LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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miércoles, 17 de julio de 2013

MI MEJOR AMIGA


Vienes a mi encuentro
con el alma abierta
entre los brazos.
Adornada de sonrisas
cuentas mil historias
subrayadas en la luz
de tu mirada limpia.
Escucho atenta
perdiéndome en tu rostro
perfecto.  
Mi vista no sabe detenerse
miro barbilla, boca, nariz, ojos
que me hablan al unísono
sobre todo tus ojos…
y yo te oigo y me divierto
viviendo un poco de tus días
entre aquellas palabras hiladas
con fibras de sentimiento.
No importa la senda
escarpada o llana
que deban tus pies andar
no conoces otra vía
que no sea la correcta
entre flores y piedras
pisando polvo milenario
te lo dice tu instinto
hecho de buena esencia.
El corazón más grande
con el que se ha topado el mío
le regaló alas a tu espíritu
poniéndolo en libertad
de escoger verdad y justicia
volando alto
sol y viento en tus cabellos
mirando el mundo
sin prejuicios, desde siempre.
Tienes la sabiduría intacta
de la juventud plena
que, genuina, no se vende
ni negocia su conciencia
que de noche duerme tranquila
arropada por las estrellas
sin temor a la oscuridad
ni miedo a las apariencias
y yo te veo, maravillada
admirando la valentía
que respiran tus poros
al defender tus ideas.
De nuevo, hija mía
te acercas a mí
iluminando todo a tu alrededor
dulcemente te estrecho
mientras tú, hermosa
sólo por ser como eres
llenas mi alma
de inmensa alegría
eternamente
mi mejor amiga.


©2013 PSR


miércoles, 26 de septiembre de 2012

L I B E R T A D


Luz en lo oscuro
despierta mi conciencia
anestesiada.

Independencia
de pensamiento y acción
gaviotas libres.

Besan mi esencia
mil instantes eternos
intensamente.

Eres el sueño
de paz y tranquilidad
que bien persigo.

Respiro libre
dentro del arco iris
de la justicia.

Tantos escollos
mas mi alma me guía
hacia la dicha.

Alas muy grandes
sostienen mi decisión
y me protegen.

Dame un momento
la fuerza y el aliento
para vivirte.


©2012 PSR


miércoles, 18 de julio de 2012

PEDACITO DE MI SER

Eres mi más anhelado deseo hecho realidad, la compañía perfecta para mi alma desde el primer latido de tu corazón. La responsabilidad más dulce convertida en ser humano, eres el motivo que no me deja abandonar la vida en un rincón. Por ti siento la necesidad de ser una mejor persona cada día, y me percato una y otra vez de que no tengo ninguna excusa válida para no serlo. Eres el futuro brillante y limpio de mi conciencia, la esperanza que eleva mi espíritu más allá de las estrellas.

Eres la nobleza de tus convicciones envuelta en el ímpetu joven, el deseo de libertad y justicia que lucha tercamente para no dejarse vencer. Así, tú misma eres el camino que debes recorrer, mirando al frente el futuro despejado y brillante, pintado de música viva. Tienes la inteligencia y la sabiduría de la próxima generación, la voluntad que se impone frente a las montañas y los abismos, y esa pasión que convierte los deseos en hechos.

Genuina y natural, eres la colección más completa de sentimientos hermosos, el manantial del cariño más puro contenido en un solo corazón. Eres la melodía perfecta compuesta con acordes de luz y bondad. Cual hada mágica, irradias la belleza que inunda todos los espacios a tu alrededor; eres la luz del día y la profundidad de la noche abierta al misterio.

Eres sensible, sincera y auténtica; la alegría sana que no conoce los prejuicios. Eres la frescura y la candidez de una mañana radiante en un prado florido, lleno de mariposas de mil colores que vuelan al viento.

Hija mía, eres lo más hermoso de mi vida. Te amo.


©2012 PSR


miércoles, 22 de septiembre de 2010

FRENTE AL FUTURO

Sentada en el malecón mirando el mar me tranquilizo. Ver su inmensidad, sentir su fuerza imbatible conteniendo tanta vida, saber que nos proporciona mucho del oxígeno que respiramos y del alimento que nos nutre, y ver las olas que nunca dejan de moverse me hace comprobar que el tiempo no se detiene, el camino siempre continúa y que al final todo estará bien.

Todos nacemos con el mismo potencial para ser dichosos, aunque las circunstancias en que nos desarrollemos sean infinitamente variadas. Sea cual fuere la nuestra, siempre queremos y buscamos que todo esté bien, porque así es como debería ser, ¿no? Lamentablemente, de tanto en tanto comprobamos que no es así. A pesar de que pongamos mucho de nuestra parte para ser felices, a veces suceden cosas que, como enormes barricadas, se van amontonando dentro y fuera de nosotros, impidiendo que alcancemos la tan anhelada dicha. Es entonces que debemos reaccionar y actuar con más ánimo y energía para deshacernos de las cosas negativas que se interponen en nuestro camino.

Concibo la felicidad como un estado espiritual; todos la llevamos dentro, tan sólo debemos activarla para que se muestre en su máximo esplendor. Somos felices cuando nos sentimos satisfechos por algún logro, cuando nos complace poseer o disfrutar alguna cosa o situación. La tranquilidad es uno de los elementos que más contribuye a nuestra felicidad. La salud es otro, igual que el amor. Si nos sentimos sanos, en paz y contentos, muy probablemente no nos haga falta mucho más para percatarnos de que somos felices. Entonces, pasamos el interruptor y dejamos que la felicidad nos inunde y se desborde por nuestros ojos, boca, piel, cabello, músculos, voz y alma.

Cuando somos felices de pronto nos damos cuenta de la existencia de tantas cosas bellas que nos rodean e instintivamente suspiramos. Comenzamos a respirar muy hondo para incorporar en nosotros todo aquello que disfrutamos y nos hace bien, lo dejamos dentro por unos momentos para que nos llene e impregne nuestra alma y luego lo dejamos salir de golpe para que regrese donde estaba y nos siga envolviendo y abrigando. Al recordar un sueño bonito también suspiramos y muchas veces sonreímos. En todo caso, cuando somos felices se nos nota, y eso es bueno porque podemos contagiar a los demás, aunque sea por un rato.

Me siento feliz cuando hago sonreír a alguien; más aún si logro hacerlo reír. Y si ese alguien es un desconocido, mi felicidad se multiplica. Aquí en Puerto Rico es fácil hacer reír a la gente, tal vez porque los boricuas son más tranquilos y tienen buen humor. En las calles se siente la buena disposición y la alegría de la gran mayoría, cosa que en otros países lamentablemente se ha perdido. Los puertorriqueños son educados y tienen esa paciencia isleña que tanto bien les hace para sobrellevar la rutina del diario vivir con sus altos y bajos.

Me encanta comprobar que la gente se respeta entre sí a pesar de cualquier diferencia que pueda existir, dirigiéndose al otro sin odios ni rencores infundados. Poder hablar con alguien y que no me respondan de mala manera es algo muy agradable; y que las conversaciones sean a un volumen bajo es extremadamente cómodo, lo admito. Todo es apacible aquí, incluso el tono de voz del boricua. Definitivamente, es fácil acostumbrarse a las cosas buenas que no encontramos en otras partes.

Muy cerca de Venezuela, en pleno Mar Caribe, Puerto Rico tiene una naturaleza, unos paisajes y una raza muy parecidos a los de mi país. Me he enamorado de esta bella isla y de su gente; lo encuentro todo tan similar a lo que solía ser Venezuela antes de irme, hace no muchos años atrás, cuando éramos felices y no lo sabíamos. El puertorriqueño es tolerante y no discrimina; vive y deja vivir a los otros. Es amistoso y buen anfitrión, quiere que los demás se sientan bien en su tierra. No concibe la injusticia y se compadece de los demás. Tiene esa picardía que hace que sus ojos brillen cuando sonríe, porque afortunadamente, aún tiene motivos para sonreír. Y una de las cosas más importantes: aquí todavía se puede disfrutar de la vida y ser feliz.

Vivir en este bello país que me ha abierto sus puertas para seguir creciendo como persona es un regalo invaluable que aprecio profundamente. Aquí me siento arropada, libre y dueña de mis derechos; no temo por mi vida por el sólo hecho de salir a la calle o de poseer algo de valor que lleve conmigo; puedo opinar sin pensar que me echarán de mi empleo o sufriré alguna otra represalia; los servicios públicos funcionan; la calidad de vida le permite a la gente salir adelante y trabajar para convertir sus sueños en realidad; existe la solidaridad porque todos aquí están conscientes de que comparten el mismo suelo y la misma historia, con sus aciertos y sus fallas.

Llegué a Puerto Rico con mi familia hace algunos años ya, por razones laborales. Mis hijos han pasado más de la mitad de sus vidas aquí, disfrutando de la tranquilidad que brinda este trocito de tierra antillana. Como madre que soy, cuido a mis hijos y velo por ellos. Trabajo para darles una buena educación y un futuro sólido en el que crezcan como ciudadanos de bien en un país libre, de la misma manera que lo hicieron mis padres conmigo en aquella Venezuela bella y próspera donde tuve la suerte de nacer. Al igual que tantos otros, mis padres emigraron de su país en busca de un mejor porvenir y llegaron a esa tierra de gracia con mil sueños y dos maletas. Mi caso fue diferente; fui a hacer una especialización profesional en el exterior para luego regresar a casa y poner en práctica lo que hubiese aprendido, pero en el camino mi vida cambió y me mudé a otro país. Eso fue ya hace 16 años. En todo ese tiempo he vivido en diferentes sitios sin dejar nunca de sentirme venezolana; eso no es algo que se borre por el simple hecho de pisar otro suelo. El amor es un sentimiento profundo que llevamos dentro y no depende de cuán cerca o lejos nos encontremos de aquello que amamos.

Hoy aquí, tan cerca de mi tierra natal, y viviendo en paz y con libertad, puedo ver a mis hijos a los ojos con la tranquilidad de saber que, con los valores morales y éticos que les enseño, serán responsables de hacer realidad sus propios sueños sin tener que seguir forzosamente un guión ideológico preconcebido, sin dejarse llevar por odios ni rencores prestados ni discriminaciones artificiales, tan sólo haciendo lo que les dicte la conciencia y la razón. Tendrán el poder para buscar y encontrar su propia felicidad; y eso solamente se puede lograr en libertad. Yo he tenido la fortuna de entender todo eso que me inculcaron mis padres y ahora se lo transmito a mis hijos como algo imprescindible, impostergable e imperativo en la vida. De nosotros y de nadie más depende lo que resulte de ellos; nuestro presente es la semilla de su futuro. Tan sólo debemos dar el ejemplo demostrándole a la siguiente generación que de verdad aprendimos las cosas importantes que nos enseñó la anterior.

Estamos claros; cada quien sabe exactamente lo que debe hacer.



©2010 PSR