LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

¡Atrévete! Regala libros originales: A la sombra del mango; relatos breves. Yara y otras historias; 34 relatos, 34 sorpresas. Divina: la mujer en veinte voces; antología latinoamericana de cuentos. Andares; cuentos de viajes. Siglema 575: poesía minimalista; una nueva manera de vivir la poesía. Di lo que quieres decir: Antología de siglemas 575; resultados de los Certámenes Internacionales de Siglema 575. Por la ruta escarlata, novela de Amanda Hale traducida por Patricia Schaefer Röder. El mundo oculto, novela de Shamim Sarif traducida por Patricia Schaefer Röder. Por la ruta escarlata y Mi dulce curiosidad, novelas de Amanda Hale traducidas por Patricia Schaefer Röder, ganadoras de Premios en Traducción en los International Latino Book Awards 2019 y 2020. A la venta en amazon.com y librerías.

¡Encuentra mis libros en el área metro de San Juan, Puerto Rico! Librería Norberto González, Plaza Las Américas y Río Piedras; Aeropuerto Luis Muñoz Marín, Carolina.

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miércoles, 3 de febrero de 2016

ÓPERA


Obra magistral
creada por un genio
para hacer vibrar.

Palabra y música
convergen en un cuento
soñando verdad.

Escenas llenas
de voces y armonía
me llevan de aquí.

Real historia
de amor y desencanto
llena la sala.

Apasionados
arrebatan lágrimas
¡y un gran aplauso!


© 2016 PSR


viernes, 28 de noviembre de 2014

LA GRANJA


Ajada, ya tan cansada, Sara lavará la casa mañana. La maraña rasa la alza, calmada. Sara canta tantas nanas al alba, tantas nanas para Ana, para andarla a la cama. “Mamá”, habla Ana, “¿amas a Ana?”. Sara clama, agradada: “Mamá ama más a Ana; más, más, más; Mamá ama más a Ana”. Dama alta, Sara manda a Carla a salar las alas. Carla salta a la carpa, amarra las pavas calvas, mata las aras grasas, arranca las patas, saca las caballas aplastadas, atascadas a las cajas rasas, casca la caña, amasa las trazas para la gran bacanal. “¡Santa Marta sagrada!”, ladra Adán, al andar la manada marcha larga atrasada. Vacas, cabras mansas, atrapadas, Adán las traspasa ‘trac-trac’ a la paja, al arpa, a las balas. Aplaza la trampa hallada para más atrás. Agazapada, a rastras, Sandra labra la granja. Abarca ananás, papas, batatas, naranjas, manzanas; plantadas atrás, agarradas, abaratadas. Harta hasta la palma, Sandra marca la traca anaranjada. “¡Hasta mañana, Ña Sara! ¿Agrandará las sábanas blancas?”, clama Sandra, amargada. “Mañana, mañana, Sandra. Mañana hará la lavada Ña Sara”. Al hablar parada, Sara planta tardanzas a Sandra, Carla, Adán. Acabadas, a las barracas, Carla, Sandra, trazan zanjas a las canas. Ya a casa, Adán da caza a Yara a la hamaca altar. Yara da calda a Adán. Apapachada, Yara ama más a Adán. A la casa-granja, agachada la cara, Sara alcanza a sacar la trama lanar hallada para dar la mama a Ana. Hasta la paz cansada, ya tan ajada, Ña Sara lavará la casa mañana. “Mañana, Sandra. Mañana. Mañana Ña Sara lavará la casa”, Sara habla palabras claras a Ana calmada.
 

©2014 PSR

miércoles, 9 de julio de 2014

La sirena




La sirena divisó su playa a lo lejos. Seductora, rozaba el cuerpo entre las olas, posándose en la misma roca. Una vez más, cantaba enamorada. Entonaba notas mágicas que poco a poco se colaban entre mangles y palmeras, entre almendros y uveros, pasando traviesas por veredas y senderos, hasta la aldea de pescadores. En la oscuridad, la luna aún dormía como la gente del pueblo. La sirena cantaba y cantaba, segura de que pronto vendría a hacerle compañía. Su melodía dulce al fin tocó los oídos justos, que la esperaban cada mes con ansias y al mismo tiempo con tanta serenidad. Musitaba mirando la orilla, anhelando que apareciera. Entonces sucedió. Con la salida de la luna, una figura caminaba por la playa, comenzando a arrojar una leve sombra sobre la arena, mientras se acercaba al borde del mar. La sirena sintió el corazón latir más fuerte y en medio de su canto, la sonrisa se volvió más amplia. Había venido. Finalmente, la figura entró en las aguas, dirigiéndose hacia ella con la placidez de quien se reconoce en un espejo. La sirena se deslizó por la espuma ondulante, nadando hacia el divino encuentro. Llegó, e inmersa en el abrazo tan deseado, acarició su cabellera larga y plomiza, y la besó con infinita ternura en medio de la luz plateada que llenaba la bahía. De nuevo era noche de luna llena.

©2013 PSR  


"La sirena" aprece en A la sombra del mango por Patricia Schaefer Röder 
Ediciones Scriba NYC 2019 
ISBN 9781732676756 

Mención de Honor en los ILBA 2020 
 


miércoles, 28 de marzo de 2012

5 MICRORRELATOS

 
“SE BUSCA MUSA”

…Y la araña corrió a disfrazarse.




Muñequita…

Eres mía… Te adoro… Pincho… Duele…? Juguetito de vudú…




Volando alto…

Súbitamente sentí el tren arrollando contundentemente mi sombra.




Alboreaba…

Cuando vi mi silueta vacía saliendo de la tumba.




Mediocre

El rencor lo llevó a ser político… ¡y triunfó!






©2012 PSR



lunes, 19 de septiembre de 2011

Fusión de lo mundano, misticismo y realidad

por  Redacción

  • De: Diálogo Digital - Escribanía
  • DiálogoDigital.com Universidad de Puerto Rico
  • Martes 23 de Agosto de 2011 12:12  
Escritora venezolana comparte su percepción sobre la cotidianidad y el vínculo entre personajes míticos y seres mundanos. Escritora venezolana comparte su percepción sobre la cotidianidad y el vínculo entre personajes míticos y seres mundanos.
 
YARA y otras historias no es tan sólo un libro de cuentos; es una pieza que recoge y profundiza en temáticas místicas, mundanas y realistas.

Escrito por Patricia Schaefer Röder, venezolana residenciada en Puerto Rico, el texto da la oportunidad al lector de involucrarse en la narrativa gracias a su escritura directa y sencilla.

La crítica lo coloca como parte del acervo de textos surrealistas contemporáneos por su capacidad de nadar entre aguas realistas en ocasiones y en otras en la ficción.

De hecho, algunos críticos comentan que “la autora es capaz de transmitir emociones, suspenso, y hacer sonreír ante la agudeza e ironía de su humor particular, en un lenguaje sin desperdicio que refleja sus años de estudio sobre el carácter humano y las tradiciones del realismo mágico”.

Mientras que otros, como Nelson Esteban Vera, destacan de la publicación su “verbo limpio y sutil, un texto compuesto por 35 relatos que varían en temática y técnica”.

En efecto, creencias, temores, anhelos, nos llegan a través de personajes como Yara, la mujer que se funde con la naturaleza. Mientas que, los cuentos 2045 y Bendición, se mezclan planos del presente  y del pasado.

Por su parte, Schaefer Röder, destaca que sus viajes la han llevado a percibir las muchas conexiones que la atan a su tierra y redescubrir las historias que hoy  narra con especial precisión y claridad literaria. Sus personajes míticos y seres mundanos entrecruzan caminos que los conducen a otras realidades.

“Así, la narrativa se convierte en un crisol que refleja trazos de nuestra condición humana y destellos de nuestras creencias, temores y anhelos”, puntualiza la escritora.

La autora nació en Caracas, Venezuela, donde obtuvo la Licenciatura en Biología en la Universidad Central de Venezuela y publicó sus primeros ensayos. Vivió en Heidelberg, Alemania y en Nueva York. Allí retomó el oficio de escribir, la traducción y las artes editoriales.

Hoy vive en Puerto Rico y dirige su empresa de traducción y producción editorial. En 2011 ganó el Primer Premio en el 20 Concurso Literario del Instituto de Cultura Peruana (ICP). Para conocer más sobre Yara y otras historias, puede acceder a http://yarayotrashistorias.blogspot.com/


por  Redacción
  • De: Diálogo Digital - Escribanía
  • DiálogoDigital.com Universidad de Puerto Rico
  • Martes 23 de Agosto de 2011 12:12  

La venezolana Patricia Schaefer Röder gana el Premio del ICP

Noticias
Patricia Schaefer Röder
Schaefer Röder: ganadora.
La venezolana Patricia Schaefer Röder gana el Premio del ICP
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La escritora Patricia Schaefer Röder ha resultado ganadora del primer premio en narrativa del XX Concurso Literario del Instituto de Cultura Peruana en la ciudad de Miami en Florida, Estados Unidos. Este año, el concurso se llevó a cabo en honor al escritor Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010. El primer premio de este concurso consiste en pasajes Miami-Lima-Miami. Además, el cuento ganador, titulado “Ignacio”, será publicado en la antología Poetas y narradores del 2011, editada por el Instituto de Cultura Peruana.
Schaefer Röder nació en Caracas, Venezuela. Después de obtener la licenciatura en biología y de publicar sus primeros ensayos se fue a vivir a Alemania y luego a Nueva York. Desde hace siete años está radicada en Puerto Rico, donde dirige su empresa de traducción y producción editorial. Comparte su amor por la escritura con la traducción y las artes editoriales.
Su narrativa no sólo tiene el aval de premios nacionales e internacionales sino que también trae consigo años de estudios sobre el carácter humano y la tradición del realismo mágico. Sus viajes la han llevado a percibir las muchas conexiones que la atan a su tierra y redescubrir las historias que hoy narra con especial precisión y claridad literaria en su último libro, Yara y otras historias, una antología de 34 de sus más atrayentes cuentos y relatos.
El Instituto de Cultura Peruana (ICP) es una institución no lucrativa fundada en 1991 en la ciudad de Miami, Florida. Su objetivo es promover en Norteamérica la rica cultura peruana, cuyas raíces se remontan a las civilizaciones preincaicas con más de 10.000 años de antigüedad. Con este propósito organiza conferencias, exhibiciones, publicaciones, concursos anuales de poesía y narración y otras actividades, con la libre participación de los interesados de cualquier nacionalidad.
Los trabajos premiados en los concursos literarios se reproducen en forma de libro, inmediatamente después del certamen, a fin de difundirlos como la expresión artística de la comunidad hispana en Norteamérica.


Letralia Tierra de Letras 

 

12 de septiembre de 2011
Cagua, Venezuela

viernes, 26 de agosto de 2011

Patricia Schaefer Röder ganadora del Premio del Instituto de Cultura Peruana 2011

La escritora Patricia Schaefer Röder ha resultado ganadora del Primer Premio en narrativa del XX Concurso Literario del Instituto de Cultura Peruana en la ciudad de Miami en Florida, Estados Unidos. Este año, el concurso se llevó a cabo en honor al escritor Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010. El primer premio de este concurso consiste en pasajes Miami-Lima-Miami. Además, el cuento ganador, titulado “Ignacio”, será publicado en la antología Poetas y Narradores del 2011, editada por el Instituto de Cultura Peruana.

Patricia Schaefer Röder nació en Caracas, Venezuela. Después de obtener la Licenciatura en Biología y de publicar sus primeros ensayos se fue a vivir a Alemania y luego a Nueva York. Desde hace siete años está radicada en Puerto Rico, donde dirige su empresa de traducción y producción editorial. Comparte su amor por la escritura con la traducción y las artes editoriales. Su narrativa no sólo tiene el aval de premios nacionales e internacionales sino que también trae consigo años de estudios sobre el carácter humano y la tradición del realismo mágico. Sus  viajes la han  llevado a percibir las muchas conexiones que la atan a su tierra y redescubrir las historias que hoy nos narra con especial precisión y claridad literaria en su último libro,  Yara y otras historias, una antología de 34 de sus más atrayentes cuentos y relatos. http://yarayotrashistorias.blogspot.com.

La autora tiene su propio blog literario, donde cada miércoles publica sus escritos: http://patriciaschaeferroder.blogspot.com
El Instituto de Cultura Peruana, ICP, es una institución no lucrativa fundada en 1991 en la ciudad de Miami, Florida. Su objetivo es promover en Norteamérica la rica cultura peruana, cuyas raíces se remontan a las civilizaciones preincaicas con más de 10,000 años de antigüedad. Con este propósito organiza conferencias, exhibiciones, publicaciones, concursos anuales de Poesía y Narración y otras actividades, con la libre participación de los interesados de cualquier nacionalidad. Los trabajos premiados en los concursos literarios se reproducen en forma de libro, inmediatamente después del certamen, a fin de difundirlos como la expresión artística de la comunidad hispana en Norteamérica.




miércoles, 11 de agosto de 2010

DEJA QUE TE CUENTE...

La vida es una gran novela que narra nuestra historia dentro del universo que nos rodea, con cientos de personajes de mayor o menor exposición, todos imprescindibles, e infinidad de localidades y tiempos en los que se suceden las diversas situaciones que experimentamos. Constantemente relatamos, nos relatan y somos protagonistas de otros relatos más. Desde que somos niños se nos entrena para expresarnos de manera clara, coherente y se espera que dominemos ese arte vital del cual dependerá nuestra existencia. Y es que el humano es un ser social que vive en grupos de mayor o menor tamaño organizados a diferentes niveles, por lo que nunca estamos realmente solos en la vida. Son pocas las excepciones de personas que viven aisladas por completo; la inmensa mayoría de nosotros interacciona con alguien más de una u otra manera. Así, una forma importante de interacción sucede a través del lenguaje: al hablar o escribir estamos contando algo; de esta manera compartimos nuestras ideas y emociones.

Todos tenemos cosas que contar. Cada día le comentamos a alguien nuestros sueños, esperanzas, pesares, anécdotas, recuerdos y fantasías. También contamos lo que les pasa a otros, ¡incluso contamos chismes! En todo caso, nos sentimos bien cuando sabemos que hay quien nos escucha y le interesa lo que nos sucede. Necesitamos desahogarnos para liberar nuestra alma de tantas situaciones reales y ficticias que se van amontonando en ella como los granos de arena en las dunas del desierto. No hay nada mejor para aliviarnos, que contarle a nuestro confidente sobre eso que tanto nos preocupa. Y nada mejor para compartir una gran alegría, que explicarle a otro qué es eso que nos eleva por encima de las nubes.

Sea cual sea el tema, cada quien cuenta las cosas como más le gusta, dándole mayor o menor importancia a cada detalle con pinceladas personales según su estilo; añadiéndole o quitándole luz y color para lograr transmitir exactamente el mensaje que quiere.

Desde que era una niña, mi madre insistía en que le contara de las salidas con mis amigas y amigos con todo el detalle posible; me pedía que le narrara la historia entera desde el momento en que cerraba la puerta de la casa: quiénes estaban presentes, cómo era cada uno, qué hacían y qué tanto nos divertíamos y de qué manera, claro. A mí siempre me hizo mucha gracia esa costumbre, y aún hoy en día mi madre me hace sonreír cuando me pregunta sin cuartel y al mismo tiempo sin juzgar, sólo por el gusto de que le cuente algo.

Otra cosa que me encanta es cuando me pide que le cuente algo bonito. Este es un ejercicio muy positivo, yo diría incluso terapéutico, porque hace que me concentre en ideas luminosas y aparte las cosas negativas de mi mente. Mi madre es de aquellas personas que realmente saben escuchar; le gusta que le cuenten cosas, y cuando alguien lo hace, pone toda su atención en ello.

Estos son mis cuentos; aquellos que quisiera contarles durante una charla mientras disfrutamos de un café... o de una copa de vino. Yara y otras historias es una colección de treinta y cuatro relatos en los que he desahogado mi alma buscando mis raíces, encontrando mi naturaleza femenina, enfrentando miedos ancestrales, descubriendo la esencia de la condición humana, viviendo y desviviendo emociones y sentimientos diametralmente opuestos, soñando despierta, volando a otros mundos, a otros tiempos, a otras realidades más o menos mágicas… más o menos reales. Yara y otras historias es una ventana abierta a una parte de mí que pocos conocen y que he decidido compartir.



©2010 PSR

miércoles, 28 de abril de 2010

LA CENA




Hola, vieja, mira lo que te traje. Está bonito, ¿no?
—Ajá.
—Perdóname por lo de ayer. Ya sabes que me descontrola cuando llego a la casa y la comida no está lista.
—Ajá.
—Tu ojo ya se ve mucho mejor.
—Ajá.
—Bueno, sírveme la cena, pues. Al menos hoy sí la tienes preparada. Muy bien. Por eso te tengo que mantener en cintura. Si no lo hago, te volverías una salvaje.
—Ajá.
—Tú sabes que es por tu bien. Siempre fuiste una perezosa. Menos mal que me tienes a mí, que te vuelvo a poner en tu sitio para que aprendas.
—Ajá.
—¡A esto le falta sal! ¡Pero bueno, mujer! ¿Qué es lo que te pasa, que ni sabes ponerle suficiente sal a una comida? ¡Qué ineptitud, francamente!¡Pásame la sal, se la pondré yo!
—Ajá.
—¿Qué le pusiste a estos frijoles que saben amargos? Otra vez arruinaste la sazón, vieja. pero bueno, me los comeré; no me queda más remedio.
—Ajá.
—¿Y qué hiciste en todo el día? Seguro que viste todas las novelas de la tarde, ¿no? ¡Qué vagancia! ¿Al menos limpiaste la casa y lavaste la ropa?
—Ajá.
—Pudiste haberte puesto otra ropa para recibirme, ¿no crees? Yo estuve trabajando todo el día como un buey, y cuando regreso a mi casa quiero ver a mi mujer arreglada. ¿Entendiste?
—Ajá.
—Intenta arreglarte, aunque tú no tienes mucho arreglo que se diga. ¿Te has visto al espejo últimamente? Estás gorda, arrugada y llena de várices.
—Ajá.
—Bueno, pero no me queda otra. Nunca serviste para nada más sino para abrir las piernas y luego parir niños.
—Ajá.
—Por cierto vieja, hoy te toca. Así que ya sabes.
—Ajá.
—Mira que luego no quiero excusas.
—Ajá.
—Eso de que te duele la cabeza o que no tienes ganas hoy no lo vas a poder usar conmigo.
—Ajá.
—Me voy a la cama y te espero, ¿entendiste? Y no te tardes, que de pronto me está entrando el sueño.
—Ajá.
—Recoge la cocina y me alcanzas. Y apúrate, ¿oíste? Mira que estoy cansado y mañana tengo que levantarme temprano para trabajar.
—Ajá.
—¡Vieja, ¿ya terminaste?! ¡Apúrate, que te voy a dar lo tuyo! ¡No me dejes esperando en la oscuridad! ¡Ven ya!
—Ajá.
—¿Pero qué es lo que pasa contigo? ¡Estás más lenta que nunca! ¡Termina de venir ya, que cada vez tengo más sueño…!
—Ajá.
—¡Pero cómo te tardas, mujer! ¿Qué tanto haces? ¡Ya casi me quedo dormido!
—Ajá.
—¡Al fin llegaste! ¿No pudiste tardarte más? ¡Espero que al menos la cocina esté limpia!
—Ajá.
—¿Acaso te vas a quedar en la puerta toda la noche? ¡Que vengas ya, te dije!
—Ajá.
—Qué sueño tengo… ¿Qué traes en la mano? ¡Acércate, que no veo bien!
—Ajá.
—¡Oye, tampoco tienes que correr! ¿Pero… qué es eso? ¡¿Un cuchillo…?!
—¡Ajá! 
 
 
 
©2007 PSR 
 
"La cena" aparece en Yara y otras historias, por Patricia Schaefer Röder 
©2010 PSR
Ediciones Scriba NYC, 2010 
ISBN 9781732676718 
 
A la venta en Amazon.com 
 

miércoles, 21 de abril de 2010

Abril 1945




Todos los días se levantaba cojeando. Cojeando se alistaba. Cojeando iba calle abajo hasta llegar a su infeliz puesto. No le quedaba más remedio; le tocaba esa función aunque en el fondo la odiara con todas sus fuerzas. Había escapado de la muerte perdiendo medio pie en batalla, y después de recuperarse mediocremente en el hospital militar, lo relegaron a ese trabajo ingrato. Detestaba tener que vigilar a esos hombres iguales a él, que pensaban como él, cuya única culpa fue haberse manifestado en contra del régimen. Les tenía aprecio porque sabía que hacían algo bueno. Compartía con ellos su comida, cigarros y aguardiente. Los mantenía encerrados porque ese era su papel; pero les hablaba y sobre todo, escuchaba lo que le contaban. Se hizo amigo de los detenidos; ellos sabían que podían confiar en él. Tuvo problemas con sus superiores por su trato con ellos. No traicionó a ninguna de las dos partes; escuchaba y callaba. Cuidó a los reclusos durante largo tiempo, hasta el día en que todo cambió. Entonces, los prisioneros salieron y lincharon a quienes los tuvieron encerrados. Uno a uno los mataron sin piedad. Cuando llegó su turno, alguien lo reconoció y lo dejaron ir. Volvió a escabullirse de la muerte ese día. Apurado, cambió sus ropas y cojeando calle arriba, regresó a casa. Más tarde supo que los presos habían acabado con todos. Con todos, menos con el carcelero. 
  
 
© 2007 PSR 
 
 
"Abril 1945" aparece en Yara y otras historias, por Patricia Schaefer Röder 
© 2010 PSR 
Ediciones Scriba NYC 2010 
ISBN 97817326767718 

A la venta en Amazon.com 
 
 

jueves, 23 de abril de 2009

AVENTURA EN CARACAS

Aventura en Caracas

Por Tile Schaefer

Su rostro tenía aquel tono pardusco que muchas veces adquiere la piel de los europeos después de una larga estadía en el trópico, cuando no se vuelve colorada debido al elevado consumo de oporto y whisky. Con su pequeña estatura, cabello escaso y lentes de montura dorada y gran aumento, a través de los cuales pestañeaban dos ojos grises, lucía como cualquier otro. Parecía un pequeño contador o comerciante.

–¿Conoce usted Caracas? –preguntó–. Yo vivo aquí desde hace casi cuarenta años. En aquel momento, durante la gran quiebra bancaria en Alemania, usted sabe, al comienzo de la crisis, junté todos mis ahorros y vine aquí a probar suerte.
>>Hoy en día se encuentra aquí, junto a la practicidad gerencial y la objetividad del sentido comercial, no sólo la exquisita educación y cultura de los Amos del Valle, sino que de vez en cuando se topa uno con el don de la contemplación intuitiva, el contacto con lo sobrenatural; aquella relación con la naturaleza que yace adormecida bajo la superficie de una raza resultante de la mezcla de indios, negros y blancos.

El pequeño hombre bebió un sorbo de vino, carraspeó ligeramente y prosiguió:
–Debo decirle que soy agente de seguros. No tengo una gran oficina, no, no, sólo una empleada que contesta el teléfono y se encarga del papeleo, pero soy independiente.
>>Hace un par de meses encontré una tarde, al regresar de las visitas a mis clientes, una nota de ella donde decía que pasara ese mismo día por una casa en la Avenida El Bosque, en la urbanización La Florida, en relación con un seguro.
>>Después de comer un bocadillo tomé mi maletín con los documentos y me dirigí hacia la puerta. Aunque todavía era de tarde, ya estaba totalmente oscuro, ya que aquí el crepúsculo pasa muy rápido. A pesar de que estaba bastante caliente y húmedo decidí ir a pie.
>>Pronto comenzó a caer una fina llovizna. Aceleré el paso y finalmente me encontré algo jadeante frente a la casa indicada. Sin problema alguno llegué a la puerta, flanqueada por dos enormes agaves y mal alumbrada por un farol de opaca y escasa luz. Toqué el timbre y de lejos me respondió un tono quedo que se apagó rápidamente. Entonces se abrió chirriante la puerta de madera y hierro, y entré.
>>Un anciano negro de cabellos blancos vestido como sirviente me dejó entrar. Mencioné mi nombre y le dije que me esperaban. Él me pidió tomar asiento y esperar un momento mientras anunciaba mi llegada al señor de la casa.
>>Poco a poco se fue atenuando la luz de la gran lámpara de araña que colgaba del techo de vigas, ¿o tal vez sólo me lo pareció? El cansancio se apoderó de mí. Sentado en el sillón, justo cuando se me cerraban los ojos, vi por las ventanas cómo empezaban a caer rayos a la vez que retumbaban fuertes truenos. Entonces comenzó a caer uno de esos aguaceros tropicales que convierten instantáneamente cualquier paisaje en un lago. La lluvia golpeaba el techo de la casa de tal manera que la hacía temblar.
>>Al fin se arrastraron unos pasos, y desde el pasillo del fondo se me acercó un señor de tez morena con un traje impecablemente blanco. Imagínese usted, curiosamente olvidé sus facciones por completo. Solamente sus ojos, de un amarillo verdoso y con una rara expresión inanimada, son lo único que puedo recordar. Eso y su aspecto distinguido, con un toque de resignación y fatiga.
>>Me apresuré a presentarme y exponer el motivo de mi visita. Se mantuvo quieto durante un momento y luego movió la cabeza de un lado al otro, lentamente, penetrándome con la mirada. Así estuvimos parados, uno frente al otro, no sé por cuánto tiempo. Entonces, con un movimiento repentino, volvió la mitad derecha de su rostro hacia mí y dijo: "Se equivoca señor, hoy hace cuarenta años me quité la vida". Y vi cómo de un pequeño orificio dentado y rojiazul en su sien bajaba lentamente un delgado hilo de sangre.
>>En ese momento un rayo especialmente intenso iluminó la sala deslumbrándolo todo, y junto con el ensordecedor trueno que le siguió perdí el conocimiento.

>>Desperté al sentir que la humedad cubría mi rostro. Me incorporé aturdido. Estaba tendido en la calle, junto al viejo muro del jardín. Las hojas del enorme árbol de caucho, sacudidas por el viento, me echaban sus gotas en la cara. Había dejado de llover y una delgada medialuna me miraba parpadeando maliciosamente. No sé cómo llegué allí. Mi maletín ya no estaba, debí haberlo perdido. A duras penas me levanté y me fui tambaleando a casa.

–¿Qué me dice usted al respecto? –continuó–. ¿Alucinación? ¿Sueño? Puede ser, ¿quién sabe? Por lo demás le aseguro que nunca antes en mi vida me había pasado algo parecido. Pero escuche el final de la historia: por supuesto que pesqué un buen resfriado, incluso estuve en cama por dos días. Pero el incidente me robó la tranquilidad.
>>Lo primero que hice cuando regresé a la oficina fue preguntarle a la secretaria por aquella llamada telefónica. Resultó ser que la señorita se equivocó al anotar la dirección. En realidad se trataba de una calle del mismo nombre en otra urbanización de Caracas. El señor también había vuelto a llamar. ¿Así que todo no fue sino una coincidencia? Se imaginará que esa explicación no me satisfizo de ninguna manera y que aquel asunto no me dejaba en paz.
>>El jardín yacía quieto bajo el sol resplandeciente, no había ni una brisita que moviera la gran palmera, sólo un par de iguanas se trepaban lentamente por las ramas del árbol de caucho. Sacudí el portón; estaba cerrado. Desconcertado, observé la casa que parecía mirarme de manera sombría y amenazante.
>>Me di la vuelta y caminé hacia la casa de al lado, una pequeña quinta pintada de amarillo y sin patio delantero. Una anciana criolla con ropa dominguera estaba sentada en la terraza del frente, leyendo el diario mientras fumaba un tabaco. Me acerqué saludándola de manera cortés y le pregunté si sus vecinos habrían salido, porque el portón estaba cerrado. "Señor –respondió la vieja, mirándome fijamente y con desconfianza– debe estar equivocado, esa casa lleva muchos años vacía. Pero si está interesado en alquilarla, sepa que yo tengo la llave y se la puedo mostrar". Le respondí afirmativamente, ella buscó un llavero y nos dirigimos hacia la calle mientras me contaba que nadie quería alquilar ni comprar esa casa, porque se decía que allí había espíritus, ánimas.
>>Entramos por el portón hacia la casa, caminando por el sendero de baldosas. Con algo de esfuerzo le dio vuelta a la llave en el cerrojo pesado y oxidado. Pasamos. Sí, esa era la antesala que ya yo conocía, ¡pero estaba vacía! Aquí desde luego que no había vivido nadie desde hacía años. Los alféizares de las ventanas estaban cubiertos de una gruesa capa de polvo y un vidrio roto parecía servirle de entrada al escondrijo a algunas mariposas nocturnas enormes que estaban pegadas al techo. Telarañas en las esquinas, por todo el suelo había pedazos de papel y los restos de una caja rota.
>>La vieja criolla me miró sin comprender. Negando con la cabeza me di vuelta para irme. Cuando tomé el pomo de la puerta, mi vista cayó hacia la parte trasera de la entrada. ¡Allí estaba mi maletín negro!

El pequeño hombre bebió un sorbo de su vaso, apagó su cigarrillo y me dijo:
–Y ahora señor, le pregunto: ¿qué opina usted de todo esto?


©1969 TILE SCHAEFER
TRAD. ©2009 PSR

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