—Ajá.
—Perdóname por lo de ayer. Ya sabes que me descontrola cuando llego a la casa y la comida no está lista.
—Ajá.
—Tu ojo ya se ve mucho mejor.
—Ajá.
—Bueno, sírveme la cena, pues. Al menos hoy sí la tienes preparada. Muy bien. Por eso te tengo que mantener en cintura. Si no lo hago, te volverías una salvaje.
—Ajá.
—Tú sabes que es por tu bien. Siempre fuiste una perezosa. Menos mal que me tienes a mí, que te vuelvo a poner en tu sitio para que aprendas.
—Ajá.
—¡A esto le falta sal! ¡Pero bueno, mujer! ¿Qué es lo que te pasa, que ni sabes ponerle suficiente sal a una comida? ¡Qué ineptitud, francamente!¡Pásame la sal, se la pondré yo!
—Ajá.
—¿Qué le pusiste a estos frijoles que saben amargos? Otra vez arruinaste la sazón, vieja. pero bueno, me los comeré; no me queda más remedio.
—Ajá.
—¿Y qué hiciste en todo el día? Seguro que viste todas las novelas de la tarde, ¿no? ¡Qué vagancia! ¿Al menos limpiaste la casa y lavaste la ropa?
—Ajá.
—Pudiste haberte puesto otra ropa para recibirme, ¿no crees? Yo estuve trabajando todo el día como un buey, y cuando regreso a mi casa quiero ver a mi mujer arreglada. ¿Entendiste?
—Ajá.
—Intenta arreglarte, aunque tú no tienes mucho arreglo que se diga. ¿Te has visto al espejo últimamente? Estás gorda, arrugada y llena de várices.
—Ajá.
—Bueno, pero no me queda otra. Nunca serviste para nada más sino para abrir las piernas y luego parir niños.
—Ajá.
—Por cierto vieja, hoy te toca. Así que ya sabes.
—Ajá.
—Mira que luego no quiero excusas.
—Ajá.
—Eso de que te duele la cabeza o que no tienes ganas hoy no lo vas a poder usar conmigo.
—Ajá.
—Me voy a la cama y te espero, ¿entendiste? Y no te tardes, que de pronto me está entrando el sueño.
—Ajá.
—Recoge la cocina y me alcanzas. Y apúrate, ¿oíste? Mira que estoy cansado y mañana tengo que levantarme temprano para trabajar.
—Ajá.
—¡Vieja, ¿ya terminaste?! ¡Apúrate, que te voy a dar lo tuyo! ¡No me dejes esperando en la oscuridad! ¡Ven ya!
—Ajá.
—¿Pero qué es lo que pasa contigo? ¡Estás más lenta que nunca! ¡Termina de venir ya, que cada vez tengo más sueño…!
—Ajá.
—¡Pero cómo te tardas, mujer! ¿Qué tanto haces? ¡Ya casi me quedo dormido!
—Ajá.
—¡Al fin llegaste! ¿No pudiste tardarte más? ¡Espero que al menos la cocina esté limpia!
—Ajá.
—¿Acaso te vas a quedar en la puerta toda la noche? ¡Que vengas ya, te dije!
—Ajá.
—Qué sueño tengo… ¿Qué traes en la mano? ¡Acércate, que no veo bien!
—Ajá.
—¡Oye, tampoco tienes que correr! ¿Pero… qué es eso? ¡¿Un cuchillo…?!
—¡Ajá!
©2007 PSR
"La cena" aparece en Yara y otras historias, por Patricia Schaefer Röder
©2010 PSR
Ediciones Scriba NYC, 2010
ISBN 9781732676718
A la venta en Amazon.com
se me antoja el poema de Sor Juana Inés de la Cruz.. "Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis, si con ansia sin igual solicitáis su desdén ¿por qué queréis que obren bien si las incitais al mal?".. así es.. never ending story, de que los hay, los hay. Que dura situación, la describes muy bien, gracias Paty. Un abrazo desde mi tierra tapatía.
ResponderEliminarMe gusto mucho el intenso dialogo......???????,jajajajaj,me tuviste en vilo,hasta el final,me dije:que sucedera cuando esten en la situacion que sigue?seguira diciendo "aja",que barbara,estuvo muy bueno,saludos y felicidades.
ResponderEliminarintenso diálogo; refleja perfectamente una muy lamentable realidad entre tantas parejas, sin distinción de nivel social,i geografía ni generación. Lo que puede variar es el nivel de disimulo ante lo que ve la sociedad más allá de la puerta de la casa. Si hubiera (más) amor y respeto o tan sólo la conciencia de que todos somos uno (o Uno), esto no podría darse. Gracias por compartirlo, Paty, y ponerme a reflexionar sobre un tema que, gracias a Dios, no me ha tocado de cerca pero que me arruga todo (me suena que me lo pasaste hace un tiempo, ¿puede ser?)
ResponderEliminartristísima
ResponderEliminarAja....
ResponderEliminarToma tu tomate!
ResponderEliminarAJA! Jajajaja
ResponderEliminarEspero que por cada palabra de maltrato ella le clave el cuchillo
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