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miércoles, 28 de mayo de 2014

LA FIESTA


Marisela se vestía para la fiesta. Estaba emocionada, hacía tiempo que soñaba con ir a una fiesta grande como esa. Tenía mucha ilusión porque sabía que vería de nuevo a toda su familia, a todos sus amigos. Marisela se vestía con sus mejores galas, con colores brillantes y encendidos. Marisela se vestía para la fiesta. El espejo volvió a ser su amigo, ayudándola a maquillarse y peinarse con esmero para reflejar así toda la alegría, toda la felicidad que llevaba dentro. Mientras musitaba su canción preferida, se perfumaba y sonreía, dejando salir aquella luz que había vuelto a encender en su alma. Marisela se vestía para la fiesta mientras soñaba con su nueva vida, con su futuro un tanto incierto, pero suyo. Al fin comenzó la fiesta. Marisela brilló como nunca antes; rio, jugó, habló y bailó hasta el amanecer. Aquella mañana, el sol salió tarde.


©2014 PSR


miércoles, 18 de septiembre de 2013

EL MAYOR OBSTÁCULO...

 
"...A pesar de que le tenía confianza como amigo, nunca hubo un intercambio táctil aparte del acostumbrado beso al saludar, y ese “beso” difícilmente se podía considerar como tal. Más bien era una especie de choque de mejillas con un chasquido incorporado; un golpe con sonido bucal automático lanzado al viento. Siempre había cultivado mucho los límites del espacio personal, manteniendo una zona de seguridad entre los demás y yo. Pero con Eric me estaba pasando algo extraño. Quería que me tocara. Anhelaba sentir un roce suyo, aunque fuera sin intención. Necesitaba sortear el obstáculo más grande que me pone mi propio carácter: el infranqueable mito del tacto. ¿Pero cómo? 
 
Me parece curioso que aunque sé que soy una persona emotiva se me hace imposible tocar a la gente. Sin embargo, cuando alguien me toca, el eco de esa sensación táctil reverbera durante largo rato en mí. La temperatura, la presión, la textura y la calidad del estímulo tardan mucho en disolverse en mi piel. ¿Será justamente porque no soy una persona que anda todo el tiempo tocando a los demás, que mi sentido del tacto se encuentra en un estado basal más bajo de lo normal, con menos “ruido” cotidiano que despiste los nuevos estímulos? Es como si mi piel se mantuviese constantemente en una condición casi virginal, impoluta, que la dejara reaccionar con mucha mayor intensidad frente a cualquier provocación que recibe.
 
Quería asolearme un rato. Me puse bronceador por todas las partes del cuerpo a las que llegaba fácilmente y, mientras lo hacía, me di cuenta de que el destino me ayudaba: le pedí a Eric que me pusiera crema en la espalda. Accedió, y por primera vez sentí sus dedos recorriendo mi piel desnuda. Una sensación tibia y profunda invadió todo mi cuerpo, haciendo que buscara instintivamente la silla de extensión para tenderme al sol, dejando que me arropara con su intenso calor. No puedo. No voy a estropear mi relación con Eric, pensé..."
 
  
Fragmento de "Día de playa" ©2006 PSR 
"Día de playa" aparece en la antología Yara y otras historias, de Patricia Schaefer Röder.
Ediciones Scriba NYC 
ISBN 978-0-9845727-0-0 

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"El mayor obstáculo", fragmento de "Día de playa", (incluido en la antología "Yara y otras historias") apareció en la 32 edición de la revista El Faro Editor, correspondiente a octubre de 2013, págs. 4-6.  
 
 

miércoles, 28 de diciembre de 2011

F E L I C I D A D


Fiel solo a ti
es tu misión de vida
buscas la dicha.

En tu ser unes
mil hebras de colores
luces brillantes.

Limpias el alma
de mentiras, rencores
quedando pura.

Inquieta y libre
nos contagias a todos
bella plenitud.

Corazón amplio
henchido de emociones
sonrisa inmensa.

Invitas a andar
por este mundo grande
ayudándonos.

Dudas, nunca más
armonía divina
das tranquilidad.

Artista innata
rima mis versos nuevos
con tu música.

Dime que vienes
y respiraré libre
suspirando hondo…



©2011 PSR



miércoles, 10 de agosto de 2011

RE-UNIÓN

Una vez más
venzo la espera
todo está listo
para el encuentro.
Girando sobre mi eje
despego
me elevo
encima de mí misma
escucho un murmullo
nos veo a todos
juntos de nuevo.
Corazón mío
quédate tranquilo
no te salgas del pecho
aún…
Dos miradas se buscan
inquietas
indagando a fondo
escudriñándolo todo
encontrando aquel instante
cuando se interceptaron
por última vez.
Tantas sonrisas conocidas
moran en rostros amables
confiables.
Poco a poco vuelven
tus anécdotas
las mías
rodeando suavemente
hechos reales
abarcando emociones
contando
recordando
riendo
reviviendo…
Siente mi alma
la esperanza que añora
un nuevo acontecimiento
esa excusa tan válida
para compartir
el abrazo más honesto
…perfecto.
Cuatro mil vidas
entrelazadas
en aquel pasado compartido
más o menos remoto
actores de mil piezas
protagonizando escenas
en obras propias
y ajenas
momentos divergentes
de pronto se dan vuelta
sobre sí mismos
orbitándose entre sí
convergiendo
regresando
a un horizonte amplio
plácido
común
divina oportunidad del destino…
reunión.


©2011 PSR


miércoles, 2 de febrero de 2011

REGÁLAME...

regálame una sonrisa de libertad
al amarnos
regálame tu paz
total
verdadera
regálame tu misterio
y te entregaré mis sueños
regálame el tremor más genuino
que se esconde en tu alma
regálame tu ternura
y mis dedos
dibujarán tu rostro
dulcemente
regálame tu aliento tibio
enlazado con el mío
respirándonos
regálame el deseo que guardas
convertido en lengua y manos
insaciables
regálame tu fragancia
de perfume y sudor
regálame el anhelo
de una caricia interminable
tuya
regálame tus cabellos
y deja que mis dedos
se pierdan en su espesura
regálame la pasión
de un encuentro esperado
desde siempre
regálame tu pecho
para cobijarme en él
arrullada en tus latidos
rendida por completo
a ti
regálame tu fuerza
ímpetu indomable
te mostraré la mía
plena de emoción
regálame tu tiempo
valioso tesoro
a cambio
yo te daré entera
mi vida
regálame tu voz
tus gemidos
tu silencio
te recompensaré rebosante
de puro cariño
regálame tu mirada limpia
sin dudas
ni temores
regálame un abrazo perfecto
que me arrope
me guarde
me seduzca profundamente
para no querer soltarme
nunca más
regálame tu cuerpo
hambriento de mis labios
húmedos
regálame tu boca
manantial divino
quiero saciar la sed eterna
que de ti tengo
regálame tu piel ardiente
erguida alerta
en infinitas puntas
ansiosas
regálame tu oído
para hablarte quedo
susurrando mil secretos
regálame tu risa fácil
que hincha mi espíritu
hasta reventar
regálame tu amor
colócalo en mis alas
para volar alto
contigo
hacia la inmensidad
siempre mirando al frente
brillante
regálame un suspiro tuyo
uno mío
al unísono
regálame todas tus noches
para no dormir contigo.


© 2011 PSR

miércoles, 11 de agosto de 2010

DEJA QUE TE CUENTE...

La vida es una gran novela que narra nuestra historia dentro del universo que nos rodea, con cientos de personajes de mayor o menor exposición, todos imprescindibles, e infinidad de localidades y tiempos en los que se suceden las diversas situaciones que experimentamos. Constantemente relatamos, nos relatan y somos protagonistas de otros relatos más. Desde que somos niños se nos entrena para expresarnos de manera clara, coherente y se espera que dominemos ese arte vital del cual dependerá nuestra existencia. Y es que el humano es un ser social que vive en grupos de mayor o menor tamaño organizados a diferentes niveles, por lo que nunca estamos realmente solos en la vida. Son pocas las excepciones de personas que viven aisladas por completo; la inmensa mayoría de nosotros interacciona con alguien más de una u otra manera. Así, una forma importante de interacción sucede a través del lenguaje: al hablar o escribir estamos contando algo; de esta manera compartimos nuestras ideas y emociones.

Todos tenemos cosas que contar. Cada día le comentamos a alguien nuestros sueños, esperanzas, pesares, anécdotas, recuerdos y fantasías. También contamos lo que les pasa a otros, ¡incluso contamos chismes! En todo caso, nos sentimos bien cuando sabemos que hay quien nos escucha y le interesa lo que nos sucede. Necesitamos desahogarnos para liberar nuestra alma de tantas situaciones reales y ficticias que se van amontonando en ella como los granos de arena en las dunas del desierto. No hay nada mejor para aliviarnos, que contarle a nuestro confidente sobre eso que tanto nos preocupa. Y nada mejor para compartir una gran alegría, que explicarle a otro qué es eso que nos eleva por encima de las nubes.

Sea cual sea el tema, cada quien cuenta las cosas como más le gusta, dándole mayor o menor importancia a cada detalle con pinceladas personales según su estilo; añadiéndole o quitándole luz y color para lograr transmitir exactamente el mensaje que quiere.

Desde que era una niña, mi madre insistía en que le contara de las salidas con mis amigas y amigos con todo el detalle posible; me pedía que le narrara la historia entera desde el momento en que cerraba la puerta de la casa: quiénes estaban presentes, cómo era cada uno, qué hacían y qué tanto nos divertíamos y de qué manera, claro. A mí siempre me hizo mucha gracia esa costumbre, y aún hoy en día mi madre me hace sonreír cuando me pregunta sin cuartel y al mismo tiempo sin juzgar, sólo por el gusto de que le cuente algo.

Otra cosa que me encanta es cuando me pide que le cuente algo bonito. Este es un ejercicio muy positivo, yo diría incluso terapéutico, porque hace que me concentre en ideas luminosas y aparte las cosas negativas de mi mente. Mi madre es de aquellas personas que realmente saben escuchar; le gusta que le cuenten cosas, y cuando alguien lo hace, pone toda su atención en ello.

Estos son mis cuentos; aquellos que quisiera contarles durante una charla mientras disfrutamos de un café... o de una copa de vino. Yara y otras historias es una colección de treinta y cuatro relatos en los que he desahogado mi alma buscando mis raíces, encontrando mi naturaleza femenina, enfrentando miedos ancestrales, descubriendo la esencia de la condición humana, viviendo y desviviendo emociones y sentimientos diametralmente opuestos, soñando despierta, volando a otros mundos, a otros tiempos, a otras realidades más o menos mágicas… más o menos reales. Yara y otras historias es una ventana abierta a una parte de mí que pocos conocen y que he decidido compartir.



©2010 PSR

miércoles, 2 de junio de 2010

MANOS

En el estudio de mi padre hay un retrato de las manos de mi abuelo, el ginecólogo obstetra Dr. Georg Ernst Schaefer, realizado por su amigo el pintor KGe en 1934. El artista plasmó su percepción de aquellas manos que habían traído al mundo a tantos niños y habían ayudado a tantas mujeres a lo largo de muchos años en Gera, Alemania. Sí, las manos de mi abuelo hicieron mucho bien… al igual que las manos de todos nosotros.

No tuve la dicha de conocer a mi abuelo ya que él murió un año antes de yo nacer; así que nunca pude tocar sus manos. Sin embargo, podía verlas cuando quisiera en ese cuadro. De alguna manera es inevitable mirarlo cada vez que entro al estudio, aún hoy que mi padre ya no está. Las manos de mi abuelo fueron entrenadas para la labor que debían realizar; eran manos trabajadoras y sanadoras, listas para intervenir drásticamente en cualquier emergencia y para dar consuelo frente a los desenlaces difíciles. No me extraña que alguien se hubiese sentido interesado e incluso fascinado por lo que significaron esas manos famosas en Gera hasta pasada la primera mitad del siglo pasado.

Lógicamente me siento contenta por mi abuelo, pero lo que más me encanta de sus manos es que no tenían nada especial; su importancia era debida al uso que él les daba, convirtiéndolas en diversos instrumentos según la necesidad del momento. Y eso era exactamente lo que hacía mi otro abuelo, Gustav Röder en Königsberg, por otro lado de Alemania cuando como maestro albañil utilizaba las manos para construir casas y edificios. También su esposa, mi abuela Liesbeth, usaba sus manos al cortar patrones en telas para coserlas después, convirtiéndolas en prendas de vestir. Por su parte, en Marburg, mi emancipada abuela Paula Mahr utilizaba las manos para expresar sus ideas escribiendo ensayos sobre teología y religión. Estoy muy orgullosa de mis cuatro abuelos; cada uno de ellos creó algo diferente pero todos usaron sus manos, manos como las de cualquier persona. ¿Y de qué otra manera podrían ser, sino iguales a las nuestras?

Las manos. ¡Cuánta perfección y cuánta belleza encerradas en un par de palmas, esperando la indicación exacta para actuar, dejando salir entonces miles de emociones y conceptos! Cuánto pueden revelar un par de manos acerca de su dueño… Y cuánto pueden contarnos nuestras manos, si tan sólo prestamos atención a las señales que nos transmiten. Las manos son uno de los medios de comunicación más importantes, desde el mismo sentido del tacto, pasando por la creación de cualquier obra y llegando al lenguaje de señas y la lectura braille. En cuanto a la transferencia instantánea de información, no hay nada que se compare a un apretón de manos; es un contacto breve e intenso entre dos personas que dan el primer paso para conocerse. Sin embargo, hoy en día hay mucha gente que por diferentes razones ya no quiere dar la mano al saludar. Para mí, la presentación de una persona queda incompleta si no me da la mano; ese intercambio energético momentáneo es prioritario porque me da una mejor idea del carácter de quien acabo de conocer. Las dimensiones, forma, temperatura y textura de la mano, junto con la manera de engancharla, la presión, la expresión del rostro, la mirada y la duración del evento son indispensables en esa primera impresión tan importante que puede definir el curso de una relación.

En la inmensa mayoría de las actividades que llevamos a cabo todos los días están involucradas las manos. Ellas ejecutan las instrucciones que les damos, y siendo nosotros duales por naturaleza, les cargamos un lado luminoso y otro oscuro. De la misma manera que las manos pueden crear cosas importantes y hermosas, también son capaces de destruir cuanto existe: pueden dar vida o pueden quitarla, acercar y comunicar o alejar, rechazar y bloquear todo intento de encuentro. También pueden arreglar, reparar cualquier obra destruida; incluso son capaces de curar y de hacer soñar. Las manos pueden aferrarse fuertemente a algo y no dejarlo ir jamás o aflojarse, soltarlo, empujarlo y luego escapar; pueden abrirse para saludar o convertirse en un insulto o un puño que ofenda o hiera. Pueden defender nuestras ideas de manera pacífica, protegernos de cualquier peligro o atacar sin misericordia y con todo el odio del mundo; pueden llenarnos de energía, elevándonos por encima del mundo o drenarnos, pisoteando nuestra alma, silenciándola irremediablemente. Las manos comienzan todas las obras y las acaban también; pueden cuidarlas o maltratarlas, regalar amor o robar la felicidad, aniquilando al ser. Nuestras manos pueden lograr todo esto y mucho más… y justamente ese es su sentido: son los instrumentos más perfectos de que dispone el espíritu.

Las manos son los principales órganos con que manejamos el mundo que nos rodea. Su diseño y constitución las hace extremadamente versátiles en cuanto a su funcionalidad, siendo capaces de realizar infinidad de movimientos en muchos grados de precisión. Principalmente, las manos hacen. Hacen algo, lo que sea, pero siempre hacen. Son el vehículo del que disponemos para dominar el ambiente a nuestro antojo: al cumplir órdenes ellas trabajan, luchan, siembran y después cosechan. Son capaces de indicar, atajar, cocinar, vestir, limpiar y llamar; traen y recogen todo lo que haga falta en un hogar cada vez que sea necesario. Nuestras manos crean obras de arte, nos emocionan produciendo música, dibujan y escriben para entretenernos, para plasmar nuestros sueños o como medio para subsistir. Ellas comienzan las cosas, colocan todo en el lugar exacto, ejecutan las acciones que deben, siempre acatando nuestros mandos para tomar las armas y embestir o para juntarse como si fuesen un espejo, llevándonos a un estado espiritual elevado en el cual logramos orar o meditar.

Pero estas maravillosas herramientas empotradas de que dispone nuestro cuerpo no sólo sirven para trabajar y producir; se consideran también las mejores representantes del sentido del tacto. En las puntas de los dedos hay una enorme cantidad de terminaciones nerviosas que nos dan información sobre el entorno a la vez que nos permiten manipularlo. El procesamiento instantáneo de infinitos estímulos y sensaciones crea un panorama completo e irremplazable según el cual reaccionaremos. Definitivamente, las manos son perfectas; señalan algo que nos interesa, encuentran objetos, los alcanzan, agarran, palpan, sienten su superficie, textura, dureza o suavidad comunicándonos cada detalle instantáneamente, constantemente, fielmente. Ellas son capaces de descubrir menudencias casi imperceptibles, ver en la oscuridad absoluta, sentir las vibraciones de la música, un grito, una explosión, el golpe de algo que cae y un susurro; pueden escuchar lo que nuestros oídos no son capaces y llevar cualquier mensaje al destino preciso, explicando el objeto o la circunstancia. Al describir nuestro mundo en detalle, las manos detectan, sitúan y ubican, notan y examinan, aprecian y observan, manifiestan y revelan los elementos y el conjunto, sorprendiéndonos constantemente. Así, nos hablan afirmando aquello que nos envuelve y son capaces de recordar todas las sensaciones aprendidas en un evento.

Nuestra alma utiliza las manos como su extensión física y son el mejor medio de que dispone para expresarse. Con ellas nos dedicamos a repartir amor a quienes nos rodean. Traemos vida al mundo, la cuidamos, alimentamos y ayudamos de mil maneras diferentes. Las manos son importantes al momento de enfrentar cualquier peligro; podemos envolver en ellas algo o a alguien para defenderlo o impedir una desgracia, transmitir seguridad con una simple palmada en el hombro, confortar a otro con el calor de nuestro tacto y ayudar a los demás a sanar por sí mismos con la energía que pasa a través de nosotros y emana de nuestras palmas. Las manos nos ayudan a consolar a quien lo necesita, estrechándolo en un gesto protector de la más pura entrega. Son elementos curativos en toda la extensión de la palabra; con ellas damos masajes y aplicamos tratamientos, revitalizando a los demás al recibirlos y a nosotros mismos por la oportunidad de darlos.

Y por supuesto, las manos son muy importantes a la hora de expresar los sentimientos. ¡Qué delicia sentir esa caricia anhelada en el momento oportuno! ¡Qué regalo tan especial llegar a posar las manos sobre la piel del otro, entregándole la tibieza de nuestras palmas y descubrir su calor... su tremor… la explosión de su erizamiento inminente como consecuencia de un inesperado escalofrío. Las manos llegan adonde más se necesitan; ofrecen toda la suavidad y la ternura del universo, dan cariño, palpan, tocan, aprietan, desean, sienten, reciben, disfrutan, son delicadas, quieren, complacen, aman… y en el instante menos esperado, aquellas manos que tan obedientes siguen siempre nuestras instrucciones de pronto se rebelan, se emancipan y se liberan, perdiéndose a ratos por las sendas ocultas de las emociones…

Las manos. Mientras más las descubro, más me maravillan.



©2010 PSR

miércoles, 17 de marzo de 2010

SONRISA

Hace mucho tiempo, no recuerdo exactamente dónde, leí una de esas frases de moda de la filosofía popular que me dejó marcada profundamente: “Una sonrisa no cuesta nada y vale mucho”. Sospechándome hoy en día casi la última representante de la corriente del “paz y amor” y del nacimiento de la era de acuario, recuerdo haber sentido en ese instante cómo todo el mundo a mi alrededor de pronto se iluminaba y me permitía comprenderlo mejor. Mi corazón se quedó quieto un instante y desde adentro algo golpeó mi pecho y mi garganta, y en mi piel había un cosquilleo tibio y delicioso. Totalmente identificada con la frase, la hice mía y la pongo a prueba todos los días de mi vida.

La sonrisa es una de esas cosas maravillosas que tenemos los seres humanos. Me encanta ver a la gente sonreír y reír; es una experiencia profunda y placentera que me da mucho más que un largo discurso sobre la paz o la alegría. Disfruto una sonrisa como quien aprecia una obra de arte; me maravillo ante ella, la detallo, interactúo con ella y me dejo invadir por lo que me transmita: felicidad, placer, sosiego, alegría, aceptación, seguridad, paz, afirmación, complicidad, incluso nerviosismo, incomodidad o algo de vergüenza. Mi ser reacciona ante una bella sonrisa desde adentro hacia afuera; el pulso se acelera levemente y siento la sangre tibia fluyendo por todo el cuerpo, desde los dedos hacia el tronco, concentrándose alrededor del corazón, subiendo por el pecho y cuello a la cabeza y quedándose allí, llenando cada resquicio. Entonces, a ambos lados de mi rostro tibio, la reacción es inminente y me dejo llevar por toda esa delicia, sonriendo yo también.

Siempre me he fijado mucho en la sonrisa de la gente. Como todos, en mi vida me he topado con infinidad de sonrisas distintas. Las sonrisas son como nuestras huellas digitales, características y únicas; vienen determinadas por la genética y la imitación de los gestos de quienes nos rodean cuando niños. Pero a pesar de que fisonómica y anatómicamente el estilo de sonrisa de cada uno se mantenga a grandes rasgos, nunca hay dos sonrisas iguales, simplemente porque cada quien tiene un repertorio de sonrisas según lo que sienta o quiera comunicar en cada instante. A veces una mirada se convierte en sonrisa y luego en abrazo; en otras oportunidades cambia por completo el orden de conversión, y hay casos en los que podemos sonreír con los ojos o los brazos, abrazar con una sonrisa o con los ojos, o mirar con los brazos. De hecho, existen sonrisas que primero son abrazos y luego miradas…

Hay quienes tienen la sonrisa como carisma o don divino en beneficio de los demás, aun sin saberlo. Puede que estén conscientes de que tienen una bella sonrisa, pero no todos conocen sus propiedades. La sonrisa puede ser terapéutica tanto para el que la da como para quien la recibe. Cuando sonreímos, iluminamos todo a nuestro alrededor y eso nos complace, elevando nuestro espíritu. Y cuando alguien nos sonríe, esa misma luz llega a nosotros y nos envuelve en su calor sublime, regalándonos amor. Es como participar en un acto de magia pero sin el truco, porque todo es absolutamente real.

Al sonreír —y al reír— nos llenamos de emoción e incluso nos permitimos escapar de nosotros mismos por un instante. En una sonrisa sincera y espontánea, nuestros ojos, piel, sangre y brazos se contagian de ese sentimiento y participan en un concierto maravilloso dirigido por el corazón de quien sonríe hacia el corazón del que recibe la sonrisa. La sonrisa es el preludio delicioso de la risa, el primer paso en la liberación del espíritu.

Por supuesto, a mí me encanta sonreír y reír; disfruto al máximo la rara oportunidad en que alguien quiera sacarme una buena risa, ya que pareciera que nadie tiene tiempo para esas faenas en estos días (todos estamos ocupados intentando ganarle la carrera al tiempo, sin saber que la perdimos inexorablemente desde el mismo instante en que accedimos a competir), cuando en realidad esas son las mejores cosas de la vida, los momentos en que damos y recibimos alegría. Con respecto a mi sencilla sonrisa de labios cerrados, sé que no es precisamente de las arrebatadoras, y aunque tal vez sea plácida para algunos, ciertamente no es una gran sonrisa, pero es la que tengo y la que puedo compartir. Y pensando en ese dar y recibir, me percato que desde siempre me ha gustado hacer reír a la gente. De alguna manera siento que tengo la facultad de darle algo de alegría a quienes me rodean, y eso para mí es invaluable. Como la inmensa mayoría, no soporto ver sufrir a nadie; tal vez por eso busque constantemente darle la vuelta a las cosas, a veces de la forma común, y otras veces de alguna otra manera inesperada que sorprende a los demás. En todo caso, no es algo premeditado ni ensayado; quienes me conocen saben que sencillamente soy así por naturaleza. Por suerte, a la gente le parecen cómicas algunas cosas que hago o digo, y así los hago sonreír y reír; eso me tranquiliza y me hace feliz.

Hay sonrisas que relajan, otras que apasionan; unas deslumbran y otras abrigan. Las sonrisas pueden consolar, liberar, elevar, alegrar, apaciguar, solazar, alentar, emocionar, perdonar, disipar la oscuridad, vencer el miedo y dar paz. La paz… algo tan importante que llevamos dentro y sin embargo a veces se nos hace tan difícil de encontrar. Últimamente ando buscando paz como quien busca un trocito de pan. Mi alma vaga íngrima, huérfana de tranquilidad, andando y desandando mil caminos cada día en busca de paz, pero todo lo que encuentra son fragmentos desiguales esparcidos por doquier, que no parecen pertenecer a ninguna figura conocida. De vez en cuando he tenido suerte, ya que a lo largo de la ruta he encontrado algunas personas que tienen el maravilloso efecto de darme algo de paz, de tranquilizarme, de calmarme, y me he dado cuenta de que todas ellas son dueñas de una gran sonrisa. Supongo que ambas vienen juntas en el mismo paquete: la cualidad calmante y la sonrisa. Esa sonrisa sanadora me ilumina, me da sosiego, me tranquiliza, me arropa y me abraza, dándome calor y protegiéndome de todo, a veces incluso de mí misma; me hincha de emoción y me da alas para volar muy alto. Es una sonrisa curativa que me regala parte de la paz que tanto anhelo. Y aunque no todo el mundo posee una sonrisa así, que tenga ese efecto medicinal sobre mí, he tenido la enorme suerte de disfrutarla y estoy infinitamente agradecida por ello. Es el mejor regalo que puedo recibir en cualquier momento; no se gasta ni estorba, no se llena de polvo, no envejece y siempre me hace feliz. Si no tengo cuidado, me volveré adicta a esa sonrisa y tendré que hacer algo por verla todos los días de mi vida, sea cual sea el precio. Pero por fortuna, una sonrisa no cuesta nada y vale mucho…


CARISMA

Voy buscando sosiego
concentrada
con los párpados apretados.
A veces
muy rara vez
creo sentirlo cerca
abro los ojos para descubrirlo
pero no…
es inútil
vuelve a evaporarse
se me esconde
mis pasos perdieron su pista
hace mil años
en la oscuridad.

Voy camino a la locura
inevitablemente.
Voy buscando un remedio
para mi alma golpeada
mi ser deshidratado
seco, árido, salado
disecado en jirones fríos
alrededor
de aquel corazón sangrante
que no logra cicatrizar
por la ausencia
de aire y luz.

Pasa el tiempo
avanzan mis pasos
a ciegas
a tropezones
a rastras
a saltos
a duras penas…

Sigo el sendero
de mi destino
en piloto automático.
De pronto
sin aviso ni señal
en medio de tu rostro
atento
dos líneas horizontales
ajustadas entre sí
ligeramente sinuosas
intersectan mi ruta cansada
prolongándose raudas
siempre juntas
a cada lado
enviándome prestas
en direcciones opuestas
simultáneamente
sin final.
Comienzo a divisar
tenue, ligero
un primer intento
destello inocente
deseando ingenuo
convertirse en rayo.

Poco a poco
justo sobre la barbilla
aquellos dos trazos llenos
paralelos perfectos
suaves
amables
serpentean leves
tímidos
breves
infinitamente hermosos
dulces
abriéndose lentamente
o quizá más rápido.
Dos bordes delicados
sutiles
espontáneos
se separan curvos
cóncavos
dando paso
ineludible
infalible
al reflejo de mil soles
y una luna ardiente.

Entonces
al fin
me invade plena
la calma…



©2009 PSR

miércoles, 2 de diciembre de 2009

ELLA, ÉL

Él estaba en el estacionamiento; egregio, elegante, expresivo. Entre emociones encontradas esperaba el efímero entreacto. Ella entraría escondida, envuelta en encajes encolados en ese elongado embrollo extravagante, esencial. Educada, endulzaría entretanto el espacio embebido en excesivos episodios empañados, ejecutando el ejercicio erótico eficaz en el ecuador elástico, eléctrico, elemental. Entonces, embriagada, espontánea, extremadamente emancipada, extraería espaciada el elíxir emergente entre ecos en enardecidas exclamaciones extenuadas, elípticas. Era ella existencial en extremo: ecuánime, exacta, ética, ejemplar; empero exhibía espectacular ego en elaborar el eje en edema edificado, eclipsando enteramente el enarbolado estandarte eclesiástico. Él, edecán enaltecido, enamorado, enrojecido, echaría el efluvio en efusivo estruendo, ensimismado en ella, ejemplo exaltado ebullendo ebrio en el exilio enmascarado. Entretenidos, extrañarían el edredón efectivo, enmarañado en el estanco estimulantemente enfriado. Eran ellos esculturas entrelazadas elaboradas en ébano encendido, elegido entre elementos excepcionales, eclécticos, ecológicamente esenciales. Ella, él, en edad exquisita, erizados, excitados, enamorados. Enajenados en espectacular elevación, eliminaron egoísmos en ese evento especial estrenándose, entregándose, estirándose, estremeciéndose, estrechándose, estrellándose efusivamente en estrepitoso estampido; empachados, entremezclados eternamente. Ellos eran especialistas en esa empresa extasiante, enloquecedora, envolvente, enviciante; esperaban empepinadamente encontrar el enésimo estimulante encubierto en el enquistado entendimiento, entrecortando exhalaciones envejecidas, esquiladas, entristecidas, engrandeciendo ese éter espiritual evidenciado en el estallante existir. Entonces entrarían, expertos ejercitados, en el eterno edén.


©2009 PSR

miércoles, 22 de julio de 2009

ENAMORÁNDOME...

"...De pronto me di cuenta de que estaba pasando por un episodio de enamoramiento puro. Mis enamoramientos son una droga divina, y son perfectamente lícitos. Y en esto yo me reconozco como la más viciosa del mundo. Es inevitable; cuando me lanzo, lo hago de cabeza, me sumerjo hasta el fondo y me dejo llenar por completo.

Mi alma se enamora constantemente. Todos los días me enamoro de algo o alguien, sin importar si se trata de un ser animado o inanimado. Lo único que no puedo hacer es enamorarme de un ser desanimado; iría totalmente en contra de lo que me mueve. Sería como tener una mala conexión a tierra, por la que escaparía mi energía para dejarme completamente vacía.

En ese estado delicioso de enamoramiento perenne –siempre en la parte ascendente de la relación– todo es fuegos artificiales, campanas y estrellitas de colores. Es un descubrir infinitos detalles uno a uno; más rápido, más lento, dependiendo de cómo reaccione el objeto de mi enamoramiento y del tipo de relación que tenga con él al momento en que mi alma decida levantar la barra para darle la bienvenida.

Siempre he sido así, desde pequeña. Me apasiono por cosas y personas; quiero entenderlas a fondo, explorarlas hasta el límite; su mente y su corazón, conocer su alma sentimiento por sentimiento, llenarme de ellas hasta desbordar la represa, adentrarme en sus ideas y sueños, compartir emociones y luego estrecharlas fuertemente y abrir los brazos para soltarlas a su destino.

Enamorarse es engancharse de amor por algo. Cuando me enamoro, lo hago en cuerpo y alma. No sé pensar en otra cosa sino en aquello a lo que me enganche, o que me haya enganchado a mí. Me alimento de eso; lo respiro, lo bebo, me visto de ello y me dejo envolver como las hojas por el rocío mañanero. Y por las noches, el objeto de mi enamoramiento se convierte en el pensamiento que me lleva de la vigilia al sueño.

Enamorarse es soltar las amarras y elevarse por encima de todo; poner al espíritu en libertad total y dejar que el alma se hinche de emoción. Enamorarse es alimentarnos de cosas hermosas y regalar amor. Me enamoro de mi familia, de mis amigos, de las palabras, de mis escritos. Me enamoro de mis proyectos y de mi trabajo. Me enamoro de mis países, mis ciudades y mi isla; del Ávila, del Castillo de Heidelberg, de Central Park y del Castillo del Morro. Me enamoro de quienes puedo aprender algo; de las buenas personas, las generosas, las inteligentes y las divertidas; de los que son ocurrentes y me hacen reír, y también de muchos otros que se han abierto conmigo para mostrarme sus sentimientos. Me enamoro de la gente creativa y creadora, de la apasionada y visceral; de los que son auténticos, genuinos, sin importarles lo que los demás piensen de ellos. Me enamoro de las personas tolerantes y compasivas; de las sencillas y las humildes de corazón. Me enamoro de la gente con una moral y una ética humanas. Me enamoro de quienes buscan ayudar a los demás y de aquellos que siempre intentan hacer felices a todos los que les rodean. Me enamoro de las personas que transmiten cosas positivas; de las que me dan tranquilidad, de las que me regalan paz y de las que me hacen sentir bien. Me enamoro de las almas luminosas que llegan a mi vida para ayudarme a disipar las sombras…"

© 2008 PSR

miércoles, 1 de julio de 2009

FAMILIA

Bienvenidos somos todos
al gran encuentro
a corazón abierto
sin bypass.

Mosaico de colores
mezcla estrecha
y amplia a la vez
rasgos rasgados en piel
desgarrados en el alma
mancha de acero
marca natal
innata.

Un millón de risas
resuenan estruendosas
armoniosas
disonantes en concordancia
melodías opuestas
contrapuntos
pot pourri de acentos
lenguas
emociones
y llantos.

Senderos infinitos
hacen los ríos
para llegar al mar
como la sangre
que nunca descansa
siempre corriendo
desde su origen
milenario
puntual
desdoblándose
extendiéndose
multiplicándose
combinándose infinitamente
en cada generación
que se acerca a la meta.

Todas las texturas
todas las líneas
todos los tamaños
formas y tallas.
Collage de rostros
narices, ojos
orejas y bocas
salpicados de cabello
a veces sin adornar.

Mil expresiones heredadas
del abuelo o la tía
unas saltan una generación
otras se repiten
año tras año
día tras día.

Danza al ritmo de la comparsa
en este carnaval familiar
toda emoción
toda nostalgia
convertidas en ritmo
rima y canción.

Gira presto el disco
de cuentas preciosas
en el caleidoscopio
de los sentimientos.
Recuerda tiempos pasados
felices
menos complicados
anécdotas históricas
personajes imborrables
imprescindibles
eternos
como aquel chiste
que contamos una vez más.

Fabriquemos ahora
los recuerdos del futuro
con hilos brillantes
de cuentos reales
propios
vivos.
Somos todos piezas
del rompecabezas
de nuestra historia.
Si faltara una sola
no podríamos resolverlo.

Bailemos todos
felices juntos.
Una vez más estamos aquí
para celebrar la vida.
Brindemos por el camino recorrido
por la ruta actual
interminable.
Cada reunión es un reencuentro
de antepasados
y posfuturos.
Cada encuentro es una ocasión
para el recuerdo
y la planificación.
Cada oportunidad es una gracia
de la vida y el amor
por siempre.
¡Ven hermano, tío, prima!
Quiero abrazarlos largo y fuerte
llenar de familia
corazón y piel
poros y pupilas
deseando que pronto
en otra gran fiesta
tengamos la dicha
de encontrarnos de nuevo.

Doblemos las rutas paralelas
crucemos las divergentes
dame la mano, Mamá
que hoy he venido a verte.


© 2009 PSR
16–25 mayo 2009, Caracas