LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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miércoles, 11 de junio de 2014

VACUIDAD



todo está oscuro
floto en un espacio sin color
opaco
vacío de sombras y luces
no sé si tengo los ojos abiertos

todo está frío
estático
sólo se mueve mi pecho
con suavidad imperceptible
…respiro.


©2014 PSR


miércoles, 29 de mayo de 2013

A L E


Alegre y bella
llenas la vida de luz
sin más excusas.

Lirios silvestres
flotan en la música
de tu corazón.

Es mi alma abierta
sin espacio ni tiempo
tu eterna casa.


©2013 PSR


miércoles, 20 de junio de 2012

AQUELLA GOTA...



“…Aún puedo ir a la piscina a nadar un poco. Me hace falta sentir el abrazo del agua, aunque sólo sea esta versión clorada. El contacto con el agua es sensual, íntimo y energizante a la vez. Me hace recordar que estoy viva; revelando la esencia de mi persona.

Llego a la piscina. Hoy es toda para mí. Alisto una silla de extensión con una toalla y la arrimo hacia la sombra. Hace calor pero hay una agradable brisa que sopla entre las palmeras. Me siento cómodamente y respiro profundo, cerrando los ojos. Poco a poco me voy relajando; mi mente se va quedando en blanco con cada bocanada de aire que se escapa.

Unos minutos después entro al agua. Está perfecta; cálida y amable. Me dejo recibir por su manto al tiempo que yo misma lo recibo, dejándome llevar por la falta de gravedad, elevándome, flotando junto a las nubes que me cubren ligera.

La relación entre el agua y mi piel es de atracción y necesidad perennes. Lo veo una y otra vez al sumergir la mano en el agua. Mi piel estalla en mil sensaciones cuando me arropo en la seguridad poderosa que me brinda ese elemento primordial. Al fin me siento libre, dueña del momento. Aquí, acompañada de mi soledad, me reencuentro con la gota que se queda fija en el dorso de mi mano cuando la saco del agua. Siempre en el mismo lugar, esa pequeña gota ovalada brilla al sol, reventando infinitos arco iris en su superficie. Lisa, limpia, prístina. Una fracción de agua que no quiere dejarme ir, empeñada en quedarse hasta que el calor de mi cuerpo la desintegra, liberándola en el aire. Mi piel la recibe sedienta de compañía y juega con ella mientras se funde en su caricia, para luego confiarle mis dudas indecibles y mis sueños más secretos. Es fiel, aparece invariablemente en el mismo punto sin importar cuántas veces o cuán seguido sumerja la mano en el agua. Una perla viva que respira junto a mí, cargándose de energía para luego pasar a otro estado más elevado. ¡Cómo quisiera convertirme en gota y moverme a mi gusto entre el agua y el cielo, formando yo sola un abanico de color sin nada que me lo impida! O cayendo estrepitosa desde una enorme y pesada nube negra sobre un campo de maíz en flor. O tal vez entrando como brisa húmeda en el cuerpo de esa mujer que se sienta a soñar en una silla de extensión en la piscina, hoy que no pudo ir a ver el mar.

Pero esa gota leal también me transmite una sensación de inmovilidad; de que todo se queda igual. Me aterra pensar que la gota sea premonitoria y que mi vida se estanque, pegada a alguien que no se percata realmente de mi presencia. Es cierto, quisiera que muchas cosas buenas no cambiaran nunca; que no se acabara la amistad, la salud ni la vida. Que conserváramos la alegría y la energía de la juventud, y que pudiéramos seguir creando indefinidamente. Pero sé que los cambios son necesarios para el desarrollo y la madurez. Lo estoy sintiendo ahora en carne propia; el imperativo de definir mi existencia”.


©2007 PSR
Fragmento tomado de un trabajo en proceso