LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

¡Atrévete! Regala libros originales: A la sombra del mango; relatos breves. Yara y otras historias; 34 relatos, 34 sorpresas. Divina: la mujer en veinte voces; antología latinoamericana de cuentos. Andares; cuentos de viajes. Siglema 575: poesía minimalista; una nueva manera de vivir la poesía. Di lo que quieres decir: Antología de siglemas 575; resultados de los Certámenes Internacionales de Siglema 575. Por la ruta escarlata, novela de Amanda Hale traducida por Patricia Schaefer Röder. El mundo oculto, novela de Shamim Sarif traducida por Patricia Schaefer Röder. Por la ruta escarlata y Mi dulce curiosidad, novelas de Amanda Hale traducidas por Patricia Schaefer Röder, ganadoras de Premios en Traducción en los International Latino Book Awards 2019 y 2020. A la venta en amazon.com y librerías.

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miércoles, 4 de noviembre de 2015

AMOR

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Amaneciendo, Alex abrazaba a Andrea. Afroditas asidas al auténtico antojo, ánimas ávidas atrapaban arterias apretadas alrededor, anilladas, anudadas, alucinando arenas ardientes, antorchas apocalípticas avolcanadas, apezonadas. Aunque avanzaban ansiosas, aquellas amantes anunciaban al ambiente aludes amorosos, arrinconando al atributo arrobado.

Ante alcoba apacible, Alex avizoraba ágapes amorosos agigantados albergando alforjas amplias aprovisionadas, albedríos alborozados. Andrea, Artemisa argéntea, añoraba activamente amamantar apetecibles astros animados, arropando amoldada anatomías ausentes. 

Atraídas al área ardiente, ambas anfitrionas arrancáronse atrevidas atributos arcaicos, apoderando anteriores apariencias apostadas; ahora apuradas ante argumentos antepasados. Abriéndose al albor ambarino, Alex, Amazona aceitunada, aró ávida ánforas atadas a albicelestes ancas ardientes, algodonadas. Alabándola, Andrea alardeaba artes al agitarse; apuraba a Alex a amarse alborotadas al abreviado atardecer anónimo, alcanzando alturas astronómicas. Alex, aspirando acelerada, adentraba alma: aire, agua, aromas azules, al ámbito agreste, alegre, azaroso, atrapando ambigüedades apasionadas.

Alimentando alientos áureos, Andrea, acertada, amasó abundantes aceites aderezados almacenados, acariciando a Alex acentuadamente. Alex, almohada acoplada, acomodó alas amarillas angulosas, articuladas; aves azucaradas acicalando a Andrea. Arqueándose azoradas, ambas amantes ávidas arrancaron azucenas albas, amapolas, al anochecer aplomado, armónico, antojándoseles antiguos ángeles anclados a alcobas aledañas.

Alunadas, alumbradas, amantadas, afroditas artistas aproximaron armonías arrebatadoras ante ampliado altar amatorio, acariciándose adelante, arriba, afuera, atrás, abajo, adentro; ascendiendo al apogeo, arañando arrogancias anónimas aprensivas, amnésicas. “¡Amor! ¡Amor!”, aseveraban airosas Amazona, Artemisa; águilas ágiles aleando alejadas, aisladas, ambas altamente agradecidas, aclamando al amor auténtico, afortunado, aflorado, agradable, aseado. Anocheciendo, andaban ajenas al albur áureo alcanzado; alhaja ahora ahogada ante alaridos amativos antojados, ansiosos, aplaudidos.

Años anteriores, Andrea amaba a Alex apoyando apreciablemente aprendizajes apresurados, aprobando alguna acción ardiente, apretada, alborotada, abierta, ágil ante audiencias atorrantes, arrogantes, axiomáticas, amargadas, alacranadas. Apenas antes, Alex, Andrea, amantes atónitas, actuaban armadas ante ataques anónimos, asociados, agrios, agudos, atribuidos al astuto atropello atrevido, acumulado, aumentado; animadas avanzando audaces al abrir aletas auspiciosas. Ahora, al aventurar avatares, aún atraviesan ávidas algunas áreas alejadas avejentadas, avinagradas, afortunadamente aisladas. Asombradas al ampliar ambos asuntos, amadas amantes advirtieron amenazas, ataduras arcaicas, agónicas, asemejando aspectos asonantes, ásperos. Apremiadas, apartaron automáticamente aquellas aventuras, aprovechando aspectos amnésicos anteriores arrimados al argumento anárquico alterno.

Aclarando, acogiéronse a acometer, acompañadas, adheridas, acrobacias acuarianas adoradoras, afectuosas. Aquí, allá, alzábanse alteradas, avizorando arcángeles, árboles, almendras, avellanas, arcos; andamios articulados ascendentes al amplificado aprecio apostado. Amaneciendo auroras actuales, Alex, Andrea, aliviadas, ajustadas, almibaradas, acariciándose aterciopeladamente, aprovechan asegurar anatomías ancestrales: anteceder abrazos al acto amatorio augurado; antepasados apropiados amistosos, auténticos, afirmándose así, acertadas, al avivado amor apasionado: al amor abierto, amén.  


©2015 PSR

miércoles, 13 de junio de 2012

TAUTOSIGLAMA

Un tautosiglama es un tautograma compuesto en el que las palabras que lo constituyen comienzan con las letras del título escrito en forma de siglas, en el mismo orden que llevan. El título del tautosiglama representa el tema que se desarrolla en el texto. Por su naturaleza acrónima, el título queda escrito en mayúsculas. 

© Patricia Schaefer Röder, 8 de mayo de 2011


P A N

­—Panadero Antonio, ¿no pediste alguna nuez para adornar nuestro pan?
—¡Ay no, pues! ¡Armindo, nunca puedes amañar nimiedades primarias! ¡Ahora no pidas alcachofas naturales para añadir naranjas primorosas!
Antonio nunca prueba algo nuevo precozmente; Armindo no para, audaz, narrando presumido argucias necias, principalmente ante negociadores provocadores, admirados, negligentes. Paradigma alimenticio: nadie puede abrir negocios por añoranzas neuróticas, pero algunos neófitos proceden a navegar partiendo audazmente necesidades, pormenores. Alzados, nunca pretenden atraparse negativamente, puestos alternos, nerviosos. Pasteleros ambos, ni pudiendo alejarse noblemente procederían a nuevas pretensiones.
—Antonio, ¿nunca pusiste ajo nutritivo para ambientar nupcias?
—¿Perdón? ¡Ay no, pues! ¡Armindo, nota por allí nubes precocidas al nivel postrero!
—Ahora nada pasa, Armindo, nada… Pásame acrisoladas natillas, panecillos, aromáticos néctares, panes armados nuclearmente…
Pobres amigos nudosos, productores artesanales, nativos, panaderos aristocráticos, novatos.


©2011 PSR


Otros tautosiglamas:



jueves, 21 de julio de 2011

ULI

Últimamente, la increíble Ursula leía ilimitadas unidades lenta, íntegramente. Unificando las inusuales uniones, limpiaba impecablemente universos lectivos, ilegales. Ursus la imitaba únicamente lamiendo impaciente un lápiz inútil, usado. Las inmaculadas uvas los invitaban urgentes, lastimosas, impolutas. Ursus lamentábase ingrávido, ultraligero, lúdico. Inventó Ursula la inteligente utopía: la impetuosa unicornia lila, idílica, ufana; la iluminada unitaria, lánguida, indoblegable, unisexual. Luego, intempestivamente, usando lanzas incisivas, Ursula lograba irritarlo. Unidos lavaban imperfecciones usurpadas, lapidificadas, icónicas. Ursus, lentamente, intentaba ultimar los íntimos usuarios lustrosos, impertinentes, ungidos. Laringes inimitables, urracas; los impúdicos universitarios ladraban improperios: “¡Ursula la india, Ursus le implora!”. Ursus los invalidaba untándole las inigualables uñas. La indoblegable Ursula latía intensa, universalmente. Le impulsaba una lasciva invitación ultimada, legítima, ilícita. Usándolo, lo impregnó útil, larga, infinitamente. Ursus la idolatraba.


©2011 PSR

miércoles, 1 de junio de 2011

IRA

Irma Roberta Aranguren iba rauda al invernadero rompiendo angustiada implementos rústicos antiguos. Impertinente, raía animales inertes, retorcidos, apestosos. Irma renunció a interesantes rutas abiertas, insistiendo repetitivamente a instancias robadas, armadas, intuitivas. Riendo alebrestada, invocaba reliquias ardientes intentando resquebrajar algo importante, real, amado. Ira, rabia, amargura; impaciente roía alterada, indignada, resentida. Ahora incluso rodaba altanera infinitos rudimentos azarosamente, incrustándolos anteroposteriormente, rotunda, impacientemente. Renegada, afligida, Irma reñía a Irma, reprendiéndose arrebatada, insolente. Rumiando alterada, incansable, renegaba áspera, impaciente, riñas anteriores inevitables, rabiosas, acaloradas. Intencionada, rencorosa, arrancaba impávida retazos amarillentos, índigos, rojizos. Inversamente, repercutían ahora indicios reveladores, abiertos; impostores reales atroces, imbéciles. Riñéndole, ahora intuyó represalia automática; Irma Roberta amenazó instantáneamente, rozándola astuta, intensa, rabiada, atolondrada. Irrefrenable, repudiada, asqueada, Irma remedola altanera, invocando remilgos artificiales, idóneos rugidos actuados, increíblemente robotizados, acentuados. Irma Roberta Aranguren iba retorciendo a Irma; relegando apasionada, intranquila, rabietas, arranques, idioteces. Restregando afanosa, Irma roía ahogada, internamente, rosas arrugadas, iluminadas, robadas, aserradas. Inminente, rotunda, asertiva, Irma repudiaba a Irma, refrenando asqueada intrusiones románticas antiguas, impetuosas, resueltas, absueltas. Irma Roberta Aranguren iba reptando al invernadero, rajando altisonantemente individuos robustos, antigüedades inútiles, recicladas, atrasadas. Iba regurgitando a Irma, recelosa, autoritaria, implacable. Irma robaba ansiosa, impúdica, retrasada, a Irma, regañona ambivalente, irresoluta, rechiflada, atolondrada. Iba rumiando agresivamente inviernos repletos, aberrados. ¡Irma, recrudece a Irma, remátala apremiantemente, Irma Roberta Aranguren!


©2011 PSR

miércoles, 28 de julio de 2010

COCINA

Completamente consciente, Clara contemplaba con cruda crispación cómo Carla conocía compromisos culturales culinarios. Creyéndose crédula, Carolina cocía con condimentos celestiales, cultivados contracorriente como cuerpos conspicuos. Ceremonioso, cacique César comía contento cuanto cocinaban con cuidado, con carnes, caballas, crustáceos, cremas, compotas, cítricos, castañas, cerezas, calabacines, cebollas, cilantrillo, cúrcuma, colines, cacao, cerveza, café… Contra colosales cajas cuadradas, Carlos cernía cien cereales completos con cautela ceremonial. Cecilia consumía celosa, concentrada, cuanta cosa comestible conseguía; certera, capaz, contumaz. Consultó Carmen, curiosa: “¿Cuánta cosecha compraron con cuatrocientos centavos?”. Cleto contestó: “¡Cinco!”. Cansada, Claudia cerró caja, contando cualquier comensal cebado, curtido. Corina claudicó con coraje comprobando cómo, casualmente, Clara componía cuentos ciegos con canciones cutres clandestinas. Cuando clamaban clero, cinco caballeros cubrieron con cueros callos, calvas, cicatrices, cabello. “¡Cocinemos, compañeros!” coincidieron concomitantes, congratulándose, confabulándose. Como correctivo, coronaron corpóreamente cerdos colorados, corredores, cojos, con cuchillos, cucharas, condimentos, coincidiendo compulsivamente con ciertos cubiertos corroídos. Con completa certeza cogieron cabras, cazuelas, cacerolas, consomé, cuidando cortar cabezas, colas cabalmente. Calamitosos, calcularon calderas candentes con calentadores calificados, calibrados. Criada célebre, calmosa, Calixta calzaba canesú, cofia, cubriendo concienzuda cuerpo, cuello, cabeza, cuando con clamor cándido, Cristóbal cantaba cautivadoramente cazando cangrejos con conchas celestes. Calixta chanceó contenta. Camarera, camarero, contaron casi cien carbones, candelabros caros, canastas, colocando cuanto cabía con carencias. Con cachetes color carmín, Carla cargaba chanchos cuestionables, ciegos, cebones, carnavalescos, carnosos, castigados; cacos confesos con cortadas coaguladas, culatazos craneales contundentes. Cuando Cleto compró cuarenta crías, Carlos consiguió cajones cuadriculados con cuantiosas celdas ceñidas, cuales cuerpos consolidados. “¡Cleto! ¡Coloca cinco crías con cuidado, caramba!” chilló Carla, caminando cuesta corta con culinaria culpa. Consumiendo chocolate caliente, caramelo, contraída, cumplida, consciente, Clara continuaba contemplando cíclicamente con crecida conmoción cómo Carla comunicaba conocidas confidencias culinarias con colmado cariño característico; consecuente, completamente consumado, cabalmente cursi…


© 2010 PSR

miércoles, 16 de junio de 2010

DEVENIR

¡Darío, donjuán del diablo, distingue diminuta Daniela dormida dentro del dormitorio! Declárale devoción, devaneo divino, directo. Desvívete, dondiego dilecto, derrítela dondequiera; damisela digna, decente. Dadivoso, dale deferencia, decoro, dinero; dale dotes de dinastía dominadora: diademas, diamantes, dijes damasquinos. Doncella durmiente, descansa divina, deleitándote dulcemente. “Duerme duquesa Daniela; duerme, duerme”, dice Darío determinado. Delatado, detrás de Daniela, desperezado, despierto, Darío dividía dádivas dentro del duro derredor demolido. Desdentado, decaído, desamparado, divisaba desapasionado dólares desgastados, desdeñados del doctor, del dibujante, del doméstico. Después, drástica, Daniela dijo: “¡Darío, dame dinero deprisa, debo disfrazarme de deambulante!”. Disgustado, dudando, Darío dobló divisas dosificadas, disimulando. “Daniela, ¿dónde dejaste de dormitar descansada?” dijo Darío, desesperanzado, deprimido. Desilusionado, designó diezmos defectuosos del dentista del día donde, desheredada, digna Daniela dudó desmayarse del dolor: “Daniela, dueña diestra, date dos dólares de duraznos, de dátiles dulces durante dantesca danza” dijo Darío debidamente. Débil, Daniela debutó delante de dormitorios desolados, decadentes, damnificados. Danzaba decidida, decolorada, decretada dominadora dedicada de demonios dependientes, denunciados… deplorables. Desquitada, desnutrida, Daniela divertía desatadamente doñas, dones desmoralizados, desmerecidos, desobedientes, destruidos, destapando dineros desusados, detallándolos… desfalcándolos. Darío, dondiego desvergonzado, deteriorado, desviado, desquiciado, droga duramente diez diosas Danielas, Dianas, Doroteas, detenidas dentro de drenajes donde duendes dudan de dosificar donaciones. ¡Dales domicilio, Darío! ¡Dales domingo, dales desahogo, desgraciado Don de dolor doblegante! ¡Dales dignidad, doctor distorsionado, displicente, degenerado, disociado! ¡Déjalas divertirse deportivamente! “¡Disparates!” dice Darío desdeñoso; “¡Diez damas Danielas, Dianas, Doroteas deben disciplina discreta, desnudándose desde despachos desordenados! ¡Deténganlas, desfachatadas desobedientes del deseo!”. Darío, Darío, dime dónde desapareces descubriendo doñas desesperadas, desairadas, debilitadas, decepcionadas, desafortunadas; damas dolientes dormidas despeinadas, desperdiciadas, desposeídas, desahuciadas…



©2010 PSR

miércoles, 5 de mayo de 2010

MATRIARCA

Mientras más me miman, más menuda me mantengo, manejando mareada mi máscara maternal. Mujer, madre, mártir; mucho margen medular, melodramático, melancólico. Mensajera, mandante, mendiga; mercenaria matrona meritoria, mezclada, mísera. Ministra miniaturizada, millonaria; mayorista mínima, mitológica, moderada. Mi macho marido, monigote malnacido, monstruo miserable, maniático; mi matrimonio malaventurado, masoquista, malogrado, me metió mucho miedo. Muy matrera, mi mamá me mandó merecido machete, matarratas matador más medicamentos matasanos. ¡Menos mal! Madrugué, me maquillé, mudé meteóricamente mi mundo malo, maltratado. Malherida, marchita, marcada, me mofé malamente mientras miraba molesta monumentos morales mentirosos. Muchas memorias mansas mezcladas me maravillaron momentáneamente. ¡Marcelo, mi mocoso mimado, muchachito misógino, mujeriego, mozarrón moro, malandado malabarista morfinómano moroso, mañero; me mata mi morriña madrina, muéstrame molinos metropolitanos mitificados metódicamente! Marisela, muñeca mestiza, melliza malcriada, musculosa, majadera; muestras muslos manoseados, mordisqueados, mórbidos, muy metidos, motivados, movidos más mamas magulladas, mugrientas, marginadas. Maira, menuda muchacha, monja mitigadora, modesta, magnánima; mejor murmullo mi melodía mientras mundanamente matizo más música medieval, mágica. Mariana, mi musa mulata mayor, moza, modelo, matemática, mediadora, madura; multitudes matinales marchantes me miran merodeando, movedizas, mudas; mija, mantenme mimada mientras mojada me marcho murmurando monótonamente, muriendo...


© 2010 PSR

miércoles, 24 de marzo de 2010

ARREBATO

Apenas amanecía aurora adentro; amorosa, acelerada, Adelaida Amparo Ambrosio adelantaba apresuradamente ambas actividades, alternándolas: ambientación—arreglo—ambientación—arreglo—ambientación… Ayer, acostumbrada, alicaída, anulada, amargada, Adelaida ató al animal arisco al árbol antiguo adyacente al acantilado, aprovechando alguna ausencia aparente, animándose a acabar al amanecer. Activa, abrió antes allí afanosamente arca, alforja. Aunque ansiosa, azuzó, acosó, acorraló, arrastró al área al aterrado adversario animal, atacándolo agresiva, abominable, aborreciéndolo agudamente. Atroz, amenazante, avivada, apasionada, asestó azotes atolondrados, aguijoneaba, arrancole abundantes apéndices acentuados, asquerosos, atribuidos al apestoso arruinado absceso, ajusticiolo ahorcándolo, alzolo arriba arrebatada, arrojando alto al abismo áureo arca, alforja, añadiendo adentro al animal anteriormente alborotado. Así, acostumbradamente abreviada, accesible, Adelaida afirmó amplia advertencia al aglomerado auditorio amigo asociado. Acabando, aliviada, aplomada, atractiva, Adelaida Amparo Ambrosio adelantó alegre ambas actividades, ambientando—arreglando—ambientando—arreglando…


©2009 PSR

miércoles, 10 de marzo de 2010

SAGA

Samuel Sánchez se secaba seguro, satisfecho. Sentía su sudor salado salpicado sobre sienes, surcos, sotabarba. Sereno, Samuel sabía ser soez si su semblante se sofocaba sufriendo. Súbitamente se soltaba su sueño, solo, sosegándolo suavemente. Samuel soñaba solamente si sucumbía selectivamente Sandra, su sabia sierva sordomuda. Sentada solemne sobre su sábana, Sandra seleccionaba su secreta serie sensual sin saber sumarla siquiera; sólo se sabía señora sacerdotisa sacrificando su sacramento sacrílego saciado sádicamente. Seguido, Samuel, Sandra, saldrían saltando solos, sacudidos, subiendo sus salarios sumamente someros sin ser sobrinos, socios, simpáticos satélites. Sus seguidores, sarnosas sabandijas sabatinas, serían seleccionados sufridores sabihondos, saboteadores, secuestrados secretamente. Siempre saludable, saboreando salitre, sangre, saliva, Sergio, sublime sabandija suprema, sorbía sus secreciones silenciosamente sin sajar salero, salteando salmuera salubre sobre sus señores seniles. Sergio saludó. Samuel, Sandra se sorprendieron saqueados, salvajemente salvados sin ser santos. Secretamente separados sintieron sarcasmo sin sátira, sartén sin satinar, sauna sin savia, sol sin sequedad. “Sólo son sectas secretas, sin seguidores seculares” sospecharon, siguiendo siempre serios, sencillos: Sandra sirviendo, Samuel sembrando sorgo, setas, semillas; sincronizando sublimes sonetos sencillos. Señalados, sentenciados, seducidos, sentían sobremanera severidad sesgada sañosa, siamesa, sicópata. Sidra, siesta, sidra, sidra, sidra, siesta, sidra… Sergio signaba su suerte simbólicamente subiendo sillas, sillones, sofás. Sigiloso, simpático, seguía sonriendo solo, sin saber sopesar sicológicamente siquiera su setentona sequedad servil. Simultáneamente, Sandra, Samuel, Sergio silbaban serenatas sin sílabas, sin sonidos, silentes; signos simples, simpares, simétricos, simulando sigilosos secretos sofocantes. Seguido, sobresaltados, soportaron solícitos, sonrientes, sin sonrojarse, su solitaria solución, surgida súbitamente sin sospechar sordidez subconsciente. Subdesarrollo sublevado, sustentado, subyugado, subvencionado; solamente Sergio seguía siendo subordinado, sumiso, suplicante, sólo sin saberlo. Súbitamente, Samuel suplantó solidario su sollozante soplón sin someterlo, simulando simpatía simultáneamente. Sergio, sugestionado, suicidose suplicante, supersticioso, sobreviviendo sin suplicio. Suspiró, susurró sutilezas surtidas supurando suspicacias; Sergio se sumió sucio, sin su sotana sobre Samuel, sepultándolo seguro sin sol, sin sufrimiento, soportando su somier sobre su sesera sangrante, suave, supina, soterrada, señalando salidas selladas. Superada, Sandra sabía ser suficientemente sentimental sin Samuel, su sesudo señor. Secretamente siguió sazonando sañuda su suculenta sopa sedante, sulfúrica, sublimada, séptica, sin saberlo Sergio. Sirvió serena semejante sustancia sintética, sinérgica, sobreentendiendo segura su sentencia súbita si Sergio se salvaba seguido. Seis soles surgieron sobre Sergio, segmentando su sistema, seccionándolo, segándolo saturninamente. Sandra, silenciosa, simbolizó soberbio sinsabor social: sucio, soñoliento, solapado, sordo. Siete siglos subsiguientes, seguidos, Sandra, setentona, sigue siendo suave sirvienta sosa, supersticiosa, sospechosa…



©2009 PSR

miércoles, 20 de enero de 2010

LEYENDA

La luna llena lamía la llamarada llorando, lamentándose largamente. Los lentos linces lograban llevarse lejos las luces lúgubres, lanzando lánguidas laboriosas lágrimas lanceoladas, lanosas. Luego llegaron los leopardos larguiruchos, lapidados lastimosamente. Latiendo, los lustrosos lugareños llaneros lavaban las legendarias legañas lenguadas; lechosas, leves, laxas. Luciérnagas, loros, leones, lapas, lagartos, lobos, langostas, liebres, lombrices lucían lujosas lianas: lienzos lineales ligando los lazos legales, legibles, lozanos. Luchaban las lubinas, las lampreas, liberábanse los locutores lusos, leían los lectores letrados literatura ligera, las largas líneas llenáronse longitudinalmente; llanas, leves, lúcidas, levantando la labranza la labriega, lacaya laborante lacerada, lacrimosa. Lucrándose ladrando, los ladinos ladrones les legaron la lábil lamparilla, la luz, la lámina, los ladrillos, la loza, las lanzas lilas, los lirios, los lotes llenos, la lancha, los lagos. Lucubrando lógicamente, los luceros lujuriosos lleváronse lubricadas las llagas libertinas. Luego, lagrimearían lampiños la leña, las lápidas, los letreros laterales, los lados, la lanceta, los lapiceros, las letras, la lupa, logrando llenar legítima, líquida, lentamente las lejanas leguas limítrofes. Llegando, llamaron los llanos lloviendo llovizna lunar; lamiendo las llamas la luna llena…


©2009 PSR

miércoles, 16 de diciembre de 2009

PERVERSIÓN

Pamela Polanco Peña pensaba poder paliar penas pariendo patria, pero poderosos políticos presionaron para promover problemas perennes, poniendo puntos por pruebas, palizas por premios, pánico por protección, pecados por paraíso, pérdidas por pertenencias, persecuciones por paciencia, piedras por prados, pistolas por pan, prostitución por pudor, polución por pureza, pobreza por perdón, pérdidas por provecho, palos por palabras, prisión por paisajes, prepotencia por pluralidad, piltrafas por pinturas, pillaje por pueblos, partición por puentes, puertas por protección, persecución por perseverancia, puños por pensamientos, presos por presencia, pisadas por pundonor; penumbrosa providencia para pobre país potentado pagando pues, pletóricamente, precio poco propicio para permitir producción, progreso, prosperidad, plenitud, paz.


©2009 PSR

miércoles, 2 de diciembre de 2009

ELLA, ÉL

Él estaba en el estacionamiento; egregio, elegante, expresivo. Entre emociones encontradas esperaba el efímero entreacto. Ella entraría escondida, envuelta en encajes encolados en ese elongado embrollo extravagante, esencial. Educada, endulzaría entretanto el espacio embebido en excesivos episodios empañados, ejecutando el ejercicio erótico eficaz en el ecuador elástico, eléctrico, elemental. Entonces, embriagada, espontánea, extremadamente emancipada, extraería espaciada el elíxir emergente entre ecos en enardecidas exclamaciones extenuadas, elípticas. Era ella existencial en extremo: ecuánime, exacta, ética, ejemplar; empero exhibía espectacular ego en elaborar el eje en edema edificado, eclipsando enteramente el enarbolado estandarte eclesiástico. Él, edecán enaltecido, enamorado, enrojecido, echaría el efluvio en efusivo estruendo, ensimismado en ella, ejemplo exaltado ebullendo ebrio en el exilio enmascarado. Entretenidos, extrañarían el edredón efectivo, enmarañado en el estanco estimulantemente enfriado. Eran ellos esculturas entrelazadas elaboradas en ébano encendido, elegido entre elementos excepcionales, eclécticos, ecológicamente esenciales. Ella, él, en edad exquisita, erizados, excitados, enamorados. Enajenados en espectacular elevación, eliminaron egoísmos en ese evento especial estrenándose, entregándose, estirándose, estremeciéndose, estrechándose, estrellándose efusivamente en estrepitoso estampido; empachados, entremezclados eternamente. Ellos eran especialistas en esa empresa extasiante, enloquecedora, envolvente, enviciante; esperaban empepinadamente encontrar el enésimo estimulante encubierto en el enquistado entendimiento, entrecortando exhalaciones envejecidas, esquiladas, entristecidas, engrandeciendo ese éter espiritual evidenciado en el estallante existir. Entonces entrarían, expertos ejercitados, en el eterno edén.


©2009 PSR