LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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miércoles, 5 de febrero de 2014

MI MEJOR AMIGO


“…Conozco a mi amigo desde que tengo memoria. Han pasado muchos años ya desde la primera vez que jugamos juntos, y sin embargo seguimos teniendo esa relación pura y transparente que tuvimos desde el principio. Mi amigo y yo compartimos vivencias, sueños y juegos. Teníamos todo el tiempo del mundo en nuestras manos y hablábamos sobre cuanta cosa nos pasara por la cabeza. Podía confiar ciegamente en él; sabía que nunca me defraudaría. Lo que prometía, lo cumplía sin falta. Nunca me mintió ni hizo nada que me doliera. Tampoco me cambió por nadie; estaba segura de que ninguna otra persona podía quitarme del puesto en que me tenía.

Recuerdo con ternura las tardes que fuimos a montar a caballo, y cuando recogíamos caracoles a la orilla de la playa. Siempre que había algo que hacer, mi amigo me acompañaba. Y sé que lo hacía con el mayor de los gustos, porque él también disfrutaba mi compañía tanto como yo disfrutaba la suya. En la playa volábamos cometas cuando había suficiente viento, o nadábamos juntos en la bahía de aguas serenas a la que solíamos ir. También íbamos a montar bicicleta y al parque del caballo blanco. “Yo me quiero subir a la cola del caballo”, le decía, y él asentía con una gran sonrisa. “Pero es más divertido si te montas en el lomo”, me contestaba. “Está bien, primero en la cola y después en el lomo”, decía yo. Y sin falta, en algún momento, me retaba a meter la mano en aquella boca roja del caballo blanco del parque, y me decía que tuviera cuidado de que no me mordiera. Siempre acepté su desafío; el caballo blanco nunca me mordió.

Nos volvimos expertos en todas las artes; desarmábamos cada obra en trocitos minúsculos y la volvíamos a crear como mejor nos parecía. Nos asombrábamos ante las cosas sencillas y maravillosas del mundo, y a la vez no había nada que nos escandalizara. No existían temas prohibidos ni tabúes ocultos; la tolerancia y el respeto abrieron nuestras mentes en las ciencias y la religión. “Vive y deja vivir, pero siempre con dignidad”, era el lema. Nada escapaba a nuestra atención; desde el musgo sobre las piedras y la brisa en las palmeras, hasta la protesta por el derecho a vivir o a morir. Desde un concierto de la banda marcial hasta una exposición de arte contemporáneo, pasando por el sermón del párroco cualquier domingo o la primera plana del periódico; todo merecía algún comentario, alguna reflexión, alguna discusión.

Siempre estaba ahí. Siempre tenía tiempo para acompañarme en alguna aventura o para ayudarme en algún proyecto que se me ocurriera. Como lo demás, también eso era recíproco, sólo que a veces tenía que esperar un poco por mí. Es inevitable; de alguna manera hago esperar a los que me quieren, como si instintivamente quisiera poner a prueba su resistencia. Pero mi amigo siempre fue paciente y siempre me esperó.

Todas las tardes, alrededor de las tres, tomábamos café con el pastel que hubiese ese día. Si no había pastel, comíamos galletas. Nos deleitábamos compartiendo ese ritual diario que terminó volviéndose algo casi sagrado. Si había alguien más, lo incluíamos momentáneamente en nuestra ceremonia, sabiendo que sería sólo una situación puntual, efímera y sin mayor trascendencia. Es que mi amigo era una enciclopedia viviente; a todos les gustaba hablar con él sobre cualquier cosa. Y yo, feliz de escucharlo.

Mi amigo y yo nos preocupábamos el uno del otro. Cuando tenía algún problema, me ayudaba y me daba ánimo para seguir adelante, pero también respetaba mis decisiones y mis puntos de vista. Su mirada inquisitiva, profunda y clara a la vez, me daba confianza y me convencía de que yo era lo suficientemente fuerte para lograr cualquier cosa que me propusiera, siempre. Así mismo fue cuando me entusiasmé con la oportunidad de estudiar afuera. Conocería otra cultura, otra gente. Tendría la oportunidad de ampliar mis horizontes y abrir mi mente a nuevas ideas; podría terminar de madurar lejos de la familia y tomar las riendas de mi vida. Él sabía que necesitaba hacerlo, y a pesar de que fue duro para los dos, estábamos conscientes de que era por mi propio bien. De nuevo me apoyó, y aunque no fue la última vez que lo hizo, fue la más decisiva de todas. A mi amigo le debo en parte el rumbo que tomó mi vida y por eso le estoy infinitamente agradecida. Él fue lo suficientemente noble y fuerte como para dejarme ir a perseguir mis sueños, quedándose ansioso a la espera de las noticias que le enviara de tan lejos. ¡Cómo lloramos al despedirnos! Nunca olvidaré la expresión de profunda tristeza que había en su rostro, la misma que tantos años después me sigue estrujando el corazón, casi impidiéndome respirar. Sin embargo, tenía que ser así; tenía que irme…”.

©2006 PSR

Fragmento de "Loba" ©2006 PSR 
"Loba" aparece en la antología Yara y otras historias, de Patricia Schaefer Röder.
Ediciones Scriba NYC
ISBN 978-0-9845727-0-0

 

miércoles, 27 de julio de 2011

CARACAS

Julio 2011. Apenas llego a Caracas e instantáneamente comienza a rebobinarse mi memoria junto a mis sentimientos. A pesar de que suelo visitar a mi familia casi cada año, cada vez que vengo, siento que regreso después de pasar una vida entera afuera. Recuerdo claramente que antes, la sola idea de vivir en otra parte que no fuese Venezuela era algo insólito para mí; nunca me vi siquiera protagonizando ningún sueño parecido. Es así, simplemente soy venezolana; una caraqueña que no puede y no quiere eliminar la semilla de concreto y monte que persiste en ella después de cien siglos y a pesar de incontables nuevas vivencias. Si bien es cierto que me sé tan venezolana como cualquiera, con demasiada frecuencia se me quería hacer sentir extranjera aquí mismo, en mi propia tierra. Y aunque intentaba no darle mucha importancia a tantas palabras sin sentido, no puedo negar que de vez en cuando me haya tropezado dentro con esas vetas de confusión y molestia. Así es la vida; ahora que llevo tantos años viviendo afuera, donde realmente soy extranjera, me siento cómoda: toda una ciudadana de un mundo que cada vez se encoge más.

Soy caraqueña y siempre lo seré. Aún puedo decir que he vivido la mayor parte de mi vida aquí, en este pedacito de trópico. Mi infancia tranquila, llena de mañanas frescas y tardes soleadas al aire libre, mangos maduros y paseos por parques verdes, llena de escuela y amigas que continúan siéndolo. Mi adolescencia y mis veintes casi enteros, apasionados de amor y cultura, de cines y museos, de fiestas, de cafés, de subidas al Ávila y salidas en grupo.

Eso fue hace tiempo ya. El destino me llevó a vivir en varios países diferentes y estoy segura de que aún me tocará establecerme en otros lugares más. Pero a pesar de los kilómetros y los años de ausencia, desde que regresé a casa por primera vez, siempre me sucede lo mismo: salgo del avión y mi alma vuela atrás en el tiempo, escapando veloz rumbo a una época luminosa, tan fácil de vivir, tan genuina, intensa, plena… De pronto me veo reencontrándome conmigo misma, redescubriendo una vez más mi familia, mi casa, mi ciudad y mi país.

Al volar hacia el pasado por ese túnel del tiempo improvisado que me lleva desde el avión hasta el terminal del aeropuerto, las imágenes de Caracas que evoca mi mente no encuentran su reflejo en mis pupilas. Me invade un desconcierto total. Después de unos instantes de pánico vuelvo a comprobar que la ciudad sigue viva y cambia con cada respiro que da. Mi bella Caracas ha pasado por tantas situaciones, unas veces amables y otras extremas, que la han hecho madurar a la fuerza y crecer desesperadamente, sin poder encontrar la relación sana entre los dos eventos, abandonándose más bien al crecimiento hueco y a la maduración tardía de un gigante con problemas serios de aprendizaje. Sin duda es una ciudad con muchísimos desafíos, con infinitos contrastes que le dan un aire pesado de metrópoli apocalíptica por un lado y una tenue brisa fresca, vanguardista y tropical, por el otro. Desde siempre, mi ciudad ha tenido problemas de memoria, desechando las cosas buenas que tradicionalmente han funcionado, para aventurarse a tantas innovaciones desconocidas y de calidad dudosa. Para quien no la comprende, Caracas se asemeja a una criatura quimérica, llena de fragmentos más o menos acabados que no guardan relación entre sí. Sin embargo, quienes la conocemos y amamos, sabemos que la ciudad en su valle y sus alrededores es tan noble que recibe cualquier adquisición sin chistar, ajustándose de buena gana a la prótesis de turno.

A Caracas la han engañado demasiadas veces y no se cansan de hacerlo a cada instante. Prometen limpiarle las heridas que le causan quienes tanto la maltratan, mientras le pintan futuros próximos y lejanos de mil colores estridentes que la enceguecen y la dejan delirando en sueños ansiosos, baratos. Ciega por tanto humo e ilusiones vanas se vuelve mi ciudad, sin escuchar consejos ni razones. La verdad es que cada vez escucha menos; más pronto que tarde la ciudad se está quedando sorda, yaciendo inmersa en sí misma, una colmena enorme que no puede apagar el zumbido de fondo que la enloquece poco a poco. Muchas veces le duele la cabeza cuando sin cesar intenta que su lado derecho e izquierdo cooperen y trabajen juntos para lograr una tarea, frecuentemente sin llegar a ningún resultado. La madre leona ruge de impotencia cada vez que alguien es víctima de la delincuencia y el crimen, cuando el temor envuelve a sus crías, y se frustra al ver que el pánico perenne las vuelve indolentes o agresivas. Se ha hecho adicta a los antidepresivos y los calmantes para sobrellevar los tiempos turbulentos que la arrastran sin piedad.

Hoy, mi amada Caracas está maquillada para el aniversario de la Independencia. Con un colorete ligero refrescaron el rostro de la Sultana de 444 años recién cumplidos, le hicieron un nuevo peinado y una caricia en la mejilla. Remozada por fuera, la bella matrona sufre de mala circulación. Sus venas y arterias están taponadas y a veces el cuerpo no quiere hacerle caso, pero al igual que toda Venezuela, su sangre es color vinotinto y tan solo eso le basta para hacer latir fuertemente su corazón.

En estos momentos, Caracas tiene tantas cosas en su contra que a veces la gente no sabe qué responder cuando le pregunto qué es lo que más le gusta de ella. Para mí, sin embargo, la respuesta sigue siendo muy fácil: el Ávila, que no se rinde y sigue acompañando a su amada pase lo que pase, la vida cultural que llena el espíritu de quienes se dejan envolver por su manto, y sobre todo mi gente; los de siempre, los de ahora: todos aquellos que me iluminan, me mueven y me hacen sonreír, son lo mejor de mi ciudad.

No me canso de comprobar que a lo largo del tiempo la historia se revela cíclica, con altos y bajos… Así, tengo la certeza de que en un futuro no muy lejano, Caracas se recuperará y saldrá airosa de lo que la aqueja. Como todo, esto también pasará.


©2011 PSR

miércoles, 13 de octubre de 2010

CONTRICIÓN


Amaneció lloviendo
llueve en mi alma
una fuerte borrasca 
inconmensurable
cruel
lluvia que lo empapa todo
inundando aquellos sentimientos
los más profundos
los secretos
los oscuros.

Despierto una vez más.

Siento la lluvia
en las entrañas
arreciando severa
destrozando hilo a hilo
el tejido que arropaba
impermeable y cálida
esta larga espera.

Me percibo viva.
Herida irremediablemente
profundamente
pero viva.
Llegó el momento
al fin…
Es impostergable
francamente ineludible.
Debo sanar.

Crecer
aunque inevitable
no es un paseo dominguero
relajado
entretenido  
nunca lo ha sido
no lo es
para nadie
...lo sé.
Vivir tampoco es fácil.
A veces nos conformamos
tan sólo con existir
presenciando el desfile
desde la barrera
en tercera persona
sin atrevernos
a participar en él.

Disfrutamos nuestra niñez
jugando a ser grandes
no podemos esperar
¡queremos crecer rápido!
así
como esponjas
absorbemos cuanto nos rodea
coleccionando una por una
las piezas necesarias
para construir el carácter
y formar el rompecabezas
aún desordenado
de lo que será la vida.

Entonces
más temprano
o más tarde
sucede.
Atravesamos la adolescencia
sin comprender
sin entendernos
luchando contra todo
con nosotros mismos
preceptos
cánones
verdades aprendidas
artificiales
impuestas
obligadas
ideas
sentimientos
hormonas desatadas
a veces desquiciadas
sufriendo por la escasez de juicio
y de tantas otras cosas…
sobreviviendo más bien
aprendiendo a golpes, a tropiezos
a bofetadas de humildad
y traiciones a la buena conciencia.

Y si logramos pasarla
con moderado éxito tal vez
sacándole algún provecho
al menos eso es lo que se espera
más bien lo que se necesita
lo justo nomás
eso…
lo prioritario
crecer
vivir
aprender a sentir…
con cada neurona
cada fibra cardíaca
y cada suspiro del alma.

Si nos sobreponemos a ella
la tirana adolescencia
madurando en el camino
poco a mucho
mucho a poco
tropiezo a traspié
carcajada a grito
podemos salir airosos
pisando firme
en ruta a la vida
que nos espera
siempre frente a nosotros
puertas abiertas
brazos extendidos
vía franca
hacia el porvenir.

Salió el sol al fin.
El amanecer descubrió mi alma
llorando  
gota a gota
un océano profundo
por mil milenios.
Su llanto silente
perenne
desbordado
saló mis heridas
sangrantes
empantanadas
momificadas
resecas…

Cuánto me pesan
ahora
retroactivamente
implacables
aplastantes
los malos ratos
retroalimentados
maltratos esporádicos
por adolescentes
que adolecen
de resabio visceral.
Reverbera inconfundible
el eco de gritos
insultos circunstanciales
burlas tontas
que sólo nos reflejaban enteros
a nosotros mismos.
Desplantes
plantadas ocasionales
tanto me apena
la falta de tolerancia
poca paciencia
también la arrogancia
indiferencia
de aquellos niños tontos
que se saben dueños
del mundo.
Coraje repentino
desdén explosivo
cambios de humor
incomprensibles…
histeria
ubicua inmadurez
que comerciamos ilegalmente
sin permiso mercantil
ni liquidez.
Defectos germinados
abonados meticulosamente
crecientes
en franco desarrollo
exacerbados
flagrantes
inflados.

Llovía en la noche del pasado
y por fin amaneció.
A pesar de tanta lluvia
salió el sol
destrozando la oscuridad
apartando las nubes
secando los charcos rebeldes
llenándolo todo
de vida y color.
Crecer no es fácil, lo sé
no, no lo es, no…  
…nunca lo fue.
Pero ahora
triunfalmente
seguiremos creciendo
mientras vivamos
en medio de la brisa fresca
bañados de luz y calor  
desde este instante  
y para siempre.


© 2010 PSR