LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

¡Atrévete! Regala libros originales: A la sombra del mango; relatos breves. Yara y otras historias; 34 relatos, 34 sorpresas. Divina: la mujer en veinte voces; antología latinoamericana de cuentos. Andares; cuentos de viajes. Siglema 575: poesía minimalista; una nueva manera de vivir la poesía. Di lo que quieres decir: Antología de siglemas 575; resultados de los Certámenes Internacionales de Siglema 575. Por la ruta escarlata, novela de Amanda Hale traducida por Patricia Schaefer Röder. El mundo oculto, novela de Shamim Sarif traducida por Patricia Schaefer Röder. Por la ruta escarlata y Mi dulce curiosidad, novelas de Amanda Hale traducidas por Patricia Schaefer Röder, ganadoras de Premios en Traducción en los International Latino Book Awards 2019 y 2020. A la venta en amazon.com y librerías.

¡Encuentra mis libros en el área metro de San Juan, Puerto Rico! Librería Norberto González, Plaza Las Américas y Río Piedras; Aeropuerto Luis Muñoz Marín, Carolina.

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miércoles, 25 de mayo de 2016

HILDA


Había una vez
una dama bonita
de nombre Hilda.

Ilusión tenía
de hacer una familia
y así la sembró.

Lluvia y sol hubo
hijos fueron llegando
que florecieron.

Destinada a ser
la “Teacher” del Colegio
todos la amaban.

Abuela que ríe
jugando con los nietos
el alma goza.


© 2016 PR


miércoles, 17 de febrero de 2016

RESEÑA: Esquizofrénica, de Bella Martínez


Esquizofrénica
Bella Martínez
Amazon, USA
Enero 2016


Leí y viví los 70 suspiros y el epílogo de Esquizofrénica con el gusto de quien va descubriendo cosas nuevas y maravillosas, saboreando cada imagen, cada expresión y cada situación que Bella me confiaba a través de su narrativa coloquial, que hace que pueda oírla contármelo todo junto a un café o una copa de vino en la sala de su casa.

Esquizofrénica es un libro de memorias cien por ciento boricua en el que se entrelazan las raíces y florecen las vivencias de la protagonista y su clan, siempre al ritmo de la salsa, la bomba y la plena.

El tono casual en que está narrado el libro nos permite deslizarnos sin problema por las vivencias de la protagonista al compartirnos situaciones graciosas o difíciles, donde las coloridas anécdotas llevan consigo una carga de reflexiones que igual pueden denunciar una terrible injusticia, como también elucubrar una razón válida que la explique.

El amor por la tierra, por la familia y por el círculo de gente allegada desemboca en un embelesamiento donde los recuerdos sirven para revelar los conceptos de la vida y el mundo. La Cacica, los hijos, tías y hermanas de vida constituyen el oxígeno que respira la autora en cada una de las hazañas que nos muestra.

El libro comienza ubicándonos en la red del parentesco de la autora, nos deja ver la dinámica familiar y su circunstancia personal dentro del marco cotidiano y laboral, que la lleva a ausentarse en repetidas ocasiones, cosa que influye de manera definitiva en su estilo de vida.

El merecido gran orgullo y amor por lo propio acompañan a la protagonista en las evocaciones de la saga familiar y las meditaciones en torno a la realidad actual que se vive en la Isla, pasando por sus razonamientos de los conceptos sobre los que descansan los valores fundamentales del ser humano, hasta llegar irremediablemente a la nostalgia anticipada de quien debe marcharse de su terruño por razones ajenas a su voluntad y espera con ansias el momento de regresar.

Estas memorias son lectura importante, tanto para quienes conocen a Bella Martínez, como para cualquier persona que desee conocer un fragmento de crónica familiar puertorriqueña o que busque reencontrarse con su propio testimonio filial. Es un libro muy humano, gracioso y conmovedor como las vidas que toca, con sus curiosidades, verdades, apreciaciones, opiniones, críticas, deseos y anhelos; todo inmerso en la situación histórica-política-económica-social de este trocito de tierra bendecido por el universo.


Patricia Schaefer Röder
Febrero 2016



miércoles, 14 de mayo de 2014

EL EVENTO, Patricia Schaefer Röder



        Lo había planeado todo con el mayor de los cuidados. Tuvo la idea un miércoles por la noche, cuando todos dormían cansados la rutina de la media semana. Antes había visto el anuncio en Internet, pero en aquel entonces no se atrevía a soñar algo tan audaz. Sin embargo, esa noche del miércoles, la envolvió un halo dulce y luminoso que ella identificó como el alma de la libertad, olvidada hacía demasiado tiempo. Esa caricia tibia, infinitamente placentera, le hizo abrir los ojos como nunca antes. En medio de la oscuridad de su estrecha vida, de pronto lo veía todo; podía discernir entre las cosas verdaderas y las apariencias, y el espíritu preso se percató de que aquel cerrojo tenía llave…y la llave la esperaba encima de la repisa, junto a todas las demás. Embelesada, disfrutó aquella sensación emancipadora en lo que quedaba de noche, y a la mañana siguiente se sintió más viva que nunca. Con una sonrisa amplia y brillante, se vistió y se arregló, soñando con el evento. Sabía que sería grandioso, que si asistía, sería una experiencia inolvidable. El ánimo la tenía flotando muy por encima de los cúmulos y nimbos, más allá aun de los cirros. Sintiendo sobre su piel ese sueño divino, la mente se le despejó y comenzó a analizar la situación. Serían sólo tres noches. Tres noches y cuatro días en los que le pediría a la niñera que durmiera en casa para acompañar a los chicos. Les dejaría varias comidas preparadas para facilitarles su ausencia. Un taxi la llevaría y la recogería del aeropuerto. Ella se quedaría con una amiga; aún le quedaban varias buenas amistades de la época en que vivió en aquella ciudad, más de diez años atrás. Entre varias líneas aéreas buscó la mejor tarifa en pasajes a Nueva York, hasta que encontró los que se ajustaban a su horario y su bolsillo. Así se fue acercando poco a poco a la meta. Resolvió todas las diligencias que tenía en lista desde hacía tiempo, escogió la ropa perfecta para el viaje, alistó todo en casa y dejó a los niños preparados. Llegado el momento de abordar el avión, suspiró pensando en sus hijos, pero al mismo tiempo tranquila de saber que ellos estaban bien y que se alegraban de que su madre al fin se decidiera a hacer algo solamente para ella. Aprovechó el vuelo para descansar su emoción de niña con juguete nuevo y al llegar a la Gran Manzana estaba llena de energía como cuando era adolescente. Aprovechó el tiempo al máximo; sólo hacía lo que quisiera. Estuvo consigo misma, disfrutando de su propia compañía. Recordó viejos tiempos y se aventuró a pensar en el futuro. Las ideas burbujeaban en su cabeza como la última sopa que había preparado tan sólo unos días atrás en casa. En medio del peor frío invernal, caminó por las amplias aceras de aquella ciudad que, a pesar del tiempo y la distancia, seguía siendo suya. Una por una fue encontrándose con sus amigas, reviviendo anécdotas, poniéndose al día con sus vidas, escuchando atenta y contando episodios de la suya. Probó algunos restaurantes nuevos y repitió en otros conocidos mientras se acercaba el instante que tanto había esperado. Una ansiedad primordial la embargaba; no recordaba haberse sentido así en demasiados años. Se dirigió al lugar con bastante antelación, hizo la fila junto a muchos más que tenían la misma meta esa noche. Después de pasar un rato observando en detalle todo cuanto la rodeaba, los porteros indicaron que la espera había llegado a su fin y la dejaron entrar al recinto en medio de la vaguada humana en la que casi se ahogaba. Llegó hasta su asiento, se quitó el abrigo, acomodó sus cosas de la mejor manera y se entregó a la butaca que la recibía amable. Miró todo; no quería perderse de nada. Deseaba que cada segundo, aquellas formas y colores quedaran impresos en sus retinas. Sentada allí, se dio cuenta de que los años no la habían cambiado, que su naturaleza era más fuerte que las circunstancias y que su esencia seguía intacta. Esos momentos la hicieron descubrirse de nuevo como la mujer apasionada que siempre le había caído tan bien; aquella a la que le brillaban los ojos tan solo por la emoción de vivir cada día. En medio de tantas sensaciones juntas, el corazón se estremeció con suavidad mientras el alma sonreía, satisfecha. De pronto, todo oscureció. Unos acordes triunfales inundaron la sala cubriendo todas las superficies, entrando por ranuras, pliegues y poros, haciendo temblar todos los músculos de su cuerpo. Entonces, el evento comenzó.
 
 
©2014 PSR
 
 
"El evento" aparece en A la sombra del mango, relatos de Patricia Schaefer Röder
 
A la sombra del mango, Patricia Schaefer Röder  
Ediciones Scriba NYC – Colección Tinglar 
ISBN: 9781732676756 
 
 
Mención de Honor en los ILBA 2020 
 
 

miércoles, 7 de mayo de 2014

DÍA DE LAS MADRES 2014


Eres madre venezolana
fuerte, luchadora y valiente
cual amazona
mujer con todas las letras
que con amor inculca respeto
necesidad de justicia
gentil dama
la que enseña el valor del estudio y del trabajo
el poder contundente de la verdad
la paz de la conciencia tranquila
a los pichones de su único nido.

Eres madre venezolana
la que cada mañana bendice a sus hijos
cuando enfilan hacia la calle
como hormigas laboriosas
sin saber si el hampa descarada
los dejará regresar por la tarde.

Eres madre venezolana
la del muchacho decente
que con los ojos limpios
salió a protestar sin violencia
y por bueno lo torturaron
humillado a carcajadas
por defender su dignidad.

Eres madre venezolana
que adorabas a tu hija amada
aliento de tu juventud
espejo de tus ideales
parida con mil ilusiones
querías darle el universo
y unos matones de profesión
pagados por asesinos mayores
se la llevaron con saña
porque sí y nada más
al otro mundo.
Masacran a tu niña
sin piedad y frente a todos
mutilan tu misma carne
alumbrada hace tan poco
la sangre escarlata
que compartiste con ella
tus ojos a través de su mirada
por donde buscabas desesperada
su futuro ausente.

Eres madre venezolana
huérfana de hijo
aquella que se quedó inquieta
cuando te besó al despedirse
para salir a luchar por Venezuela
a la que cualquier pesadilla le pareció un cuento de hadas
cuando te llamaron llorando
cuando te lo devolvieron incompleto
cuando sus cuencas estaban opacas
aún eres su madre
y sigues esperando su regreso
por una eternidad.

Eres Venezuela
madre de todos
de tantos jóvenes héroes
de sus madres huérfanas
lucharemos por tu libertad
Venezuela
eres nuestro último aliento
no podemos perderte.


©2014 PSR


miércoles, 19 de diciembre de 2012

EL REGALO


La vio por primera vez cuando era niña. Tendría unos seis años el día que la descubrió en el cuarto de su madre, colocada en el lugar más especial de la repisa de sus tesoros. Era una cajita cilíndrica, un tanto chata, que asemejaba una pequeña sombrerera. Al igual que la tapa, la caja estaba hecha de una sola pieza de madera tornasolada finamente pulida, toda labrada en arabescos que, al recibir serenos el abrazo de la luz, reflejaban tonos cálidos y amables. Las dos partes calzaban a la perfección, quedando cerrada con un lazo de cuero. Su madre la llamaba con cariño “el regalo”.
Desde ese instante, quedó fascinada con el regalo. Aunque siempre había estado allí, ella se percató de su existencia esa mañana sabatina de mayo.
—Mamá, ¿qué es esta cajita? —quiso saber, curiosa.
—En esta cajita está el regalo —respondió la madre con una sonrisa.
—¿Un regalo? ¿Y quién te lo dio?
—Me lo dio la abuela hace años. Es linda, ¿verdad?
—Sí; me gusta mucho. Mamá, estos dibujos parecen hojas, ¿por qué esta cajita parece un árbol?
—Es una cajita muy vieja, de nuestros antepasados. A ellos les gustaba adornarlo todo con flores, hojas y frutas. Para ellos los árboles eran muy importantes.
—A mí también me gustan mucho los árboles, Mamá.
—Lo sé, mi amor, lo sé.
Una y otra vez, a lo largo de los años, al preguntarle a la madre por el regalo, ella le contaba sobre el material, el significado del diseño y la manera en que había llegado a sus manos.

Llegó el día en que terminó la escuela. Había decidido estudiar en la universidad, lejos de su pueblo, en el ombligo del mundo. Mientras preparaba su equipaje, caminaba por la casa fijándose muy bien en todo; formas, colores, sonidos, aromas, adornos… Quería absorber de nuevo, consciente, con fuerza, todo aquello que la hacía ser la persona que era. Necesitaba llenarse de tantos recuerdos, de las experiencias, los sentimientos y las emociones que la hacían ser única. Así, paseaba de cuarto en cuarto reviviendo escenas, diálogos, momentos irrepetibles. Al llegar a la habitación de sus padres, encontró a su madre sentada sobre la cama, esperándola.
—Te estás despidiendo, ¿cierto? —quería comprobar la madre.
—Sí. Es toda una vida…
—Acércate hija, tengo algo para ti.
—¿Para mí? ¿Qué es?
—Es hora de darte el regalo.
—¿Un regalo? ¿Cuál regalo es ese? —preguntó ella, ansiosa.
—Mi madre me dio el regalo cuando tenía tu edad y me preparaba para ser independiente, así como tú lo estás haciendo ahora —dijo la madre con suavidad mientras extendía la mano, ofreciéndole aquella cajita de madera noble.
—No sé qué decir… es tu regalo… la abuela te lo dio a ti… No puedo aceptarlo.
—Debes aceptarlo hija, ha sido la tradición por muchas generaciones. El regalo ha llegado hasta aquí desde nuestros antepasados. Hoy lo recibes tú, y deberás entregárselo a tu hija el día que ella se vuelva independiente. Ábrelo.
Ella tomó la cajita entre sus manos con especial reverencia. Mientras deshacía el lazo de cuero, la madre continuó hablando:
— El mayor regalo que se nos ha dado es la vida, y con ella, el libre albedrío. Siempre, la decisión está en nuestras manos y siempre tenemos el privilegio de actuar de la manera que queramos. Tenemos el poder de decidir qué hacer, cuándo y cómo, en dónde y con quién, y eso solo porque somos libres para ello. Del mismo modo, podemos negarnos a hacer lo que no deseemos. Solo nosotras tenemos la última palabra y solo nosotras somos responsables de nuestros actos. Nosotras corremos con las consecuencias de aquello que hagamos o dejemos de hacer. Hacemos cosas para que se nos acepte o para impedir el rechazo; a veces incluso por miedo, pero las hacemos siempre porque queremos, porque perseguimos algún fin. La decisión es nuestra, y eso nadie lo puede cambiar.
Al abrir la cajita, ella sintió la fragancia de la madera de eucalipto. Instintivamente, cerró los ojos y aspiró profundo.
—Mientras puedas respirar, sabrás que estás viva —dijo la madre—. Y mientras estés viva, serás libre para decidir por ti misma. No lo olvides nunca.

Entonces, ella abrazó a su madre y comprendió.



©2012 PSR

miércoles, 4 de abril de 2012

MAMÁ, MI HÉROE


Mi madre, Ursula Maria Röder nació en Königsberg, Alemania en 1925. Tuvo una niñez muy feliz, a pesar de que su padre murió cuando ella solo tenía 10 años. Vivió los crudos años de la Segunda Guerra Mundial junto a su madre y sus dos hermanos y, hacia el final de la guerra, llegó con su madre a Heidelberg, donde conoció y se casó con Tile Schaefer. Después de cinco años, Ursula y Tile se mudaron a Caracas, Venezuela con Corinna, su hija mayor. Allí nacieron también Jorge, Claudia y Patricia.

Toda su vida, Ursula fue una persona optimista y luchadora que siempre salía adelante. Cada situación difícil que se le presentaba, ella la conquistaba y la superaba con creces.

Ursula fue una mujer que vivió su vida a plenitud. Buena hija y hermana, y luego buena esposa, madre, suegra, abuela y bisabuela. Era muy paciente. Con un corazón enorme y mucho sentido del humor, salpicado de una gran picardía, muchas personas la apreciaban por su inmensa alegría de vivir y por ser un ejemplo de perseverancia en todos los aspectos.

No sé de nadie que no le tuviera cariño a Ursula. Quienes la conocieron saben que siempre estaba al tanto de todo, pendiente de noticias y deportes por igual. Le encantaba el fútbol, la playa, la música, el chocolate, los helados con crema, bailar, cantar y jugar Tetris. Fue una abuela y bisabuela muy “cool”. Ella decía que, cantando, cualquier trabajo y cualquier carga se aligeraba.

Junto a su esposo Tile, Ursula crió a sus hijos de manera recta y con los mejores valores. Durante muchos años, viajó por todo el mundo, disfrutó intensamente del amor de su familia y de este bello país, al que ella consideraba suyo.

Mujer sumamente fuerte, en unos pocos años superó la muerte de su hermano Werner, su esposo Tile y su hijo Jorge. Poco tiempo después, hace cinco años, pasó por el penoso trance de perder una pierna, lo que disminuyó su calidad de vida pero de ninguna manera le quitó las ganas de vivir. Extremadamente valiente, Ursula fue una persona de hechos, una mujer de acciones eficaces. Siempre buscaba soluciones, sorteando los obstáculos que se le presentasen para continuar su camino.

Hoy, vinimos a despedir a Ursula al hacer este nuevo viaje, porque su camino sigue siendo hacia adelante. Te amo, Mamá.


Patricia
3 de abril de 2012


miércoles, 6 de julio de 2011

SOLO TÚ

flotando mil siglos
en mi espera cósmica
buscaba una señal inigualable
aquel destello perfecto
del alma más radiante.

contando lunas
paciente
sabía con certeza
que el encuentro
era inminente.

me escogiste al fin
un punto minúsculo
perdido
entre todas las almas.
ahora
soy tormenta multicolor
de fino polvo de estrellas
porque amaneces en mí
dejando huella
eternamente.

aquella mañana fresca
trajo tu aliento a mi vida
tu vida a mis sueños
tus sueños a mi voluntad
tu voluntad a mi libertad.

mírame
estoy aquí
germinada de amor
sin escapatoria
…lo sabes.
me empujas
sin soltarme ni un tanto
estrujándome el corazón
suprimes mi yo
soy tu propiedad
y así soy feliz.

hambrienta a oscuras por siglos
ya no estoy más.
solo tú sacias plenamente
tan cruel necesidad
de cariño.

eres un ser de luz
deslumbrante
el mayor de todos.
tu impetuoso espíritu
no se cansa de iluminarme
por todos los flancos
envolviendo mi alma
desde dentro
halada por un torbellino de cometas
me traes de regreso
a la realidad dulce
de tenerme.

sé que me amas
así…
sólo porque sí.
sabes que nunca de ti me apartaré
siempre serás mi bebé.


©2011 PSR

miércoles, 22 de septiembre de 2010

FRENTE AL FUTURO

Sentada en el malecón mirando el mar me tranquilizo. Ver su inmensidad, sentir su fuerza imbatible conteniendo tanta vida, saber que nos proporciona mucho del oxígeno que respiramos y del alimento que nos nutre, y ver las olas que nunca dejan de moverse me hace comprobar que el tiempo no se detiene, el camino siempre continúa y que al final todo estará bien.

Todos nacemos con el mismo potencial para ser dichosos, aunque las circunstancias en que nos desarrollemos sean infinitamente variadas. Sea cual fuere la nuestra, siempre queremos y buscamos que todo esté bien, porque así es como debería ser, ¿no? Lamentablemente, de tanto en tanto comprobamos que no es así. A pesar de que pongamos mucho de nuestra parte para ser felices, a veces suceden cosas que, como enormes barricadas, se van amontonando dentro y fuera de nosotros, impidiendo que alcancemos la tan anhelada dicha. Es entonces que debemos reaccionar y actuar con más ánimo y energía para deshacernos de las cosas negativas que se interponen en nuestro camino.

Concibo la felicidad como un estado espiritual; todos la llevamos dentro, tan sólo debemos activarla para que se muestre en su máximo esplendor. Somos felices cuando nos sentimos satisfechos por algún logro, cuando nos complace poseer o disfrutar alguna cosa o situación. La tranquilidad es uno de los elementos que más contribuye a nuestra felicidad. La salud es otro, igual que el amor. Si nos sentimos sanos, en paz y contentos, muy probablemente no nos haga falta mucho más para percatarnos de que somos felices. Entonces, pasamos el interruptor y dejamos que la felicidad nos inunde y se desborde por nuestros ojos, boca, piel, cabello, músculos, voz y alma.

Cuando somos felices de pronto nos damos cuenta de la existencia de tantas cosas bellas que nos rodean e instintivamente suspiramos. Comenzamos a respirar muy hondo para incorporar en nosotros todo aquello que disfrutamos y nos hace bien, lo dejamos dentro por unos momentos para que nos llene e impregne nuestra alma y luego lo dejamos salir de golpe para que regrese donde estaba y nos siga envolviendo y abrigando. Al recordar un sueño bonito también suspiramos y muchas veces sonreímos. En todo caso, cuando somos felices se nos nota, y eso es bueno porque podemos contagiar a los demás, aunque sea por un rato.

Me siento feliz cuando hago sonreír a alguien; más aún si logro hacerlo reír. Y si ese alguien es un desconocido, mi felicidad se multiplica. Aquí en Puerto Rico es fácil hacer reír a la gente, tal vez porque los boricuas son más tranquilos y tienen buen humor. En las calles se siente la buena disposición y la alegría de la gran mayoría, cosa que en otros países lamentablemente se ha perdido. Los puertorriqueños son educados y tienen esa paciencia isleña que tanto bien les hace para sobrellevar la rutina del diario vivir con sus altos y bajos.

Me encanta comprobar que la gente se respeta entre sí a pesar de cualquier diferencia que pueda existir, dirigiéndose al otro sin odios ni rencores infundados. Poder hablar con alguien y que no me respondan de mala manera es algo muy agradable; y que las conversaciones sean a un volumen bajo es extremadamente cómodo, lo admito. Todo es apacible aquí, incluso el tono de voz del boricua. Definitivamente, es fácil acostumbrarse a las cosas buenas que no encontramos en otras partes.

Muy cerca de Venezuela, en pleno Mar Caribe, Puerto Rico tiene una naturaleza, unos paisajes y una raza muy parecidos a los de mi país. Me he enamorado de esta bella isla y de su gente; lo encuentro todo tan similar a lo que solía ser Venezuela antes de irme, hace no muchos años atrás, cuando éramos felices y no lo sabíamos. El puertorriqueño es tolerante y no discrimina; vive y deja vivir a los otros. Es amistoso y buen anfitrión, quiere que los demás se sientan bien en su tierra. No concibe la injusticia y se compadece de los demás. Tiene esa picardía que hace que sus ojos brillen cuando sonríe, porque afortunadamente, aún tiene motivos para sonreír. Y una de las cosas más importantes: aquí todavía se puede disfrutar de la vida y ser feliz.

Vivir en este bello país que me ha abierto sus puertas para seguir creciendo como persona es un regalo invaluable que aprecio profundamente. Aquí me siento arropada, libre y dueña de mis derechos; no temo por mi vida por el sólo hecho de salir a la calle o de poseer algo de valor que lleve conmigo; puedo opinar sin pensar que me echarán de mi empleo o sufriré alguna otra represalia; los servicios públicos funcionan; la calidad de vida le permite a la gente salir adelante y trabajar para convertir sus sueños en realidad; existe la solidaridad porque todos aquí están conscientes de que comparten el mismo suelo y la misma historia, con sus aciertos y sus fallas.

Llegué a Puerto Rico con mi familia hace algunos años ya, por razones laborales. Mis hijos han pasado más de la mitad de sus vidas aquí, disfrutando de la tranquilidad que brinda este trocito de tierra antillana. Como madre que soy, cuido a mis hijos y velo por ellos. Trabajo para darles una buena educación y un futuro sólido en el que crezcan como ciudadanos de bien en un país libre, de la misma manera que lo hicieron mis padres conmigo en aquella Venezuela bella y próspera donde tuve la suerte de nacer. Al igual que tantos otros, mis padres emigraron de su país en busca de un mejor porvenir y llegaron a esa tierra de gracia con mil sueños y dos maletas. Mi caso fue diferente; fui a hacer una especialización profesional en el exterior para luego regresar a casa y poner en práctica lo que hubiese aprendido, pero en el camino mi vida cambió y me mudé a otro país. Eso fue ya hace 16 años. En todo ese tiempo he vivido en diferentes sitios sin dejar nunca de sentirme venezolana; eso no es algo que se borre por el simple hecho de pisar otro suelo. El amor es un sentimiento profundo que llevamos dentro y no depende de cuán cerca o lejos nos encontremos de aquello que amamos.

Hoy aquí, tan cerca de mi tierra natal, y viviendo en paz y con libertad, puedo ver a mis hijos a los ojos con la tranquilidad de saber que, con los valores morales y éticos que les enseño, serán responsables de hacer realidad sus propios sueños sin tener que seguir forzosamente un guión ideológico preconcebido, sin dejarse llevar por odios ni rencores prestados ni discriminaciones artificiales, tan sólo haciendo lo que les dicte la conciencia y la razón. Tendrán el poder para buscar y encontrar su propia felicidad; y eso solamente se puede lograr en libertad. Yo he tenido la fortuna de entender todo eso que me inculcaron mis padres y ahora se lo transmito a mis hijos como algo imprescindible, impostergable e imperativo en la vida. De nosotros y de nadie más depende lo que resulte de ellos; nuestro presente es la semilla de su futuro. Tan sólo debemos dar el ejemplo demostrándole a la siguiente generación que de verdad aprendimos las cosas importantes que nos enseñó la anterior.

Estamos claros; cada quien sabe exactamente lo que debe hacer.



©2010 PSR

miércoles, 9 de junio de 2010

MUJER

Obra maestra
de la vida
creación original
completa
encantadora.
Un sinnúmero de sueños
deseos
anhelos
expectativas genuinas
te adornan entera
por dentro
y por fuera.

Manojo de sentimientos
universo de ideas
fantasías
nuevas
propias.
Curiosa descubres
tu existencia.
Paso a paso
la imaginas
brillante
a todo color
y con la mejor música de fondo.

El destino te va llevando
a veces de la mano
otras con indicaciones
y algunas a leves empujoncitos
…o no tan suaves.
Cumples
con tu parte.
Cada día
llenas los requisitos
que exige el personaje
que encarnas hoy
mientras te preparas
para el rol que te tocará
mañana
y pasado mañana también.
Lo que aún no sabes
es que los papeles en tu obra
se crean pero no se destruyen
ni se transforman
tampoco se sustituyen
sólo se acumulan
incesantemente.

Eres mujer
inigualable
insustituible
todos lo saben.
Tesoro preciado
por muchos
que temen admitirlo
por envidia
por vergüenza
o para no perder
su puesto
…o su poder.

Personaje único
eternamente femenina
siempre tú
como tantas
cientos de roles
máscaras
trajes.
Debes estar lista
para responder
en todo momento
aunque tal vez
nadie te lo pregunte
¿a quién amas?
¿a quién quieres?
¿qué tanto?
¿de qué manera?
¿cuándo?
¿dónde?
¿por qué?
Todos se sienten dueños
de ti.
Todos se saben tus dueños
simplemente es así.

Entonces
cada tanto
en medio de tu rutina
entre los niños y la cena
a medio preparar
te asaltan impertinentes
las dudas
implacables
intolerantes
¿quién te quiere
realmente?
¿quién te ama a ti?
Piensas
intentas responder…
mas no siempre lo logras.
Suena el teléfono
alguien te necesita
de nuevo.
Otro alguien se molesta
por esa llamada entrépita
a una mala hora.
¿Quién te entiende?
¿quién te ignora?
¿quién te usa?
¿quién te abusa?
Lo sabes, sí
te duele
aunque no quieras admitirlo…
Apasionada por naturaleza
romántica sin remedio
con qué facilidad
te dejas chantajear…
¿Quién te contrata?
¿quién te paga?
No siempre valoran
recompensan
respetan
el esfuerzo diario
por mantener el orden
cualquiera que sea éste
el tiempo
invertido en la educación
de tus hijos
y el amor…
el amor.
¿Quién espera qué cosa
de ti
constantemente?
Todos…
todos lo esperan todo
¡por supuesto!
¿Quién sabe qué puede lograr
contigo
naturalmente?
¿Quién te pone a prueba
una y otra vez
para demostrar
hasta dónde puede llegar
impertinente?
Ellos, ellas
el grupo entero
¡…y alguien más!
¿Qué tanto haces?
¿cuáles esperanzas le confiesas
a quién?
A veces es mejor confiar en un extraño…
¿Cuánto trabajas
para quién?
Demasiado haces
por los demás.
¿Qué tanto más debes producir?
¿cuándo?
cuándo…
¿Cuándo te das un tiempo
para detenerte
a respirar
tranquila
profundamente
a plena luz del día?
Tómate un momento
para ver las nubes
mirar a la gente
sus rostros
los ojos de otros
con calma
detallar los verdes
todos distintos
de las plantas
en la calle
en el parque
tocar una flor
sus pétalos
y sus espinas.
Sabes que te lo mereces
inténtalo hoy
recuerda qué se siente
disfrútalo
y luego llámame
para contármelo.

Mujer
alma bella
infinitamente hermosa
desde cualquier ángulo.
Fascinante
ser humano
de mil responsabilidades
simultáneas.
Eres hija, hermana
madre, abuela
esposa, amante
trabajadora
cabeza de familia
compañera
amiga.
Eres tú
lo sabes
pero ante todo
y sobre todo
eres mujer
siempre
…eternamente.



©2010 PSR

miércoles, 19 de mayo de 2010

HERMANOS

Mil rutas
nos traen aquí
cada quien llega
por su cuenta
a su tiempo
momento exacto
ni antes
ni después.

Vidas solapadas
vidas compartidas
más años
menos años
a veces
tan sólo meses
otras ni siquiera eso…
mas compartir sí, ¡claro!
dar y recibir
más bien
tomar al mismo tiempo
ese juguete
una galleta
aquella mano grande
madura
amorosa
hacerse uno
o intentar hacerse
de lo que todos quieren
para sí mismos.

Crecemos juntos
a pesar de nosotros
en medio del resto
abriéndonos paso
como podemos
en la más genuina competencia
la más feroz de las carreras
supervivencia del más apto
…o del más consentido
aquel que supo tocar la música
con las teclas precisas
para encantar a los demás.

Maduramos
cada uno a su manera
cada quien a su ritmo
tantos sabores somos
como cachorros inquietos
de la misma camada.

Amor, dolor
penas, alegrías
repartidas por igual.
Pan dulce, leche
divinas tajadas
acaparadas por un tenedor
demasiado veloz
cien motivos de pelea
en la mesa del comedor.

En los otros
que son los nuestros
ubicamos exactamente
dónde están las cicatrices
de la piel
y del alma
los queremos
cuanto podemos
nos conocemos
todos
a fondo
no hay máscaras
ni antifaces
detrás de los cuales
logremos escondernos.
Cada gesto
es un comentario directo
toda mueca
cualquier sonrisa
el tono preciso
para decir
esa frase dulce
o hiriente.
Rostros eternos
formas amigas
rasgos memorizados
en infinitas
líneas naturales
obvias, perennes
¿dónde más podrían estar?
¿de qué otra forma podrían ser
si no fuesen así
perfectas?
Sabemos quiénes somos
desde siempre
soportamos los defectos
admiramos las virtudes
sufrimos juntos
celebramos la vida
y lo que ella nos trae.
Siempre seremos pichones
del mismo nido.

Todos por su cuenta
siguen caminos únicos
parten del mismo origen
con mapas originales.
Tenemos rasgos iguales
y somos tan diferentes
agua, vino, aceite
crema y pomada
gritos y silencios.
Compartimos un pasado
revivimos los recuerdos
sensaciones
sentimientos
cada quien como quiere
como puede
al fin y al cabo
son la única realidad.

Nuestros ojos se hacen eco
de una buena carcajada
risa divina
por aquella anécdota divertida
de ese entonces lejano.
Luego los cerramos
para evitar desbordar
aquel río que trae consigo
la remembranza de quien ya no está.

Querida hermana
hermano amado
gracias por hacerme sentir
que al pasar de la vida
en medio de todo
aún siguen a mi lado.



©2010 PSR

miércoles, 24 de febrero de 2010

APRENDIZAJE

Ayúdate, que Dios te ayudará.

“Rezar siempre ayuda. Rezar es la solución para todos los problemas; es el mejor remedio para todos los males. Si estás en apuros, reza”, decía mi madre. Era muy santa, mi madre. Y muy sabia. Santa y sabia, sí señor. Mi madre decía que todos los días se aprendía algo. Y tenía razón. Así mismito es. Hoy me tocó aprender esto a mí. Así mismo. Toda la vida fui una persona devota que asistió a la misa diaria de las seis de la mañana. Fui creyente y practicante desde que tenía memoria; así me crió mi madre. Y así crié yo a mis hijos también. Josué mi marido también era religioso. Nos conocíamos desde que éramos unos chamaquitos y pasamos toda la vida juntos. Toda la vida, en verdad. Nunca nos separamos, siempre nos quedamos en este pueblo. Aquí nacieron nuestros cinco hijos, en nuestro pueblo, que era también el pueblo de nuestros padres. De nuestras familias. De nuestros antepasados. En este pueblo; este mismo pueblo pacífico que no huyó del ejército que venía del norte. Nos habían dicho que nos fuéramos, pero no quisimos abandonar nuestros hogares. Ya sabíamos que bajaban, pero la verdad era que ellos no tenían nada que buscar aquí. Como nosotros no habíamos hecho nada malo, no teníamos nada que temer. Así que nos quedamos, rezamos mucho y confiamos en que no vendrían a nuestro pueblo. Seguro se desviarían y pasarían por otro lado. Los pueblos vecinos se iban vaciando, y nosotros orábamos para que no llegaran al nuestro. Pero esta mañana sentimos el olor a pólvora y sudor cayendo pesado como la bruma del norte. Y en medio de la nube fueron apareciendo como una jauría salvaje. Un enjambre armado y loco. Hombres que parecían animales, con las ropas sucias y las caras manchadas, mostrando los dientes en una ira centellante que brotaba diabólicamente de sus ojos enardecidos. Pero sabíamos que eran seres humanos como nosotros. Al verlos, oramos en silencio por sus almas. Eran soldados. Soldados que llegaban y mataban todo lo que se moviera. No preguntaban de qué bando era cada quien. Sólo disparaban y quemaban lo que había a su alrededor. Era como si el infierno se hubiera adueñado de la tierra y todos nosotros hubiésemos sido condenados por pecadores. Josué y yo reunimos a nuestra familia para rezar, seguros de que la oración nos salvaría. Su madre, mi padre, mi hermana Matilde y los chamaquitos; todos oramos. Oramos cuando oímos a los soldados acercarse gritando. Seguimos orando mientras el ejército bloqueaba nuestra casa. Rezamos al oler la gasolina que echaban por las paredes. Rezamos con más fervor cuando los soldados le prendieron fuego por las cuatro esquinas y el techo. Rezamos al sentir la temperatura subir y rodearnos, cubriéndonos como una frazada de lana en pleno verano. Oramos a pesar de que nuestras gargantas ardían secas y nuestra vista se nublaba. No dejamos de rezar mientras, tomados de las manos, nos ahogábamos en el humo negro, tosiendo y con los ojos llenos de lágrimas. Rezamos mientras nuestras ropas y nuestra carne se chamuscaban, nuestro cabello derritiéndose como plástico. Oramos más aún. Rezamos con más fuerza que nunca. Uno a uno fuimos cayendo. Seguíamos rezando, humillados ante las llamas enormes y desbocadas que consumían lo poco que teníamos. Nuestras cosas. Nuestro aire. Nuestra vida. Oramos hasta perder el conocimiento. Hasta perderlo todo. Rezamos hasta comprender al fin que, a veces, rezar no sirve de nada.


©2007 PSR

miércoles, 17 de febrero de 2010

LA MÁSCARA

Se levantó a la misma hora de siempre, se aseó y se puso su versátil disfraz de todos los días, escogió la máscara del momento para que sus hijos supieran quién era, se ocupó del desayuno, los llevó a la escuela y luego se dirigió al trabajo; en el auto se cambió la máscara por aquella que le permitiría entrar a la oficina y tratar con los empleados y los clientes; en la hora del almuerzo se puso la máscara de la amistad y la camaradería y de regreso en la oficina la volvió a colocar en el mismo lugar donde la tiene guardada para esos casos especiales; al final de la jornada recogió a los niños con la máscara pertinente, llegó a casa y rápidamente se la cambió por otra para que su pareja se sintiera feliz de verle; antes de la cena se colocó la máscara de la vida familiar, luego llevó a los niños a la cama y se volvió a poner la máscara complementaria de su pareja, compartieron el mismo rato de siempre, el conocido beso de buenas noches y se comenzó a preparar para dormir; se cepilló los dientes, se peinó, se salió del disfraz, se quitó la máscara y al mirar al espejo se percató de que no había nadie.


Copyright ©2009 PSR



* "La máscara" fue llevado a las tablas como un ejercicio de teatro, requisito para la graduación de las modelos en la academia SModeling Studio en Arecibo, Puerto Rico, a cargo de la Prof. Helena Colome el viernes 10 de junio de 2011.
 
"La máscara" aparece en la antología Yara y otras historias, de Patricia Schaefer Röder.
Ediciones Scriba NYC
ISBN 978-0-9845727-0-0







miércoles, 21 de octubre de 2009

PAPÁ

Una torre de paciencia
me espera siempre
fijamente
a pesar de todas
y cada una
de mis tardanzas.

Veo una parte de mí
en aquellos ojos pardos
te siento tan cerca
en medio del vivir diario
te hablo, te pienso
te quiero
eternamente.

Alcanzo tu mejilla
con mi mano sedienta
de un encuentro más
una nueva oportunidad
de mostrarte cuánto te amo.

Cien preguntas tengo
en todos los instantes
sólo para ti
y sé que tendrás
más de cien respuestas
para ilustrarme
en cada oportunidad.

Salgamos a pasear
mano con mano
hablando sin fin.
Recorramos el mundo
entero, ¡todo!
junto a una taza de café
y un trozo de pastel.

Acaricio tu cabello
fino y plomizo
mi corazón se hincha
desbordándose
por las cuencas
de mi alma.

Deja que te abrace
fuertemente
enciérrame gentil
estréchame
y dime
que nunca me dejarás.

Eres el sueño raudo
anhelos alados
que inspiraste en mí
con el deseo contundente
de convertirse en realidad
a pesar de mí misma.

Escucho tu risa
me llamas
sonríes
aguardas de nuevo
esperas por mí
una vez más.



©2009 PSR

miércoles, 9 de septiembre de 2009

DEMASIADO REAL

4:30 a.m.
tu cuerpo despierta solo
a la rutina del día
se levanta, despereza
aseas tu yo de pies a cabeza
hay que trabajar
como siempre

calendarios que juegan sucio
congelando el tiempo
en un eterno tormento
ocupada la mente
olvidas tu vida
para sobrevivirla
un día a la vez

trabajo, trabajo, trabajo
niños, escuela, deberes
casa, trabajo, marido
el día lleno de quehaceres
¿y la vida, dónde queda?
allá colgada con la ropa
decolorándose al sol
reseca en el tendedero
de tus miserias

“es tan real y fuerte”
pensaste al verlo
“apasionado, impetuoso”
al conocerlo
enamorándote
hace una eternidad
mariposa flotando alegre
hacia el relámpago
demasiado real
distraída recordando
sueñas con tu pasado
mientras los gritos te empujan
a refugiarte en el trabajo

ya tus labios no sonríen
no saben cómo hacerlo
año tras año
jugando al escondite
contigo misma
ocultando la herida
de los insultos

vejada te aíslas
del resto del mundo
lágrima a lágrima
crece la represa
enfermando
decayendo
creyéndolo todo
marchitándote
lentamente muriendo

9:00 p.m.
al fin
tu alma despertó
sacudida por el jarrón
que lograste esquivar

después de tanto tiempo
la moneda cayó en su lugar
la máquina aún funciona
sabe qué hacer
siempre lo supo
sólo que no lo sabía

tranquila
resiste un poco más
el espíritu toma impulso
para lanzarse
a volar

3:30 a.m.
los sentidos alertas
el corazón preparado
duerme la borrachera
te mueves rápida y ligera
recoges tu vida
en jirones de polvo
pero tuya

libre y soberana
dueña de tu destino
ríe tu alma junto a los niños
serena, madura
amanece temprano
en la carretera
de tu existencia
los naranjas más hermosos
te hinchan de ilusiones
loca por vivir de nuevo
tú y tus hijos
no falta nada
nunca más.


©2008 PSR

miércoles, 15 de julio de 2009

2045

En la orilla norte del río Guaire hay una anciana que invoca a los espíritus. Vive no muy lejos del nuevo parque residencial de buses habitacionales, en una casa de friso blanco y techo de tejas rojas.

La mujer hace aparecer a los difuntos en la pantalla de un antiguo televisor de tubos catódicos; una especie de bola mágica encerrada en un vejestorio de finales del siglo pasado. Se trata de un clásico Sony de 23 pulgadas con mando a control remoto. ¡Cómo me divertí viendo películas en uno de esos cuando era niño!

Qué tiempos aquellos, cuando teníamos todo y no lo sabíamos. En cambio ahora, cincuenta años más tarde y viviendo en un mundo privado de electricidad, los chicos no sabrían qué hacer con un televisor como ése, sino desarmarlo y usar sus partes para construir aparatos mecánicos, o hasta para hacer esculturas. ¡Qué diferencia con la infancia de mi generación! Muchísimos de nuestros juguetes y aparatos de uso diario funcionaban con baterías o electricidad: autos, computadoras, teléfonos, cámaras, aparatos de música, artefactos del hogar. Las cosas divertidas o importantes andaban con corriente. En mi época todo dependía de la energía eléctrica y todo giraba alrededor de ella; la economía, la política, los empleos. Quien poseía la energía, tenía algo que decir. Ahora es distinto. El meteorito aquel del 2025 desvió para siempre el curso de la humanidad, regresándola de golpe a una vida artesanal y rudimentaria, después de haber experimentado adelantos técnicos casi inimaginables para el hombre. Me resulta un tanto irónico que ahora, en pleno 2045, nos encontremos en medio de este renacimiento que nos impuso el destino. Al menos las artes y las humanidades están cobrando nueva fuerza, a raíz del descubrimiento obligado del espíritu dormido. Religión, ciencias ocultas, metafísica; todo está avanzando a pasos agigantados. El mundo entró en una nueva etapa mística, y la mística se fue colando poco a poco en la gran mayoría de la gente.

Muchas personas le han pedido ayuda a la anciana del Guaire para establecer contacto con seres queridos que ya no están entre nosotros. Dicen que es capaz de invocar cualquier espíritu y que además les habla con confianza, como una amiga. Hace poco fui a ver a la anciana también. Quería comunicarme con mi esposa, que se había quitado la vida dos años antes, víctima de depresiones. Aunque no estaba totalmente seguro de que la anciana me pudiera ayudar, decidí intentarlo. Necesitaba saber que Isabel estaba bien; le quería decir que la seguía amando y que la recordaba todos los días.

Llegué en mi vieja bicicleta bajo el abrasador sol del mediodía. Mi ropa está totalmente embebida en sudor; algo a lo que aún no me termino de acostumbrar, pero con lo que he tenido que vivir forzosamente por falta de aire acondicionado. Me seco y me pongo otra camisa para estar más presentable.

La casa está huérfana en un camino de tierra cercano a la orilla del río. Sólo la acompañan las ruinas desmembradas de una vieja torre eléctrica. Se nota que fue construida hace muchísimo tiempo, pero nadie sabe con certeza cuándo. Toda esa zona solía estar prácticamente deshabitada hasta hace poco, pero ahora el gobierno local decidió llevar cincuenta módulos de buses-casas refaccionados para crear un elegante complejo vacacional en las cercanías.

Aunque no está en su mejor momento, la casa me recuerda aquellas sobrias construcciones coloniales del siglo diecinueve, con sus paredes blancas y los techos rojos a dos aguas, altos y elegantes. Sus ventanas largas, adornadas con rejas de hierro forjado, dan a un pasillo abierto y techado que corre alrededor de la casa, regalándole frescura al interior. Parecería la casa grande de alguna hacienda que no pudo sobrevivir a la industrialización, o tal vez a la globalización; quién sabe.

Me acerco titubeante al porche. La pesada puerta de madera está entreabierta. Llamo y escucho una voz en la lejanía que me dice que entre. Muevo un poco la puerta para pasar. La diferencia de luz me ciega por un instante. Mis ojos se van acostumbrando poco a poco, hasta que logro ver los pesados muebles distribuidos por el salón. La luz del sol entra por las ventanas que dan al patio interno, iluminando el interior a través de ligeras cortinas de encaje color crema. Un mantel desteñido por los años cubre la mesa del comedor, y en la vitrina las copas lucen opacas y la platería manchada. Los cojines de terciopelo de los sillones se ven gastados. Todo está en ese orden particular que tienen las casas abandonadas hace mucho tiempo. Parece que no hubiera nadie, y sin embargo sé que la anciana vive aquí. Además, me dijo que entrara, ¿pero dónde estará?

Avanzo hacia la siguiente sala buscando la voz que me dio paso. De pronto la escucho detrás de mí. Me presento y me disculpo por irrumpir en la tranquilidad de su casa. Ella me mira serena y dice que no me preocupe.

Es una mujer de aspecto agradable y sencillo. Lleva puesta una bata blanca con estampado de florecitas. Su contextura es delgada, de baja estatura y tez morena. Tiene el cabello gris, recogido justo detrás de las orejas, en un moño que asemeja una cebolla. Me mira a través de sus lentes con unos ojos grandes y negros, muy expresivos, al igual que las líneas que definen su rostro. Tendrá unos setenta años, pero se conserva muy bien. ¿Será que esta anciana vive sola en una casa tan grande?

La anciana comenta que me parezco a su hijo, que debe tener más o menos mi edad. Le pregunto si vive con él y dice que no. Se fue de la casa hace veinte años, justo después del meteorito. Me cuenta que lleva tiempo esperando que su hijo venga a verla. Lo extraña mucho, pero él no la visita nunca. Pensé en mi madre, ¡cómo me gustaría poder visitarla! Pero ella también había abandonado este mundo, igual que Isabel. Se me ocurrió que si todo salía bien hoy, tal vez podría pedirle ayuda a esta mujer para comunicarme con mi madre en otra oportunidad.

Pasamos a la pequeña sala donde está el televisor. Preguntó si había traído algún objeto de Isabel para establecer el contacto, y yo le di un pañuelo bordado que ella siempre llevaba consigo. La mujer tomó el pañuelo en una mano y posó la otra sobre el televisor durante unos minutos, cerrando los ojos mientras decía: “Isabel, Isabel… Querida Isabel, ¿estás ahí? Nicolás te vino a visitar”.

De pronto comenzaron a verse unos destellos brillantes en la negra pantalla del televisor. Una voz conocida salía de los altavoces. Era Isabel que me hablaba, a la vez que los destellos vibraban y cambiaban de color. Se le oía tranquila, apacible. La nostalgia me estremeció. Le dije que la amaba y que siempre pensaba en ella. Ella lo sabía. Siempre lo había sabido, pero a mí me gustaba decírselo. Era como un juego; repetíamos el mismo diálogo una y otra vez, hasta que uno de los dos se daba por vencido. Hoy la dejé ganar a ella. Una emoción inmensa invadió mi pecho cuando dijo que ella también me seguía queriendo. Las lágrimas se derramaron mudas por mis mejillas y al rato me despedí de ella, dejándola regresar a su nuevo sitio.

Le agradecí a la anciana desde el fondo de mi corazón. Camino a la puerta, le pregunté qué le podía dar a cambio por tan inmenso favor. Se limitó a decirme que no podía hacer nada con los bienes materiales, y que lo único que ella deseaba era que su hijo la viniera a visitar. Cómo me hubiera gustado ayudarla con eso; pero nunca me dijo su nombre ni dónde lo podía encontrar.

En el camino de regreso vi a un grupo de personas que se dirigían a la casa de la anciana. Es verdad que la mujer es famosa, pero lo que más me impresionó fue su gran generosidad.

Tres semanas después se cumplían cinco años de la muerte de mi madre y decidí ir a la casa de la anciana, a ver si podía ponerme en contacto con ella. De nuevo me recibió con mucha amabilidad y pasamos a la salita del televisor. Estaba a punto de darle el rosario de mi madre para que la invocara, cuando escuché a alguien entrar en la casa. La mujer dio un salto y exclamó: “¡Mi hijo! ¡Al fin vino!”. Volteé la cabeza en dirección a la puerta, y vi venir a un hombre corpulento de unos sesenta años que compartía las facciones de la anciana. Parecía no entender qué hacía yo allí, sentado frente al televisor con un rosario en la mano. Me preguntó quién era y por qué había entrado en su casa. Intenté explicarle que su madre había sido tan amable de ayudarme unas semanas atrás con el asunto de mi esposa, y que ahora me estaba ayudando a ponerme en contacto con mi propia madre. El hombre me miraba perplejo e insistía en que yo había entrado sin permiso en una propiedad privada, a lo que le contesté que su madre me había dejado entrar, igual que a tantas otras personas que venían a pedirle ayuda todo el tiempo.

“¡¿Pero de qué cuernos me habla usted?! ¡Esta casa ha estado cerrada desde hace veinte años! ¡Aquí no vive nadie!” gritó, mientras buscaba algo en una gaveta del recibidor. Sacó una foto a blanco y negro de una tumba en la que se leía claramente: Idalisa Vegas, 1955-2025. “¡Mi madre murió hace veinte años. Se electrocutó durante el choque del meteorito, mientras buscaba el canal de las noticias en la televisión! ¡Ahora lárguese de aquí!”.

Furioso, se dirigió hacia la puerta, donde su madre lo esperaba con los brazos abiertos, y pasó a través de la anciana que se quedó inmóvil, llorando el llanto quedo de los que se han tenido que conformar.


© 2007 PSR

 
** "2045" obtuvo el Tercer Premio en el 16 Concurso Literario del Instituto de Cultura Peruana en Miami, Estados Unidos, en 2007. 

"2045" aparece en la antología Yara y otras historias de Patricia Schaefer Röder 
Ediciones Scriba NYC 
ISBN 978-0-9845727-0-0 


  

jueves, 7 de mayo de 2009

LAS MADRES TAMBIÉN SOMOS SERES HUMANOS

(Sí, ya sé; no sólo las madres somos seres humanos, también los padres lo son. Pero en esta oportunidad me ocuparé sólo de las madres, en vista de que soy una de ellas).

En realidad, casi todas las mujeres tenemos algo de madres. Está en nuestra naturaleza cuidar de alguna manera de alguien o de algo. No hay que tener hijos para poseer este instinto y desarrollarlo. Vaya entonces este escrito a todas aquellas mujeres que son madres en el sentido más amplio de la palabra.

Antes que nada, las madres somos mujeres. La gran mayoría de nosotras fuimos mujeres antes de ser madres. Teníamos una vida propia con metas personales, sueños y anhelos, entre los que también figuraba, en muchos casos, formar una familia. Aquellas mujeres que tenemos una familia sabemos lo difícil que puede resultar encontrar unos minutos de tranquilidad para una misma, en una etapa de la vida en la que todas las responsabilidades parecieran girar alrededor de nosotras como una espiral descendente, cayendo al final con todo su peso justo encima de nuestras cabezas ya embotadas por las preocupaciones diarias.

Somos madres y queremos a nuestras familias. Los hijos, la pareja, los familiares –padres, hermanos, abuelos, tíos y otros– forman parte de nuestras vidas y son importantes para nosotras. Tenemos el deber de atender a sus necesidades y de estar allí para ellos, y generalmente lo hacemos con gusto. Sentimos la obligación de ayudarles en todo lo que se proponen, criamos a nuestros hijos de la mejor manera que podemos y cuidamos de niños y ancianos con el mismo esmero. Además de todo eso, generalmente nos toca mantener el orden en la casa y la familia. Y como todo el mundo sabe, el trabajo de la casa no termina nunca; ni siquiera cuando se tiene ayuda para ello. Siempre hay mil cosas de las cuales debemos estar pendientes: las necesidades básicas de alimentación y vestido, el orden de la casa, la salud, las cuentas, la escuela, las tareas, el ocio sano, el esparcimiento y los compromisos de todo tipo. Obviamente, para que todo esto funcione se requiere una buena organización del tiempo. Ah, el tiempo… El tiempo es el recurso que por lo general tiende a escasear más en la vida diaria de cualquier persona citadina como yo.

Somos muchas las mujeres que aparte del trabajo del hogar también desempeñamos un trabajo profesional. En estos casos la distribución del tiempo resulta vital si queremos mantener algún rastro de cordura en nuestras vidas. Tenemos que estar bien organizadas para poder hacerle frente al día a día de manera eficaz. Todas sabemos que no es fácil; si no tenemos cuidado, la calidad de nuestra labor puede verse afectada, ya sea en el hogar o en el trabajo. Y como esto no nos gusta, hacemos de tripas corazón para que nos rinda el valioso tiempo, el recurso no renovable más importante que tenemos. Resulta importante entonces definir nuestras prioridades para decidir qué cantidad de tiempo podemos concederle a los diferentes aspectos de nuestras vidas: la familia, la pareja, el trabajo y la casa. Así, organizamos las horas de que disponemos en la forma más justa que encontramos, y vivimos de esa manera y a ese ritmo por una temporada que puede ser más o menos larga, hasta que nos damos cuenta de que hay un problema con la ecuación anterior: ¡no nos incluimos a nosotras a la hora de repartir el tiempo!
Es muy fácil olvidarse de una misma cuando se tienen mil obligaciones diarias y sólo se dispone de 24 horas cada día para resolverlas. Generalmente se tiende a dar mayor prioridad a las cosas de los demás y a dejar las de una para “cuando tenga más tiempo”. Ésa es la trampa más frecuente del ritmo de vida acelerado que llevamos las mujeres de las ciudades: creer que más tarde tendremos tiempo para nosotras. Resulta que ‘más tarde’ suceden otras cosas que requieren nuestra atención, y así volvemos a perder la oportunidad de hacer lo que teníamos pensado inicialmente.

Necesitamos tener un tiempo para respirar en paz. La falta de tiempo causa estrés, ansiedad y angustia. Cuando sentimos que aumenta la presión, nos ponemos más nerviosas y perdemos la paciencia con mayor facilidad, pudiendo incluso llegar a experimentar una sensación de hastío. Admito que esto me sucede de vez en cuando, sobre todo cuando tengo mucho trabajo y me tengo que trasnochar varias veces seguidas. Estoy consciente de que me encuentro lejos de ser la madre perfecta, pero también sé que intento hacer todo de la mejor manera que puedo. Al igual que el resto de la gente, las madres necesitamos aire. Tenemos que poder disfrutar de ratos libres para hacer catarsis, o para utilizarlos en actividades creativas o de esparcimiento. Nosotras también nos merecemos un tiempo propio en el que podamos decidir simplemente no hacer nada, si eso es lo que se nos antoja. Tenemos el derecho a realizarnos y a ser felices sin necesidad de sentirnos culpables. No por esto dejaremos de querer y de cuidar a nuestras familias. Al fin y al cabo, las madres también somos seres humanos.


©2005 PSR

domingo, 3 de mayo de 2009

MADRE

eres la ola que rebasa el dique
de mis párpados
soy tu reflejo indomable
me veo en tu alma y pienso:
¡no puedo hacerlo!
no quiero hacerlo

es inútil
te amo por lo que eres
un arco iris de flores
hacendosas productoras de néctar
que los pájaros roban
las abejas usan
sin permiso
lo transforman
te dejas robar
no quiero ser igual
no puedo ser igual
¡quiero ser yo quien fabrique la miel!
al fin y al cabo
siempre lo fui

yo también robé tu néctar

pasan los días
pasan todos los momentos del mundo
pasa adelante el polvo
que añeja mis recuerdos
sigo allí
viendo el espejo
reconociendo tu mirada

fuimos una
hace siglos
una se desdobló en dos
otra se volvió a desdoblar
somos tres

eres el pensamiento alado
preso de las circunstancias
los grilletes
no te dejaron alzar el vuelo
tu alma escapaba
de cuando en vez
pero siempre regresó

sentiste tu pasado
acaricias el presente
tiernamente
ahora
hazte eco del futuro
¡por favor!
lo necesito.


©2007 PSR