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miércoles, 23 de mayo de 2012

B R A Z O S



Bondad inmensa
que me rodea dulce
entre mis sueños.

Rozan mis brazos
al sentarnos, caminar
rica sensación…

Abrigan mi ser
de modo tan perfecto
…dame refugio.

Zafarme, ¡nunca!
moriría de pena
desnuda de ellos.

Ondas serenas
sosiegan mi alma y cuerpo
estremecidos.

Suelto los miedos
me llenas de paz
¡abrázame más!


©2012 PSR


miércoles, 9 de noviembre de 2011

A N A M C A R A


Ángel mellizo 
una sola alma grande
vive en dos cuerpos.

No hay quien pueda
aniquilar el alma
con odio, armas.

Ahora estás
perdida en tu pena
…que es la mía.

Menguan tus fuerzas
cada nueva humillación
mata un poco más.

Corazón roto
en un millón de piezas
debe ya sanar.

Alma preciosa
el mundo es para ti
sé libre al fin.

Reinventa sueños
luminosos y bellos
puro cariño…

Abre las alas
nuestras almas volarán
entrelazadas.


©2011 PSR


miércoles, 19 de octubre de 2011

P E R D Ó N A M E


Por mis defectos
en lista interminable
te causo dolor.

Eres mi vida
la búsqueda y la pasión
…tu dueña no soy.

Recupérame
del fondo oscuro, seco
de la vergüenza.

Daría todo
por volver a abrazarte
y verte reír.

Óleos finales
el dolor en contrición
me parte el alma.

Nunca fui lejos
tan solo me perdía
ciega y sorda.

Amor inmenso
mi espíritu te sigue
real y eterno.

Muchos caminos
solitarios tomarás
te protegeré.

En mi corazón
plantaste la semilla
que verás crecer…



©2011 PSR


jueves, 14 de julio de 2011

YA ERA HORA...

mi vida es un espejismo
de colores brillantes
reflejándose alegres
desde el envoltorio rugoso
de esta coraza estéril
indigente de cariño.
bajo tus condiciones
cuento contigo
siempre
…lo sé.
estás allí
al resguardo
donde te dejo
cada día
donde te encuentro
cada noche
donde te escondo
de todos
donde aguardas
pacientemente
con esa certeza contundente
de que vendré a ti
una vez más.
llevas dentro
el genio perverso
que tanto abusa
de mi soledad.
soy tan frágil
como me han hecho
una a una
cientos de astillas
esquirlas punzantes
en medio del alma.
eres la perfección total
para mí
un cuerpo perfecto
hermoso
sumamente manejable
con una sola mano
grácil y tan resistente
a la vez.
acerco tu boca a la mía
mil veces
eres el alivio inmediato
puntual
fugaz
para mi tristeza continua
cotidiana
inmensa…
llevas el néctar precioso y alado
que generoso llena este espíritu flaco
a cambio de mi voluntad
demolida.
solo tú contienes el elíxir mágico
la fuente interminable
que transforma mis sueños
en imposibles
arañándolos en jirones
de músculo palpitante.
por ti
mis fracasos son plenos
mis temores justificados
…todos
dejo que me dominen
mil demonios
torturándome
alimentando esas penas planificadas
disfrutándolas
clandestina
masoquistamente.
a ti te pertenezco
toma mis posesiones
mis anhelos
y conviértelo todo en mil tristezas.
eres el grito de libertad
efímera
la carcajada sin control
los ojos desorbitados
el llanto por el golpe
de súbita conciencia.
eres la mentira que ofrece
más de lo que espera
para luego dejarme en la ruina.
juegas sádicamente
con la angustia
de no tenerte.
no te cansas de timarme
una y otra vez.
ahora
mi vista está apagada
y sin embargo
defino todo con claridad.
no quiero desearte
así
con todas mis fuerzas
…ya no
no me esperes nunca más
aunque el corazón se detenga
el mío
deshilachado en tu desamor
este corazón que ahora se desviste
de ti
un trapo de mal consuelo
que estrecho lo arropabas brevemente
ahogándolo sin piedad.
hoy lo entendí al fin
ya era hora…
sé que no te necesito.


©2011 PSR

miércoles, 22 de junio de 2011

HEROÍNA SIN HÉROE

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Muchachito con la jeringuilla, recostado torpemente en los escalones de aquella iglesia preparándote la próxima dosis, la que necesitas ahora mismo y que resultó interrumpida cuando salí del edificio. Muchacho joven con la vida hecha añicos, con los sueños deshilachados igual que el trapo que traías en la mano. Veintipocos años, demasiado pocos para malgastarte el futuro de esa manera, muchachito que un día fuiste guapo, pero que ahora no eres ni tu propia sombra en el charco que está a tu lado.

Niño sin porvenir, no sabes que al placer máximo se le llega por otra vía; no, no lo sabes… y nunca lo sabrás. Sentiste vergüenza cuando tuve que pasar por encima de ti para salir de aquel pasillo; yo, llaves en mano rumbo a mi carro y tú con los sesos derretidos, la jeringuilla en la mano izquierda y el fondo virado de la lata de refresco en la derecha, recogiendo la última gota que te faltaba. La pena es grande y compartida, entre tú y quienes te rodean, aunque cada quien la viva a su manera. Pareciera que te gusta darle pena a los demás… pero eso no dura mucho; al fin y al cabo, lo importante es lo que viene ahora que ya llegué al carro y estás solo de nuevo.

Tu mirada vidriosa y vacía, sin percibir lo que está a tu alrededor, me hace pensar que nunca aprendiste que tan solo tienes un número fijo de neuronas que puedes fundir, que aún no sabes que tus otros órganos jamás se recuperan por completo de cada culatazo que les das cuando te impulsas emocionado al querer volar. Muchachito, ya sabes cómo es despegar, y cómo te sientes cuando aterrizas. Sin embargo, lo intentas de nuevo y te vuelves a dar duro. No te importa nada más, solo la oportunidad de sentir por unos momentos un placer escurridizo y cada vez más devaluado. En esos instantes brevísimos alzas tímido el vuelo, solo para chocar contra un muro blindado del más puro cristal antibalas. Otra vez te desmoronas y caes, como un mamotreto barato y destrozado. Te convertiste en un garabato, agotado de sueños, de sentimientos, de dignidad… ya ni tu propia sombra te respeta.

Muchacho con la jeringuilla, te estás dando un tiro fatal en cámara lenta. Y esa bala va directo al blanco, sin escapatoria, a menos que te sacudas y la dejes pasar de largo. Pareciera que ya tomaste tu decisión y estás en tu derecho. Has de sentirte muy valiente, capaz de todo, pero tú y yo sabemos que a nadie le gusta sufrir. Lo irónico es que, habiendo tantas maneras de suicidarse, tú hayas escogido esta, la más cruel…

©2011 PSR

miércoles, 12 de mayo de 2010

DICHA (DES) DICHA

“…Aparece como una enorme ola en medio de la noche sin luna. Una pared monstruosa, infranqueable, que arrasa con lo que encuentra a su paso; una aplanadora que viaja dentro de nosotros, destrozándonos el alma y mutilando nuestro espíritu. De pronto sentimos que la parte posterior de la lengua se vuelve muy sensible y pesada al mismo tiempo, presionando nuestra garganta hacia abajo, mientras el corazón desgarrado en el pecho ardiente, congelado, busca inútilmente una salida por el cuello, que resulta demasiado estrecho para aquel órgano hinchado por no poder latir. El estómago se retuerce, su acidez se desborda quemándonos las entrañas en ondas punzantes, lacerantes. Los músculos de nuestro rostro y mandíbula quedan paralizados en una mueca incontrolada y contusa…”.

Hay quienes piensan que el sufrimiento es el único medio gracias al cual tenemos conciencia de existir. Lo dijo primero Oscar Wilde y no lo comparto. A pesar de que es cierto que el dolor nos sacude por dentro, no puedo evitar rebelarme ante esta afirmación tan tajante y me niego rotundamente a justificarla. Prefiero definirme, saberme y sentirme viva a través del amor y la felicidad plena, no del dolor y el sufrimiento. Por otro lado, Charles Dickens dijo una vez: “el destino nos dio la vida con la condición de defenderla valientemente hasta el último momento”. Estoy totalmente de acuerdo y amplío este aforismo con una frase de Gertrude Atherton, quien escribió: “la vida nos fue dada para disfrutar la máxima felicidad de la que somos capaces individualmente, sin importar qué otras cosas estemos obligados a soportar”. En otras palabras: vivamos felices y defendamos esa felicidad a toda costa, sobreponiéndonos al sufrimiento.

La vida es un viaje lleno de aventuras en cuyo trayecto crecemos y maduramos. Conocemos gente y nos movemos en un medio más o menos amplio, participando en sucesos o presenciándolos, registrando infinidad de sentimientos y sensaciones. A ratos la ruta es plácida y fácil, otras veces se torna escarpada y complicada. Pero por más curvas y recovecos que tenga el camino, la vida siempre nos lleva hacia adelante, nunca hacia atrás. Esa maravillosa travesía está hecha de momentos, infinidad de ellos, que agrupamos en episodios. Por supuesto, hay episodios muy buenos y otros que no lo son tanto; épocas llenas de luz y fases sombrías. Y de igual manera que suceden aquellas cosas que nos dan felicidad y que tanto disfrutamos, también aparecen las que nos traen sufrimiento. Es inevitable. La felicidad y el sufrimiento son piezas complementarias acopladas que hacen andar el motor de nuestra existencia. La dicha y el dolor moran dentro de nosotros, sólo basta descubrirlos. Sé que ambos son reales, pero debo confesar que prefiero coleccionar piezas de felicidad y me inclino descaradamente por ella.

Así como nadie puede vivir nuestra vida, es imposible que alguien sienta nuestra felicidad o sufra nuestro dolor. Si un grupo de personas comen de una misma fruta, no habrá dos de ellas que perciban igual sabor, aroma, textura y color en esa misma experiencia. Aunque al celebrar o desahogarnos expresemos de mil formas la alegría o el pesar que nos causa algo —contagiando incluso en cierto grado a otros—, siempre será una vivencia interior, íntima, que nadie más puede sentir. Todos somos únicos y cada quien tiene su propia realidad, así que reaccionamos de diferente manera a los estímulos y situaciones que nos trae la vida. De nuestra actitud dependerá cómo sobrellevemos el tormento y qué tanto disfrutemos la felicidad. La dicha plena nos eleva, hinchándonos de emociones positivas, mejora nuestra salud, nos pone una sonrisa en el rostro y otra en el alma y nos llena de paz. Contrario a esto, a veces el sufrimiento psíquico se vuelve dolor físico, pudiendo incluso enfermar y hasta matar de pena. Y así como existen incontables piezas de felicidad que coleccionar —que todos conocemos muy bien—, también hay infinitos motivos de tormento; podemos sufrir por intolerancia, odio, mentiras, celos, envidia, ignorancia, desesperación, frustración, falta de compasión, pobreza, hambre, enfermedad, incapacidad, muerte, desastres, guerras, separación, problemas laborales, falta de realización, indiferencia, soledad, amor… son demasiadas causas, lamentablemente. Mientras el dolor físico es una señal innegable de que algo anda mal, generalmente en nuestro cuerpo, muchas veces el sufrimiento psíquico lo creamos nosotros mismos cuando sabemos que hay algo que nos impide alcanzar una meta. En ambos casos, el primer paso para sobreponernos a una situación dolorosa es admitir que estamos sufriendo y que debemos actuar. Es entonces cuando buscamos soluciones y las ponemos en práctica.

Aunque en el fondo sabemos que las cosas más importantes de la vida son también las más simples en su naturaleza —como nuestra alma, que alberga tanto a la dicha como al tormento—, hay varios elementos que se confabulan para agravar el sufrimiento. Uno de ellos es el sentimiento de culpa, que nos tortura y nos incapacita para ser felices. Desde que somos niños nos enseñan que ya nacemos pecadores. Lo lamento, pero no creo en el pecado original. Simplemente no existe, porque ya Dios expulsó a Eva y Adán del Paraíso como castigo suficiente y necesario por comer del árbol de la sabiduría; cosa por la cual les estoy además profundamente agradecida, ya que con ello me dieron el raciocinio y el libre albedrío. Después, Jesús se convirtió en mártir para lograr el perdón de los pecados de la humanidad. Y como si todo esto fuese poco somos bautizados, eliminando así de nuevo el pecado original. ¿Por qué tanta insistencia en reparar algo que ya fue arreglado por el mismo Dios en el Libro del Génesis? Lo que Dios hace, lo hace perfecto, así que no debemos limpiar sobre limpio, sencillamente no hace falta. Sin embargo, ese sentimiento de culpa nos marca como mancha de acero, acompañándonos innecesariamente a lo largo de nuestras vidas, haciéndonos sentir que a pesar de todo, nunca estaremos completamente libres de pecado y por lo tanto nunca podremos optar a la felicidad plena. No, de nuevo, no. El pecado tan sólo es falta de amor, y es esa falta de amor lo que origina el sufrimiento. Cuando nacemos no le negamos nuestro amor a nadie, por lo tanto no pecamos. Así que no debemos ser demasiado duros con nosotros mismos. En cualquier caso, somos inocentes de todo pecado hasta que se compruebe lo contrario, y no a la inversa. Tenemos que darnos la oportunidad de ser felices de verdad. Tampoco comparto el concepto de que venimos a este mundo a sufrir. Es absurdo pensar algo así; entonces la gente querría morir pronto para pasar al próximo mundo, donde supuestamente no hay tormento. Simplemente no soporto la idea de sufrir, así como tampoco soporto ver o hacer sufrir a nadie. Debemos luchar por nuestra salvación del sufrimiento, del dolor y del desamor en esta vida, y eso lo logramos cuando trabajamos nuestros tormentos y nos imponemos sobre ellos. Somos muy afortunados si tenemos algo o alguien que en medio de nuestro dolor nos consuele, nos arrope, nos tranquilice y nos de paz; para unos puede ser Dios, para otros quizás un amigo, y habrá quienes lo logren haciendo introspección o meditando.

Una de las causas de sufrimiento más inauditas es el amor, o mejor dicho, la falta de éste. Aunque muchos estén convencidos de que los sentimientos tienen vida propia y hacen con nosotros lo que desean, no pudiendo someterlos a lo que la conciencia aconseje o decida, es muy cierto que hay maneras de canalizarlos positivamente para ser felices. Los amores no correspondidos e incluso los amores imposibles se pueden sublimar, transformándolos en algo mucho más grande y poderoso que una simple relación romántica y carnal. Por otro lado, el amor que destruye evidentemente no es amor; es todo lo opuesto a él. La persona que nos hace sufrir no nos ama, es así de simple. El amor nos eleva, nunca nos hace caer ni nos daña. Así que bajo ningún concepto debemos sufrir por amor. No hay excusa que valga; el amor debe ser parte de las piezas de felicidad que coleccionemos, nunca del sufrimiento. Y como sólo podemos vivir nuestra vida y no la de los demás, debemos querernos y respetarnos, no permitiendo que otros nos manejen en ningún aspecto. Quienes nos rodean sólo pueden hacernos daño si nosotros lo aceptamos, si de alguna manera consciente o inconsciente estamos de acuerdo en eso. Así que cada quien es responsable de sus actos y de su felicidad, y debe correr con las consecuencias de ellos.

Sabemos que las cosas no siempre son como queremos o esperamos que sean, simplemente porque sólo una minúscula parte de lo que nos rodea depende de nosotros. Más bien debemos querer a las personas y cosas por lo que son, en lugar de vivir entre los escombros de anhelos rotos. En este sentido, el sufrimiento nos enseña a ser humildes. Funciona como una bofetada moral que en muchas ocasiones nos hace regresar súbitamente a un nivel de arrogancia menor. Cuando sufrimos intensamente por algo muy grave nos sentimos sacudidos y comenzamos a ver aquello que antes no veíamos por estar distraídos con esas cosas que nos ocupan, pero que realmente no tienen ninguna trascendencia. Entonces comenzamos a darle valor a las cosas verdaderas e importantes de la vida, abriendo los sentidos y el corazón a cuanto y a quienes nos rodean. Incluso en muchos casos reconocemos que estábamos equivocados con respecto a una situación, a otra persona o a nosotros mismos, haciéndonos reflexionar y tomar medidas para corregir lo que podamos. Así, si todo esto sucede de manera genuina, habremos ganado en humildad y con ello estaremos más dispuestos a buscar consuelo y soluciones a la situación que nos produce el sufrimiento, y también estaremos más abiertos a recibir la ayuda de quienes nos rodean.

Mi padre solía recordarme que debemos aprovechar toda oportunidad de hacer felices a los demás. Ya de adulta, tomé esto como una máxima para mi vida. De la misma forma, Dios siempre quiere nuestra felicidad. Dios nos ama, nos consuela y nos guía; no nos castiga. El castigo divino no existe, así que dejemos de achacarle a Dios la responsabilidad de las cosas negativas que pasan. No es justo que insistamos en conferirle ese lado oscuro que simplemente no es parte de su naturaleza. Sí, las cosas malas suceden, pero hay una razón para ello, y no es precisamente que Dios las envíe o las permita por algún motivo sombrío; sencillamente hay cosas que ni siquiera Dios puede controlar, como por ejemplo el libre albedrío. También está el equilibrio cósmico: en el universo existe la energía positiva o creadora y la energía negativa o destructora. Es por la interacción entre ellas que suceden todos los fenómenos naturales, desde el choque de estrellas hasta la liberación de un electrón en el proceso de la respiración. Así, Dios es la energía positiva, creadora, que se encuentra en constante tensión con la energía inversa y complementaria en un equilibrio dinámico universal.

Por otro lado, no debemos olvidar que vinimos a este mundo y estamos en él para ser felices. La felicidad mora en nuestro fuero interno; tan sólo debemos encontrarla y disfrutarla. ¿Pero hasta qué punto podemos perseguir algo que creemos nos hará felices, si con ello perjudicamos a alguien más? ¿Cuál felicidad es más valiosa, la nuestra o la del otro? Recordemos que tan sólo somos seres humanos, llenos de defectos y virtudes. Tendemos a ser egoístas e insaciables, sobre todo con aquello que nos da placer o nos hace dichosos. Así, muchas veces cuando corremos detrás de lo que pensamos nos dará felicidad, en nuestro afán por atrapar eso que se nos antoja —en ocasiones tan sólo por satisfacer un capricho momentáneo— nos llevamos por delante a otros, atropellándolos mientras tropezamos con su existencia, desordenándolo todo, como sucede en aquella escena de persecución en medio de un mercado en una película de acción. Cuando esto pasa, la sensación de felicidad que logramos generalmente resulta efímera y se ve enturbiada por el halo de remordimiento que trae consigo el haber sido la causa de la desdicha ajena. Esa culpa se enquista entonces en un lugar de nuestra alma, de donde sólo podrá salir a su vez con dolor. Así no vale la pena todo el enredo, porque lo que creemos que nos hará felices no nos podrá llenar por completo; nunca llegaremos a tener la paz que se necesita para lograr la tan ansiada dicha y en su lugar mantendremos encendidos los tizones del sufrimiento.

En realidad no necesitamos de nadie ni de nada para ser felices; el estado de felicidad plena se logra cuando estamos satisfechos y en paz con nosotros mismos y con el resto del mundo. Y en ese estado, el sufrimiento se reduce tan sólo a un concepto teórico que no nos tocará más.

“…Como suave rocío, gotita a gotita se va colando en nuestro ser, sin pedir permiso y sin avisar siquiera. Poquito a poco, discreta, plácida, sonriente y luminosa, va empapando nuestra alma como un fluido precioso; un maná cálido y fresco a la vez que llega a todos los resquicios de nuestra conciencia, trayendo consigo el alivio del mejor tónico existente. Comenzamos a ver la belleza del crepúsculo con todos los tonos naranjas del mundo, escuchamos el concierto perfecto en el susurro de la brisa y el agua, el canto de las aves, el llamado de los animales y las hojas de los árboles cuando el viento juega con ellas. De pronto nos maravillamos ante una minúscula flor que aparece entre la nieve de la primavera temprana y ante los dedos perfectos en las manos de un bebé. Sentimos el alivio de la lluvia sobre la tierra seca, cubriéndola para hacerla reverdecer y fructificar una vez más. Nos dejamos contagiar por una sonrisa y con ello contribuimos a propagar la luz que nace en las almas buenas. Lenta pero segura, nuestra conciencia va descubriéndose a sí misma, comprendiéndonos como humanos, con todo lo que ello implica y aprendiendo a querernos tal como somos. Entonces, paso a paso, comenzamos a entender el mundo que nos rodea, con todas las personas y cosas que hay en él, hasta llegar a un estado de paz espiritual en el que nos sentimos en armonía con nosotros mismos y con el universo…”.



©2010 PSR

miércoles, 29 de julio de 2009

ENCUENTRO

Un sinfín de estrellas en dos cuencas
se desbordan raudas
apartando tristezas
dolor, miserias
pasando entre las rutinas
escurriéndose por deseos
no cumplidos
dejando atrás penas
de desamor e indiferencia

Mechuzos chispeantes
contagian aquellas compuertas
ondeantes
entreabiertas
una sobre la otra
otra bajo la primera
portal horizontal que abre curvo
amplio
cóncavo en todo su esplendor
mostrando las blancas perlas
de la felicidad espontánea

¡Ven, alegría!
asómate a mis pupilas
y marca mis retinas
por una eternidad.


Copyright © 2008 PSR

miércoles, 17 de junio de 2009

REGALOS

Mil instantes perduran
en una sonrisa

Sólo momentos
puntos únicos
vuelven eterna
una mirada

¡Una alegría
se multiplica!
Aquella pena
hecha añicos
desaparece

Tu presencia
serena
contenta
regalo perfecto
para mi alma
raída
alma que sanas
curándola
con una sonrisa

Fracciones de tiempo
iluminada de paz
Ojos que brillan
incandescentes
aun
en la fosa más profunda
donde vive el inverso
de la centella

Calor humano
rostro que escucha
atento
oídos que hablan
sin malgastar palabras
risa liberadora
consuelo
conciencia
seguridad
sentimiento

Fue bueno verte
mejor aún abrazarte
compartir
uno a uno
aquellos momentos perdidos
¡todos!
los no existidos
sin pasado
Brevedades
que el destino decidió
regalarme
en una segunda oportunidad

Compañía esencial
sin espacio
sin cita previa
sólo saber que estás
es suficiente

Sembraré el momento
lo cultivaré
para vivirlo
descomponerlo en menudencias
infinitas
imprescindibles
Te invitaré
a nuevos encuentros
lejos de la distancia
fuera del mismo tiempo
Regalos de vida
tu amistad
y la mía.


© 2007 PSR