LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

¡Atrévete! Regala libros originales: A la sombra del mango; relatos breves. Yara y otras historias; 34 relatos, 34 sorpresas. Divina: la mujer en veinte voces; antología latinoamericana de cuentos. Andares; cuentos de viajes. Siglema 575: poesía minimalista; una nueva manera de vivir la poesía. Di lo que quieres decir: Antología de siglemas 575; resultados de los Certámenes Internacionales de Siglema 575. Por la ruta escarlata, novela de Amanda Hale traducida por Patricia Schaefer Röder. El mundo oculto, novela de Shamim Sarif traducida por Patricia Schaefer Röder. Por la ruta escarlata y Mi dulce curiosidad, novelas de Amanda Hale traducidas por Patricia Schaefer Röder, ganadoras de Premios en Traducción en los International Latino Book Awards 2019 y 2020. A la venta en amazon.com y librerías.

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jueves, 31 de diciembre de 2015

CASA


Cómoda estoy
junto a todos los míos
aunque a distancia.

Alivio siento
entre tantos recuerdos
libre del yugo.

Siempre al dormir
revivo melodías
musitando paz.

Aurora ardiente
crepúsculo tranquilo
estoy en casa.


©2015 PSR


miércoles, 25 de junio de 2014

BLANCANIEVES

Viviendo encerrada en una casa, sin permiso para recibir visitas ni hablar con nadie, atendiendo a siete hombres –cocinando, limpiando, recogiendo, haciendo camas y lavando la ropa– y teniendo que mostrar siempre dulzura y buen humor, Blancanieves sufría de depresiones que la hicieron querer dormir para nunca más despertar. Lo de la manzana es otro cuento.



©2014 PSR


 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

N Y C


Nadie te iguala
hogar de tanta gente
crisol de pueblos.

Y eres mágica
sobrevives estoica
toda adversidad.

Ciudad e historia
sigues siendo capital
del mundo entero.


©2013 PSR



SIGLEMA 575

Un siglema 575 es un poema que se escribe en base a las letras de la palabra o palabras que definen su tema y que constituyen su título. El tema es libre y las palabras que lo definen forman el título, el cual queda representado como una especie de acrónimo, con las siglas separadas entre ellas por un espacio. Cada estrofa posee tres versos, de los cuales la primera palabra del primero debe comenzar con la letra correspondiente a la sigla que le toca. La métrica es 5-7-5, con rima libre. Por su naturaleza acrónima, las estrofas deben poder funcionar independientemente como un poema autónomo, y en conjunto, como parte de un poema de varias estrofas que gire alrededor del mismo tema. En un siglema 575 hay tantas estrofas como letras posea el título.

© Patricia Schaefer Röder, 15 de agosto de 2011.

domingo, 18 de agosto de 2013

A B R Á Z A T E

(“U M A R M U N G siglema 575 en alemán por Patricia Schaefer Röder / adaptado al español por David Lethei)

Abrazo azul
el lazo ultraterreno
entre los dos.

Beben los hombres
el anhelo de hogar
tal como niños.

Reluce en el
abrazo de los cuerpos
la hermosa piel.

Ánimas de luz
los millones de seres
irremplazables.

Zarpan al viento
corazones libertos
laten calor.

A ti despido
ensoñando profundo
vivo tus ojos.

Tías, sobrinas
se entrelazan y ofrendan
labor de amor.

Eterno río
abrázate conmigo
tanto te extraño.


Publicado por David Lethei en:

“U M A R M U N G” fue publicado por primera vez en GOTAS DE SOL Y LUNA:


jueves, 16 de agosto de 2012

ISLA ENCANTADA


 
Despierto, y cada día arribo de nuevo. Mañana tras mañana siento que llego a un lugar desconocido y maravilloso. Me levanto atenta a mil oportunidades nuevas que se abren a quien tenga el deseo de aprovecharlas. El olor a tierra húmeda me envuelve, despertando mis sentidos y mis instintos. Desde temprano me dejo abrigar por el sol del Caribe, que lo embellece todo con el brillo más refulgente. Las trinitarias y los guacamayos se visten con alegres colores tropicales, rodeados de miles de verdes incandescentes, destacando bajo el regio azul del cielo. Si alguna tormenta malhumorada quiere ensombrecerlo, los arco iris alegran el cielo boricua como enormes y elegantes abanicos, imponiendo sus tonos amables entre las nubes. Cada mañana, como la primera vez, descubro a los lagartijos y coquíes que no me abandonan a lo largo del día, recordándome la inmensa suerte que tengo de poder compartir con ellos la Tierra del Noble y Valiente Señor. Salgo y siento la presencia contundente del espíritu taíno en todos los resquicios naturales, llenando la fuente que tanto buscó Ponce de León, aquella de termas medicinales que continúa haciendo bien a quienes la siguen utilizando. La esencia taína invade los ríos y playas donde me vuelvo a encontrar en secreto con mi alma; se esparce por seres y montañas gentiles y frescas con sus selvas color esperanza, por las palmas y los árboles estoicos que regalan su sombra a todos los que la necesitan, y por las sencillas y pulcras palomitas de monte, que destacan entre las demás alzando el vuelo con su sonido turbinado en miniatura. En suspiros profundos y limpios, la brisa fresca llena mis pulmones hasta casi reventar; el corazón galopa dentro del pecho, emocionado por la certeza de haber encontrado un precioso refugio para, finalmente, poder echar raíces. Me siento muy bien recibida en este paraíso caribeño, donde el orgullo por lo propio cristaliza en ciudades de encanto moderno y tradicional, con miles de opciones para quien desee esforzarse y salir adelante con alguna idea innovadora. Pueblos con gente bella, sencilla y educada, que amables me abren sus puertas a la par de una gran sonrisa. Simplemente, gente hermosa que encuentro en todas partes que voy. Rodeando este trozo de suelo caribeño está el mar inmenso y profundo; el amante eterno que, sin cesar, besa la costa que lo recibe dulcemente. En medio de ese encuentro extático e ininterrumpido, el mar exhala su aliento de salitre; es su alma indomable que conquista sutilmente a todos los seres que habitan esta armoniosa tierra, inyectando de ritmo su sangre mestiza de bomba y plena, de salsa y merengue, de güiro y bongó. Cuna paralela de tantas frutas conocidas de mi terruño; con ellas se han creado divinos sabores isleños, mezcla de sazones boricuas con gustos de lejanas latitudes. Nada como disfrutar un mofongo relleno de camarones o las empanadillas de La Parguera; en Loíza un bacalaíto y un pionono con maví en la playa, o dejarme condecorar con una Medalla, aun fuera de la época de competencias. En Navidad me doy un gustazo de lechón con pasteles, o también todo el año en la Ruta del Lechón, o tal vez un churrasco o un chillo frito con arroz blanco y habichuelas. Entre el tembleque navideño y el café diario, descubro mi tranquilidad en este paraíso terrenal con aroma a hogar. Después de un atardecer de fuego, llega la hora del descanso junto a mi fiel amiga Luna, que me ha acompañado siempre adonde el destino me ha llevado. La saludo por la ventana y sonrío; ella sabe que día a día vuelvo a sucumbir al hechizo de esta Isla Encantada. Entonces, duermo feliz, sueño bonito y sé que nunca voy a querer partir…
 
 
©2012 PSR



jueves, 16 de junio de 2011

VUELTA 2011

nada se detiene
nunca
todo se mueve
aprisa
una época vivida
toda una vida
más bien varias
intensas
queridas…
quinientas mil lecciones
aprendidas
lentamente
o de un solo golpe
tiempos lejanos
sabores irrepetibles
tan conocidos…
amigos.

una nube de mariposas
me encierra en un punto
todas las etapas
cuántos sucesos
más aromas
regresan a la memoria
cuando volvemos
revivimos instantes
de pronto somos parte del paisaje
de antaño
aquellos sueños se desempolvan
batiendo las alas
alzando el vuelo
juntos
a un solo tiempo
los pulmones se hinchan
a reventar
con cada detalle
de nuevo.

colmados de una esperanza
tesonera
esos rostros queridos
desde siempre
sin edad
ni barreras
centellantes de sonrisas
encendidos de recuerdos
son reflejos interminables
entre los corazones gemelos.

cada encuentro desbordante
de alegría
cada mirada inundada
de luces dulces
refulgentes…
sutiles
añoranzas nutridas
anécdotas que se agolpan
en el alma.

me pierdo divinamente
en un abrazo eterno
fuerte y tierno
a la vez
inundando las cuencas
galopando el pecho.
encerrada entre dos cornucopias
conocidas
increíblemente cómodas
mi piel toda recibe
el alimento vital
puro cariño
convertido en calor
renovado
de sentimiento.

feliz
paso por las puertas abiertas
de tu hogar.
me siento en casa
aun estando tan lejos de la mía.
la dicha estalla
como flor en primavera
agradecida
de ser tan bien recibida.

un almuerzo
una cena
…cien antojos satisfechos.
un paseo
un picnic
¡como en los viejos tiempos!
una excusa cualquiera
como siempre
para volver a vernos.

complacida mi mirada
se llena de detalles
perfectos
infinitos
en comisuras amables
con líneas tranquilas
y texturas suaves
que los hacen
uno a uno
seres tan especiales.
plena como la luna blanca
me siento en su presencia
la paz me invade
irremediable
y compruebo
que no existe distancia
ni tiempo
cuando el afecto es un arco iris
que a través de la lluvia
brilla sincero.
¡qué bueno es estrecharlos
tan cerca!
¡qué bueno es sentirlos
y hacerles reír
una vez más!
…qué bueno es saberlos
allí
siempre
gente bella
mi familia
y mis amigos.


©2011 PSR

miércoles, 24 de febrero de 2010

APRENDIZAJE

Ayúdate, que Dios te ayudará.

“Rezar siempre ayuda. Rezar es la solución para todos los problemas; es el mejor remedio para todos los males. Si estás en apuros, reza”, decía mi madre. Era muy santa, mi madre. Y muy sabia. Santa y sabia, sí señor. Mi madre decía que todos los días se aprendía algo. Y tenía razón. Así mismito es. Hoy me tocó aprender esto a mí. Así mismo. Toda la vida fui una persona devota que asistió a la misa diaria de las seis de la mañana. Fui creyente y practicante desde que tenía memoria; así me crió mi madre. Y así crié yo a mis hijos también. Josué mi marido también era religioso. Nos conocíamos desde que éramos unos chamaquitos y pasamos toda la vida juntos. Toda la vida, en verdad. Nunca nos separamos, siempre nos quedamos en este pueblo. Aquí nacieron nuestros cinco hijos, en nuestro pueblo, que era también el pueblo de nuestros padres. De nuestras familias. De nuestros antepasados. En este pueblo; este mismo pueblo pacífico que no huyó del ejército que venía del norte. Nos habían dicho que nos fuéramos, pero no quisimos abandonar nuestros hogares. Ya sabíamos que bajaban, pero la verdad era que ellos no tenían nada que buscar aquí. Como nosotros no habíamos hecho nada malo, no teníamos nada que temer. Así que nos quedamos, rezamos mucho y confiamos en que no vendrían a nuestro pueblo. Seguro se desviarían y pasarían por otro lado. Los pueblos vecinos se iban vaciando, y nosotros orábamos para que no llegaran al nuestro. Pero esta mañana sentimos el olor a pólvora y sudor cayendo pesado como la bruma del norte. Y en medio de la nube fueron apareciendo como una jauría salvaje. Un enjambre armado y loco. Hombres que parecían animales, con las ropas sucias y las caras manchadas, mostrando los dientes en una ira centellante que brotaba diabólicamente de sus ojos enardecidos. Pero sabíamos que eran seres humanos como nosotros. Al verlos, oramos en silencio por sus almas. Eran soldados. Soldados que llegaban y mataban todo lo que se moviera. No preguntaban de qué bando era cada quien. Sólo disparaban y quemaban lo que había a su alrededor. Era como si el infierno se hubiera adueñado de la tierra y todos nosotros hubiésemos sido condenados por pecadores. Josué y yo reunimos a nuestra familia para rezar, seguros de que la oración nos salvaría. Su madre, mi padre, mi hermana Matilde y los chamaquitos; todos oramos. Oramos cuando oímos a los soldados acercarse gritando. Seguimos orando mientras el ejército bloqueaba nuestra casa. Rezamos al oler la gasolina que echaban por las paredes. Rezamos con más fervor cuando los soldados le prendieron fuego por las cuatro esquinas y el techo. Rezamos al sentir la temperatura subir y rodearnos, cubriéndonos como una frazada de lana en pleno verano. Oramos a pesar de que nuestras gargantas ardían secas y nuestra vista se nublaba. No dejamos de rezar mientras, tomados de las manos, nos ahogábamos en el humo negro, tosiendo y con los ojos llenos de lágrimas. Rezamos mientras nuestras ropas y nuestra carne se chamuscaban, nuestro cabello derritiéndose como plástico. Oramos más aún. Rezamos con más fuerza que nunca. Uno a uno fuimos cayendo. Seguíamos rezando, humillados ante las llamas enormes y desbocadas que consumían lo poco que teníamos. Nuestras cosas. Nuestro aire. Nuestra vida. Oramos hasta perder el conocimiento. Hasta perderlo todo. Rezamos hasta comprender al fin que, a veces, rezar no sirve de nada.


©2007 PSR

jueves, 7 de mayo de 2009

LAS MADRES TAMBIÉN SOMOS SERES HUMANOS

(Sí, ya sé; no sólo las madres somos seres humanos, también los padres lo son. Pero en esta oportunidad me ocuparé sólo de las madres, en vista de que soy una de ellas).

En realidad, casi todas las mujeres tenemos algo de madres. Está en nuestra naturaleza cuidar de alguna manera de alguien o de algo. No hay que tener hijos para poseer este instinto y desarrollarlo. Vaya entonces este escrito a todas aquellas mujeres que son madres en el sentido más amplio de la palabra.

Antes que nada, las madres somos mujeres. La gran mayoría de nosotras fuimos mujeres antes de ser madres. Teníamos una vida propia con metas personales, sueños y anhelos, entre los que también figuraba, en muchos casos, formar una familia. Aquellas mujeres que tenemos una familia sabemos lo difícil que puede resultar encontrar unos minutos de tranquilidad para una misma, en una etapa de la vida en la que todas las responsabilidades parecieran girar alrededor de nosotras como una espiral descendente, cayendo al final con todo su peso justo encima de nuestras cabezas ya embotadas por las preocupaciones diarias.

Somos madres y queremos a nuestras familias. Los hijos, la pareja, los familiares –padres, hermanos, abuelos, tíos y otros– forman parte de nuestras vidas y son importantes para nosotras. Tenemos el deber de atender a sus necesidades y de estar allí para ellos, y generalmente lo hacemos con gusto. Sentimos la obligación de ayudarles en todo lo que se proponen, criamos a nuestros hijos de la mejor manera que podemos y cuidamos de niños y ancianos con el mismo esmero. Además de todo eso, generalmente nos toca mantener el orden en la casa y la familia. Y como todo el mundo sabe, el trabajo de la casa no termina nunca; ni siquiera cuando se tiene ayuda para ello. Siempre hay mil cosas de las cuales debemos estar pendientes: las necesidades básicas de alimentación y vestido, el orden de la casa, la salud, las cuentas, la escuela, las tareas, el ocio sano, el esparcimiento y los compromisos de todo tipo. Obviamente, para que todo esto funcione se requiere una buena organización del tiempo. Ah, el tiempo… El tiempo es el recurso que por lo general tiende a escasear más en la vida diaria de cualquier persona citadina como yo.

Somos muchas las mujeres que aparte del trabajo del hogar también desempeñamos un trabajo profesional. En estos casos la distribución del tiempo resulta vital si queremos mantener algún rastro de cordura en nuestras vidas. Tenemos que estar bien organizadas para poder hacerle frente al día a día de manera eficaz. Todas sabemos que no es fácil; si no tenemos cuidado, la calidad de nuestra labor puede verse afectada, ya sea en el hogar o en el trabajo. Y como esto no nos gusta, hacemos de tripas corazón para que nos rinda el valioso tiempo, el recurso no renovable más importante que tenemos. Resulta importante entonces definir nuestras prioridades para decidir qué cantidad de tiempo podemos concederle a los diferentes aspectos de nuestras vidas: la familia, la pareja, el trabajo y la casa. Así, organizamos las horas de que disponemos en la forma más justa que encontramos, y vivimos de esa manera y a ese ritmo por una temporada que puede ser más o menos larga, hasta que nos damos cuenta de que hay un problema con la ecuación anterior: ¡no nos incluimos a nosotras a la hora de repartir el tiempo!
Es muy fácil olvidarse de una misma cuando se tienen mil obligaciones diarias y sólo se dispone de 24 horas cada día para resolverlas. Generalmente se tiende a dar mayor prioridad a las cosas de los demás y a dejar las de una para “cuando tenga más tiempo”. Ésa es la trampa más frecuente del ritmo de vida acelerado que llevamos las mujeres de las ciudades: creer que más tarde tendremos tiempo para nosotras. Resulta que ‘más tarde’ suceden otras cosas que requieren nuestra atención, y así volvemos a perder la oportunidad de hacer lo que teníamos pensado inicialmente.

Necesitamos tener un tiempo para respirar en paz. La falta de tiempo causa estrés, ansiedad y angustia. Cuando sentimos que aumenta la presión, nos ponemos más nerviosas y perdemos la paciencia con mayor facilidad, pudiendo incluso llegar a experimentar una sensación de hastío. Admito que esto me sucede de vez en cuando, sobre todo cuando tengo mucho trabajo y me tengo que trasnochar varias veces seguidas. Estoy consciente de que me encuentro lejos de ser la madre perfecta, pero también sé que intento hacer todo de la mejor manera que puedo. Al igual que el resto de la gente, las madres necesitamos aire. Tenemos que poder disfrutar de ratos libres para hacer catarsis, o para utilizarlos en actividades creativas o de esparcimiento. Nosotras también nos merecemos un tiempo propio en el que podamos decidir simplemente no hacer nada, si eso es lo que se nos antoja. Tenemos el derecho a realizarnos y a ser felices sin necesidad de sentirnos culpables. No por esto dejaremos de querer y de cuidar a nuestras familias. Al fin y al cabo, las madres también somos seres humanos.


©2005 PSR