LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

¡Atrévete! Regala libros originales: A la sombra del mango; relatos breves. Yara y otras historias; 34 relatos, 34 sorpresas. Divina: la mujer en veinte voces; antología latinoamericana de cuentos. Andares; cuentos de viajes. Siglema 575: poesía minimalista; una nueva manera de vivir la poesía. Di lo que quieres decir: Antología de siglemas 575; resultados de los Certámenes Internacionales de Siglema 575. Por la ruta escarlata, novela de Amanda Hale traducida por Patricia Schaefer Röder. El mundo oculto, novela de Shamim Sarif traducida por Patricia Schaefer Röder. Por la ruta escarlata y Mi dulce curiosidad, novelas de Amanda Hale traducidas por Patricia Schaefer Röder, ganadoras de Premios en Traducción en los International Latino Book Awards 2019 y 2020. A la venta en amazon.com y librerías.

¡Encuentra mis libros en el área metro de San Juan, Puerto Rico! Librería Norberto González, Plaza Las Américas y Río Piedras; Aeropuerto Luis Muñoz Marín, Carolina.

Mostrando entradas con la etiqueta avila. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta avila. Mostrar todas las entradas

miércoles, 12 de febrero de 2014

EN MARCHA POR CARACAS…


Incluso la noche más oscura termina con la salida del primer rayo de sol. --PSR
 
“…Con el apuro nuestro de cada día metimos todo y entramos en el carro. Primero Gabriel en su silla infantil, bien ajustado y cómodo a la vez en el asiento trasero. Luego Serafina a su lado. Menos mal que la brisa se llevó un poco el calor y la humedad que se había acumulado hasta el mediodía bajo un manto delgado de nubes grises. “Espero que no se agüe la fiesta” recuerdo que pensé al ver el cielo cuando me sentaba frente al volante.
 
En la radio sonaba “Contigo”, la canción preferida de Gabriel, y nos pusimos a cantarla junto a Ilan Chester mientras comenzábamos a bajar por la falda del Ávila rumbo al sur. Pasando el Obelisco de la Plaza Altamira tomamos la Autopista del Este en dirección a la Universidad Central. Avanzando por el río continuo de carros que fluye a lo largo del valle lleno de edificios altos, y acompañados siempre al norte por la gran montaña verde que esta vez tenía puesta una bufanda plomiza, una vez más Gabriel me señaló maravillado la enorme lata de crema Nivea al lado derecho de la autopista. Más adelante llegamos al distribuidor El Pulpo y me preguntó por qué se llamaba así. “Se llama El Pulpo porque tiene muchos brazos”, contesté. Así conectamos con la autopista Valle-Coche, de nuevo rumbo al sur, hacia la carretera Panamericana.
“Mami, y María Lionza dónde está?”, quiso saber.
“Ella está sobre su danta, a la derecha”, señalé. “Hoy no la veremos porque nos desviamos por el Pulpo”, dije.
“¿Y cuándo la vamos a ver de nuevo?”, insistió.
“Cuando tengamos que ir a la Plaza Venezuela; tal vez la próxima semana”, respondí.
 
Poco a poco, el cielo sobre la ciudad se iba cubriendo de una espesa capa negra que casi no dejaba pasar la luz. De pronto me sentí como un pez atrapado bajo el techo negro de un derrame de petróleo en el mar. Gabriel me preguntaba si estaba anocheciendo y yo le explicaba que sólo eran unas nubes oscuras que tapaban el sol, pero que seguro se irían pronto…”.
 
 
©2006 PSR
 
Fragmento de "Travesía" ©2006 PSR 
"Travesía" aparece en la antología Yara y otras historias, de Patricia Schaefer Röder.
Ediciones Scriba NYC
ISBN 978-0-9845727-0-0


 
 

miércoles, 25 de julio de 2012

C A R A C A S



Cuánta alegría
en mi tierra hermosa
hay en tu día.

Armada de luz
moderna y tradicional
respiras pasión.

Rey, el Ávila
y el León de Santiago
son tus guardianes.

Artífice eres
de justicia y libertad
para tus hijos.

Cuna de grandes
recibes a tantos más
sin distinciones.

Antes y ahora
persigue tu futuro
digna y valiente.  

Sueño contigo
en un mejor porvenir
deseándote paz.



©2012 PSR


miércoles, 4 de julio de 2012

NIÑA MÍA



Mi niña querida
amiga bella de la infancia
corazón que aún late puro
en medio de tu circunstancia
niña eterna que cantas y sueñas
descubriendo la vida
día a semana, mes a año
incansable
inderrotable
buscando la felicidad.

Niña hermosa de mis ojos
cual rayito mañanero
trigueña, rubia, morena, cobriza
es un arco iris perfecto
tu piel, tu mirada, tu cabello
mi bella niña mestiza.

Niña alegre que juegas en la sabana
hablando con paraulatas y alcaravanes
amiga de Mariposa y Lucerito
reina de los maizales.

Niña pícara que corres sin miedo
al encuentro con olas espumosas
persiguiendo cangrejos escurridizos
oyendo el canto de las caracolas.

Niña risueña de paseo por los montes
decorados con joyas de frailejones
miras la nieve en las cumbres
entre arroyos helados
que roncos llaman tu nombre.

Niña pura que danzas sonriente
al ritmo de cantos ancestrales
experta en la selva y sus ríos
hermana de tortugas, orquídeas y aves
respiras hondo en ese mosaico infinito de verdes
de vida…
plena en tu mundo vegetal.

Niña noble que juegas a ser grande
corriendo hacia el futuro
riendo por las calles de la ciudad
forjando tu meta con paso seguro.

Niña linda que creces
mirando el Ávila, el Catatumbo
sintiendo en tu piel
el Orinoco y el Llano
estallando en mil colores
junto al crepúsculo andino
volando con los pelícanos
por el Caribe entero
y más allá aún
hacia el sol brillante.

Baila siempre libre, viva
crece fuerte, buena y bella
eres dueña de tu destino
mi niña valiente
generosa, brillante
nunca olvides que la luz que alumbra
es la que está adelante
mi brava niña
niña dulce
camina hacia la meta
respira en paz
y nunca pares de andar
por la buena senda
grande niña Venezuela.



©2009 PSR


miércoles, 27 de julio de 2011

CARACAS

Julio 2011. Apenas llego a Caracas e instantáneamente comienza a rebobinarse mi memoria junto a mis sentimientos. A pesar de que suelo visitar a mi familia casi cada año, cada vez que vengo, siento que regreso después de pasar una vida entera afuera. Recuerdo claramente que antes, la sola idea de vivir en otra parte que no fuese Venezuela era algo insólito para mí; nunca me vi siquiera protagonizando ningún sueño parecido. Es así, simplemente soy venezolana; una caraqueña que no puede y no quiere eliminar la semilla de concreto y monte que persiste en ella después de cien siglos y a pesar de incontables nuevas vivencias. Si bien es cierto que me sé tan venezolana como cualquiera, con demasiada frecuencia se me quería hacer sentir extranjera aquí mismo, en mi propia tierra. Y aunque intentaba no darle mucha importancia a tantas palabras sin sentido, no puedo negar que de vez en cuando me haya tropezado dentro con esas vetas de confusión y molestia. Así es la vida; ahora que llevo tantos años viviendo afuera, donde realmente soy extranjera, me siento cómoda: toda una ciudadana de un mundo que cada vez se encoge más.

Soy caraqueña y siempre lo seré. Aún puedo decir que he vivido la mayor parte de mi vida aquí, en este pedacito de trópico. Mi infancia tranquila, llena de mañanas frescas y tardes soleadas al aire libre, mangos maduros y paseos por parques verdes, llena de escuela y amigas que continúan siéndolo. Mi adolescencia y mis veintes casi enteros, apasionados de amor y cultura, de cines y museos, de fiestas, de cafés, de subidas al Ávila y salidas en grupo.

Eso fue hace tiempo ya. El destino me llevó a vivir en varios países diferentes y estoy segura de que aún me tocará establecerme en otros lugares más. Pero a pesar de los kilómetros y los años de ausencia, desde que regresé a casa por primera vez, siempre me sucede lo mismo: salgo del avión y mi alma vuela atrás en el tiempo, escapando veloz rumbo a una época luminosa, tan fácil de vivir, tan genuina, intensa, plena… De pronto me veo reencontrándome conmigo misma, redescubriendo una vez más mi familia, mi casa, mi ciudad y mi país.

Al volar hacia el pasado por ese túnel del tiempo improvisado que me lleva desde el avión hasta el terminal del aeropuerto, las imágenes de Caracas que evoca mi mente no encuentran su reflejo en mis pupilas. Me invade un desconcierto total. Después de unos instantes de pánico vuelvo a comprobar que la ciudad sigue viva y cambia con cada respiro que da. Mi bella Caracas ha pasado por tantas situaciones, unas veces amables y otras extremas, que la han hecho madurar a la fuerza y crecer desesperadamente, sin poder encontrar la relación sana entre los dos eventos, abandonándose más bien al crecimiento hueco y a la maduración tardía de un gigante con problemas serios de aprendizaje. Sin duda es una ciudad con muchísimos desafíos, con infinitos contrastes que le dan un aire pesado de metrópoli apocalíptica por un lado y una tenue brisa fresca, vanguardista y tropical, por el otro. Desde siempre, mi ciudad ha tenido problemas de memoria, desechando las cosas buenas que tradicionalmente han funcionado, para aventurarse a tantas innovaciones desconocidas y de calidad dudosa. Para quien no la comprende, Caracas se asemeja a una criatura quimérica, llena de fragmentos más o menos acabados que no guardan relación entre sí. Sin embargo, quienes la conocemos y amamos, sabemos que la ciudad en su valle y sus alrededores es tan noble que recibe cualquier adquisición sin chistar, ajustándose de buena gana a la prótesis de turno.

A Caracas la han engañado demasiadas veces y no se cansan de hacerlo a cada instante. Prometen limpiarle las heridas que le causan quienes tanto la maltratan, mientras le pintan futuros próximos y lejanos de mil colores estridentes que la enceguecen y la dejan delirando en sueños ansiosos, baratos. Ciega por tanto humo e ilusiones vanas se vuelve mi ciudad, sin escuchar consejos ni razones. La verdad es que cada vez escucha menos; más pronto que tarde la ciudad se está quedando sorda, yaciendo inmersa en sí misma, una colmena enorme que no puede apagar el zumbido de fondo que la enloquece poco a poco. Muchas veces le duele la cabeza cuando sin cesar intenta que su lado derecho e izquierdo cooperen y trabajen juntos para lograr una tarea, frecuentemente sin llegar a ningún resultado. La madre leona ruge de impotencia cada vez que alguien es víctima de la delincuencia y el crimen, cuando el temor envuelve a sus crías, y se frustra al ver que el pánico perenne las vuelve indolentes o agresivas. Se ha hecho adicta a los antidepresivos y los calmantes para sobrellevar los tiempos turbulentos que la arrastran sin piedad.

Hoy, mi amada Caracas está maquillada para el aniversario de la Independencia. Con un colorete ligero refrescaron el rostro de la Sultana de 444 años recién cumplidos, le hicieron un nuevo peinado y una caricia en la mejilla. Remozada por fuera, la bella matrona sufre de mala circulación. Sus venas y arterias están taponadas y a veces el cuerpo no quiere hacerle caso, pero al igual que toda Venezuela, su sangre es color vinotinto y tan solo eso le basta para hacer latir fuertemente su corazón.

En estos momentos, Caracas tiene tantas cosas en su contra que a veces la gente no sabe qué responder cuando le pregunto qué es lo que más le gusta de ella. Para mí, sin embargo, la respuesta sigue siendo muy fácil: el Ávila, que no se rinde y sigue acompañando a su amada pase lo que pase, la vida cultural que llena el espíritu de quienes se dejan envolver por su manto, y sobre todo mi gente; los de siempre, los de ahora: todos aquellos que me iluminan, me mueven y me hacen sonreír, son lo mejor de mi ciudad.

No me canso de comprobar que a lo largo del tiempo la historia se revela cíclica, con altos y bajos… Así, tengo la certeza de que en un futuro no muy lejano, Caracas se recuperará y saldrá airosa de lo que la aqueja. Como todo, esto también pasará.


©2011 PSR

miércoles, 22 de julio de 2009

ENAMORÁNDOME...

"...De pronto me di cuenta de que estaba pasando por un episodio de enamoramiento puro. Mis enamoramientos son una droga divina, y son perfectamente lícitos. Y en esto yo me reconozco como la más viciosa del mundo. Es inevitable; cuando me lanzo, lo hago de cabeza, me sumerjo hasta el fondo y me dejo llenar por completo.

Mi alma se enamora constantemente. Todos los días me enamoro de algo o alguien, sin importar si se trata de un ser animado o inanimado. Lo único que no puedo hacer es enamorarme de un ser desanimado; iría totalmente en contra de lo que me mueve. Sería como tener una mala conexión a tierra, por la que escaparía mi energía para dejarme completamente vacía.

En ese estado delicioso de enamoramiento perenne –siempre en la parte ascendente de la relación– todo es fuegos artificiales, campanas y estrellitas de colores. Es un descubrir infinitos detalles uno a uno; más rápido, más lento, dependiendo de cómo reaccione el objeto de mi enamoramiento y del tipo de relación que tenga con él al momento en que mi alma decida levantar la barra para darle la bienvenida.

Siempre he sido así, desde pequeña. Me apasiono por cosas y personas; quiero entenderlas a fondo, explorarlas hasta el límite; su mente y su corazón, conocer su alma sentimiento por sentimiento, llenarme de ellas hasta desbordar la represa, adentrarme en sus ideas y sueños, compartir emociones y luego estrecharlas fuertemente y abrir los brazos para soltarlas a su destino.

Enamorarse es engancharse de amor por algo. Cuando me enamoro, lo hago en cuerpo y alma. No sé pensar en otra cosa sino en aquello a lo que me enganche, o que me haya enganchado a mí. Me alimento de eso; lo respiro, lo bebo, me visto de ello y me dejo envolver como las hojas por el rocío mañanero. Y por las noches, el objeto de mi enamoramiento se convierte en el pensamiento que me lleva de la vigilia al sueño.

Enamorarse es soltar las amarras y elevarse por encima de todo; poner al espíritu en libertad total y dejar que el alma se hinche de emoción. Enamorarse es alimentarnos de cosas hermosas y regalar amor. Me enamoro de mi familia, de mis amigos, de las palabras, de mis escritos. Me enamoro de mis proyectos y de mi trabajo. Me enamoro de mis países, mis ciudades y mi isla; del Ávila, del Castillo de Heidelberg, de Central Park y del Castillo del Morro. Me enamoro de quienes puedo aprender algo; de las buenas personas, las generosas, las inteligentes y las divertidas; de los que son ocurrentes y me hacen reír, y también de muchos otros que se han abierto conmigo para mostrarme sus sentimientos. Me enamoro de la gente creativa y creadora, de la apasionada y visceral; de los que son auténticos, genuinos, sin importarles lo que los demás piensen de ellos. Me enamoro de las personas tolerantes y compasivas; de las sencillas y las humildes de corazón. Me enamoro de la gente con una moral y una ética humanas. Me enamoro de quienes buscan ayudar a los demás y de aquellos que siempre intentan hacer felices a todos los que les rodean. Me enamoro de las personas que transmiten cosas positivas; de las que me dan tranquilidad, de las que me regalan paz y de las que me hacen sentir bien. Me enamoro de las almas luminosas que llegan a mi vida para ayudarme a disipar las sombras…"

© 2008 PSR