LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

¡Atrévete! Regala libros originales: A la sombra del mango; relatos breves. Yara y otras historias; 34 relatos, 34 sorpresas. Divina: la mujer en veinte voces; antología latinoamericana de cuentos. Andares; cuentos de viajes. Siglema 575: poesía minimalista; una nueva manera de vivir la poesía. Di lo que quieres decir: Antología de siglemas 575; resultados de los Certámenes Internacionales de Siglema 575. Por la ruta escarlata, novela de Amanda Hale traducida por Patricia Schaefer Röder. El mundo oculto, novela de Shamim Sarif traducida por Patricia Schaefer Röder. Por la ruta escarlata y Mi dulce curiosidad, novelas de Amanda Hale traducidas por Patricia Schaefer Röder, ganadoras de Premios en Traducción en los International Latino Book Awards 2019 y 2020. A la venta en amazon.com y librerías.

¡Encuentra mis libros en el área metro de San Juan, Puerto Rico! Librería Norberto González, Plaza Las Américas y Río Piedras; Aeropuerto Luis Muñoz Marín, Carolina.

Mostrando entradas con la etiqueta maestro. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta maestro. Mostrar todas las entradas

miércoles, 25 de mayo de 2016

HILDA


Había una vez
una dama bonita
de nombre Hilda.

Ilusión tenía
de hacer una familia
y así la sembró.

Lluvia y sol hubo
hijos fueron llegando
que florecieron.

Destinada a ser
la “Teacher” del Colegio
todos la amaban.

Abuela que ríe
jugando con los nietos
el alma goza.


© 2016 PR


miércoles, 3 de julio de 2013

U N I V E R S I D A D



Universales
son los conocimientos
que de ti brotan.

Nadie más nunca
andará en tinieblas
en tu presencia.

Imaginación
trabajo y excelencia
van por tus venas.

Victoria le das
a quien de tu semilla
cultiva frutos.

Eco fuerte eres
de la luz y la moral
indispensables.

Razón y pasión
se juntan en tu lucha
por la justicia.

Sabiduría
en tus aulas y plazas
deliberantes.

Ideas nuevas
mueven las almas limpias
que quieren crear.

Docentes nobles
abren miles de mentes
para aprender más.

Auxilio prestas
lanzándote de lleno
al duro ruedo.

Deslumbra la paz
en la casa que vence
todas las sombras.


©2013 PSR


miércoles, 6 de febrero de 2013

LA EXPERTA




Cada mañana abre los ojos, y con ellos, se abren las puertas a un día especial. Se levanta temprano, con el ánimo siempre puesto en el objetivo. Se trata de una gran empresa. Sin lugar a dudas, la más importante de todas. Mientras se asea, piensa en los desafíos que enfrentará de manera inevitable durante la jornada laboral. La invaden una serie de sentimientos encontrados porque, a pesar de ser una optimista infalible, sabe que el ambiente en que se mueve no es fácil; nunca lo ha sido y nunca lo será. Escoge la ropa perfecta para darse su puesto, infundir respeto y lograr sus metas. La vida le ha dado un profundo conocimiento de la naturaleza humana, que ella combina con una gran dosis de psicología para llevar a cabo su estrategia. Bebe un café y desayuna, revisando en la mente los pasos que seguirá. Su trabajo está lleno de proyectos provocativos que requieren de mucha experiencia y sabiduría para llevarlos a cabo. Toma su maletín y su bolso, y sale de su casa a dominar el día con lo que venga. Saber negociar a todos los niveles se ha convertido en su mejor instrumento de conquista. Al fin llega. El portero la saluda con una gran sonrisa y la misma expresión de asombro diario ante su caminar vigoroso. Por su carácter resuelto, ha desarrollado una fuente de energía inagotable que la hace sentir casi invencible. Ella le corresponde siempre amable, pero sin detenerse. Sabe que la esperan. A medida que avanza por los pasillos, va regalándoles sonrisas encantadoras a todos los compañeros de trabajo, repitiendo para sí el plan que tiene y comprobando de nuevo que la creatividad es una cualidad imprescindible en su carrera. Se acerca a su puerta. Sabe que llegó el momento de encarar el reto y triunfar. Toma el pomo. Cierra los ojos. Respira profundo. Abre dando un paso al frente y enseguida escucha el coro del saludo matutino: “¡Buenos días, maestra!”.


©2013 PSR


miércoles, 7 de abril de 2010

ESPERANZA

Los primeros rayos de sol en un frío amanecer de primavera sorprendieron a dos mujeres caminando por las calles de Jerusalén. Iban con prisa, nerviosas y apesadumbradas a la vez. Llevaban consigo esa mezcla de sentimientos que sólo conoce aquel que ha perdido a alguien muy cercano. Caminaban juntas, como de costumbre. Aunque desesperanzadas, caminaban con determinación, porque a pesar de sentirse devastadas, tenían una responsabilidad que cumplir. Y lo harían con el mismo amor de siempre.

Eran ellas Magdalena y María, dos de las mujeres que acompañaron a Jesús y sus discípulos durante sus años de ministerio público en Galilea. Habían preparado aceites y perfumes antes del sábado para ungir el cuerpo de Jesús crucificado y darle sepultura adecuadamente. Venían hablando de lo sucedido durante los últimos días, de lo terrible que era haber perdido a su Maestro y de qué les depararía la vida ahora que él ya no estaba. Se preguntaban si tan temprano habría alguien que pudiera ayudarles a correr la piedra que cerraba el sepulcro.

A medida que se acercaban al lugar del monumento, sus corazones volvían a rasgarse, deshilachándose violentamente por segunda vez en tres días. Al fin llegaron con su dolor y su pena al sepulcro donde José de Arimatea había colocado a Jesús envuelto en una sábana al bajarlo de la cruz. Cuando se acercaron, se percataron de que la piedra que sellaba la tumba estaba fuera de lugar. ¡Alguien la había movido! Pero… ¿quién?

Con una amalgama de gran asombro y miedo, las dos mujeres entraron al monumento y en medio de la penumbra encontraron sentados a dos hombres jóvenes con túnicas blancas resplandecientes. Al verlas entrar, uno de ellos dijo:
—Él ya no está aquí. Resucitó; no había nada para él en este lugar.
Las mujeres, aterradas, le escucharon con oídos sordos y sin poder articular palabra. ¿Quiénes eran ellos? Estupefactas, miraron a su alrededor intentando entender qué sucedía. Encima de una roca, cuidadosamente doblada, estaba aquella sábana que había envuelto al cuerpo de Jesús, pero no veían el cuerpo de su Maestro por ninguna parte. Sin dejar de mirarlas por un instante, el joven continuó:
—¿Acaso no buscan a Jesús de Nazaret, que fue crucificado tres días atrás aquí mismo, en el monte del Gólgota?
—Sí, es a él a quien buscamos, a nuestro Maestro. Vinimos a ungirlo y sepultarlo según las leyes —respondieron las mujeres al unísono—. Por favor, dígannos dónde está o quién se lo llevó —dijeron casi suplicando.
—¿Y por qué insisten en buscar entre los muertos a quien mora entre los vivos?
—Pero nosotras vimos cuando José el de Arimatea lo colocó en esta tumba hace unos días… Por favor, déjennos tomarlo de dondequiera que lo hayan llevado.
—¿Y dónde quedaron todas las enseñanzas de estos tres años? En Jesús se cumplió la profecía de que el Mesías sería entregado, le juzgarían, sufriría inmensamente, se le daría muerte y a los tres días resucitaría; recuerden cómo él mismo lo anunció tres veces en Galilea.
Con grandes ojos abiertos de par en par, Magdalena y María oían lo que el joven les decía, intentando comprender. Eran tantas las enseñanzas que habían recibido de su Maestro en ese corto tiempo, que tuvieron que hacer memoria. Al fin, Magdalena dijo:
—Recuerdo, sí, cómo habló sobre las profecías, cómo contó que sería muerto por nosotros, resucitando al tercer día y cómo nos prometió la vida eterna junto a él y nuestro Padre en los cielos. ¡Oh, María, todo se cumplió! —exclamó Magdalena, mirando a María con una expresión que combinaba algo de remordimiento con una felicidad infinita.
—Así es, Magdalena; lo que anunciaron los profetas sucedió palabra por palabra —dijo el joven, y dirigiéndose a ambas mujeres, prosiguió—: Jesús les enseñó que debían cumplir con las Leyes, creer en Dios, ser compasivos y amar al enemigo. El Mesías vino a salvarles de los pecados y con ello les prometió el reino de Dios. Recuerden también cómo les aseguró que no les abandonaría jamás. Su promesa es indeleble y fue sellada con la resurrección. No lo olviden, todo aquel que creyere será salvo. Vayan ahora con la esperanza renovada y den la buena nueva a los demás.

Así, con la fe renacida en la promesa de su Maestro amado, las dos mujeres salieron de aquel sepulcro quedando envueltas en los tonos naranjas y dorados más brillantes de cualquier amanecer que hubiesen visto jamás. Y en medio de la aurora, regresaron plenas de dicha y emoción por las mismas calles que horas antes habían recorrido sin esperanza alguna.


©2010 PSR