Cada mañana abre los ojos, y con ellos,
se abren las puertas a un día especial. Se levanta temprano, con el ánimo
siempre puesto en el objetivo. Se trata de una gran empresa. Sin lugar a dudas,
la más importante de todas. Mientras se asea, piensa en los desafíos que
enfrentará de manera inevitable durante la jornada laboral. La invaden una
serie de sentimientos encontrados porque, a pesar de ser una optimista infalible,
sabe que el ambiente en que se mueve no es fácil; nunca lo ha sido y nunca lo
será. Escoge la ropa perfecta para darse su puesto, infundir respeto y lograr
sus metas. La vida le ha dado un profundo conocimiento de la naturaleza humana,
que ella combina con una gran dosis de psicología para llevar a cabo su
estrategia. Bebe un café y desayuna, revisando en la mente los pasos que
seguirá. Su trabajo está lleno de proyectos provocativos que requieren de mucha
experiencia y sabiduría para llevarlos a cabo. Toma su maletín y su bolso, y
sale de su casa a dominar el día con lo que venga. Saber negociar a todos los
niveles se ha convertido en su mejor instrumento de conquista. Al fin llega. El
portero la saluda con una gran sonrisa y la misma expresión de asombro diario
ante su caminar vigoroso. Por su carácter resuelto, ha desarrollado una fuente
de energía inagotable que la hace sentir casi invencible. Ella le corresponde siempre
amable, pero sin detenerse. Sabe que la esperan. A medida que avanza por los
pasillos, va regalándoles sonrisas encantadoras a todos los compañeros de
trabajo, repitiendo para sí el plan que tiene y comprobando de nuevo que la
creatividad es una cualidad imprescindible en su carrera. Se acerca a su
puerta. Sabe que llegó el momento de encarar el reto y triunfar. Toma el pomo.
Cierra los ojos. Respira profundo. Abre dando un paso al frente y enseguida
escucha el coro del saludo matutino: “¡Buenos días, maestra!”.
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