar de la vida y ser feliz.

Vivir en este bello país que me ha abierto sus puertas para seguir creciendo como persona es un regalo invaluable que aprecio profundamente. Aquí me siento arropada, libre y dueña de mis derechos; no temo por mi vida por el sólo hecho de salir a la calle o de poseer algo de valor que lleve conmigo; puedo opinar sin pensar que me echarán de mi empleo o sufriré alguna otra represalia; los servicios públicos funcionan; la calidad de vida le permite a la gente salir adelante y trabajar para convertir sus sueños en realidad; existe la solidaridad porque todos aquí están conscientes de que comparten el mismo suelo y la misma historia, con sus aciertos y sus fallas.

Llegué a Puerto Rico con mi familia hace algunos años ya, por razones laborales. Mis hijos han pasado más de la mitad de sus vidas aquí, disfrutando de la tranquilidad que brinda este trocito de tierra antillana. Como madre que soy, cuido a mis hijos y velo por ellos. Trabajo para darles una buena educación y un futuro sólido en el que crezcan como ciudadanos de bien en un país libre, de la misma manera que lo hicieron mis padres conmigo en aquella Venezuela bella y próspera donde tuve la suerte de nacer. Al igual que tantos otros, mis padres emigraron de su país en busca de un mejor porvenir y llegaron a esa tierra de gracia con mil sueños y dos maletas. Mi caso fue diferente; fui a hacer una especialización profesional en el exterior para luego regresar a casa y poner en práctica lo que hubiese aprendido, pero en el camino mi vida cambió y me mudé a otro país. Eso fue ya hace 16 años. En todo ese tiempo he vivido en diferentes sitios sin dejar nunca de sentirme venezolana; eso no es algo que se borre por el simple hecho de pisar otro suelo. El amor es un sentimiento profundo que llevamos dentro y no depende de cuán cerca o lejos nos encontremos de aquello que amamos.

Hoy aquí, tan cerca de mi tierra natal, y viviendo en paz y con libertad, puedo ver a mis hijos a los ojos con la tranquilidad de saber que, con los valores morales y éticos que les enseño, serán responsables de hacer realidad sus propios sueños sin tener que seguir forzosamente un guión ideológico preconcebido, sin dejarse llevar por odios ni rencores prestados ni discriminaciones artificiales, tan sólo haciendo lo que les dicte la conciencia y la razón. Tendrán el poder para buscar y encontrar su propia felicidad; y eso solamente se puede lograr en libertad. Yo he tenido la fortuna de entender todo eso que me inculcaron mis padres y ahora se lo transmito a mis hijos como algo imprescindible, impostergable e imperativo en la vida. De nosotros y de nadie más depende lo que resulte de ellos; nuestro presente es la semilla de su futuro. Tan sólo debemos dar el ejemplo demostrándole a la siguiente generación que de verdad aprendimos las cosas importantes que nos enseñó la anterior.

Estamos claros; cada quien sabe exactamente lo que debe hacer.



©2010 PSR

miércoles, 15 de septiembre de 2010

AL FIN...

al fin…
no hay nadie
nadie más
nadie aquí
nadie
solamente tú y yo
en medio de esta nada
un espacio abierto
infinito
nuestro
lleno de sentimiento
pleno de ti
y de mí.

al fin
olvidemos
lo que existe
lo que no existe también
dejemos nuestras vidas
problemas
obligaciones
rutinas
abandonemos todo
conscientemente
sin pensar más
dejándolo solo
al menos por esta vez
aguardando afuera
a puerta cerrada
haciendo turno por ti
por mí
un rato
mil momentos minúsculos
breves
que sean infinitos
así
quizás se cansen
de esperarnos…

al fin
aquí
sin alguien que interrumpa
que diga
que opine
bien o mal
que nos critique
que desapruebe
o se escandalice.

al fin
acabó la larga espera
estás aquí
en franco secuestro
sin escape posible
de mis brazos.

al fin
junto a ti
mis pupilas se harán más grandes
para guardar todas las imágenes
que haremos
todas las formas
los colores
las luces
y penumbras.

al fin
contigo
mil sueños convertiré
en anécdotas
que recordar
remembrar
mil anhelos transformaré
en hechos
importantes
contundentes
mil sonrisas disfrutaré
una a una
deliciosas
las tuyas
las mías
todas mis miradas
serán para ti
mi interés
atención
y tus ojos brillantes
me verán
sólo a mí.

al fin
todas tus palabras
serán mías
las que pronuncies
las que pienses
no habrá necesidad
de callar nada
no hará falta
decirlo todo
dejemos solamente
a nuestros corazones
hablar
quieren latir juntos
a su ritmo
sin prisas
ni prejuicios
sin miedos
ni dolor
eternamente libres
en el amor.

al fin
celebraré tu llegada
premiándome
con una caricia
a tu mejilla
llenaré tu cuerpo
de mis manos
temblorosas
dichosas
traviesas
…mías.
explorándote
quiero descubrirte
recorrerte palmo a palmo
sentirte
recibirte
complacerte
y revivir.

al fin
tan cerca
me embriagaré por entero
de ti
en tu olor
respiraré tu aliento
probaré tu boca
ansiosa
ansiada
saborearé
el infinito manantial
de tu piel
suave
agitada
en un millón de perlas
saladas
vivas.

al fin
te tengo para mí
por fin
sentiré tu calor
abrasante
contagioso
inacabable
tu cuerpo
perfecto
estremecido
en medio de un único
maravilloso
escalofrío.

al fin
amaremos
como nunca antes
te daré lo que soy
todo lo que tengo
hasta que no me quede nada
en un solo gemido
nos rendiremos
bienvenidos entre suspiros
tu cabello, mis dedos
nuestros pechos estrechados
juntos
muy juntos
tu rostro, mi espalda
tus manos…

al fin
el destino te trajo a mí
nuestras almas se encontraron
fuera del todo
dentro del vacío
en ese punto exacto
que siempre ha existido.
llena este sitio vacante
que reservaba para ti
dentro de mí.
inunda este tu espacio
desbórdalo entero
hazlo pronto
inminente
suave
dulce
definitivamente
irremediablemente
yo haré lo mismo
para no dejarte ir
…al fin.



©1992 PSR

miércoles, 8 de septiembre de 2010

VIGILIA

La conocí una noche, cuando intentaba lanzarse a los rieles del metro. La detuve a tiempo, impidiéndole que se quitara la vida. No había más nadie en la estación, así que mi acción heroica pasó inadvertida, al igual que tantas otras...

Logré convencerla de abandonar la idea del suicidio al menos por esa noche, mientras habláramos. Sabía que con algo de tiempo podría ayudarla a vencer esa gran depresión que irradiaba.

Debía sacarla de la estación lo más rápido posible. Salimos a la calle y la llevé a un café cercano. Nos sentamos y pedí algo de tomar. En medio de su depresión seguía alterada. Le ofrecí un caramelo de los que suelo llevar siempre conmigo. Lo aceptó. En ese instante supe que estábamos avanzando, y que había posibilidades de lograr algo bueno después de todo.

Le hablé con suavidad y firmeza a la vez. Le dije que me disculpara porque, aunque sabía que en realidad no debería meterme en sus problemas, sentía una fuerte necesidad de hacerlo. Así que seguí hablándole durante un rato. Le conté acerca de mi vida, y me di cuenta de que mientras lo hacía, trataba con desesperación que la historia sonara más interesante. Tal vez lo hice para que no se aburriera. Además, corría el riesgo de deprimirme yo también, y eso era lo que ella menos necesitaba en aquel momento.

Cuando ya me estaba tomando confianza, comenzó a hacer comentarios cortos sobre lo que le contaba. Sus intervenciones se fueron volviendo cada vez más largas y completas, hasta que tomó las riendas de su propia historia y me llevó a conocerla a través de su relato.

Era un ser atormentado, como los hay tantos. El pertenecer al gran montón la agobiaba aún más. No soportaba la idea de ser parte del común denominador. Ni siquiera su tormento la hacía destacarse de entre el resto, simplemente porque en esta ciudad pululan las personas con problemas. Basta con mirar los rostros de la gente; sus expresiones son un reflejo de lo dura y difícil que resulta la supervivencia en un lugar tan inhóspito.

A pesar de tener una vida relativamente cómoda, estaba insatisfecha consigo misma. No tenía una razón real para vivir. Nunca tuvo que luchar por nada en la vida porque siempre le dieron todo. Tampoco sabía cómo alcanzar una meta, tal vez porque jamás llegó a tener ninguna por delante. Era una de esas personas a las que nunca se les permitió tomar decisiones; ni pequeñas, ni mucho menos grandes. Todo estuvo siempre pensado, organizado y arreglado para su comodidad. Siempre había alguien haciéndose cargo de ella. Y sin embargo, se sentía desamparada y sola.

No le gustaba el ambiente en el que le tocaba interaccionar. Más aún, lo detestaba. A veces demostraba su rebeldía vistiéndose extravagantemente y maquillándose como una difunta. Quería llamar la atención a como diera lugar. Con su aspecto personal pedía a gritos hacerse notar, aunque fuera sólo por las apariencias. Pero ni siquiera eso lograba. Después de observarla durante menos de medio minuto, la gente la ignoraba por completo. Era como si no existiera.

Sin embargo, y a pesar de una vida llena de fracasos, de vez en cuando, muy de vez en cuando —me confesó— creía percibir cómo su rostro se serenaba con la vaga idea de poder lograr algún día, quizás, un poco de felicidad. Pero lamentablemente, como ella misma admitía, el tema de la dicha en su vida era sólo una utopía; algo imposible que rayaba casi en lo absurdo. Era la personificación del tormento y la amargura en un cuerpo de mujer.

Pasaban las horas y los capítulos de su vida, y nuestra conversación no parecía tener intenciones de acabar en un buen tiempo. A medida que continuaba relatándome hechos aislados en forma anacrónica, crecía una especie de vago alivio en su voz. Estaba liberándose de una gran carga cuyo peso parecía no sólo cansarla, sino más bien abrumarla mortalmente. De cierta manera me tranquilizaba, porque nos estábamos comenzando a entender. O al menos —y lo que era más importante— yo la estaba empezando a comprender mejor a ella.

Era ya muy tarde cuando le propuse caminar en dirección a su casa. El café había cerrado un par de horas antes; afuera sólo quedaban las mesas desiertas. La ciudad estaba durmiendo el sueño cansado de mediados de semana. Los anuncios publicitarios llevaban ya varias horas apagados, los edificios parecían deshabitados, las calles tenían el mismo aire de desolación que tenían sus ojos cuando le impedí que cometiera lo que para mí era una locura, pero que para ella fue sólo otro fracaso más que agregaría a su interminable lista.

Mientras caminábamos a través de la noche me di cuenta de que, al fin y al cabo, estaba dando el paseo que tenía planeado cuando salí de mi casa tantas horas antes. Sólo que todo había dado un giro inesperado y ahora iba en compañía de esta mujer que, a pesar de ser una total desconocida, dependía de mí. Y por supuesto, no le podía fallar.

Había una extraña armonía en el ambiente. Era una noche tranquila que exhibía un cielo increíblemente despejado en el que las estrellas contrastaban más resplandecientes que nunca sobre la negra inmensidad. No hacía frío; más bien era una noche cálida, con una agradable brisa que parecía tener el poder de llevarse los problemas y las preocupaciones a otra parte. “Definitivamente” —pensé— “ésta no es una noche como para morir”. Así que me propuse asegurarme de que desechara por completo la idea del suicidio.

Vivía en un vecindario elegante; no porque tuviese los medios para ello, sino más bien porque su familia la mantenía. Para ella sería imposible vivir en otro lugar, y para su familia sería tan bochornoso, que tampoco la dejarían. Pero en el fondo, ella sabía que al fin y al cabo ni siquiera le correspondía estar donde estaba. No sabía ganarse la vida. Conocía y justificaba sus limitaciones, que eran todas las que puede tener un ser humano. Se aferraba a su colección de sueños castrados y comprendía que mientras siguiera viviendo de la caridad y la lástima de los demás —en especial de su propia familia— le sería imposible respetarse a sí misma, y mucho menos hacerse respetar por nadie. Sin embargo, aún en los ratos de lucidez en los que se percataba de todo eso, no encontraba el camino para tomar la decisión de rebelarse contra su destino y sacudirse el peso aplastante de la vida fútil que llevaba.

A medida que nos acercábamos a su casa, pasando por calles y avenidas pobremente iluminadas, percibía un aumento en su angustia. Cuando ya faltaba poco para llegar noté que su voz se quebraba y que su mirada se enturbiaba. Parecía como si se transformara en otra persona. Su cara tenía la misma expresión que me partió el alma cuando la vi en el metro. Todo el esfuerzo que había invertido en despejarle la mente y calmarla se iba por el caño.

Finalmente llegamos. Por fuera la casa se veía como cualquier otra. Al principio titubeó respecto a dejarme entrar, pero después de todo lo que me había confiado, no parecía haber ningún motivo por el cual no pudiera hacerlo. Al fin y al cabo, ¿qué podía haber allí que fuese tan diferente de lo que ya sabía?

Cuando abrió la puerta, comprendí de golpe todas las cosas que no había terminado de entender durante nuestra larga conversación. La casa parecía abandonada desde hacía siglos. No advertí la presencia de nadie más en ese momento. El lugar estaba cargado y era apabullante. Al entrar, sentí que pasaba a un mundo en el que los conceptos de tiempo, espacio, orden, sonido y luz estaban redefinidos de una manera aberrada, sin ningún parámetro ni patrón fijos. De todas partes llegaba el olor del polvo añejo que se fue acumulando durante décadas, mezclado con una fragancia de perfume importado y el olor de decenas de diferentes animales domésticos. Parecía el palacio de un noble ropavejero. No se podía caminar; más bien había que escalar por entre el inútil mobiliario arrumbado. Los pasillos estaban completamente invadidos de muebles, cuadros, cajas, ropa, libros, fotografías y toda clase de artefactos, entre ellos muchas antigüedades y algunas cosas de valor. No se podían ver las paredes, y a veces ni siquiera era posible entrar a las habitaciones debido a la gran montaña de objetos que bloqueaban las puertas. Había una oscuridad casi total y un silencio denso que sólo se interrumpía de vez en cuando por el ruido de alguno de los animales. Era una cueva fantasmagórica aquella casa en la que vivía, llena de recuerdos amontonados de un pasado opaco y triste.

De pronto sentí que una tristeza enorme me invadía. Dondequiera que miraba sólo veía ideas abortadas, proyectos inconclusos, espejismos de deseos insatisfechos, metas no llevadas a cabo. Frustración. Eso era lo que se respiraba en esa casa. La impotencia flotaba en el ambiente, llenando todos los rincones y dejando su huella en aquella mujer que trataba de habitar el lugar. Pero lo más terrible era saber que lo que impregnaba a la casa de todo ese carácter fúnebre lo emitía ella misma. Era un sistema cerrado que se retroalimentaba, potenciándose cada vez más.

Ella se fue apagando mientras estuvimos en su casa. No la podía dejar en ese estado; sería peligroso. Era imposible abandonarla a su suerte en ese sitio que le hacía tanto daño, así que busqué una excusa para llevármela de allí. Nunca supe con certeza por qué me sentía tan responsable de ella; tal vez era porque unas cuantas horas antes le había salvado la vida, pero hasta el día de hoy no lo sé.

Después de haber hablado sobre tantas cosas, me puse a pensar qué le podría parecer suficientemente interesante para que quisiera acompañarme a otra parte. Tenía que ser un lugar que yo considerara más seguro que ese sitio que sólo evocaba el gran desastre que siempre fue su vida. Me vino a la mente la colección de plumas fuente que tengo en casa, y le propuse que podía enseñársela en ese mismo instante, mientras tomáramos algo que nos relajara. Cuando accedió, le pedí que no llevara nada. Los objetos nos traen a la memoria situaciones, personas y hasta otros objetos. A veces lo más sano es deshacerse de las cosas que nos traen recuerdos penosos. En este caso preferí que dejara todos los objetos personales en su casa, encerrados bajo llave. Al fin y al cabo, mientras estuviera conmigo no necesitaría nada.

Comencé a sentirme mejor en el mismo instante en que salí de esa catacumba. Nos dirigimos a mi casa por la vía más corta posible. Durante el trayecto me contó acerca de su matrimonio, que había sido arreglado desde que era casi una niña. Era natural que estuviera destinado al fracaso, ya que al hombre que fue su esposo, nunca le había pasado por la mente ni la más remota idea de casarse con ella. Y sin embargo fue obligado a hacerlo. Después de cinco años y tres niños, la abandonó y nunca quiso saber más nada de ellos.

Lo primero que hice al llegar fue encender todas las luces. Quería que mi casa le transmitiera algo opuesto a lo que transmitía la suya. Preparé té y le mostré mi apartamento. Quedó impresionada por lo que ella consideraba “orden”, pero que para mí no era más que el mantenimiento promedio que puede tener cualquier vivienda. Se veía más serena, lo que me tranquilizaba. Parecía muy interesada en las plumas fuente que le enseñaba. Habló de que le hubiese gustado ser escritora, pero nunca tuvo la oportunidad ni el valor de intentarlo. Otra derrota para su lista.

Aposté todo a los efectos relajantes del té que había escogido para ella. Encontré unas galletas dulces en la alacena y esperaba que el azúcar también hiciera su parte en tranquilizar a esa pobre mujer. Seguía relatándome partes de su vida y yo escuchaba atentamente, mientras pasaban las horas, las tazas de té y las galletas.

Ya casi al amanecer me confesó con dolor que también había fallado rotundamente como madre, pero no quiso entrar en detalles. La traté de consolar diciéndole que yo pensaba que esa debía ser una de las tareas más difíciles en el mundo, pero no me hizo mucho caso. Sólo me dijo que arruinó por completo las vidas de sus hijos, y que no sabía cómo reparar el daño que les había hecho. Le pregunté por sus paraderos, y me contestó que vivían con ella en esa casa. Preferí dejarlo así.

Amaneció al fin y seguíamos hablando en mi cocina. Ella continuaba liberándose de toda la carga de derrotas que acarreaba, y yo sentía que era mi deber ayudarla. En el fondo sabía que era una de las pocas personas que le prestaron algo de atención en toda su vida. Nuestra conversación había tenido efectos positivos en ella, y para ese momento la idea de suicidarse no rondaba más su cabeza. La pesadilla había llegado a su fin. Ya la noche se había ido y la luz del día le traería pensamientos más positivos. Así sucedía conmigo.

Desayunamos y me alisté para ir a trabajar. Ella estaba mucho más calmada y hasta algo contenta, cosa que me aliviaba. Mientras conversábamos noté un cierto aire de paz que se asomaba a su rostro. Había exorcizado la calamidad de su existencia y logramos pasar a otros temas.

Hablamos sobre arte durante algo más de media hora. Cuando llegó el momento de irnos le ofrecí llevarla a su casa, pero ella me aseguró que no era necesario. Quería dar un paseo para disfrutar del bello día que comenzaba. Luego iría a su casa a encargarse de sus hijos y de su vida. Quería poner orden, reparar su magullado espíritu, encontrar los fragmentos de anhelos dispersos en la madriguera que habitaba y soldarlos de nuevo para rescatar tanto como fuese posible. Prometió que comenzaría otra etapa, y yo asentí, apoyándola. Al fin la mujer tenía una meta en la vida, y esa meta era absolutamente superlativa. Mi esfuerzo no había sido en vano.

Salimos del edificio y caminamos un rato en la misma dirección, bordeando el río. Cuando llegó el momento de despedirnos me abrazó con fuerza y me dio las gracias por todo lo que había hecho por ella. También yo la abracé. Me puse a la orden y le dije que me llamara cuando quisiera, a lo que contestó con una sonrisa. La única sonrisa que llegué a ver en su rostro.

Ella continuó a lo largo del río y yo me desvié hacia una avenida cercana donde tomaría el autobús que me llevara al trabajo. La mañana estaba fresca y despejada, y la luz del sol se asomaba tímida a las calles. A pesar de la extraña noche que pasé, estaba feliz porque sabía que había logrado algo bueno. Me llenaba una satisfacción inmensa y no podía evitar sentir un cierto orgullo por lo que había hecho.

Durante todo el día estuve pensando en esa mujer. La imaginaba arreglando el chiquero en que vivía, animando a sus hijos y contándoles acerca del cambio que vendría en cuanto la casa estuviese lista. La imaginaba sonriente y al fin contenta, luchando por la gran empresa que tenía por delante.

Ese día trabajé con más ánimo que nunca. Me complacía ser una persona productiva en el trabajo y útil respecto al tema de ayudar a otros. Seguía pensando en ella; no podía sacarme su imagen de la mente.

Ya era de noche cuando regresé a mi casa, después de una jornada bastante ocupada. Tenía un gran cansancio encima y el sueño acumulado de dos días de vigilia. Me merecía un buen descanso. Cené algo ligero mientras veía una película en la televisión. Necesitaba distraerme un poco de lo que había sucedido la noche anterior, pero me resultó imposible. Era inevitable recordarla después de todo lo que me había contado, y más aún, después de lo que vi. Su voz quebrada seguía retumbando en mis oídos, reverberando tantas cosas grises, tantas decepciones. Había en mí una cierta inquietud que no me dejaba en paz. ¿Pero por qué motivo, si ya yo sabía que estaba tranquila y a salvo de sí misma? La verdad era que me estaba preocupando por nada. Ella me había dicho que iba a resolver su situación, y se merecía al menos un voto de confianza de mi parte. Sin duda mis temores eran infundados. El reflexionar sobre esto me tranquilizó, pero no impidió que siguiera pensando en ella. ¿Qué estaría haciendo en ese momento? ¿Cómo se sentiría? Decidí llamarla al día siguiente para saber cómo estaba. Después de todo, ya la conocía lo suficiente como para mantenernos en contacto, y quién sabe, tal vez hasta podríamos desarrollar una amistad más adelante.

A la mañana siguiente me levanté y me fui a trabajar como siempre. Compré el periódico en el puesto de revistas que está al lado de la parada del autobús, y de pronto la vi. Su fotografía estaba en la última página, con los titulares: “MUJER NO IDENTIFICADA SE LANZA DE PUENTE Y MUERE AHOGADA”... “El hecho se registró aproximadamente a las 11:00 A.M. del día de ayer”... “Varios testigos vieron a la mujer en la mañana de ayer paseando sola a orillas del río”... “El cadáver no llevaba ningún tipo de identificación”... “Se desconocen las causas que originaron el hecho”... “La policía agradece cualquier información que sirva para establecer la identidad de la víctima”...

“¡Dios mío!” —pensé— “¿Por qué lo habrá hecho, si parecía que ya estaba bien?” Pero luego comprendí que fue su manera de tener éxito en la única tarea de su vida que, a pesar de haber resultado frustrada como todas las demás, aún podía salvar del fracaso total: su suicidio.

Lo lamenté profundamente. Fui a la policía y les dije de quién se trataba. Sólo espero que su familia se haga cargo de ella una vez más.



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