Puedo cerrar los ojos y evadirme cuando lo deseo. De las zarabandas a las fantasías musicales sólo hay un paso, y a veces, mucho menos que eso. Me desprendo de mi ser físico y de mi estar allí, y puedo esconderme en un acorde de cualquiera de los instrumentos que suenan.
Los movimientos constantes de las personas a mi alrededor me molestan, así como el ruido de la puerta que se abre y se cierra con fuerza, y el de los brazos abanicando con el programa de turno por el intenso sopor. Prefiero huir una y otra vez; y tantas veces como sea necesario, dejando mi cuerpo allí, y volando con mi alma a otro lugar lejano.
Es como la consumación de un viaje astral; la separación del ente físico y el espiritual, flotando por espacios multicolores y multidimensionales. No puedo detenerme ni siquiera para aplaudir; lo inmaterial de mi ser quiere seguir meciéndose en ese vacío pleno de sensaciones visuales, auditivas y hasta táctiles; porque es como si la música me tocara por dentro y revolviera mis entrañas, dando afinación a cada una de las fibras de mi alma.
Bulle en mí una necesidad imperiosa de liberar todos esos sentimientos que normalmente naufragan en mi ser y que siento que en algún momento me van a destrozar el pecho y la mente. Así que, aunque lo quiera o no, debo dejarlos salir a flote para que se salven y a la vez me ayuden a salvarme a mí misma de las tinieblas de la incertidumbre y el desamor.
La música llena todos mis espacios; internos y externos, reales e imaginarios. Me llena por completo sin dejar ningún resquicio que escape a ello. Es magia. Mi cuerpo se encuentra atrapado en esta pequeña sala llena de gente, cada uno con su pasado, sus problemas y su futuro incierto. Mi cuerpo tiene calor y no puede salir en este instante a tomar agua ni aire fresco. Pero mi espíritu se eleva por encima de las cabezas de las demás personas y se deleita danzando al compás de esta celestial música del Renacimiento y del Barroco temprano, perfecta para relajarnos en cuerpo y mente, y escapar momentáneamente de todas las ataduras terrenales que a veces nosotros mismos nos creamos.
El salón en el que está mi cuerpo es muy pequeño, con insuficiente espacio para albergar a tantas personas que decidieron darse cita hoy para compartir la antigua música de mis antepasados. El próximo concierto lo deberían dar en un sitio más grande, porque ya sea por curiosidad o conocimiento, se sabe que hay mucha gente interesada en pasar un rato deleitándose con estas ancestrales melodías tan bellamente interpretadas por estos magníficos músicos.
Sin embargo, en la intimidad de este recinto y a pesar de la gente a mi alrededor siento mi alma renacer, reconstituirse y elevarse hasta las más altas cumbres, y más allá aún, para ser una con el sol y las estrellas. En ese momento, plena de energía veo a mi alrededor y me percato de que la felicidad está donde queremos que esté; somos nosotros quienes la llevamos de un lado a otro en nuestros corazones, siempre en nuestro ser formando parte de la esencia misma de la vida. ¡Pero cuán difícil se nos hace a veces encontrarla, reconocerla! Cuántas veces la hemos tenido cerca y no la hemos visto; no siempre fuimos capaces de acercarnos y tomarla de la mano, y dejar que se expandiera dentro del espíritu, del alma tan magullada en algunas oportunidades.
Por eso me desentiendo de mi cuerpo y de mi entorno al escuchar estas melodías, por eso soy tan afortunada de encontrarme aquí y ahora con la felicidad que a veces se me quiere esconder en el camino, que de vez en cuando pareciera querer jugarme una mala pasada y hacerse la desentendida conmigo. Pero en este instante, al flotar junto a ella en mi universo musical, llego a creer que no la dejaré escapar nunca más...
Patricia Schaefer Röder
18 abril 1993
Museo de Arte Colonial Quinta Anauco, Caracas
© 1993 PSR
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miércoles, 24 de junio de 2009
ENSUEÑOS MUSICALES: QUINTA ANAUCO
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Paty.. antes de irme a la escuela quise visitar tu blog (MDB) y..... woww!! HACES MAGIA CON LAS PALABRAS, que habilidad tan maravillosa tienes para expresar las cosas "normales" en algo tan extraordinariamente bonito, lo leí y me salió un suspiro del fondo del alma, QUE LINDO ES LO BONITO, VERDA' DE DIOS.. Un fuerte abrazo desde mi tierra tapatía.
ResponderEliminar¿Puedes creer que nunca he estado en la Quinta Anauco?
ResponderEliminarPatricia, tu "alma" es tan grande como el salon donde estaba tu cuerpo y es solo por ello que lo sientes tan pequeno...
ResponderEliminarTu hermoso relato confirma que nunca encontraremos la felicidad en otros si no la llevamos con nosotros mismos. Tambien confirma tu cada vez mas desarrollado Don de escritora.
Carinos,
Alida
volví a leer "ENSUEÑOS MUSICALES, QUINTA ANAUCO" (PSR), que precioso hablas de la música.. me vino a la mente.. music was my first love (and it could be my last)....
ResponderEliminarJohn Miles por cierto.. abrazo paty.
Paty, me encantó esa imagen... "puedo esconderme en un acorde cualquiera de los instrumentos que suenan"... me hiciste recordar una cita de Calamaro que dice algo como que "la música es el único territorio donde no nos pueden lastimar"... bastante oportuno con unas declaraciones que hizo hace poco en las que no quedó muy bien parado.
ResponderEliminar...tú eres un acorde hermoso, independientemente del "voicing" o el tono en que vivas...
ResponderEliminarh
bello este sentimiento...
ResponderEliminarHermoso todo el escrito...
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