LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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miércoles, 17 de febrero de 2016

RESEÑA: Esquizofrénica, de Bella Martínez


Esquizofrénica
Bella Martínez
Amazon, USA
Enero 2016


Leí y viví los 70 suspiros y el epílogo de Esquizofrénica con el gusto de quien va descubriendo cosas nuevas y maravillosas, saboreando cada imagen, cada expresión y cada situación que Bella me confiaba a través de su narrativa coloquial, que hace que pueda oírla contármelo todo junto a un café o una copa de vino en la sala de su casa.

Esquizofrénica es un libro de memorias cien por ciento boricua en el que se entrelazan las raíces y florecen las vivencias de la protagonista y su clan, siempre al ritmo de la salsa, la bomba y la plena.

El tono casual en que está narrado el libro nos permite deslizarnos sin problema por las vivencias de la protagonista al compartirnos situaciones graciosas o difíciles, donde las coloridas anécdotas llevan consigo una carga de reflexiones que igual pueden denunciar una terrible injusticia, como también elucubrar una razón válida que la explique.

El amor por la tierra, por la familia y por el círculo de gente allegada desemboca en un embelesamiento donde los recuerdos sirven para revelar los conceptos de la vida y el mundo. La Cacica, los hijos, tías y hermanas de vida constituyen el oxígeno que respira la autora en cada una de las hazañas que nos muestra.

El libro comienza ubicándonos en la red del parentesco de la autora, nos deja ver la dinámica familiar y su circunstancia personal dentro del marco cotidiano y laboral, que la lleva a ausentarse en repetidas ocasiones, cosa que influye de manera definitiva en su estilo de vida.

El merecido gran orgullo y amor por lo propio acompañan a la protagonista en las evocaciones de la saga familiar y las meditaciones en torno a la realidad actual que se vive en la Isla, pasando por sus razonamientos de los conceptos sobre los que descansan los valores fundamentales del ser humano, hasta llegar irremediablemente a la nostalgia anticipada de quien debe marcharse de su terruño por razones ajenas a su voluntad y espera con ansias el momento de regresar.

Estas memorias son lectura importante, tanto para quienes conocen a Bella Martínez, como para cualquier persona que desee conocer un fragmento de crónica familiar puertorriqueña o que busque reencontrarse con su propio testimonio filial. Es un libro muy humano, gracioso y conmovedor como las vidas que toca, con sus curiosidades, verdades, apreciaciones, opiniones, críticas, deseos y anhelos; todo inmerso en la situación histórica-política-económica-social de este trocito de tierra bendecido por el universo.


Patricia Schaefer Röder
Febrero 2016



miércoles, 12 de junio de 2013

F A M I L I A



Felices vamos
buscando las raíces
casi olvidadas.

Armados de sol
iluminamos vidas
entrelazadas.

Mujeres y hombres
forman aquellas redes
de los ancestros.

Iridiscentes
brillan fuertes los tonos
puros del alma.

La sangre es gruesa
y nunca se diluye
en la memoria.
 
Iremos siempre
pisando el futuro
desde el pasado.
 
Abierta mi alma
entre brazos cálidos
respiro en paz.
 
 
©2013 PSR


miércoles, 27 de julio de 2011

CARACAS

Julio 2011. Apenas llego a Caracas e instantáneamente comienza a rebobinarse mi memoria junto a mis sentimientos. A pesar de que suelo visitar a mi familia casi cada año, cada vez que vengo, siento que regreso después de pasar una vida entera afuera. Recuerdo claramente que antes, la sola idea de vivir en otra parte que no fuese Venezuela era algo insólito para mí; nunca me vi siquiera protagonizando ningún sueño parecido. Es así, simplemente soy venezolana; una caraqueña que no puede y no quiere eliminar la semilla de concreto y monte que persiste en ella después de cien siglos y a pesar de incontables nuevas vivencias. Si bien es cierto que me sé tan venezolana como cualquiera, con demasiada frecuencia se me quería hacer sentir extranjera aquí mismo, en mi propia tierra. Y aunque intentaba no darle mucha importancia a tantas palabras sin sentido, no puedo negar que de vez en cuando me haya tropezado dentro con esas vetas de confusión y molestia. Así es la vida; ahora que llevo tantos años viviendo afuera, donde realmente soy extranjera, me siento cómoda: toda una ciudadana de un mundo que cada vez se encoge más.

Soy caraqueña y siempre lo seré. Aún puedo decir que he vivido la mayor parte de mi vida aquí, en este pedacito de trópico. Mi infancia tranquila, llena de mañanas frescas y tardes soleadas al aire libre, mangos maduros y paseos por parques verdes, llena de escuela y amigas que continúan siéndolo. Mi adolescencia y mis veintes casi enteros, apasionados de amor y cultura, de cines y museos, de fiestas, de cafés, de subidas al Ávila y salidas en grupo.

Eso fue hace tiempo ya. El destino me llevó a vivir en varios países diferentes y estoy segura de que aún me tocará establecerme en otros lugares más. Pero a pesar de los kilómetros y los años de ausencia, desde que regresé a casa por primera vez, siempre me sucede lo mismo: salgo del avión y mi alma vuela atrás en el tiempo, escapando veloz rumbo a una época luminosa, tan fácil de vivir, tan genuina, intensa, plena… De pronto me veo reencontrándome conmigo misma, redescubriendo una vez más mi familia, mi casa, mi ciudad y mi país.

Al volar hacia el pasado por ese túnel del tiempo improvisado que me lleva desde el avión hasta el terminal del aeropuerto, las imágenes de Caracas que evoca mi mente no encuentran su reflejo en mis pupilas. Me invade un desconcierto total. Después de unos instantes de pánico vuelvo a comprobar que la ciudad sigue viva y cambia con cada respiro que da. Mi bella Caracas ha pasado por tantas situaciones, unas veces amables y otras extremas, que la han hecho madurar a la fuerza y crecer desesperadamente, sin poder encontrar la relación sana entre los dos eventos, abandonándose más bien al crecimiento hueco y a la maduración tardía de un gigante con problemas serios de aprendizaje. Sin duda es una ciudad con muchísimos desafíos, con infinitos contrastes que le dan un aire pesado de metrópoli apocalíptica por un lado y una tenue brisa fresca, vanguardista y tropical, por el otro. Desde siempre, mi ciudad ha tenido problemas de memoria, desechando las cosas buenas que tradicionalmente han funcionado, para aventurarse a tantas innovaciones desconocidas y de calidad dudosa. Para quien no la comprende, Caracas se asemeja a una criatura quimérica, llena de fragmentos más o menos acabados que no guardan relación entre sí. Sin embargo, quienes la conocemos y amamos, sabemos que la ciudad en su valle y sus alrededores es tan noble que recibe cualquier adquisición sin chistar, ajustándose de buena gana a la prótesis de turno.

A Caracas la han engañado demasiadas veces y no se cansan de hacerlo a cada instante. Prometen limpiarle las heridas que le causan quienes tanto la maltratan, mientras le pintan futuros próximos y lejanos de mil colores estridentes que la enceguecen y la dejan delirando en sueños ansiosos, baratos. Ciega por tanto humo e ilusiones vanas se vuelve mi ciudad, sin escuchar consejos ni razones. La verdad es que cada vez escucha menos; más pronto que tarde la ciudad se está quedando sorda, yaciendo inmersa en sí misma, una colmena enorme que no puede apagar el zumbido de fondo que la enloquece poco a poco. Muchas veces le duele la cabeza cuando sin cesar intenta que su lado derecho e izquierdo cooperen y trabajen juntos para lograr una tarea, frecuentemente sin llegar a ningún resultado. La madre leona ruge de impotencia cada vez que alguien es víctima de la delincuencia y el crimen, cuando el temor envuelve a sus crías, y se frustra al ver que el pánico perenne las vuelve indolentes o agresivas. Se ha hecho adicta a los antidepresivos y los calmantes para sobrellevar los tiempos turbulentos que la arrastran sin piedad.

Hoy, mi amada Caracas está maquillada para el aniversario de la Independencia. Con un colorete ligero refrescaron el rostro de la Sultana de 444 años recién cumplidos, le hicieron un nuevo peinado y una caricia en la mejilla. Remozada por fuera, la bella matrona sufre de mala circulación. Sus venas y arterias están taponadas y a veces el cuerpo no quiere hacerle caso, pero al igual que toda Venezuela, su sangre es color vinotinto y tan solo eso le basta para hacer latir fuertemente su corazón.

En estos momentos, Caracas tiene tantas cosas en su contra que a veces la gente no sabe qué responder cuando le pregunto qué es lo que más le gusta de ella. Para mí, sin embargo, la respuesta sigue siendo muy fácil: el Ávila, que no se rinde y sigue acompañando a su amada pase lo que pase, la vida cultural que llena el espíritu de quienes se dejan envolver por su manto, y sobre todo mi gente; los de siempre, los de ahora: todos aquellos que me iluminan, me mueven y me hacen sonreír, son lo mejor de mi ciudad.

No me canso de comprobar que a lo largo del tiempo la historia se revela cíclica, con altos y bajos… Así, tengo la certeza de que en un futuro no muy lejano, Caracas se recuperará y saldrá airosa de lo que la aqueja. Como todo, esto también pasará.


©2011 PSR

jueves, 16 de junio de 2011

VUELTA 2011

nada se detiene
nunca
todo se mueve
aprisa
una época vivida
toda una vida
más bien varias
intensas
queridas…
quinientas mil lecciones
aprendidas
lentamente
o de un solo golpe
tiempos lejanos
sabores irrepetibles
tan conocidos…
amigos.

una nube de mariposas
me encierra en un punto
todas las etapas
cuántos sucesos
más aromas
regresan a la memoria
cuando volvemos
revivimos instantes
de pronto somos parte del paisaje
de antaño
aquellos sueños se desempolvan
batiendo las alas
alzando el vuelo
juntos
a un solo tiempo
los pulmones se hinchan
a reventar
con cada detalle
de nuevo.

colmados de una esperanza
tesonera
esos rostros queridos
desde siempre
sin edad
ni barreras
centellantes de sonrisas
encendidos de recuerdos
son reflejos interminables
entre los corazones gemelos.

cada encuentro desbordante
de alegría
cada mirada inundada
de luces dulces
refulgentes…
sutiles
añoranzas nutridas
anécdotas que se agolpan
en el alma.

me pierdo divinamente
en un abrazo eterno
fuerte y tierno
a la vez
inundando las cuencas
galopando el pecho.
encerrada entre dos cornucopias
conocidas
increíblemente cómodas
mi piel toda recibe
el alimento vital
puro cariño
convertido en calor
renovado
de sentimiento.

feliz
paso por las puertas abiertas
de tu hogar.
me siento en casa
aun estando tan lejos de la mía.
la dicha estalla
como flor en primavera
agradecida
de ser tan bien recibida.

un almuerzo
una cena
…cien antojos satisfechos.
un paseo
un picnic
¡como en los viejos tiempos!
una excusa cualquiera
como siempre
para volver a vernos.

complacida mi mirada
se llena de detalles
perfectos
infinitos
en comisuras amables
con líneas tranquilas
y texturas suaves
que los hacen
uno a uno
seres tan especiales.
plena como la luna blanca
me siento en su presencia
la paz me invade
irremediable
y compruebo
que no existe distancia
ni tiempo
cuando el afecto es un arco iris
que a través de la lluvia
brilla sincero.
¡qué bueno es estrecharlos
tan cerca!
¡qué bueno es sentirlos
y hacerles reír
una vez más!
…qué bueno es saberlos
allí
siempre
gente bella
mi familia
y mis amigos.


©2011 PSR