Completamente consciente, Clara contemplaba con cruda crispación cómo Carla conocía compromisos culturales culinarios. Creyéndose crédula, Carolina cocía con condimentos celestiales, cultivados contracorriente como cuerpos conspicuos. Ceremonioso, cacique César comía contento cuanto cocinaban con cuidado, con carnes, caballas, crustáceos, cremas, compotas, cítricos, castañas, cerezas, calabacines, cebollas, cilantrillo, cúrcuma, colines, cacao, cerveza, café… Contra colosales cajas cuadradas, Carlos cernía cien cereales completos con cautela ceremonial. Cecilia consumía celosa, concentrada, cuanta cosa comestible conseguía; certera, capaz, contumaz. Consultó Carmen, curiosa: “¿Cuánta cosecha compraron con cuatrocientos centavos?”. Cleto contestó: “¡Cinco!”. Cansada, Claudia cerró caja, contando cualquier comensal cebado, curtido. Corina claudicó con coraje comprobando cómo, casualmente, Clara componía cuentos ciegos con canciones cutres clandestinas. Cuando clamaban clero, cinco caballeros cubrieron con cueros callos, calvas, cicatrices, cabello. “¡Cocinemos, compañeros!” coincidieron concomitantes, congratulándose, confabulándose. Como correctivo, coronaron corpóreamente cerdos colorados, corredores, cojos, con cuchillos, cucharas, condimentos, coincidiendo compulsivamente con ciertos cubiertos corroídos. Con completa certeza cogieron cabras, cazuelas, cacerolas, consomé, cuidando cortar cabezas, colas cabalmente. Calamitosos, calcularon calderas candentes con calentadores calificados, calibrados. Criada célebre, calmosa, Calixta calzaba canesú, cofia, cubriendo concienzuda cuerpo, cuello, cabeza, cuando con clamor cándido, Cristóbal cantaba cautivadoramente cazando cangrejos con conchas celestes. Calixta chanceó contenta. Camarera, camarero, contaron casi cien carbones, candelabros caros, canastas, colocando cuanto cabía con carencias. Con cachetes color carmín, Carla cargaba chanchos cuestionables, ciegos, cebones, carnavalescos, carnosos, castigados; cacos confesos con cortadas coaguladas, culatazos craneales contundentes. Cuando Cleto compró cuarenta crías, Carlos consiguió cajones cuadriculados con cuantiosas celdas ceñidas, cuales cuerpos consolidados. “¡Cleto! ¡Coloca cinco crías con cuidado, caramba!” chilló Carla, caminando cuesta corta con culinaria culpa. Consumiendo chocolate caliente, caramelo, contraída, cumplida, consciente, Clara continuaba contemplando cíclicamente con crecida conmoción cómo Carla comunicaba conocidas confidencias culinarias con colmado cariño característico; consecuente, completamente consumado, cabalmente cursi…
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Caramba!
ResponderEliminarCada cocina comen cuatro! Excelente! Ingenioso!
ResponderEliminarcaracoles!! carambolas!! cuanta creatividad. Que bien Paty, cada vez que leo lo que escribes con la misma letra inicial, me parece algo extraordinario, wow, felicidades como siempre. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarBuenisimo, gracias!
ResponderEliminarMe gusto el escrito en estilo de tautograma, y sobre todo el formato correcto, es un placer.
ResponderEliminarEste escrito fabuloso, utilizando el estilo de tautograma, nada tiene que ver con la poesia escrita en el mismo estilo.
ResponderEliminarExcelente!!!
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