LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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miércoles, 25 de mayo de 2016

HILDA


Había una vez
una dama bonita
de nombre Hilda.

Ilusión tenía
de hacer una familia
y así la sembró.

Lluvia y sol hubo
hijos fueron llegando
que florecieron.

Destinada a ser
la “Teacher” del Colegio
todos la amaban.

Abuela que ríe
jugando con los nietos
el alma goza.


© 2016 PR


miércoles, 19 de diciembre de 2012

EL REGALO


La vio por primera vez cuando era niña. Tendría unos seis años el día que la descubrió en el cuarto de su madre, colocada en el lugar más especial de la repisa de sus tesoros. Era una cajita cilíndrica, un tanto chata, que asemejaba una pequeña sombrerera. Al igual que la tapa, la caja estaba hecha de una sola pieza de madera tornasolada finamente pulida, toda labrada en arabescos que, al recibir serenos el abrazo de la luz, reflejaban tonos cálidos y amables. Las dos partes calzaban a la perfección, quedando cerrada con un lazo de cuero. Su madre la llamaba con cariño “el regalo”.
Desde ese instante, quedó fascinada con el regalo. Aunque siempre había estado allí, ella se percató de su existencia esa mañana sabatina de mayo.
—Mamá, ¿qué es esta cajita? —quiso saber, curiosa.
—En esta cajita está el regalo —respondió la madre con una sonrisa.
—¿Un regalo? ¿Y quién te lo dio?
—Me lo dio la abuela hace años. Es linda, ¿verdad?
—Sí; me gusta mucho. Mamá, estos dibujos parecen hojas, ¿por qué esta cajita parece un árbol?
—Es una cajita muy vieja, de nuestros antepasados. A ellos les gustaba adornarlo todo con flores, hojas y frutas. Para ellos los árboles eran muy importantes.
—A mí también me gustan mucho los árboles, Mamá.
—Lo sé, mi amor, lo sé.
Una y otra vez, a lo largo de los años, al preguntarle a la madre por el regalo, ella le contaba sobre el material, el significado del diseño y la manera en que había llegado a sus manos.

Llegó el día en que terminó la escuela. Había decidido estudiar en la universidad, lejos de su pueblo, en el ombligo del mundo. Mientras preparaba su equipaje, caminaba por la casa fijándose muy bien en todo; formas, colores, sonidos, aromas, adornos… Quería absorber de nuevo, consciente, con fuerza, todo aquello que la hacía ser la persona que era. Necesitaba llenarse de tantos recuerdos, de las experiencias, los sentimientos y las emociones que la hacían ser única. Así, paseaba de cuarto en cuarto reviviendo escenas, diálogos, momentos irrepetibles. Al llegar a la habitación de sus padres, encontró a su madre sentada sobre la cama, esperándola.
—Te estás despidiendo, ¿cierto? —quería comprobar la madre.
—Sí. Es toda una vida…
—Acércate hija, tengo algo para ti.
—¿Para mí? ¿Qué es?
—Es hora de darte el regalo.
—¿Un regalo? ¿Cuál regalo es ese? —preguntó ella, ansiosa.
—Mi madre me dio el regalo cuando tenía tu edad y me preparaba para ser independiente, así como tú lo estás haciendo ahora —dijo la madre con suavidad mientras extendía la mano, ofreciéndole aquella cajita de madera noble.
—No sé qué decir… es tu regalo… la abuela te lo dio a ti… No puedo aceptarlo.
—Debes aceptarlo hija, ha sido la tradición por muchas generaciones. El regalo ha llegado hasta aquí desde nuestros antepasados. Hoy lo recibes tú, y deberás entregárselo a tu hija el día que ella se vuelva independiente. Ábrelo.
Ella tomó la cajita entre sus manos con especial reverencia. Mientras deshacía el lazo de cuero, la madre continuó hablando:
— El mayor regalo que se nos ha dado es la vida, y con ella, el libre albedrío. Siempre, la decisión está en nuestras manos y siempre tenemos el privilegio de actuar de la manera que queramos. Tenemos el poder de decidir qué hacer, cuándo y cómo, en dónde y con quién, y eso solo porque somos libres para ello. Del mismo modo, podemos negarnos a hacer lo que no deseemos. Solo nosotras tenemos la última palabra y solo nosotras somos responsables de nuestros actos. Nosotras corremos con las consecuencias de aquello que hagamos o dejemos de hacer. Hacemos cosas para que se nos acepte o para impedir el rechazo; a veces incluso por miedo, pero las hacemos siempre porque queremos, porque perseguimos algún fin. La decisión es nuestra, y eso nadie lo puede cambiar.
Al abrir la cajita, ella sintió la fragancia de la madera de eucalipto. Instintivamente, cerró los ojos y aspiró profundo.
—Mientras puedas respirar, sabrás que estás viva —dijo la madre—. Y mientras estés viva, serás libre para decidir por ti misma. No lo olvides nunca.

Entonces, ella abrazó a su madre y comprendió.



©2012 PSR

miércoles, 4 de abril de 2012

MAMÁ, MI HÉROE


Mi madre, Ursula Maria Röder nació en Königsberg, Alemania en 1925. Tuvo una niñez muy feliz, a pesar de que su padre murió cuando ella solo tenía 10 años. Vivió los crudos años de la Segunda Guerra Mundial junto a su madre y sus dos hermanos y, hacia el final de la guerra, llegó con su madre a Heidelberg, donde conoció y se casó con Tile Schaefer. Después de cinco años, Ursula y Tile se mudaron a Caracas, Venezuela con Corinna, su hija mayor. Allí nacieron también Jorge, Claudia y Patricia.

Toda su vida, Ursula fue una persona optimista y luchadora que siempre salía adelante. Cada situación difícil que se le presentaba, ella la conquistaba y la superaba con creces.

Ursula fue una mujer que vivió su vida a plenitud. Buena hija y hermana, y luego buena esposa, madre, suegra, abuela y bisabuela. Era muy paciente. Con un corazón enorme y mucho sentido del humor, salpicado de una gran picardía, muchas personas la apreciaban por su inmensa alegría de vivir y por ser un ejemplo de perseverancia en todos los aspectos.

No sé de nadie que no le tuviera cariño a Ursula. Quienes la conocieron saben que siempre estaba al tanto de todo, pendiente de noticias y deportes por igual. Le encantaba el fútbol, la playa, la música, el chocolate, los helados con crema, bailar, cantar y jugar Tetris. Fue una abuela y bisabuela muy “cool”. Ella decía que, cantando, cualquier trabajo y cualquier carga se aligeraba.

Junto a su esposo Tile, Ursula crió a sus hijos de manera recta y con los mejores valores. Durante muchos años, viajó por todo el mundo, disfrutó intensamente del amor de su familia y de este bello país, al que ella consideraba suyo.

Mujer sumamente fuerte, en unos pocos años superó la muerte de su hermano Werner, su esposo Tile y su hijo Jorge. Poco tiempo después, hace cinco años, pasó por el penoso trance de perder una pierna, lo que disminuyó su calidad de vida pero de ninguna manera le quitó las ganas de vivir. Extremadamente valiente, Ursula fue una persona de hechos, una mujer de acciones eficaces. Siempre buscaba soluciones, sorteando los obstáculos que se le presentasen para continuar su camino.

Hoy, vinimos a despedir a Ursula al hacer este nuevo viaje, porque su camino sigue siendo hacia adelante. Te amo, Mamá.


Patricia
3 de abril de 2012


miércoles, 9 de febrero de 2011

ABUELA

Se fue la abuela. Tenía 92 años. La abuela fue una de esas mujeres fuertes en todos los aspectos, que me inspiran un gran respeto y una profunda admiración. Una perfecta representante de aquella generación europea nacida después de la Primera Guerra Mundial que tuvo que hacer valer su instinto de supervivencia desde el mismo instante en que sus pulmones se llenaron de aire. Esa generación produjo mucha gente valiosa; gente tenaz, luchadora, sin miedo al trabajo o a pasar penurias, con la mirada siempre puesta en la meta de un mejor provenir.

La abuela nació en un pueblo de España donde la conocían como La Lecherina y murió en una ciudad de Venezuela, donde la conocieron como La Reina de la Química. Como tantos otros, tuvo que trabajar desde muy joven para sostenerse. Así fue diseñando su propio destino, sopesando cuidadosamente cada paso que daba. Conoció al abuelo, se casaron en medio de la Guerra Civil Española y tuvieron un único hijo. Tenían un puesto de frutas en el mercado, pero sabían que con trabajo y esfuerzo podían mejorar su calidad de vida. Un día decidieron que sería conveniente emigrar de la destrozada España. La idea inicial era irse a los Estados Unidos, porque la abuela tenía una amiga que le contaba lo bien que podía vivir allí y le ofreció brindarle ayuda si la necesitaba. Pero el destino tuvo otros planes y decidieron ir a Venezuela, un país suramericano joven y en esa época desconocido, en el que había un programa de inmigración selectiva por parte del gobierno, que apoyaba a trabajadores europeos, principalmente de España, Portugal e Italia (aunque también llegaron franceses, alemanes —como mis padres— y otros más), ayudándolos a ir allá para trabajar, levantar y echar adelante esa Tierra de Gracia.

La abuela y el abuelo llegaron a Venezuela trayendo solo el polvo de su patria en los zapatos. Fueron pobres durante un tiempo, solo el que les tomó aprender seriamente un nuevo oficio para volverse tan buenos en él que pudieran vivir de eso. El abuelo incursionó en la ebanistería y la abuela comenzó de manera sencilla a cortar cabello. Respondiendo a su ímpetu innato de avanzar sin importar las circunstancias, fue ensayando diferentes técnicas de estilismo y luego se enfocó en los tratamientos químicos para el cabello. La abuela se hizo peluquera por iniciativa y empeño propios, trabajando sin descanso, aprendiendo sin cesar y practicando las últimas novedades estilísticas que la mantenían siempre al día.

Además de eso, la abuela se estaba desenvolviendo como una mujer de negocios. Instintivamente comenzó a ahorrar e invertir, logrando establecer una peluquería propia. Allí, ella enseñaba a mujeres y hombres jóvenes que querían aprender estilismo, entrenándolos en su salón de belleza hasta convertirlos en excelentes profesionales. Después de un tiempo, vendió esa primera peluquería y abrió otra con nuevo personal, al que también instruyó en las artes de la belleza. Esto lo repitió varias veces, llenando la ciudad entera de salones de belleza fundados por ella.

La abuela, como tantos otros inmigrantes, ayudó a desarrollar esa tierra que ella había elegido para vivir y de la que se enamoró inevitablemente, igual que le sucedió a todo aquel que por razones del destino puso los pies y el alma en ella. De no tener nada, trabajando sin parar, logró convertirse en una fuente de buen empleo para muchos otros que la querían y respetaban por lo que ella era: un ejemplo de supervivencia y crecimiento en todos los sentidos.

Así, la abuela se convirtió en una leyenda viviente. Recibió varios homenajes en Nueva York y en otras ciudades por su larga trayectoria profesional en el área de la belleza, pero tal vez lo que más orgullo le daba era saber que había enseñado a tantos otros aquello que ella misma había aprendido, dándoles la oportunidad de desempeñar un oficio decente del cual poder subsistir.

No hay duda de que la abuela fue una mujer excepcional. Fuerte y luchadora por naturaleza, nunca se dejó doblegar. Vivió como quiso, sin que nadie le dijera lo que debía o no debía hacer; así mismo fue hasta el final…

Hoy, la abuela se marchó. Seguro comenzará algo nuevo allá donde vaya. Hasta luego Abuela, te quiero mucho.


©2011 PSR

miércoles, 9 de junio de 2010

MUJER

Obra maestra
de la vida
creación original
completa
encantadora.
Un sinnúmero de sueños
deseos
anhelos
expectativas genuinas
te adornan entera
por dentro
y por fuera.

Manojo de sentimientos
universo de ideas
fantasías
nuevas
propias.
Curiosa descubres
tu existencia.
Paso a paso
la imaginas
brillante
a todo color
y con la mejor música de fondo.

El destino te va llevando
a veces de la mano
otras con indicaciones
y algunas a leves empujoncitos
…o no tan suaves.
Cumples
con tu parte.
Cada día
llenas los requisitos
que exige el personaje
que encarnas hoy
mientras te preparas
para el rol que te tocará
mañana
y pasado mañana también.
Lo que aún no sabes
es que los papeles en tu obra
se crean pero no se destruyen
ni se transforman
tampoco se sustituyen
sólo se acumulan
incesantemente.

Eres mujer
inigualable
insustituible
todos lo saben.
Tesoro preciado
por muchos
que temen admitirlo
por envidia
por vergüenza
o para no perder
su puesto
…o su poder.

Personaje único
eternamente femenina
siempre tú
como tantas
cientos de roles
máscaras
trajes.
Debes estar lista
para responder
en todo momento
aunque tal vez
nadie te lo pregunte
¿a quién amas?
¿a quién quieres?
¿qué tanto?
¿de qué manera?
¿cuándo?
¿dónde?
¿por qué?
Todos se sienten dueños
de ti.
Todos se saben tus dueños
simplemente es así.

Entonces
cada tanto
en medio de tu rutina
entre los niños y la cena
a medio preparar
te asaltan impertinentes
las dudas
implacables
intolerantes
¿quién te quiere
realmente?
¿quién te ama a ti?
Piensas
intentas responder…
mas no siempre lo logras.
Suena el teléfono
alguien te necesita
de nuevo.
Otro alguien se molesta
por esa llamada entrépita
a una mala hora.
¿Quién te entiende?
¿quién te ignora?
¿quién te usa?
¿quién te abusa?
Lo sabes, sí
te duele
aunque no quieras admitirlo…
Apasionada por naturaleza
romántica sin remedio
con qué facilidad
te dejas chantajear…
¿Quién te contrata?
¿quién te paga?
No siempre valoran
recompensan
respetan
el esfuerzo diario
por mantener el orden
cualquiera que sea éste
el tiempo
invertido en la educación
de tus hijos
y el amor…
el amor.
¿Quién espera qué cosa
de ti
constantemente?
Todos…
todos lo esperan todo
¡por supuesto!
¿Quién sabe qué puede lograr
contigo
naturalmente?
¿Quién te pone a prueba
una y otra vez
para demostrar
hasta dónde puede llegar
impertinente?
Ellos, ellas
el grupo entero
¡…y alguien más!
¿Qué tanto haces?
¿cuáles esperanzas le confiesas
a quién?
A veces es mejor confiar en un extraño…
¿Cuánto trabajas
para quién?
Demasiado haces
por los demás.
¿Qué tanto más debes producir?
¿cuándo?
cuándo…
¿Cuándo te das un tiempo
para detenerte
a respirar
tranquila
profundamente
a plena luz del día?
Tómate un momento
para ver las nubes
mirar a la gente
sus rostros
los ojos de otros
con calma
detallar los verdes
todos distintos
de las plantas
en la calle
en el parque
tocar una flor
sus pétalos
y sus espinas.
Sabes que te lo mereces
inténtalo hoy
recuerda qué se siente
disfrútalo
y luego llámame
para contármelo.

Mujer
alma bella
infinitamente hermosa
desde cualquier ángulo.
Fascinante
ser humano
de mil responsabilidades
simultáneas.
Eres hija, hermana
madre, abuela
esposa, amante
trabajadora
cabeza de familia
compañera
amiga.
Eres tú
lo sabes
pero ante todo
y sobre todo
eres mujer
siempre
…eternamente.



©2010 PSR

miércoles, 2 de junio de 2010

MANOS

En el estudio de mi padre hay un retrato de las manos de mi abuelo, el ginecólogo obstetra Dr. Georg Ernst Schaefer, realizado por su amigo el pintor KGe en 1934. El artista plasmó su percepción de aquellas manos que habían traído al mundo a tantos niños y habían ayudado a tantas mujeres a lo largo de muchos años en Gera, Alemania. Sí, las manos de mi abuelo hicieron mucho bien… al igual que las manos de todos nosotros.

No tuve la dicha de conocer a mi abuelo ya que él murió un año antes de yo nacer; así que nunca pude tocar sus manos. Sin embargo, podía verlas cuando quisiera en ese cuadro. De alguna manera es inevitable mirarlo cada vez que entro al estudio, aún hoy que mi padre ya no está. Las manos de mi abuelo fueron entrenadas para la labor que debían realizar; eran manos trabajadoras y sanadoras, listas para intervenir drásticamente en cualquier emergencia y para dar consuelo frente a los desenlaces difíciles. No me extraña que alguien se hubiese sentido interesado e incluso fascinado por lo que significaron esas manos famosas en Gera hasta pasada la primera mitad del siglo pasado.

Lógicamente me siento contenta por mi abuelo, pero lo que más me encanta de sus manos es que no tenían nada especial; su importancia era debida al uso que él les daba, convirtiéndolas en diversos instrumentos según la necesidad del momento. Y eso era exactamente lo que hacía mi otro abuelo, Gustav Röder en Königsberg, por otro lado de Alemania cuando como maestro albañil utilizaba las manos para construir casas y edificios. También su esposa, mi abuela Liesbeth, usaba sus manos al cortar patrones en telas para coserlas después, convirtiéndolas en prendas de vestir. Por su parte, en Marburg, mi emancipada abuela Paula Mahr utilizaba las manos para expresar sus ideas escribiendo ensayos sobre teología y religión. Estoy muy orgullosa de mis cuatro abuelos; cada uno de ellos creó algo diferente pero todos usaron sus manos, manos como las de cualquier persona. ¿Y de qué otra manera podrían ser, sino iguales a las nuestras?

Las manos. ¡Cuánta perfección y cuánta belleza encerradas en un par de palmas, esperando la indicación exacta para actuar, dejando salir entonces miles de emociones y conceptos! Cuánto pueden revelar un par de manos acerca de su dueño… Y cuánto pueden contarnos nuestras manos, si tan sólo prestamos atención a las señales que nos transmiten. Las manos son uno de los medios de comunicación más importantes, desde el mismo sentido del tacto, pasando por la creación de cualquier obra y llegando al lenguaje de señas y la lectura braille. En cuanto a la transferencia instantánea de información, no hay nada que se compare a un apretón de manos; es un contacto breve e intenso entre dos personas que dan el primer paso para conocerse. Sin embargo, hoy en día hay mucha gente que por diferentes razones ya no quiere dar la mano al saludar. Para mí, la presentación de una persona queda incompleta si no me da la mano; ese intercambio energético momentáneo es prioritario porque me da una mejor idea del carácter de quien acabo de conocer. Las dimensiones, forma, temperatura y textura de la mano, junto con la manera de engancharla, la presión, la expresión del rostro, la mirada y la duración del evento son indispensables en esa primera impresión tan importante que puede definir el curso de una relación.

En la inmensa mayoría de las actividades que llevamos a cabo todos los días están involucradas las manos. Ellas ejecutan las instrucciones que les damos, y siendo nosotros duales por naturaleza, les cargamos un lado luminoso y otro oscuro. De la misma manera que las manos pueden crear cosas importantes y hermosas, también son capaces de destruir cuanto existe: pueden dar vida o pueden quitarla, acercar y comunicar o alejar, rechazar y bloquear todo intento de encuentro. También pueden arreglar, reparar cualquier obra destruida; incluso son capaces de curar y de hacer soñar. Las manos pueden aferrarse fuertemente a algo y no dejarlo ir jamás o aflojarse, soltarlo, empujarlo y luego escapar; pueden abrirse para saludar o convertirse en un insulto o un puño que ofenda o hiera. Pueden defender nuestras ideas de manera pacífica, protegernos de cualquier peligro o atacar sin misericordia y con todo el odio del mundo; pueden llenarnos de energía, elevándonos por encima del mundo o drenarnos, pisoteando nuestra alma, silenciándola irremediablemente. Las manos comienzan todas las obras y las acaban también; pueden cuidarlas o maltratarlas, regalar amor o robar la felicidad, aniquilando al ser. Nuestras manos pueden lograr todo esto y mucho más… y justamente ese es su sentido: son los instrumentos más perfectos de que dispone el espíritu.

Las manos son los principales órganos con que manejamos el mundo que nos rodea. Su diseño y constitución las hace extremadamente versátiles en cuanto a su funcionalidad, siendo capaces de realizar infinidad de movimientos en muchos grados de precisión. Principalmente, las manos hacen. Hacen algo, lo que sea, pero siempre hacen. Son el vehículo del que disponemos para dominar el ambiente a nuestro antojo: al cumplir órdenes ellas trabajan, luchan, siembran y después cosechan. Son capaces de indicar, atajar, cocinar, vestir, limpiar y llamar; traen y recogen todo lo que haga falta en un hogar cada vez que sea necesario. Nuestras manos crean obras de arte, nos emocionan produciendo música, dibujan y escriben para entretenernos, para plasmar nuestros sueños o como medio para subsistir. Ellas comienzan las cosas, colocan todo en el lugar exacto, ejecutan las acciones que deben, siempre acatando nuestros mandos para tomar las armas y embestir o para juntarse como si fuesen un espejo, llevándonos a un estado espiritual elevado en el cual logramos orar o meditar.

Pero estas maravillosas herramientas empotradas de que dispone nuestro cuerpo no sólo sirven para trabajar y producir; se consideran también las mejores representantes del sentido del tacto. En las puntas de los dedos hay una enorme cantidad de terminaciones nerviosas que nos dan información sobre el entorno a la vez que nos permiten manipularlo. El procesamiento instantáneo de infinitos estímulos y sensaciones crea un panorama completo e irremplazable según el cual reaccionaremos. Definitivamente, las manos son perfectas; señalan algo que nos interesa, encuentran objetos, los alcanzan, agarran, palpan, sienten su superficie, textura, dureza o suavidad comunicándonos cada detalle instantáneamente, constantemente, fielmente. Ellas son capaces de descubrir menudencias casi imperceptibles, ver en la oscuridad absoluta, sentir las vibraciones de la música, un grito, una explosión, el golpe de algo que cae y un susurro; pueden escuchar lo que nuestros oídos no son capaces y llevar cualquier mensaje al destino preciso, explicando el objeto o la circunstancia. Al describir nuestro mundo en detalle, las manos detectan, sitúan y ubican, notan y examinan, aprecian y observan, manifiestan y revelan los elementos y el conjunto, sorprendiéndonos constantemente. Así, nos hablan afirmando aquello que nos envuelve y son capaces de recordar todas las sensaciones aprendidas en un evento.

Nuestra alma utiliza las manos como su extensión física y son el mejor medio de que dispone para expresarse. Con ellas nos dedicamos a repartir amor a quienes nos rodean. Traemos vida al mundo, la cuidamos, alimentamos y ayudamos de mil maneras diferentes. Las manos son importantes al momento de enfrentar cualquier peligro; podemos envolver en ellas algo o a alguien para defenderlo o impedir una desgracia, transmitir seguridad con una simple palmada en el hombro, confortar a otro con el calor de nuestro tacto y ayudar a los demás a sanar por sí mismos con la energía que pasa a través de nosotros y emana de nuestras palmas. Las manos nos ayudan a consolar a quien lo necesita, estrechándolo en un gesto protector de la más pura entrega. Son elementos curativos en toda la extensión de la palabra; con ellas damos masajes y aplicamos tratamientos, revitalizando a los demás al recibirlos y a nosotros mismos por la oportunidad de darlos.

Y por supuesto, las manos son muy importantes a la hora de expresar los sentimientos. ¡Qué delicia sentir esa caricia anhelada en el momento oportuno! ¡Qué regalo tan especial llegar a posar las manos sobre la piel del otro, entregándole la tibieza de nuestras palmas y descubrir su calor... su tremor… la explosión de su erizamiento inminente como consecuencia de un inesperado escalofrío. Las manos llegan adonde más se necesitan; ofrecen toda la suavidad y la ternura del universo, dan cariño, palpan, tocan, aprietan, desean, sienten, reciben, disfrutan, son delicadas, quieren, complacen, aman… y en el instante menos esperado, aquellas manos que tan obedientes siguen siempre nuestras instrucciones de pronto se rebelan, se emancipan y se liberan, perdiéndose a ratos por las sendas ocultas de las emociones…

Las manos. Mientras más las descubro, más me maravillan.



©2010 PSR