LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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miércoles, 13 de marzo de 2013

P A P Á



Padre querido
días van, días vienen
y estás conmigo.
 
Amigo bueno
entre todos los demás
siempre el primero.
 
Puedo sentirte
en medio de mi vida
oír tu risa.
 
Álzame alto
para besarte dulce
en la mejilla.


©2013 PSR


miércoles, 18 de abril de 2012

UN DÍA A LA VEZ


ya está
es simple  
la vida sucede
la vida pasa
se detiene
nos envuelve
nos atraviesa
a veces nos perfora
otras tantas
ahorca nuestra alma
con una sola mano.

me detengo
ahora
intento respirar
mamá ya no puede hacerlo
papá tampoco
ni mi hermano
a jorge se le hace difícil
mis pulmones no se llenan
trato de nuevo…  

el día se nubla
de repente
este cielo plomizo no me deja ver el panorama
su manto espeso
infinitamente pesado
se traga toda la luz
cual agujero negro.
implacable
la penumbra me persigue
allí se esconde la mugre
que quiere ahogarme.

tengo frío
demasiado
muero de sed
estoy agotada
¡ya basta!
no quiero seguir participando
en este juego perverso
preferiría desaparecer
dormir como mamá
soñar sin despertar
más.
suspiro profundamente
nada sucede  
la paz se fue de mi lugar
dando paso al vacío
solo me acosa el desorden
la oscuridad gélida
la inmundicia
el caos.

se derrumba el mundo
parte a parte
sistemáticamente
contundentemente
los mayas tenían razón
…al menos en mi caso.

todo comienza
y en algún momento se acaba
la vida es un paseo
lleno de parajes inolvidables
unos hermosos
otros no tanto…
un sendero único
que termina en muerte
indefectiblemente.
avanzamos
nos toca hacerlo
a veces con ilusiones
llenos de energía
decididos
…en ocasiones por pura inercia.
de vez en cuando nos desorientamos
entonces
cuando creemos perdernos
la misma vida nos sacude
y volvemos a comprobar
que nuestro camino se abre amplio
inmenso
al frente. 

sigo la ruta
siempre hacia adelante
con todas mis fuerzas
de pronto
tropiezo
sé que no debo caer
…no me lo puedo permitir.
mientras me acerco al suelo
inmediatamente
llena de puro instinto
como una gata
cambio mi punto de gravedad
giro
muevo las extremidades
hacia la posición correcta
aterrizo de pie
reboto suavemente
usando el mismo impulso
para continuar
un día a la vez.



©2012 PSR

miércoles, 14 de marzo de 2012

PAPÁ (II)


Abro mis ojos en sueños
te busco, Papá.

Entre tantas obligaciones
en medio de la rutina
distingo tu silueta
tranquila
paciente
me acompañas en presencia
como siempre.

Cientos me rodean
esperando algo
cualquier cosa
no existe un instante sola
semana tras semana
al menos trae paz
a mi mente
tu recuerdo…

Me hablas
escucho atenta
tu risa franca
le regala una sonrisa
instantánea
plácida
tan profunda
a mi rostro.

Cuánto extraño nuestras charlas
de café y dulce por las tardes
cuando me contabas del mundo
de este y de otros más
con todas sus maravillas
miles de preguntas
saltaban a mis ojos
tan inquieta mi alma
y tú
siempre contestabas
en cualquier situación
tenías las respuestas 
¡todas ellas!
sin fallar.

Te busco, Papá
con los ojos abiertos
de par en par
en medio de mi vida.

Y ahora, al descansar
abriré los ojos de nuevo en mis sueños
para volverte a ver
una vez más.



©2012 PSR


miércoles, 26 de octubre de 2011

TILE SCHAEFER


Te amo, Papá
los días abren, cierran
…once años ya.

Imprimiste en mí
tu mancha de acero
justicia y amor.

Las horas juntos
aprendiendo tanto y más
son imborrables.

Eres mi ejemplo
de nunca dejarse hundir
tampoco parar…

Sigo tu senda
un instante a la vez
al infinito.

Con pasos fuertes
siempre hacia el frente
canto tu canción.  

Hoy estás aquí
aunque ya no te toque
te llevo dentro.

A tu manera
hiciste tu voluntad
cabeza propia.

El gran amigo
de mi infancia lejana
llena de luces.

Feliz momento
mi mano en la tuya
no la dejes ir.

Este, tu día
me regalo tu risa
en mis recuerdos.

Ronda tu alma aquí
dándome compañía
cuando escribo…



24 oct. 2011
©2011 PSR


miércoles, 21 de octubre de 2009

PAPÁ

Una torre de paciencia
me espera siempre
fijamente
a pesar de todas
y cada una
de mis tardanzas.

Veo una parte de mí
en aquellos ojos pardos
te siento tan cerca
en medio del vivir diario
te hablo, te pienso
te quiero
eternamente.

Alcanzo tu mejilla
con mi mano sedienta
de un encuentro más
una nueva oportunidad
de mostrarte cuánto te amo.

Cien preguntas tengo
en todos los instantes
sólo para ti
y sé que tendrás
más de cien respuestas
para ilustrarme
en cada oportunidad.

Salgamos a pasear
mano con mano
hablando sin fin.
Recorramos el mundo
entero, ¡todo!
junto a una taza de café
y un trozo de pastel.

Acaricio tu cabello
fino y plomizo
mi corazón se hincha
desbordándose
por las cuencas
de mi alma.

Deja que te abrace
fuertemente
enciérrame gentil
estréchame
y dime
que nunca me dejarás.

Eres el sueño raudo
anhelos alados
que inspiraste en mí
con el deseo contundente
de convertirse en realidad
a pesar de mí misma.

Escucho tu risa
me llamas
sonríes
aguardas de nuevo
esperas por mí
una vez más.



©2009 PSR

jueves, 23 de abril de 2009

AVENTURA EN CARACAS

Aventura en Caracas

Por Tile Schaefer

Su rostro tenía aquel tono pardusco que muchas veces adquiere la piel de los europeos después de una larga estadía en el trópico, cuando no se vuelve colorada debido al elevado consumo de oporto y whisky. Con su pequeña estatura, cabello escaso y lentes de montura dorada y gran aumento, a través de los cuales pestañeaban dos ojos grises, lucía como cualquier otro. Parecía un pequeño contador o comerciante.

–¿Conoce usted Caracas? –preguntó–. Yo vivo aquí desde hace casi cuarenta años. En aquel momento, durante la gran quiebra bancaria en Alemania, usted sabe, al comienzo de la crisis, junté todos mis ahorros y vine aquí a probar suerte.
>>Hoy en día se encuentra aquí, junto a la practicidad gerencial y la objetividad del sentido comercial, no sólo la exquisita educación y cultura de los Amos del Valle, sino que de vez en cuando se topa uno con el don de la contemplación intuitiva, el contacto con lo sobrenatural; aquella relación con la naturaleza que yace adormecida bajo la superficie de una raza resultante de la mezcla de indios, negros y blancos.

El pequeño hombre bebió un sorbo de vino, carraspeó ligeramente y prosiguió:
–Debo decirle que soy agente de seguros. No tengo una gran oficina, no, no, sólo una empleada que contesta el teléfono y se encarga del papeleo, pero soy independiente.
>>Hace un par de meses encontré una tarde, al regresar de las visitas a mis clientes, una nota de ella donde decía que pasara ese mismo día por una casa en la Avenida El Bosque, en la urbanización La Florida, en relación con un seguro.
>>Después de comer un bocadillo tomé mi maletín con los documentos y me dirigí hacia la puerta. Aunque todavía era de tarde, ya estaba totalmente oscuro, ya que aquí el crepúsculo pasa muy rápido. A pesar de que estaba bastante caliente y húmedo decidí ir a pie.
>>Pronto comenzó a caer una fina llovizna. Aceleré el paso y finalmente me encontré algo jadeante frente a la casa indicada. Sin problema alguno llegué a la puerta, flanqueada por dos enormes agaves y mal alumbrada por un farol de opaca y escasa luz. Toqué el timbre y de lejos me respondió un tono quedo que se apagó rápidamente. Entonces se abrió chirriante la puerta de madera y hierro, y entré.
>>Un anciano negro de cabellos blancos vestido como sirviente me dejó entrar. Mencioné mi nombre y le dije que me esperaban. Él me pidió tomar asiento y esperar un momento mientras anunciaba mi llegada al señor de la casa.
>>Poco a poco se fue atenuando la luz de la gran lámpara de araña que colgaba del techo de vigas, ¿o tal vez sólo me lo pareció? El cansancio se apoderó de mí. Sentado en el sillón, justo cuando se me cerraban los ojos, vi por las ventanas cómo empezaban a caer rayos a la vez que retumbaban fuertes truenos. Entonces comenzó a caer uno de esos aguaceros tropicales que convierten instantáneamente cualquier paisaje en un lago. La lluvia golpeaba el techo de la casa de tal manera que la hacía temblar.
>>Al fin se arrastraron unos pasos, y desde el pasillo del fondo se me acercó un señor de tez morena con un traje impecablemente blanco. Imagínese usted, curiosamente olvidé sus facciones por completo. Solamente sus ojos, de un amarillo verdoso y con una rara expresión inanimada, son lo único que puedo recordar. Eso y su aspecto distinguido, con un toque de resignación y fatiga.
>>Me apresuré a presentarme y exponer el motivo de mi visita. Se mantuvo quieto durante un momento y luego movió la cabeza de un lado al otro, lentamente, penetrándome con la mirada. Así estuvimos parados, uno frente al otro, no sé por cuánto tiempo. Entonces, con un movimiento repentino, volvió la mitad derecha de su rostro hacia mí y dijo: "Se equivoca señor, hoy hace cuarenta años me quité la vida". Y vi cómo de un pequeño orificio dentado y rojiazul en su sien bajaba lentamente un delgado hilo de sangre.
>>En ese momento un rayo especialmente intenso iluminó la sala deslumbrándolo todo, y junto con el ensordecedor trueno que le siguió perdí el conocimiento.

>>Desperté al sentir que la humedad cubría mi rostro. Me incorporé aturdido. Estaba tendido en la calle, junto al viejo muro del jardín. Las hojas del enorme árbol de caucho, sacudidas por el viento, me echaban sus gotas en la cara. Había dejado de llover y una delgada medialuna me miraba parpadeando maliciosamente. No sé cómo llegué allí. Mi maletín ya no estaba, debí haberlo perdido. A duras penas me levanté y me fui tambaleando a casa.

–¿Qué me dice usted al respecto? –continuó–. ¿Alucinación? ¿Sueño? Puede ser, ¿quién sabe? Por lo demás le aseguro que nunca antes en mi vida me había pasado algo parecido. Pero escuche el final de la historia: por supuesto que pesqué un buen resfriado, incluso estuve en cama por dos días. Pero el incidente me robó la tranquilidad.
>>Lo primero que hice cuando regresé a la oficina fue preguntarle a la secretaria por aquella llamada telefónica. Resultó ser que la señorita se equivocó al anotar la dirección. En realidad se trataba de una calle del mismo nombre en otra urbanización de Caracas. El señor también había vuelto a llamar. ¿Así que todo no fue sino una coincidencia? Se imaginará que esa explicación no me satisfizo de ninguna manera y que aquel asunto no me dejaba en paz.
>>El jardín yacía quieto bajo el sol resplandeciente, no había ni una brisita que moviera la gran palmera, sólo un par de iguanas se trepaban lentamente por las ramas del árbol de caucho. Sacudí el portón; estaba cerrado. Desconcertado, observé la casa que parecía mirarme de manera sombría y amenazante.
>>Me di la vuelta y caminé hacia la casa de al lado, una pequeña quinta pintada de amarillo y sin patio delantero. Una anciana criolla con ropa dominguera estaba sentada en la terraza del frente, leyendo el diario mientras fumaba un tabaco. Me acerqué saludándola de manera cortés y le pregunté si sus vecinos habrían salido, porque el portón estaba cerrado. "Señor –respondió la vieja, mirándome fijamente y con desconfianza– debe estar equivocado, esa casa lleva muchos años vacía. Pero si está interesado en alquilarla, sepa que yo tengo la llave y se la puedo mostrar". Le respondí afirmativamente, ella buscó un llavero y nos dirigimos hacia la calle mientras me contaba que nadie quería alquilar ni comprar esa casa, porque se decía que allí había espíritus, ánimas.
>>Entramos por el portón hacia la casa, caminando por el sendero de baldosas. Con algo de esfuerzo le dio vuelta a la llave en el cerrojo pesado y oxidado. Pasamos. Sí, esa era la antesala que ya yo conocía, ¡pero estaba vacía! Aquí desde luego que no había vivido nadie desde hacía años. Los alféizares de las ventanas estaban cubiertos de una gruesa capa de polvo y un vidrio roto parecía servirle de entrada al escondrijo a algunas mariposas nocturnas enormes que estaban pegadas al techo. Telarañas en las esquinas, por todo el suelo había pedazos de papel y los restos de una caja rota.
>>La vieja criolla me miró sin comprender. Negando con la cabeza me di vuelta para irme. Cuando tomé el pomo de la puerta, mi vista cayó hacia la parte trasera de la entrada. ¡Allí estaba mi maletín negro!

El pequeño hombre bebió un sorbo de su vaso, apagó su cigarrillo y me dijo:
–Y ahora señor, le pregunto: ¿qué opina usted de todo esto?


©1969 TILE SCHAEFER
TRAD. ©2009 PSR

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