A la sombra del mango está concertado por una serie de 45 relatos cortos, aéreos y dinámicos, que recuperan en su brevedad, tal como lo indica su título, lo placentero, la fruta, el instante gozoso como “granizo dorado”. Pero de igual modo la sombra, todo aquello que refresca, que se esconde y se revela. Los otros yo que se caen y se alzan autoredimidos, o bien, sucumben rotundos.
Para configurar esta obra, Patricia Schaefer Röder hace un trato exquisito con las palabras. No es de extrañar, pues su labor como escritora, traductora, editora y tallerista que transporta de país en país, de idioma a idioma poemas, novelas y cuentos, la ha acercado al juego de recrear la literatura y hacer un cuidadoso trasiego de las palabras.
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Así pues, en varios de los relatos encontramos complejas composiciones lúdicas como tautogramas, monovocalismos y, de su propia creación, tautosiglamas. Estos últimos consisten en hacer que el escrito se forme con palabras que comiencen con las mismas letras del título y en el mismo orden. Sin embargo, el asombro se acentúa más cuando estas narraciones se arrebujan bajo palabras de entrañable sensualidad, como en “Amor”, “MÁS” y “SAL”. Pero lo complicado de su composición también es una manifestación de lo intenso del acto amoroso en confrontación con las interdicciones morales y sociales que experimentan las parejas no convencionales.
Por otra parte, hay historias en las que —tras la aparente dulce sencillez de su anécdota— se traza el camino de los protagonistas a enfrentar con gozo, miedo o sorpresa una nueva vida, como en “El evento”, “Anochecer”, “El espantapájaros”, “Atardecer”, “La fiesta” o “Imprevisto”. Es en el pasar por lo cotidiano donde refulge la revelación. Hay otros relatos donde los personajes no tienen sorpresas, pero sus historias se construyen con vocablos portentosos a causa de su violencia, como en “IRA”: “Impertinente, raía animales inertes, retorcidos, apestosos.”; o de embriagadora bisutería y alcohol como en “Baratijas” y “BAR”.
Ahora bien, los cuentos más extensos de esta obra implican profundas reflexiones, a veces a manera de antifábula, por ejemplo en “Hacienda Real”; o de cómo recibir y asumir el amor en “La Dulce Ley”; o bien de qué manera se percibe la noción de un país democrático, con equidad y criticidad en “Constitución, Democracia y Libertad” o en “Intercambio”.
Otro perspectiva hilvanada en este libro es la convicción de sororidad y de la reconfiguración de las mujeres por ellas mismas; para ello tenemos por ejemplo “Barahúnda” y “El regalo”.
Asimismo, en secuencia con esa fuerza femenina, esta obra también enmarca la naturaleza, en particular con la descripción de Puerto Rico, la casa que acoge con calor, comida, con canto de coquíes, pero que también brega irreductible ante los huracanes.
Finalmente, si bien este preludio ha sido pequeño, lo es para estar en sintonía con los relatos; además, porque su intención es que ustedes se internen sin demora en el universo escritural de la autora y así entonces, relato a relato se arrebaten en la lectura y hagan de ellos dulce fruto y fresca sombra.
Alba Corina Valadez Solis
Mtr. en Literatura Mexicana
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