LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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miércoles, 10 de julio de 2013

RUIDO



Un hilo transparente me hala
enredándose en mí
unas veces sutil
otras, más bien febril
siempre sin cuartel
poco a poco
con la fuerza
de quien se sabe vencedor.

Un hilo transparente se hace malla
alrededor de mis sentidos
entumeciéndolos sin remedio
disuadiéndome de escapar
impidiendo cualquier movimiento
incluso el de mis párpados.

Un hilo transparente me contiene
el alma no puede despegar
está anclada entre aquellas hebras tejidas
aturdida de inutilidad.

Un hilo transparente
sin final ni comienzo
me aprieta cada vez más
subyugando mis pensamientos.
Implacable
a dentelladas violentas
rasga los recuerdos
de días llenos de luz
sin ataduras.

Un hilo transparente
hecho tela sobre mi piel
cubre cada uno de los poros
sin dejarme respirar
aquel ruido que ensordece
me comprime
quedando sin aliento
sin olfato
ciega.
Así
sin sentir más nada
al fin me vuelvo aire
…y escapo.


©2013 PSR


miércoles, 25 de abril de 2012

2012



el último año
de los mayas
este que sobrevivo ahora
lo siento en mi piel
muy adentro
avanzando palmo a palmo
lacerando mis vísceras
como un gusano carnívoro.

amaneció ya, lo sé
oigo los sonidos del día
mis ojos se niegan a abrirse
no quiero levantarme hoy
no quiero levantarme mañana
…no quiero levantarme más.

enfermedad dondequiera que miro
muerte, nuestra amiga impuesta
demasiado trabajo tienes…  
depresión, vacío
desorden
este ruido que no mengua
accidentes tontos, demasiados…
tristeza
¡qué fosa tan profunda cavas!
envidia, egoísmo
falta
mugre
el tan cobarde chantaje
maldad, nunca escasea  
¡fresca, a la orden del día!
no falla quien, destilando el odio más puro
apunta a nuestro rostro y lo escupe con saña
directamente al ojo
mientras en su cara dibuja una mueca
de placer perverso
saboreando su veneno
imaginando el daño que causará
…lo que no sabe es que no puede conmigo
no pudo, no puede y no podrá, ¡jamás!
que tanta lástima me da…
traición
decepción… decepción.
decepciones por todos los flancos
desilusiones…
este dolor en las entrañas
se ha vuelto parte de mí
…mi más íntimo amigo.

se mueve el tiempo
hacia el frente, sin cesar
en episodios abiertos
cada capítulo es un tanto más cruel
que el anterior
la realidad
esta, la mía
pareciera una película retorcida
que se desarrolla alrededor
intocable
no me siento su protagonista
tampoco una actriz de reparto
ni siquiera una extra
¡no, no, no
esto no me está pasando a mí!

primer tercio del año
como siempre
caminando hacia adelante
en cuatro meses cambió mi mundo
se terminó el que conocía
quebrándose
fracturándose en cada ámbito
cada estructura construida
con infinito amor
en tantos momentos
cada elemento
perdió sus dimensiones
color
tono… brillo
una implosión tras otra
fueron dejando tan solo
mil escombros esparcidos
entre cenizas y humo.
ahora
al disiparse la calina
después de la catástrofe
me descubro de pie
andando sin parar
sorteando ruinas y cráteres
a la vez que me maravillo ante una flor silvestre
que crece a la vera del sendero
sencilla
sin nombre.
entonces sonrío
de nuevo…
todo estará bien
lo sé.


©2012 PSR


miércoles, 11 de mayo de 2011

SILENCIOS

“…Al fin llegamos. Al abrir la puerta de la casa, la luz se apagó de repente. De pronto todo quedó en calma, incluso los niños quedaron silentes. Entramos cada quien a lo suyo, junto al silencio que se abrió paso de golpe en el espacio, llenándolo de una quietud abrumadora. En el aire hay una presión y un peso que nunca antes había experimentado; el silencio intenta perforarme los oídos y el cerebro. La calma total es apabullante, es la ausencia de cualquier cosa. Es la aniquilación, la muerte; peor aun: la no existencia. La ausencia de todo sonido crea esa paz fantasmagórica que tienen los objetos inertes, inanimados. No queda ni un murmullo, ni rastros del rumor de alguna máquina, ni el trinar de las aves o los sonidos ásperos de los insectos. El silencio que se apoderó del atardecer me subyuga, aplastándome, haciéndome incapaz de articular palabra. Ni siquiera puedo hacer ruido porque el silencio se lo tragaría. Romper el silencio es una tarea titánica; es vencer el mayor obstáculo en mi vida en este preciso instante. Sería equivalente a destruir el entramado de cristales que forma el espejo de un lago en pleno invierno; se rompería la estructura. La calma es más poderosa que el ruido. Es más fuerte que mil cadenas. El sonido implica desorden, es entrópico; la calma es fuerte porque depende del orden. El silencio puede aniquilar cualquier intento de explicación o razonamiento. El silencio es sublime y tiránico a la vez. Puede destrozarnos o liberarnos, pero siempre tiene el poder de la última palabra. El silencio gana. Al principio de todo había silencio, y al final también lo habrá. El nacimiento y la vida del universo suceden gracias al amable interludio de sonido que nos regala el silencio dueño de las dimensiones, que volverá a invadirlo todo cuando ya todo haya acabado.

En medio de este silencio universal, comienzo a divagar igual que lo hacía cuando era niña. En aquel entonces pasaba horas sentada frente a un objeto magnífico, esperando que algo sucediera. En realidad sucedía cada media hora, pero yo pasaba paciente toda la tarde, atenta al momento preciso para no perderme de nada. Así lo veía varias veces, y me quedaba maravillada siempre. A pesar de verlo una y otra vez, no me cansaba. Cada nueva ocasión era un nuevo regalo, una nueva oportunidad de experimentar la magia, una nueva manera de recomenzar, tal vez. Eran momentos de grata espera, en los que la imaginación viajaba a través del pasillo nublado de mi casa hacia bosques encantados, llenos de seres fantásticos y personajes mágicos. Entonces huía del lobo o me enfrentaba a la bruja, luchaba con el dragón o ayudaba a las hadas; pero siempre salía victoriosa y me reunía con el príncipe valiente en un final feliz. Todo eso sucedía mientras estaba sentada en el suelo, en silencio, mirando hacia lo alto de la pared en una especie de hipnosis que llegaba a su punto culminante cada vez que la aguja larga señalaba al cielo o a la tierra. Una bella pieza de madera tallada con motivos de árboles y pájaros, con manecillas blancas que paseaban por números romanos. Me miraba imponente desde aquel lugar inalcanzable, y sin embargo, estaba suficientemente cerca para poder observarlo en detalle, desde el mismo punto del pasillo, todos los días de mi niñez. Concentrándome en su presencia pura podía dejarme ir lejos y soñar. Era exacto. Era perfecto. Era maravilloso. Nunca me falló, no me decepcionó ni me engañó jamás. En mi imaginación subía por las cadenas y llegaba al centro de su mecánica. Como el príncipe de Rapunzel, deseaba conocer al que cantaba y se escondía detrás de la ventana. Quería saber quién hacía funcionar el mecanismo y cómo lo hacía con tanta precisión. Pasaba el tiempo observando minuciosamente todos los cortes en la madera, las figuras, los adornos. La fantasía y la realidad se fundían en mi conciencia despertando cada fragmento de memoria, liberando el pensamiento que estallaba en miles de ideas nuevas, ansiosas de que la niña en mí les diera vida. Y de pronto, cuando menos lo esperaba, el cucú cantarín salía a saludarme, amable y fugaz. Me alegraba verlo de nuevo. Y me quedaba sentada, soñando durante otra media hora, para volverlo a ver…”.


(fragmento tomado de un trabajo en proceso)

© 2009 PSR

miércoles, 30 de diciembre de 2009

DE NOCHE

–Federico… Federico… Estás roncando… ¿Te acordaste de tomar el antiácido y el antialérgico antes de acostarte? Mejor te los tomas ahora… Gracias mi cielo…

–Federico… Estás roncando otra vez… Federico, no puedo dormir… Muévete un poco, a ver si así no roncas… Gracias…

–Federico… Federico… Estás roncando… Ponte boca abajo para que dejes de roncar… Gracias mi amor…

–Federico… Federico… Estás roncando mucho… A ver, ¿por qué no te pones una de esas tiritas para la nariz? Gracias…

–Federico… Federico… Estás roncando… Échate el spray antirronquidos que te compré hoy en la farmacia… Gracias mi vida…

–Federico… Federico… Estás roncando de nuevo… ¿Por qué no intentas con una almohada más, para que estés en una posición inclinada? Gracias…

–Federico… Estás roncando… Federico, no puedo dormir, me despiertas de golpe… Haz algo, pero deja ya de roncar, ¡por favor! Tal vez si te doy la espalda no se oiga tanto…

–Federico… Federico… ¡Estás roncando cada vez más fuerte! ¡Esto no lo aguanta nadie! ¡No he podido dormir en toda la noche! ¿Y cómo haces para comenzar a roncar justo cuando cierro los ojos? Apenas los abro, ya no haces ruido... Federico… Federico… Pero… ¿dónde estás…? ¿Cuándo te fuiste…?



©2009 PSR