LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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jueves, 5 de mayo de 2016

EL PALACIO (II)

Sábado de otoño
escojo mi mejor vestido
me arreglo, impecable
para ir al palacio
ese lugar preferido
donde pasaré la tarde
en un mundo mágico.

Quedé con mis amigas
en vernos en la entrada
iluminada de bombillas
y puertas de cristal
con vitrinas que cuentan
las historias del futuro.

El portero nos recibe
con una gran sonrisa
indicándonos la ruta
hacia el guardarropas
a un lado del gran vestíbulo
alfombrado de elegancia
con pinturas y esculturas
adornado en fantasías.

La preciosa escalinata
digna de un gran castillo
nos lleva al primer balcón
donde el acomodador
amable y con reverencia
nos indica los asientos.

El telón está cerrado
hay murmullo alrededor
los finos candelabros
nos regalan sus destellos
sobre la bóveda astral
del majestuoso techo.

Mientras alegres hablamos
el público se va ubicando
poco a poco en su lugar
la emoción liberaremos
para empezar a soñar.

Es hora de la función
las luces están bajando
concentradas en el telón
el cortinaje se abre
con movimiento preciso  
despejada queda la pantalla
todos callan solemnes
en unos instantes
veremos a los héroes
rescatando a sus damas.

Las divas aparecen
enamorando a media sala
los galanes las cortejan
cosechando mil suspiros
me libero de mi cuerpo
flotando hacia el escenario
de pronto soy yo la protagonista
de aquella divina historia.

El piano nos acompaña
durante toda la tarde
lidera las variedades
y es dueño del intermedio
cuando ameniza nuestra charla
en el bar o en los salones.

Así pasan las horas
del magistral evento
entre tanto público
nos sabemos especiales
“esta es nuestra casa”, sentimos 
y la ilusión nos impulsa
a volar sobre las estrellas.

Regreso a casa emocionada
mi corazón sonríe alegre
sé que mañana volveré
con gran atuendo
a pasar de nuevo
la tarde en el palacio.


©2014 PSR

miércoles, 20 de abril de 2016

EL PALACIO




Bienvenidos al palacio. El hogar de la realeza; donde nos trataban como reinas y reyes. En sus salas cobraban vida las artes dramáticas y nos enterábamos de las noticias en la época de oro del cine. El palacio era el lugar en que se conjugaban infinitos sucesos incorpóreos, creando sensaciones que nos llenaron de sueños y sembrando sentimientos que marcaron nuestras vidas.

Cada uno era diferente de los demás. Y todos eran grandiosos, concebidos por inspiración en lugares lejanos. Los grandes palacios llevaban lo exótico a su máxima expresión, adquiriendo personalidad propia. Estaban vivos. Sus magníficas entradas, sus refinados salones y vestíbulos que recreaban carnavales extranjeros nos hacían volar con la imaginación a otros lares y otras épocas. Los palacios era modernos y clásicos, llenos de detalles que revelaban su importancia. Las puertas amplias nos recibían a todos por igual con aires de mucho lujo. Los grandes vestíbulos nos hacían sentir a nuestras anchas. En los palacios, cada uno de nosotros formaba parte de la nobleza. Eran majestuosos; esperaban siempre saludarnos en nuestras mejores galas. Los asientos nos acogían en un cómodo agasajo. Sus espacios fantásticamente diseñados nos invitaban a vivir incontables historias. A disfrutar la elegancia. A sentir la maravilla de un viaje inesperado y a la vez tan deseado.

El palacio era el punto de encuentro para los amantes del cine, el teatro, la música y el vaudeville. Del palacio partían diariamente miles de caminos; tantos como espectadores lo visitaban. Era el lugar donde convergían imágenes y música; estrellas y mortales. Nosotros, su público fiel, éramos su razón de existir; lo que le daba vida. El palacio era un ente que respiraba y latía, contagiándonos, gestando en nosotros todos los anhelos. Acompañados de un trago en el intermedio, compartíamos con los demás, rodeados de la fastuosa decoración. En la pantalla, las divas se volvían diosas, los héroes se convertían en leyendas y a nuestros deseos les nacían alas y volaban hacia el infinito. En el palacio crecimos junto a aquellas luminarias de las épocas pasadas que nos hicieron vibrar, reír, llorar, maravillarnos. Quienes, gustosos, escucharon nuestros suspiros y se deleitaron con nuestro asombro. El palacio era la morada de las primeras actrices y los galanes que, desde el escenario, nos recibían siempre con los brazos abiertos, con agrado, como iguales.

El palacio nos abría sus puertas para soñar. Nos daba la libertad de descubrir qué era lo que nos movía. Nos recordaba cuáles eran las pasiones que se escondían en nosotros y nos permitía vivirlas una y otra vez. El palacio estaba habitado por todos los seres y todas las almas. Era muy especial visitarlo, y para ello vestíamos nuestros trajes más elegantes. Las pantallas plateadas nos traían y se llevaban aventuras, emociones, alegrías y tristezas. El palacio conocía nuestros secretos, verdades y miedos. Sabía de los gustos que moraban dentro de cada uno. Era adonde acudíamos para entretenernos, compartir y sorprendernos. El palacio estaba dentro de nosotros al igual que una parte de nosotros le pertenecía a él. Nuestras emociones abrazaban sus cimientos y él nos recibía sin hacer preguntas. En el palacio nos elevábamos sobre los candelabros y explorábamos aquellos anhelos que aún no habíamos descubierto, más allá de las cúpulas estrelladas. En el palacio vivimos impresiones indelebles todo el tiempo. Cada detalle llenaba los instantes de la magia y la gloria del arte. Nos deleitamos entre decoraciones majestuosas de finas pinturas que resaltaban sobre las espléndidas alfombras y cortinas de terciopelo. Entre esculturas exóticas y cenefas magníficas. Entre candelabros y lámparas con cristales brillantes. Entre columnas y tronos dignos de templos de dioses y musas. Y allí dimos rienda suelta a nuestra imaginación.

El palacio era el lugar donde nacían las ilusiones y se creaban momentos inolvidables. Donde surgían las fantasías que nos deleitaban en placeres sutiles y desbocados. Pasar la tarde en el palacio era todo un evento. Al entrar, el vestíbulo se nos abría con el estilo de quien se sabe especial. Los acomodadores eran los genios que nos llevaban del ala en esas travesías, flotando entre aquellos espacios fastuosos. Las luces iluminaban la sala, dejándonos ver sus maravillas. Llegábamos a nuestros lugares. En cuanto ocupábamos los asientos, una fuerza casi magnética nos transportaba a otra dimensión, regalándonos una experiencia emocionante, intimista y profunda. El telón estaba abajo. Las luces se apagaban lentamente, centrándose solo en el cortinaje grandioso. El ambiente estaba inundado de una solemnidad total. Pasaban unos momentos y el lienzo se corría en todas direcciones, dejando al descubierto la pantalla plateada. Estábamos listos para dejarnos sorprender, para viajar, para volver a ser niños y dejarnos envolver en la magia de tantas estrellas que inundaban la pantalla, goteando desde el modelo astral que nos cubría. Toda esa experiencia compleja y amplia hacía que nuestro espíritu se hinchara y se elevara, llenando el volumen de la enorme sala. La música en vivo en los intermedios nos brindaba la continuidad de toda esa magia imperecedera. Con los amigos disfrutamos en el bar, comentando las películas, las noticias y las piezas en vivo.

Hoy en día, el palacio nos lleva de vuelta a una época romántica, de sublime placer artístico, divina. A pesar del paso del tiempo, el palacio sigue siendo universal y único. Este es el Palacio.


©2014 PSR


http://www.nextoneproductions.ca/broken.html 

http://m.imdb.com/title/tt3564442/

miércoles, 27 de mayo de 2015

EL POST ANTILLANO PR MAYO 2015 -- COLUMNA DE MARIOANTONIO ROSA


Patricia Schaefer Röder: la persuasión minimalista
El Post Antillano — Sábado 23 de Mayo de 2015 00:00
Marioantonio Rosa
Sección: Página 0 - Creativo
 
El término minimal fue utilizado por primera vez por el filósofo británico Richard Wollheim en 1965, para referirse a las pinturas de Ad Reinhardt y a otros objetos de muy alto contenido intelectual, pero de bajo contenido formal o de manufactura, como los «ready-made» de Marcel Duchamp. Ya después se fue haciendo desde esa primerísima partícula de composición de un todo y hacia un todo una genuina entidad de apreciación. en su ámbito más general, se refiere a cualquier cosa que haya sido reducida a lo esencial, despojada de elementos sobrantes. Es una traducción transliteral del inglés minimalist, que significa minimista, o sea, que utiliza lo mínimo (minimal en inglés). Es la tendencia a reducir a lo esencial. Se aplica también a los grupos o individuos que practican el ascetismo y que reducen sus pertenencias físicas y necesidades al mínimo, es también el significado a simplificar todo a lo mínimo. Y si tenemos esa visión tan esencial de un concepto que parte de lo mínimo hacia un universo en significado y forma, entonces estamos frente a un evento que debemos detenernos a contemplar y si hay poesía la persuasión es definitiva. Siempre he definido la persuasión en poesía y en las artes como una invitación al acto de la expresión en gran legitimidad y en ausencia de estructuras o nombres, si bien, las técnicas.
 
Aparte de la etimología del concepto “minimalista” quiero figurarme esa “reducción” a la forma que encierra en este caso un poema como un desprendimiento capaz de conmover en mensaje y continuidad.
 
Es decir que el poeta en su verdad, conduce y transforma el orden establecido por la misma poesía; de él, un cauce transfigura la letra escrita, inconfundible y expresada. No daría este escrito para nombres y causantes de nueva poesía.
 
Entonces hablamos de Patricia Schaefer Roder dentro de esa misma premisa. Hay un evento provocador: su nuevo libro Siglema 575, a lo que añado, una nueva audacia de remover órdenes y pautas y decirnos que la imaginación no elige un canal, un trance, una brújula cerca o la conmemoración de un mapa. Hablemos pues de una trayectoria en diferencia y en verdad transformadora hace brillar la siempre inconclusa acústica donde vive de su sonido, la creación:
 
1. La fuerza de escribir. Háblame de tus comienzos, autores provocadores, tus primeros poemas o los primeros párrafos rumbo a tu identidad como escritora.
“Una de mis más grandes pasiones es escribir. Debo haberlo heredado de mi padre, que disfrutaba tanto la lectura como la escritura. Claro, teniendo una familia de cuatro hijos que hacían mucho ruido todo el tiempo, todos los días, a mi padre no se le hacía nada fácil concentrarse en sus textos. Sin embargo, dejó varios ensayos, poemas y cuentos interesantes, así como su autobiografía y un libro traducido del español al alemán. Siendo hijos de una pareja alemana que emigró a Venezuela a mediados del siglo pasado, mis padres nos animaban a mis hermanos y a mí, a escribirles cartas (en alemán) a la familia que quedaba en Alemania. Definitivamente fue un ejercicio excelente de creatividad, idiomas y de cierta manera, incluso de interpretación”.
 
2. Escoges el siglema como manifiesto poético. ¿Es el siglema una vanguardia? ¿Soluciona la búsqueda de novedad?
“Para mí, desarrollar el siglema ha sido la siguiente etapa natural en mi crecimiento como escritora. Si bien se dice que los escritores deben ser innovadores, en principio no fue esa la intención consciente de mi propuesta. El siglema no fue para nada concebido como un artilugio novedoso de la lírica; más bien es una respuesta más clara al mundo que nos rodea. Las generaciones actuales vienen enfocándose cada vez más en la esencia de las cosas, lo importante, lo genuino, lo puro. En ese sentido, podría considerarse el siglema como un movimiento de vanguardia dentro de la poesía; una nueva manera de escribir poesía minimalista que se basa en la máxima de que “todo se originó de un punto y todo puede reducirse a un punto”.
 
3. ¿Cómo ves el propósito de lo que debe hacer la poesía en una sociedad moderna, deshabilitada y sin íconos reformadores?
“La poesía es el canto del alma. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Si bien la exploración del universo y las emociones desde el alma ha ido desdoblándose a lo largo de la historia, enfocándose en la búsqueda de las diferentes verdades de cada era, las personas que conforman la sociedad moderna son seres humanos como los que hubo antes y los que habrá en el futuro. En la actualidad, los íconos han sido sustituidos por un movimiento inmenso de personas comunes que busca llegar al corazón de todo; definiendo, comprendiendo, profundizando y abrazando la diversidad de aquello que les importa. Es allí donde la poesía actúa, una vez más, como agente catalizador de esta eterna búsqueda del alma”.
 
4. Siglema 575. Temas, búsquedas o laberintos. Háblanos de tu libro.
La versatilidad del siglema nos permite abordar cualquier tema que nos mueva en el estilo que cada poeta desee usar. Así, mi libro tiene cinco secciones: Sobre la poesía, A la familia, La esencia femenina, Cosas del alma y Pasiones. A lo largo de mi vida, el tema de la mujer ha sido una constante que se ha reflejado en todos mis proyectos, así como la relación de la mujer con el alma, la pasión que la hace respirar y su personificación en la luna. Siglema 575: poesía minimalista es una obra muy íntima que transita distintas veredas en la exploración de mi propia esencia y del mundo en que habito.

Un siglema 575 es un poema que se escribe en base a las letras de la palabra o palabras que definen su tema y que constituyen su título. El tema es libre y las palabras que lo definen forman el título, el cual queda representado como una especie de acrónimo, con las siglas separadas entre ellas por un espacio. Cada estrofa posee tres versos, de los cuales la primera palabra del primero debe comenzar con la letra correspondiente a la sigla que le toca. La métrica es 5-7-5, con rima libre. Por su naturaleza acrónima, las estrofas deben poder funcionar independientemente como un poema autónomo, y en conjunto, como parte de un poema de varias estrofas que gire alrededor del mismo tema. En un siglema 575 hay tantas estrofas como letras posea el título.

Nuestras letras viven ceñidas a estas propuestas como Siglema 575 de Patricia Schaefer Roder donde la novedad nos da el escenario exacto de lo que debe ser la poesía; una libertad de verbo y forma, una constancia de identidad, un discurso de cambio y revolución, y desde ahí la magnitud, la plenitud, la excelencia.

Saludamos este libro en todas su expresiones, en esa persuasión que nos hace regresar al punto, y creer en él. No podría escribir otro cierre que no fuera este poema:

Por este verbo
que nutre mi espíritu
escribo siempre.
 
Alas del alma
Tantas ideas libres
Vuelan en alto.
 
Lejos, muy lejos
Puedo soñar contigo
Palabra adentro.
 
Abre las letras
Secretos escondidos
En el corazón…
 
Arriba, vida
Hazme respirar hondo
Lápiz en mano.
 
Solas, nosotras
Debemos descubrirnos
Para existir…
 
(P A L A B R A S)