Ajada, ya tan cansada, Sara lavará la
casa mañana. La maraña rasa la alza, calmada. Sara canta tantas nanas al alba,
tantas nanas para Ana, para andarla a la cama. “Mamá”, habla Ana, “¿amas a
Ana?”. Sara clama, agradada: “Mamá ama más a Ana; más, más, más; Mamá ama más a
Ana”. Dama alta, Sara manda a Carla a salar las alas. Carla salta a la carpa,
amarra las pavas calvas, mata las aras grasas, arranca las patas, saca las
caballas aplastadas, atascadas a las cajas rasas, casca la caña, amasa las trazas
para la gran bacanal. “¡Santa Marta sagrada!”, ladra Adán, al andar la manada marcha
larga atrasada. Vacas, cabras mansas, atrapadas, Adán las traspasa ‘trac-trac’ a
la paja, al arpa, a las balas. Aplaza la trampa hallada para más atrás. Agazapada,
a rastras, Sandra labra la granja. Abarca ananás, papas, batatas, naranjas,
manzanas; plantadas atrás, agarradas, abaratadas. Harta hasta la palma, Sandra marca
la traca anaranjada. “¡Hasta mañana, Ña Sara! ¿Agrandará las sábanas blancas?”,
clama Sandra, amargada. “Mañana, mañana, Sandra. Mañana hará la lavada Ña Sara”.
Al hablar parada, Sara planta tardanzas a Sandra, Carla, Adán. Acabadas, a las barracas,
Carla, Sandra, trazan zanjas a las canas. Ya a casa, Adán da caza a Yara a la
hamaca altar. Yara da calda a Adán. Apapachada, Yara ama más a Adán. A la casa-granja,
agachada la cara, Sara alcanza a sacar la trama lanar hallada para dar la mama a
Ana. Hasta la paz cansada, ya tan ajada, Ña Sara lavará la casa mañana. “Mañana,
Sandra. Mañana. Mañana Ña Sara lavará la casa”, Sara habla palabras claras a
Ana calmada.
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