LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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domingo, 20 de marzo de 2016

NADA


Ninguna prisa
ya no tengo más tiempo
desapareció.

Aire infinito
me envuelves en tu espacio
no queda nada.

Duerme mi mente
entumecida y fría
sin más sonidos.

Ahora, sombras
se sienten transparentes
vacías de mí.


© 2016 PSR


miércoles, 11 de mayo de 2011

SILENCIOS

“…Al fin llegamos. Al abrir la puerta de la casa, la luz se apagó de repente. De pronto todo quedó en calma, incluso los niños quedaron silentes. Entramos cada quien a lo suyo, junto al silencio que se abrió paso de golpe en el espacio, llenándolo de una quietud abrumadora. En el aire hay una presión y un peso que nunca antes había experimentado; el silencio intenta perforarme los oídos y el cerebro. La calma total es apabullante, es la ausencia de cualquier cosa. Es la aniquilación, la muerte; peor aun: la no existencia. La ausencia de todo sonido crea esa paz fantasmagórica que tienen los objetos inertes, inanimados. No queda ni un murmullo, ni rastros del rumor de alguna máquina, ni el trinar de las aves o los sonidos ásperos de los insectos. El silencio que se apoderó del atardecer me subyuga, aplastándome, haciéndome incapaz de articular palabra. Ni siquiera puedo hacer ruido porque el silencio se lo tragaría. Romper el silencio es una tarea titánica; es vencer el mayor obstáculo en mi vida en este preciso instante. Sería equivalente a destruir el entramado de cristales que forma el espejo de un lago en pleno invierno; se rompería la estructura. La calma es más poderosa que el ruido. Es más fuerte que mil cadenas. El sonido implica desorden, es entrópico; la calma es fuerte porque depende del orden. El silencio puede aniquilar cualquier intento de explicación o razonamiento. El silencio es sublime y tiránico a la vez. Puede destrozarnos o liberarnos, pero siempre tiene el poder de la última palabra. El silencio gana. Al principio de todo había silencio, y al final también lo habrá. El nacimiento y la vida del universo suceden gracias al amable interludio de sonido que nos regala el silencio dueño de las dimensiones, que volverá a invadirlo todo cuando ya todo haya acabado.

En medio de este silencio universal, comienzo a divagar igual que lo hacía cuando era niña. En aquel entonces pasaba horas sentada frente a un objeto magnífico, esperando que algo sucediera. En realidad sucedía cada media hora, pero yo pasaba paciente toda la tarde, atenta al momento preciso para no perderme de nada. Así lo veía varias veces, y me quedaba maravillada siempre. A pesar de verlo una y otra vez, no me cansaba. Cada nueva ocasión era un nuevo regalo, una nueva oportunidad de experimentar la magia, una nueva manera de recomenzar, tal vez. Eran momentos de grata espera, en los que la imaginación viajaba a través del pasillo nublado de mi casa hacia bosques encantados, llenos de seres fantásticos y personajes mágicos. Entonces huía del lobo o me enfrentaba a la bruja, luchaba con el dragón o ayudaba a las hadas; pero siempre salía victoriosa y me reunía con el príncipe valiente en un final feliz. Todo eso sucedía mientras estaba sentada en el suelo, en silencio, mirando hacia lo alto de la pared en una especie de hipnosis que llegaba a su punto culminante cada vez que la aguja larga señalaba al cielo o a la tierra. Una bella pieza de madera tallada con motivos de árboles y pájaros, con manecillas blancas que paseaban por números romanos. Me miraba imponente desde aquel lugar inalcanzable, y sin embargo, estaba suficientemente cerca para poder observarlo en detalle, desde el mismo punto del pasillo, todos los días de mi niñez. Concentrándome en su presencia pura podía dejarme ir lejos y soñar. Era exacto. Era perfecto. Era maravilloso. Nunca me falló, no me decepcionó ni me engañó jamás. En mi imaginación subía por las cadenas y llegaba al centro de su mecánica. Como el príncipe de Rapunzel, deseaba conocer al que cantaba y se escondía detrás de la ventana. Quería saber quién hacía funcionar el mecanismo y cómo lo hacía con tanta precisión. Pasaba el tiempo observando minuciosamente todos los cortes en la madera, las figuras, los adornos. La fantasía y la realidad se fundían en mi conciencia despertando cada fragmento de memoria, liberando el pensamiento que estallaba en miles de ideas nuevas, ansiosas de que la niña en mí les diera vida. Y de pronto, cuando menos lo esperaba, el cucú cantarín salía a saludarme, amable y fugaz. Me alegraba verlo de nuevo. Y me quedaba sentada, soñando durante otra media hora, para volverlo a ver…”.


(fragmento tomado de un trabajo en proceso)

© 2009 PSR

miércoles, 12 de enero de 2011

RITMOS

Vibraciones
música añorada
espíritus danzantes
me guían seguros
por las intrincadas veredas
de los sentimientos.

Rumores
música del alma
sueños secretos
sensaciones divinas
me invaden
por completo.

Sonidos
música pura
sinfonía natural
orquesta de agua, palos y rocas
fluyendo sin fin
apoderándose de mí
dejándome atrapada
por voluntad propia
me rindo en su lecho
deliciosamente.

Susurros
música íntima
tan esperada…
Tu voz y el viento
en mis oídos
en la piel
mil suspiros
tu aliento y el mío
fundidos en un acorde
espontáneo
inseparable.

Armonía
música soñada
perfección en su esencia
prístina como la nieve nueva
cristalina
completa presencia.

Melodía
música vivida
dulces anhelos
deseos prohibidos
nos seducen
arrastran
haciéndonos volar
muy alto…
pasando cualquier límite
deshaciendo los controles
en nuestra vida
continua
real
preciosos recuerdos
ansiado futuro
toda una existencia
más allá del tiempo
sin final.

Música
infinitos acordes
universo de colores
palpitan en mis entrañas
estimulando
provocando
desbocando mi corazón
liberando mi espíritu
calmando mi alma…


©1993 PSR