LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

¡Atrévete! Regala libros originales: A la sombra del mango; relatos breves. Yara y otras historias; 34 relatos, 34 sorpresas. Divina: la mujer en veinte voces; antología latinoamericana de cuentos. Andares; cuentos de viajes. Siglema 575: poesía minimalista; una nueva manera de vivir la poesía. Di lo que quieres decir: Antología de siglemas 575; resultados de los Certámenes Internacionales de Siglema 575. Por la ruta escarlata, novela de Amanda Hale traducida por Patricia Schaefer Röder. El mundo oculto, novela de Shamim Sarif traducida por Patricia Schaefer Röder. Por la ruta escarlata y Mi dulce curiosidad, novelas de Amanda Hale traducidas por Patricia Schaefer Röder, ganadoras de Premios en Traducción en los International Latino Book Awards 2019 y 2020. A la venta en amazon.com y librerías.

¡Encuentra mis libros en el área metro de San Juan, Puerto Rico! Librería Norberto González, Plaza Las Américas y Río Piedras; Aeropuerto Luis Muñoz Marín, Carolina.

Mostrando entradas con la etiqueta caracas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta caracas. Mostrar todas las entradas

domingo, 1 de enero de 2017

EN CASA


Sentirse en casa es el trayecto.
Estar en casa es la meta.

Sentirse en casa es descubrir el idioma de tus padres en la televisión.
Estar en casa es salir a la calle y escuchar el acento de la infancia en boca de toda la gente.

Sentirse en casa es oír gaitas en diciembre.
Estar en casa es ir a los amaneceres gaiteros.

Sentirse en casa es preparar un plato tradicional.
Estar en casa es comer ese mismo plato preparado por tu mamá. 

Sentirse en casa es ver una película con paisajes de tu terruño.
Estar en casa es caminar por los senderos de esos paisajes.

Sentirse en casa es hablar con tus amigos por videollamada.
Estar en casa es tocar a la puerta de tus amigos y darles un abrazo.

Sentirse en casa es charlar con la luna.
Estar en casa es ver los atardeceres de la adolescencia.

Sentirse en casa es gozar un día de playa.
Estar en casa es volver a Morrocoy y a Choroní. 

Sentirse en casa es comer lechón y pasteles de plátano.
Estar en casa es comer hallacas, pernil, pan de jamón y ensalada de gallina.

Sentirse en casa es brindar con coquito en Navidades.
Estar en casa es tomarse un Ponche Crema.

Sentirse en casa es hablar español universal para que te entiendan.
Estar en casa es hablar venezolano y saber que te entienden.

Sentirse en casa es oír el “Burrito sabanero” en una tienda.
Estar en casa es cantar en familia “Si la Virgen fuera andina”. 

Sentirse en casa es dejarse deslumbrar por la luz y los colores del Caribe.
Estar en casa es saberse parte de la luz que produce el colorido.

Sentirse en casa es disfrutar un maví en la playa.
Estar en casa es saborear una chicha con hielo.

Sentirse en casa es comer un pastelillo salado.
Estar en casa es desayunarse un cachito de jamón con un café con leche en la panadería.

Sentirse en casa es tomar cursos de Educación Continua en la IUPI.
Estar en casa es visitar a mis profesores en la Facultad de Ciencias de la UCV.

Sentirse en casa es una foto.
Estar en casa es el álbum entero.

Sentirse en casa es ir y venir.
Estar en casa es pertenecer.

Sentirse en casa es maravilloso y placentero.
Estar en casa es divino e inigualable.

Sentirse en casa es el momento.
Estar en casa es la eternidad.

El corazón se siente en casa.  
El alma vive en ella.

Sentirse en casa es crecer y hacer una su propia vida con lo que tiene a mano. 
Estar en casa es regresar con el alma a un pasado que sabemos no será más.

De pronto, nos damos cuenta de que nunca nos hemos alejado de la casa, porque ella habita en nosotros al igual que nosotros dentro de ella. La verdadera casa es única, está hecha sobre los cimientos de nuestro pasado y lleva en sus muros las piedras de la historia de cada uno. Como tortugas, la casa crece con nosotros, la llevamos a todas partes y en todas partes estamos en casa. Cada quien es su casa; esa es la verdad.


© PSR 2016


miércoles, 12 de febrero de 2014

EN MARCHA POR CARACAS…


Incluso la noche más oscura termina con la salida del primer rayo de sol. --PSR
 
“…Con el apuro nuestro de cada día metimos todo y entramos en el carro. Primero Gabriel en su silla infantil, bien ajustado y cómodo a la vez en el asiento trasero. Luego Serafina a su lado. Menos mal que la brisa se llevó un poco el calor y la humedad que se había acumulado hasta el mediodía bajo un manto delgado de nubes grises. “Espero que no se agüe la fiesta” recuerdo que pensé al ver el cielo cuando me sentaba frente al volante.
 
En la radio sonaba “Contigo”, la canción preferida de Gabriel, y nos pusimos a cantarla junto a Ilan Chester mientras comenzábamos a bajar por la falda del Ávila rumbo al sur. Pasando el Obelisco de la Plaza Altamira tomamos la Autopista del Este en dirección a la Universidad Central. Avanzando por el río continuo de carros que fluye a lo largo del valle lleno de edificios altos, y acompañados siempre al norte por la gran montaña verde que esta vez tenía puesta una bufanda plomiza, una vez más Gabriel me señaló maravillado la enorme lata de crema Nivea al lado derecho de la autopista. Más adelante llegamos al distribuidor El Pulpo y me preguntó por qué se llamaba así. “Se llama El Pulpo porque tiene muchos brazos”, contesté. Así conectamos con la autopista Valle-Coche, de nuevo rumbo al sur, hacia la carretera Panamericana.
“Mami, y María Lionza dónde está?”, quiso saber.
“Ella está sobre su danta, a la derecha”, señalé. “Hoy no la veremos porque nos desviamos por el Pulpo”, dije.
“¿Y cuándo la vamos a ver de nuevo?”, insistió.
“Cuando tengamos que ir a la Plaza Venezuela; tal vez la próxima semana”, respondí.
 
Poco a poco, el cielo sobre la ciudad se iba cubriendo de una espesa capa negra que casi no dejaba pasar la luz. De pronto me sentí como un pez atrapado bajo el techo negro de un derrame de petróleo en el mar. Gabriel me preguntaba si estaba anocheciendo y yo le explicaba que sólo eran unas nubes oscuras que tapaban el sol, pero que seguro se irían pronto…”.
 
 
©2006 PSR
 
Fragmento de "Travesía" ©2006 PSR 
"Travesía" aparece en la antología Yara y otras historias, de Patricia Schaefer Röder.
Ediciones Scriba NYC
ISBN 978-0-9845727-0-0


 
 

miércoles, 5 de febrero de 2014

MI MEJOR AMIGO


“…Conozco a mi amigo desde que tengo memoria. Han pasado muchos años ya desde la primera vez que jugamos juntos, y sin embargo seguimos teniendo esa relación pura y transparente que tuvimos desde el principio. Mi amigo y yo compartimos vivencias, sueños y juegos. Teníamos todo el tiempo del mundo en nuestras manos y hablábamos sobre cuanta cosa nos pasara por la cabeza. Podía confiar ciegamente en él; sabía que nunca me defraudaría. Lo que prometía, lo cumplía sin falta. Nunca me mintió ni hizo nada que me doliera. Tampoco me cambió por nadie; estaba segura de que ninguna otra persona podía quitarme del puesto en que me tenía.

Recuerdo con ternura las tardes que fuimos a montar a caballo, y cuando recogíamos caracoles a la orilla de la playa. Siempre que había algo que hacer, mi amigo me acompañaba. Y sé que lo hacía con el mayor de los gustos, porque él también disfrutaba mi compañía tanto como yo disfrutaba la suya. En la playa volábamos cometas cuando había suficiente viento, o nadábamos juntos en la bahía de aguas serenas a la que solíamos ir. También íbamos a montar bicicleta y al parque del caballo blanco. “Yo me quiero subir a la cola del caballo”, le decía, y él asentía con una gran sonrisa. “Pero es más divertido si te montas en el lomo”, me contestaba. “Está bien, primero en la cola y después en el lomo”, decía yo. Y sin falta, en algún momento, me retaba a meter la mano en aquella boca roja del caballo blanco del parque, y me decía que tuviera cuidado de que no me mordiera. Siempre acepté su desafío; el caballo blanco nunca me mordió.

Nos volvimos expertos en todas las artes; desarmábamos cada obra en trocitos minúsculos y la volvíamos a crear como mejor nos parecía. Nos asombrábamos ante las cosas sencillas y maravillosas del mundo, y a la vez no había nada que nos escandalizara. No existían temas prohibidos ni tabúes ocultos; la tolerancia y el respeto abrieron nuestras mentes en las ciencias y la religión. “Vive y deja vivir, pero siempre con dignidad”, era el lema. Nada escapaba a nuestra atención; desde el musgo sobre las piedras y la brisa en las palmeras, hasta la protesta por el derecho a vivir o a morir. Desde un concierto de la banda marcial hasta una exposición de arte contemporáneo, pasando por el sermón del párroco cualquier domingo o la primera plana del periódico; todo merecía algún comentario, alguna reflexión, alguna discusión.

Siempre estaba ahí. Siempre tenía tiempo para acompañarme en alguna aventura o para ayudarme en algún proyecto que se me ocurriera. Como lo demás, también eso era recíproco, sólo que a veces tenía que esperar un poco por mí. Es inevitable; de alguna manera hago esperar a los que me quieren, como si instintivamente quisiera poner a prueba su resistencia. Pero mi amigo siempre fue paciente y siempre me esperó.

Todas las tardes, alrededor de las tres, tomábamos café con el pastel que hubiese ese día. Si no había pastel, comíamos galletas. Nos deleitábamos compartiendo ese ritual diario que terminó volviéndose algo casi sagrado. Si había alguien más, lo incluíamos momentáneamente en nuestra ceremonia, sabiendo que sería sólo una situación puntual, efímera y sin mayor trascendencia. Es que mi amigo era una enciclopedia viviente; a todos les gustaba hablar con él sobre cualquier cosa. Y yo, feliz de escucharlo.

Mi amigo y yo nos preocupábamos el uno del otro. Cuando tenía algún problema, me ayudaba y me daba ánimo para seguir adelante, pero también respetaba mis decisiones y mis puntos de vista. Su mirada inquisitiva, profunda y clara a la vez, me daba confianza y me convencía de que yo era lo suficientemente fuerte para lograr cualquier cosa que me propusiera, siempre. Así mismo fue cuando me entusiasmé con la oportunidad de estudiar afuera. Conocería otra cultura, otra gente. Tendría la oportunidad de ampliar mis horizontes y abrir mi mente a nuevas ideas; podría terminar de madurar lejos de la familia y tomar las riendas de mi vida. Él sabía que necesitaba hacerlo, y a pesar de que fue duro para los dos, estábamos conscientes de que era por mi propio bien. De nuevo me apoyó, y aunque no fue la última vez que lo hizo, fue la más decisiva de todas. A mi amigo le debo en parte el rumbo que tomó mi vida y por eso le estoy infinitamente agradecida. Él fue lo suficientemente noble y fuerte como para dejarme ir a perseguir mis sueños, quedándose ansioso a la espera de las noticias que le enviara de tan lejos. ¡Cómo lloramos al despedirnos! Nunca olvidaré la expresión de profunda tristeza que había en su rostro, la misma que tantos años después me sigue estrujando el corazón, casi impidiéndome respirar. Sin embargo, tenía que ser así; tenía que irme…”.

©2006 PSR

Fragmento de "Loba" ©2006 PSR 
"Loba" aparece en la antología Yara y otras historias, de Patricia Schaefer Röder.
Ediciones Scriba NYC
ISBN 978-0-9845727-0-0

 

miércoles, 27 de marzo de 2013

ESTUDIANTES



Entre el gran pueblo
bulle una masa unida
de almas puras.

Solos al frente
no temen a las armas
van adelante.

Tozudos luchan
por su patria hermosa
…la de nosotros.

Universales
siempre democráticos
sus ideales.

Dignos y libres
defensores de la paz
en plena guerra.

Imaginación
y más creatividad
que no termina.

Alegres sueñan
con un futuro pleno
de cosas buenas.

Nada los para
debemos apoyarlos
como uno solo.

Tristeza a un lado
cerrarán las heridas
todos ganarán.

Exigen verdad
respeto y educación
para la gente.

Sigan la senda
del doce de febrero
¡a La Victoria!

  
©2013 PSR


miércoles, 16 de enero de 2013

CONSTITUCIÓN, DEMOCRACIA Y LIBERTAD



Caracas, 23 de enero de 1958. En la Maternidad Concepción Palacios nacieron hoy al mediodía las primeras trillizas del año, a quienes sus orgullosos padres les dieron los nombres de Constitución, Democracia y Libertad.

Eran tres bebés preciosos; los más lindos y rozagantes que nacieron ese día… ese mes… ese año. Con facciones amables y sonrisas perennes, tenían los ojos grandes y expresivos, y se maravillaban ante todo lo que descubrían.

A lo largo de los años, junto a su hermosa familia, las tres hermanitas fueron creciendo bellas, fuertes y sanas. Asistieron a la escuela pública Domingo Faustino Sarmiento en Maripérez, donde además de lengua y matemáticas, aprendieron sobre los símbolos patrios, las costumbres y las tradiciones de su bello país.

Como a tantos venezolanos, a las trillizas les encantaba ver Radio Caracas Televisión con sus padres y sus dos hermanos. No se perdían las novelas ni mucho menos la Radio Rochela, con sus parodias de la cultura y la política; siempre las comentaban en casa y con los amiguitos.

En aquellos tiempos, la familia de las tres niñas vivía en una Caracas tranquila, a pesar de su crecimiento constante. Los fines de semana visitaban el Paseo Los Próceres, el Parque del Este, el teleférico, la playa, iban de excursión por los Altos Mirandinos al Embalse La Mariposa, o a los pueblos del Junquito o la Colonia Tovar en Aragua, o sencillamente se quedaban en la ciudad para disfrutar la vida cultural de la capital.

Constitución, Democracia y Libertad fueron al Liceo Andrés Bello, donde estudiaron álgebra y literatura, ciencias naturales, física y química; y sobre todo la historia de su patria y el bravo pueblo que la habita, y también aprendieron sobre el resto del mundo y los países que lo forman. Al terminar la secundaria, Constitución se graduó de Bachiller en Humanidades, mientras que Democracia y Libertad se recibieron como Bachilleres en Ciencias. Las tres hermanas continuaron sus estudios en la Universidad Central de Venezuela.

Constitución estudió leyes, Democracia estudió Arquitectura y Libertad estudió Biología, graduándose todas en 1981. Eran estudiantes brillantes, trabajadoras y bellas. Tanto en la universidad como en las fiestas, los muchachos siempre se sentían atraídos por las trillizas, como un enjambre de abejas en busca de miel. Invariablemente, cada vez que algún chico se presentaba y les preguntaba sus nombres, ellas respondían a coro: “¡Constitución, Democracia y Libertad, aunque no lo creas!”, a la vez que le regalaban tres preciosas sonrisas. Nunca les faltaron pretendientes…

Así, llegó el momento en que comenzaron a tener novios formales. Constitución se enamoró de un compañero de clases de tipo muy varonil y con un carácter bastante fuerte, que a ella le atraía mucho. Democracia salía con un ingeniero petrolero que ya trabajaba en PDVSA con un sueldo bastante bueno y Libertad estaba con un estudiante de periodismo que además era poeta. Todas se casaron en el ‘83 y, sin dejar de trabajar en sus profesiones, tuvieron hijos.

Pasaba el tiempo, los niños de las trillizas crecían junto con el país, que en medio de sus altos y bajos políticos, económicos y sociales, les ofrecía todas las posibilidades del mundo, del primer mundo. La hija mayor de Democracia tocaba el violín en el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles, el hijo de Libertad aprendió a tocar el cuatro y la mandolina en la Fundación Bigott, mientras que el hijo menor de Constitución jugaba beisbol con los Criollitos de Venezuela.

Todo andaba de mil maravillas, o al menos así parecía. Las tres hermanas siempre fueron muy unidas, apoyándose mutuamente en toda situación. Sin embargo, la tragedia tocó a sus puertas un martes 4 de febrero de 1992, cuando Democracia fue secuestrada muy temprano en la mañana, camino a su trabajo. Al principio, los raptores exigieron una suma impagable y luego no se volvieron a comunicar más con los familiares, que quedaron devastados, sin noticia alguna. Ahora, los hijos se crían solos con su padre, que al menos cuenta con la ayuda del resto de la familia.

Más o menos para el mismo tiempo, el esposo de Constitución comenzó a maltratarla verbal y físicamente cuando estaban solos. Ella no entendía su comportamiento y buscaba excusarlo de cualquier manera, hasta que, dolorosamente, se fue percatando de que el matrimonio perfecto que le mostraban a los demás era sólo una pantalla que ella seguía manteniendo por su eterno miedo al qué dirán. Con los años, las faltas de respeto, los golpes y las violaciones que sufría se tornaron rutinarios, hasta que un buen día, Constitución no pudo volver a levantarse del suelo, desangrándose internamente. La policía no intervino, y el marido está como si no hubiese pasado nada.

En cuanto a Libertad, encontró el fin una tarde de mayo el año pasado, cuando le robaron el carro y sus pertenencias a punta de pistola en el estacionamiento de un centro comercial. Según lo que cuentan algunas personas que presenciaron el asalto, ella salió del carro y les dio las llaves y el bolso entero a los maleantes, rogándoles que no la mataran, que tenía un hijo, que la dejaran ir, pero ellos, con los ojos rojos y riéndose a carcajadas la balearon siete veces.

Los padres y los hermanos de las trillizas aún no terminan de entender qué fue lo que pasó con aquellas tres mujeres valientes, honestas, inteligentes, luchadoras y hermosas, venezolanas en toda la extensión de la palabra. Lo único que sienten ahora es un inmenso vacío dentro del pecho…


©2013 PSR



miércoles, 10 de octubre de 2012

T E R R O R



Timados fuimos
aquel vil egoísmo
de nuevo triunfó.

El Bravo Pueblo
aún sigue en su choza
sin virtud ni honor.

Resentimiento
afianza las cadenas
y la opresión.

Ruin es el alma
que separa hermanos
en una nación.

Odio y violencia
para el Santo Nombre
que el yugo lanzó.

Recuperemos
la Patria soberana
con brío y unión.


©2012 PSR


miércoles, 3 de octubre de 2012

V E N E Z U E L A

Viva mi tierra
la de tantos héroes
como tú y yo hoy.

Entre el paisaje
fuera de toda jaula
trina el turpial.

Naturaleza
extrema en belleza
diamante puro.

Emancipada
Bolívar te liberó
en la Colonia.

Zaina galopa
con el Caballo Viejo
por la sabana.

Unidos todos
saldremos adelante
como hermanos.

En el camino
de democracia justa
el pueblo manda.

Los estudiantes
almas limpias y puras
serán ejemplo.

Avanzamos ya
hacia un futuro mejor
con gran dignidad.


©2012 PSR


miércoles, 25 de julio de 2012

C A R A C A S



Cuánta alegría
en mi tierra hermosa
hay en tu día.

Armada de luz
moderna y tradicional
respiras pasión.

Rey, el Ávila
y el León de Santiago
son tus guardianes.

Artífice eres
de justicia y libertad
para tus hijos.

Cuna de grandes
recibes a tantos más
sin distinciones.

Antes y ahora
persigue tu futuro
digna y valiente.  

Sueño contigo
en un mejor porvenir
deseándote paz.



©2012 PSR


miércoles, 4 de julio de 2012

NIÑA MÍA



Mi niña querida
amiga bella de la infancia
corazón que aún late puro
en medio de tu circunstancia
niña eterna que cantas y sueñas
descubriendo la vida
día a semana, mes a año
incansable
inderrotable
buscando la felicidad.

Niña hermosa de mis ojos
cual rayito mañanero
trigueña, rubia, morena, cobriza
es un arco iris perfecto
tu piel, tu mirada, tu cabello
mi bella niña mestiza.

Niña alegre que juegas en la sabana
hablando con paraulatas y alcaravanes
amiga de Mariposa y Lucerito
reina de los maizales.

Niña pícara que corres sin miedo
al encuentro con olas espumosas
persiguiendo cangrejos escurridizos
oyendo el canto de las caracolas.

Niña risueña de paseo por los montes
decorados con joyas de frailejones
miras la nieve en las cumbres
entre arroyos helados
que roncos llaman tu nombre.

Niña pura que danzas sonriente
al ritmo de cantos ancestrales
experta en la selva y sus ríos
hermana de tortugas, orquídeas y aves
respiras hondo en ese mosaico infinito de verdes
de vida…
plena en tu mundo vegetal.

Niña noble que juegas a ser grande
corriendo hacia el futuro
riendo por las calles de la ciudad
forjando tu meta con paso seguro.

Niña linda que creces
mirando el Ávila, el Catatumbo
sintiendo en tu piel
el Orinoco y el Llano
estallando en mil colores
junto al crepúsculo andino
volando con los pelícanos
por el Caribe entero
y más allá aún
hacia el sol brillante.

Baila siempre libre, viva
crece fuerte, buena y bella
eres dueña de tu destino
mi niña valiente
generosa, brillante
nunca olvides que la luz que alumbra
es la que está adelante
mi brava niña
niña dulce
camina hacia la meta
respira en paz
y nunca pares de andar
por la buena senda
grande niña Venezuela.



©2009 PSR


lunes, 19 de septiembre de 2011

La venezolana Patricia Schaefer Röder gana el Premio del ICP

Noticias
Patricia Schaefer Röder
Schaefer Röder: ganadora.
La venezolana Patricia Schaefer Röder gana el Premio del ICP
Comparte este contenido con tus amigos
La escritora Patricia Schaefer Röder ha resultado ganadora del primer premio en narrativa del XX Concurso Literario del Instituto de Cultura Peruana en la ciudad de Miami en Florida, Estados Unidos. Este año, el concurso se llevó a cabo en honor al escritor Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010. El primer premio de este concurso consiste en pasajes Miami-Lima-Miami. Además, el cuento ganador, titulado “Ignacio”, será publicado en la antología Poetas y narradores del 2011, editada por el Instituto de Cultura Peruana.
Schaefer Röder nació en Caracas, Venezuela. Después de obtener la licenciatura en biología y de publicar sus primeros ensayos se fue a vivir a Alemania y luego a Nueva York. Desde hace siete años está radicada en Puerto Rico, donde dirige su empresa de traducción y producción editorial. Comparte su amor por la escritura con la traducción y las artes editoriales.
Su narrativa no sólo tiene el aval de premios nacionales e internacionales sino que también trae consigo años de estudios sobre el carácter humano y la tradición del realismo mágico. Sus viajes la han llevado a percibir las muchas conexiones que la atan a su tierra y redescubrir las historias que hoy narra con especial precisión y claridad literaria en su último libro, Yara y otras historias, una antología de 34 de sus más atrayentes cuentos y relatos.
El Instituto de Cultura Peruana (ICP) es una institución no lucrativa fundada en 1991 en la ciudad de Miami, Florida. Su objetivo es promover en Norteamérica la rica cultura peruana, cuyas raíces se remontan a las civilizaciones preincaicas con más de 10.000 años de antigüedad. Con este propósito organiza conferencias, exhibiciones, publicaciones, concursos anuales de poesía y narración y otras actividades, con la libre participación de los interesados de cualquier nacionalidad.
Los trabajos premiados en los concursos literarios se reproducen en forma de libro, inmediatamente después del certamen, a fin de difundirlos como la expresión artística de la comunidad hispana en Norteamérica.


Letralia Tierra de Letras 

 

12 de septiembre de 2011
Cagua, Venezuela

viernes, 26 de agosto de 2011

Patricia Schaefer Röder ganadora del Premio del Instituto de Cultura Peruana 2011

La escritora Patricia Schaefer Röder ha resultado ganadora del Primer Premio en narrativa del XX Concurso Literario del Instituto de Cultura Peruana en la ciudad de Miami en Florida, Estados Unidos. Este año, el concurso se llevó a cabo en honor al escritor Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010. El primer premio de este concurso consiste en pasajes Miami-Lima-Miami. Además, el cuento ganador, titulado “Ignacio”, será publicado en la antología Poetas y Narradores del 2011, editada por el Instituto de Cultura Peruana.

Patricia Schaefer Röder nació en Caracas, Venezuela. Después de obtener la Licenciatura en Biología y de publicar sus primeros ensayos se fue a vivir a Alemania y luego a Nueva York. Desde hace siete años está radicada en Puerto Rico, donde dirige su empresa de traducción y producción editorial. Comparte su amor por la escritura con la traducción y las artes editoriales. Su narrativa no sólo tiene el aval de premios nacionales e internacionales sino que también trae consigo años de estudios sobre el carácter humano y la tradición del realismo mágico. Sus  viajes la han  llevado a percibir las muchas conexiones que la atan a su tierra y redescubrir las historias que hoy nos narra con especial precisión y claridad literaria en su último libro,  Yara y otras historias, una antología de 34 de sus más atrayentes cuentos y relatos. http://yarayotrashistorias.blogspot.com.

La autora tiene su propio blog literario, donde cada miércoles publica sus escritos: http://patriciaschaeferroder.blogspot.com
El Instituto de Cultura Peruana, ICP, es una institución no lucrativa fundada en 1991 en la ciudad de Miami, Florida. Su objetivo es promover en Norteamérica la rica cultura peruana, cuyas raíces se remontan a las civilizaciones preincaicas con más de 10,000 años de antigüedad. Con este propósito organiza conferencias, exhibiciones, publicaciones, concursos anuales de Poesía y Narración y otras actividades, con la libre participación de los interesados de cualquier nacionalidad. Los trabajos premiados en los concursos literarios se reproducen en forma de libro, inmediatamente después del certamen, a fin de difundirlos como la expresión artística de la comunidad hispana en Norteamérica.




miércoles, 27 de julio de 2011

CARACAS

Julio 2011. Apenas llego a Caracas e instantáneamente comienza a rebobinarse mi memoria junto a mis sentimientos. A pesar de que suelo visitar a mi familia casi cada año, cada vez que vengo, siento que regreso después de pasar una vida entera afuera. Recuerdo claramente que antes, la sola idea de vivir en otra parte que no fuese Venezuela era algo insólito para mí; nunca me vi siquiera protagonizando ningún sueño parecido. Es así, simplemente soy venezolana; una caraqueña que no puede y no quiere eliminar la semilla de concreto y monte que persiste en ella después de cien siglos y a pesar de incontables nuevas vivencias. Si bien es cierto que me sé tan venezolana como cualquiera, con demasiada frecuencia se me quería hacer sentir extranjera aquí mismo, en mi propia tierra. Y aunque intentaba no darle mucha importancia a tantas palabras sin sentido, no puedo negar que de vez en cuando me haya tropezado dentro con esas vetas de confusión y molestia. Así es la vida; ahora que llevo tantos años viviendo afuera, donde realmente soy extranjera, me siento cómoda: toda una ciudadana de un mundo que cada vez se encoge más.

Soy caraqueña y siempre lo seré. Aún puedo decir que he vivido la mayor parte de mi vida aquí, en este pedacito de trópico. Mi infancia tranquila, llena de mañanas frescas y tardes soleadas al aire libre, mangos maduros y paseos por parques verdes, llena de escuela y amigas que continúan siéndolo. Mi adolescencia y mis veintes casi enteros, apasionados de amor y cultura, de cines y museos, de fiestas, de cafés, de subidas al Ávila y salidas en grupo.

Eso fue hace tiempo ya. El destino me llevó a vivir en varios países diferentes y estoy segura de que aún me tocará establecerme en otros lugares más. Pero a pesar de los kilómetros y los años de ausencia, desde que regresé a casa por primera vez, siempre me sucede lo mismo: salgo del avión y mi alma vuela atrás en el tiempo, escapando veloz rumbo a una época luminosa, tan fácil de vivir, tan genuina, intensa, plena… De pronto me veo reencontrándome conmigo misma, redescubriendo una vez más mi familia, mi casa, mi ciudad y mi país.

Al volar hacia el pasado por ese túnel del tiempo improvisado que me lleva desde el avión hasta el terminal del aeropuerto, las imágenes de Caracas que evoca mi mente no encuentran su reflejo en mis pupilas. Me invade un desconcierto total. Después de unos instantes de pánico vuelvo a comprobar que la ciudad sigue viva y cambia con cada respiro que da. Mi bella Caracas ha pasado por tantas situaciones, unas veces amables y otras extremas, que la han hecho madurar a la fuerza y crecer desesperadamente, sin poder encontrar la relación sana entre los dos eventos, abandonándose más bien al crecimiento hueco y a la maduración tardía de un gigante con problemas serios de aprendizaje. Sin duda es una ciudad con muchísimos desafíos, con infinitos contrastes que le dan un aire pesado de metrópoli apocalíptica por un lado y una tenue brisa fresca, vanguardista y tropical, por el otro. Desde siempre, mi ciudad ha tenido problemas de memoria, desechando las cosas buenas que tradicionalmente han funcionado, para aventurarse a tantas innovaciones desconocidas y de calidad dudosa. Para quien no la comprende, Caracas se asemeja a una criatura quimérica, llena de fragmentos más o menos acabados que no guardan relación entre sí. Sin embargo, quienes la conocemos y amamos, sabemos que la ciudad en su valle y sus alrededores es tan noble que recibe cualquier adquisición sin chistar, ajustándose de buena gana a la prótesis de turno.

A Caracas la han engañado demasiadas veces y no se cansan de hacerlo a cada instante. Prometen limpiarle las heridas que le causan quienes tanto la maltratan, mientras le pintan futuros próximos y lejanos de mil colores estridentes que la enceguecen y la dejan delirando en sueños ansiosos, baratos. Ciega por tanto humo e ilusiones vanas se vuelve mi ciudad, sin escuchar consejos ni razones. La verdad es que cada vez escucha menos; más pronto que tarde la ciudad se está quedando sorda, yaciendo inmersa en sí misma, una colmena enorme que no puede apagar el zumbido de fondo que la enloquece poco a poco. Muchas veces le duele la cabeza cuando sin cesar intenta que su lado derecho e izquierdo cooperen y trabajen juntos para lograr una tarea, frecuentemente sin llegar a ningún resultado. La madre leona ruge de impotencia cada vez que alguien es víctima de la delincuencia y el crimen, cuando el temor envuelve a sus crías, y se frustra al ver que el pánico perenne las vuelve indolentes o agresivas. Se ha hecho adicta a los antidepresivos y los calmantes para sobrellevar los tiempos turbulentos que la arrastran sin piedad.

Hoy, mi amada Caracas está maquillada para el aniversario de la Independencia. Con un colorete ligero refrescaron el rostro de la Sultana de 444 años recién cumplidos, le hicieron un nuevo peinado y una caricia en la mejilla. Remozada por fuera, la bella matrona sufre de mala circulación. Sus venas y arterias están taponadas y a veces el cuerpo no quiere hacerle caso, pero al igual que toda Venezuela, su sangre es color vinotinto y tan solo eso le basta para hacer latir fuertemente su corazón.

En estos momentos, Caracas tiene tantas cosas en su contra que a veces la gente no sabe qué responder cuando le pregunto qué es lo que más le gusta de ella. Para mí, sin embargo, la respuesta sigue siendo muy fácil: el Ávila, que no se rinde y sigue acompañando a su amada pase lo que pase, la vida cultural que llena el espíritu de quienes se dejan envolver por su manto, y sobre todo mi gente; los de siempre, los de ahora: todos aquellos que me iluminan, me mueven y me hacen sonreír, son lo mejor de mi ciudad.

No me canso de comprobar que a lo largo del tiempo la historia se revela cíclica, con altos y bajos… Así, tengo la certeza de que en un futuro no muy lejano, Caracas se recuperará y saldrá airosa de lo que la aqueja. Como todo, esto también pasará.


©2011 PSR

miércoles, 24 de junio de 2009

ENSUEÑOS MUSICALES: QUINTA ANAUCO

Puedo cerrar los ojos y evadirme cuando lo deseo. De las zarabandas a las fantasías musicales sólo hay un paso, y a veces, mucho menos que eso. Me desprendo de mi ser físico y de mi estar allí, y puedo esconderme en un acorde de cualquiera de los instrumentos que suenan.

Los movimientos constantes de las personas a mi alrededor me molestan, así como el ruido de la puerta que se abre y se cierra con fuerza, y el de los brazos abanicando con el programa de turno por el intenso sopor. Prefiero huir una y otra vez; y tantas veces como sea necesario, dejando mi cuerpo allí, y volando con mi alma a otro lugar lejano.

Es como la consumación de un viaje astral; la separación del ente físico y el espiritual, flotando por espacios multicolores y multidimensionales. No puedo detenerme ni siquiera para aplaudir; lo inmaterial de mi ser quiere seguir meciéndose en ese vacío pleno de sensaciones visuales, auditivas y hasta táctiles; porque es como si la música me tocara por dentro y revolviera mis entrañas, dando afinación a cada una de las fibras de mi alma.

Bulle en mí una necesidad imperiosa de liberar todos esos sentimientos que normalmente naufragan en mi ser y que siento que en algún momento me van a destrozar el pecho y la mente. Así que, aunque lo quiera o no, debo dejarlos salir a flote para que se salven y a la vez me ayuden a salvarme a mí misma de las tinieblas de la incertidumbre y el desamor.

La música llena todos mis espacios; internos y externos, reales e imaginarios. Me llena por completo sin dejar ningún resquicio que escape a ello. Es magia. Mi cuerpo se encuentra atrapado en esta pequeña sala llena de gente, cada uno con su pasado, sus problemas y su futuro incierto. Mi cuerpo tiene calor y no puede salir en este instante a tomar agua ni aire fresco. Pero mi espíritu se eleva por encima de las cabezas de las demás personas y se deleita danzando al compás de esta celestial música del Renacimiento y del Barroco temprano, perfecta para relajarnos en cuerpo y mente, y escapar momentáneamente de todas las ataduras terrenales que a veces nosotros mismos nos creamos.

El salón en el que está mi cuerpo es muy pequeño, con insuficiente espacio para albergar a tantas personas que decidieron darse cita hoy para compartir la antigua música de mis antepasados. El próximo concierto lo deberían dar en un sitio más grande, porque ya sea por curiosidad o conocimiento, se sabe que hay mucha gente interesada en pasar un rato deleitándose con estas ancestrales melodías tan bellamente interpretadas por estos magníficos músicos.

Sin embargo, en la intimidad de este recinto y a pesar de la gente a mi alrededor siento mi alma renacer, reconstituirse y elevarse hasta las más altas cumbres, y más allá aún, para ser una con el sol y las estrellas. En ese momento, plena de energía veo a mi alrededor y me percato de que la felicidad está donde queremos que esté; somos nosotros quienes la llevamos de un lado a otro en nuestros corazones, siempre en nuestro ser formando parte de la esencia misma de la vida. ¡Pero cuán difícil se nos hace a veces encontrarla, reconocerla! Cuántas veces la hemos tenido cerca y no la hemos visto; no siempre fuimos capaces de acercarnos y tomarla de la mano, y dejar que se expandiera dentro del espíritu, del alma tan magullada en algunas oportunidades.

Por eso me desentiendo de mi cuerpo y de mi entorno al escuchar estas melodías, por eso soy tan afortunada de encontrarme aquí y ahora con la felicidad que a veces se me quiere esconder en el camino, que de vez en cuando pareciera querer jugarme una mala pasada y hacerse la desentendida conmigo. Pero en este instante, al flotar junto a ella en mi universo musical, llego a creer que no la dejaré escapar nunca más...

Patricia Schaefer Röder
18 abril 1993
Museo de Arte Colonial Quinta Anauco, Caracas
© 1993 PSR

jueves, 23 de abril de 2009

AVENTURA EN CARACAS

Aventura en Caracas

Por Tile Schaefer

Su rostro tenía aquel tono pardusco que muchas veces adquiere la piel de los europeos después de una larga estadía en el trópico, cuando no se vuelve colorada debido al elevado consumo de oporto y whisky. Con su pequeña estatura, cabello escaso y lentes de montura dorada y gran aumento, a través de los cuales pestañeaban dos ojos grises, lucía como cualquier otro. Parecía un pequeño contador o comerciante.

–¿Conoce usted Caracas? –preguntó–. Yo vivo aquí desde hace casi cuarenta años. En aquel momento, durante la gran quiebra bancaria en Alemania, usted sabe, al comienzo de la crisis, junté todos mis ahorros y vine aquí a probar suerte.
>>Hoy en día se encuentra aquí, junto a la practicidad gerencial y la objetividad del sentido comercial, no sólo la exquisita educación y cultura de los Amos del Valle, sino que de vez en cuando se topa uno con el don de la contemplación intuitiva, el contacto con lo sobrenatural; aquella relación con la naturaleza que yace adormecida bajo la superficie de una raza resultante de la mezcla de indios, negros y blancos.

El pequeño hombre bebió un sorbo de vino, carraspeó ligeramente y prosiguió:
–Debo decirle que soy agente de seguros. No tengo una gran oficina, no, no, sólo una empleada que contesta el teléfono y se encarga del papeleo, pero soy independiente.
>>Hace un par de meses encontré una tarde, al regresar de las visitas a mis clientes, una nota de ella donde decía que pasara ese mismo día por una casa en la Avenida El Bosque, en la urbanización La Florida, en relación con un seguro.
>>Después de comer un bocadillo tomé mi maletín con los documentos y me dirigí hacia la puerta. Aunque todavía era de tarde, ya estaba totalmente oscuro, ya que aquí el crepúsculo pasa muy rápido. A pesar de que estaba bastante caliente y húmedo decidí ir a pie.
>>Pronto comenzó a caer una fina llovizna. Aceleré el paso y finalmente me encontré algo jadeante frente a la casa indicada. Sin problema alguno llegué a la puerta, flanqueada por dos enormes agaves y mal alumbrada por un farol de opaca y escasa luz. Toqué el timbre y de lejos me respondió un tono quedo que se apagó rápidamente. Entonces se abrió chirriante la puerta de madera y hierro, y entré.
>>Un anciano negro de cabellos blancos vestido como sirviente me dejó entrar. Mencioné mi nombre y le dije que me esperaban. Él me pidió tomar asiento y esperar un momento mientras anunciaba mi llegada al señor de la casa.
>>Poco a poco se fue atenuando la luz de la gran lámpara de araña que colgaba del techo de vigas, ¿o tal vez sólo me lo pareció? El cansancio se apoderó de mí. Sentado en el sillón, justo cuando se me cerraban los ojos, vi por las ventanas cómo empezaban a caer rayos a la vez que retumbaban fuertes truenos. Entonces comenzó a caer uno de esos aguaceros tropicales que convierten instantáneamente cualquier paisaje en un lago. La lluvia golpeaba el techo de la casa de tal manera que la hacía temblar.
>>Al fin se arrastraron unos pasos, y desde el pasillo del fondo se me acercó un señor de tez morena con un traje impecablemente blanco. Imagínese usted, curiosamente olvidé sus facciones por completo. Solamente sus ojos, de un amarillo verdoso y con una rara expresión inanimada, son lo único que puedo recordar. Eso y su aspecto distinguido, con un toque de resignación y fatiga.
>>Me apresuré a presentarme y exponer el motivo de mi visita. Se mantuvo quieto durante un momento y luego movió la cabeza de un lado al otro, lentamente, penetrándome con la mirada. Así estuvimos parados, uno frente al otro, no sé por cuánto tiempo. Entonces, con un movimiento repentino, volvió la mitad derecha de su rostro hacia mí y dijo: "Se equivoca señor, hoy hace cuarenta años me quité la vida". Y vi cómo de un pequeño orificio dentado y rojiazul en su sien bajaba lentamente un delgado hilo de sangre.
>>En ese momento un rayo especialmente intenso iluminó la sala deslumbrándolo todo, y junto con el ensordecedor trueno que le siguió perdí el conocimiento.

>>Desperté al sentir que la humedad cubría mi rostro. Me incorporé aturdido. Estaba tendido en la calle, junto al viejo muro del jardín. Las hojas del enorme árbol de caucho, sacudidas por el viento, me echaban sus gotas en la cara. Había dejado de llover y una delgada medialuna me miraba parpadeando maliciosamente. No sé cómo llegué allí. Mi maletín ya no estaba, debí haberlo perdido. A duras penas me levanté y me fui tambaleando a casa.

–¿Qué me dice usted al respecto? –continuó–. ¿Alucinación? ¿Sueño? Puede ser, ¿quién sabe? Por lo demás le aseguro que nunca antes en mi vida me había pasado algo parecido. Pero escuche el final de la historia: por supuesto que pesqué un buen resfriado, incluso estuve en cama por dos días. Pero el incidente me robó la tranquilidad.
>>Lo primero que hice cuando regresé a la oficina fue preguntarle a la secretaria por aquella llamada telefónica. Resultó ser que la señorita se equivocó al anotar la dirección. En realidad se trataba de una calle del mismo nombre en otra urbanización de Caracas. El señor también había vuelto a llamar. ¿Así que todo no fue sino una coincidencia? Se imaginará que esa explicación no me satisfizo de ninguna manera y que aquel asunto no me dejaba en paz.
>>El jardín yacía quieto bajo el sol resplandeciente, no había ni una brisita que moviera la gran palmera, sólo un par de iguanas se trepaban lentamente por las ramas del árbol de caucho. Sacudí el portón; estaba cerrado. Desconcertado, observé la casa que parecía mirarme de manera sombría y amenazante.
>>Me di la vuelta y caminé hacia la casa de al lado, una pequeña quinta pintada de amarillo y sin patio delantero. Una anciana criolla con ropa dominguera estaba sentada en la terraza del frente, leyendo el diario mientras fumaba un tabaco. Me acerqué saludándola de manera cortés y le pregunté si sus vecinos habrían salido, porque el portón estaba cerrado. "Señor –respondió la vieja, mirándome fijamente y con desconfianza– debe estar equivocado, esa casa lleva muchos años vacía. Pero si está interesado en alquilarla, sepa que yo tengo la llave y se la puedo mostrar". Le respondí afirmativamente, ella buscó un llavero y nos dirigimos hacia la calle mientras me contaba que nadie quería alquilar ni comprar esa casa, porque se decía que allí había espíritus, ánimas.
>>Entramos por el portón hacia la casa, caminando por el sendero de baldosas. Con algo de esfuerzo le dio vuelta a la llave en el cerrojo pesado y oxidado. Pasamos. Sí, esa era la antesala que ya yo conocía, ¡pero estaba vacía! Aquí desde luego que no había vivido nadie desde hacía años. Los alféizares de las ventanas estaban cubiertos de una gruesa capa de polvo y un vidrio roto parecía servirle de entrada al escondrijo a algunas mariposas nocturnas enormes que estaban pegadas al techo. Telarañas en las esquinas, por todo el suelo había pedazos de papel y los restos de una caja rota.
>>La vieja criolla me miró sin comprender. Negando con la cabeza me di vuelta para irme. Cuando tomé el pomo de la puerta, mi vista cayó hacia la parte trasera de la entrada. ¡Allí estaba mi maletín negro!

El pequeño hombre bebió un sorbo de su vaso, apagó su cigarrillo y me dijo:
–Y ahora señor, le pregunto: ¿qué opina usted de todo esto?


©1969 TILE SCHAEFER
TRAD. ©2009 PSR

ABENTEUER IN CARACAS